A raíz de la nueva modalidad de la política de comunicación y marketing del Banco Central de la República Dominicana, consistente en publicar espacios pagados en los medios para dar a conocer sus decisiones de política monetaria, sus argumentos sobre las mismas, así como el comportamiento de las principales variables, indicadores y agregados macroeconómicos que pueden interesar a los agentes económicos, debo admitir que mi interés natural por conocer, investigar y entender las cuestiones del comportamiento y evolución de la economía dominicana se ha visto reactivado, de manera tal que la revisión de las cifras y estadísticas me han ayudado a descubrir el Santo Grial del crecimiento económico dominicano: las Remesas.
De acuerdo con la tradición cristiana, el Santo Grial es una de las piezas más valoradas y deseadas. Este místico objeto del que dice fue la copa en la que Jesús bebió en la Última Cena y en la que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo cuando fue crucificado, ha motivado múltiples, sagradas y misteriosas misiones de búsqueda. Desde la Edad Media, arqueólogos, busca tesoros, cazadores de reliquias y hasta Hitler trataron de establecer su paradero.
En los 30 años transcurridos entre 1992 y 2021 la economía dominicana registra una tasa de crecimiento promedio del PIB real de 5.3 %. Si excluimos el 2020 en que la economía cayo un 6.7 % y 2021 que registra un crecimiento de rebote de 12.3 %, hasta el 2019 el crecimiento promedio registrado por el BCRD es de 5.5 %.
Al igual que en la búsqueda del Santo Grial, he escuchado, leído y visto una diversidad de explicaciones, teorías, planteamientos, modelos econométricos y argumentos sobre las causas de este admirable comportamiento de la economía dominicana, incluso he visto y oído a los más prestigiosos económicas, analistas y políticos del país, dependiendo de si están o no en el Gobierno, justificar o criticar las cifras del Banco Central y formular sus propias explicaciones sobre las causas o el origen del comportamiento económico.
Siempre recuerdo que, en el año 2001, quizá cuando formaba parte de un equipo de asesores del director de Presupuesto, en ese momento el doctor Luis Ernesto Pérez Cuevas, por diligencia del también asesor de la Oficina de Presupuesto Frank Gonzales y de la entonces Secretaría de Estado de Finanzas, con apoyo del ILPES, se trajo al país a Manuel Marfan, economista chileno, experto en temas de marco fiscal de mediano plazo, a quien le suministraron las informaciones sobre los agregados e indicadores macroeconómicos del país para incorporarlo en su modelo de predicción, luego de su análisis las cuentas sobre todo externas no le cuadraban, determinándose luego que al experto no le habían suministrado las informaciones sobre las remesas familiares.
No tengo ninguna duda, las remesas familiares registradas y transparentadas por lo mecanismos formales del sistema monetario y financiero, junto a otro importante flujo de remesas no transparentadas constituyen la base del dinamismo económico de la República Dominicana y representan el principal sector de dinamismo de la economía del país independientemente de cualquier otro factor. Posiblemente, la afirmación anterior sea calificada de ingenua por el pensamiento económico tradicional y los teóricos que se masturban con sus sofisticados modelos econométricos conceptuales, mediante los cuales afirman que un flujo significativo de remesas puede general un circulo vicioso de estancamiento económicos y dependencia.
En los últimos 13 años (2010-2022), según las cifras oficiales del BCRD, las remesas familiares aportaron a la economía dominicana US$ 78,763.0 millones, un 6.5 % más que las zonas francas, un 4 % más que las divisas aportadas por el turismo y un 126 % superior a los ingresos por inversión extranjera directa. Estos tres últimos son considerados los tres sectores fundamentales de la económica dominicana según el BCRD y los expertos, bajo esos criterios a favor de estos se diseñan y aplican políticas de incentivos y exenciones que privan al Estado de recursos necesarios para la Educación la Salud, la Justicia y la Seguridad Ciudadana, lo que mueve a preguntarse y que incentivos o exenciones le ofrecemos a los más de 2.5 millones de dominicanas y dominicanos que se han desplazado de su tierra para realizar este grandioso aporte al país.
Las remesas familiares son transferencias de recursos unilaterales y sin contraprestación que constituyen un “salvavidas financiero para un mundo en desarrollo en riego” para los países de ingresos bajos y medianos. Es innegable que las remesas son una importantísima fuente de financiamiento externo para países como República Dominicana, superando a sectores como el turismo, las zonas francas, la inversión extranjera directa y de cartera, así como la asistencia para el desarrollo.
La crisis de la COVID-19 puso de manifiesto el papel determinante de las remesas familiares en nuestro país, cuando los recursos por este concepto mostraron su mayor aporte en relación al PIB durante los años 2020, 2021 y 2022. El promedio anual de remesas familiares que entre 2010 y 2019 fue de US$ 5,028.5 millones, y subió a US$ 9,492.7 millones en los últimos tres años.
Si bien es cierto que el crecimiento del flujos de remesas durante el 2020 y en parte 2021 fue impulsado por impacto positivo que tuvieron los programas de estímulo fiscal implementados por los países receptores de nuestros emigrantes, como el caso de los Estados Unidos y Europa principalmente España, hay un aspecto determinantes diferente de las causas señaladas que es lo que explica la constancia y permanencia en el tiempo dichos envíos, es el de la voluntad de apoyar a su gente a enfrentar las carencias económicas que muestran nuestros migrantes determinado por los lazos que unen la diáspora con su tierra natal.
En 2021, el flujo de remesas hacia los países de ingresos bajos y medio fue US$ 605,0000 millones, lo que revela una realidad que se puede ignorar. En el caso de América Latina y el Caribe, este flujo fue de US$ 131,000 millones. Los argumentos y razones sobre los efectos negativos de las remesas que algunos economistas han tratado de sobredimensionar como la dependencia que estas tienen de la situación de los países de origen, son las mismas que pueden impactar en las zonas francas, el turismo o la inversión extranjera.
Lo cierto es que, desde mi óptica, el impacto de las remesas familiares en la economía dominicana es muchísimo más de lo que la economía convencional le atribuye, y sus efectos en la reducción de la pobreza y la desigualdad es mucho más efectivo que cualquier política monetaria o fiscal de las que las élites dirigentes aplican desde el Banco Central o del Ministerio de Hacienda.