Ubicada al Sur del país, Azua es una provincia rica en historia y atractivos que van desde playas, parques, monumentos y ríos, aunque es un destino turístico poco explotado.

Teniendo una de las tasas más altas de hogares en pobreza extrema o moderada con un 57.40 %, de acuerdo al índice de calidad de vida del Sistema Único de Beneficiarios (Siuben), líderes de la zona se han enfocado en emprender en distintas actividades comerciales que hoy día son parte del desarrollo comunitario.

Dos ejemplos son Rancho Caprache y Altos de la Caobita, proyectos que se han convertido en emprendimiento social, cuyos beneficios se traducen en apoyo a la comunidad y a la vez ofrecen una nueva forma de hacer turismo en Azua.

El pasado fin de semana, un grupo de periodistas visitó estos lugares para conocer las iniciativas, su impacto en la comunidad y el turismo de la zona.

Altos de la Caobita

Es un eco hotel ubicado en la localidad de Barreras, a tan solo treinta kilómetros de Azua de Compostela.

Dolores Puértolas, administradora del hotel explica que el proyecto abrió sus puertas en 2014 como una casa de retiro y en 2021, gracias al aporte de voluntarios expertos en arquitectura hotelera, se transformó en un modelo de negocio turístico de enfoque sostenible, ofreciendo al público el confort de un hotel ecológico bajo los parámetros elementales de la sostenibilidad y un alto compromiso de desarrollo social de su comunidad.

El hotel tiene capacidad para 18 huéspedes y ofrece a los más aventureros la oportunidad de pernoctar en tiendas de campañas. Tiene una piscina infinita de agua tibia, con vista de un lado al mar y del otro a las montañas.

La administradora del hotel detalla que, en cuanto a la gastronomía, su oferta es local. El proyecto apuesta por la agricultura familiar, la cual es parte esencial de su cadena de suministros, es decir, compran los productos agrícolas a la misma comunidad y es complementada con una huerta propia ubicada en la propiedad.

Otra forma de apoyar el desarrollo local es a través de la formación a los residentes de la zona en diversas áreas y luego los integran a sus programas de pasantías allá en el hotel.

Como una apuesta ecológica, Altos de la Coabita suple sus necesidades energéticas a partir de paneles solares, y además, posee su propio reservorio de agua, el cual cubre los requerimientos para su operatividad.

Dolores agrega que además de los recursos generados por la práctica hotelera se ha podido realizar trabajos de mejora y protección del medio ambiente, a partir de trabajos en el entorno de la Cueva de los Indios, la cual data entre 2800 y 2600 a.C., el apoyo de proyectos agrícolas, la creación de reservorios de agua (en un lugar en donde este recurso tiene grandes limitantes); el apoyo a jornadas de limpieza de manglares, playas y eventos deportivos locales.

Rancho Caprache

Ubicado en la localidad de Hatillo, Rancho Caprache se define como la primera iniciativa de crianza de cabras lecheras en la región Sur. Aunque en el país siempre ha existido la crianza de chivos y cabras para el consumo de la carne, nunca había existido un proyecto lechero.

Caprache nació en 2016 de la mano de Nieves Segura y su esposo Daniel Costache, cuando decidieron rescatar la cultura de la cabra de leche. Comentan que pocas personas de la zona crían este tipo de animal y que estas tampoco han entendido el potencial de cabra que tienen.

“Lo usaban como un chivo, lo tenían para criarlos y comérselos. Lo que hicimos fue rescatar ese animal, lo comprábamos y arrancamos”, señala Nieves.

La pareja cuenta que el proyecto comenzó con 48 cabras e importaron los machos desde los Estados Unidos, con los cuales iniciaron un nuevo pie de cría. Hoy en día, Rancho Caprache tiene 284 cabezas caprinas y solo 96 se encuentran en producción.

“Esas 96 cabras dan una producción de 160 a 170 litros de leche al día”, dice Nieves.

Aunque se dedican a la crianza de este animal en un ambiente estabulado y controlado, el propósito principal del proyecto es elaborar quesos y productos derivados de la leche de cabra.

Rancho Caprache elabora dulce de leche de cabra y tres tipos de queso: de cabra, feta y chévre; y muy pronto iniciará una línea de yogurt. Sus productos se comercializan en la finca y en Santo Domingo, a través de un distribuidor autorizado.

Desde el 2016 a la fecha, Nieves y Daniel han invertido más de RD$ 20 millones de pesos en el proyecto, incluyendo la compra de la finca donde tienen las cabras. Para esto contaron con el apoyo del Banco Agrícola.

“Hace seis años, una cabra valía RD$ 40 mi. Hoy en día, traer un macho desde Estados Unidos vale US$ 1,800 dólares. Es un gran esfuerzo. Aún no vemos el retorno porque apenas tenemos seis años, pero aquí ha venido todo el mundo, incluso participamos en la campaña Tamo en Chivo dirigido por el FEDA”, señala Nieves.

Describe la forma en la que el proyecto ha impactado a la comunidad de manera positiva. "Tenemos una filosofía de ayudar y cooperar. Aquí se tiene una cultura de lo que es la cabra o chivo criollo, pero no de la de leche, entonces nosotros donamos a la comunidad esos padroticos cuando tienen 8 o 9 meses para que ellos vayan mestizando la cabra criolla y sacando un animal que pueda dar leche, que sea un animal productivo. Los animales criollos no son productivos de leche”.

Esta donación la hacen a través de las asociaciones de ganaderos de Estebania, Las Charcas y Hatillo.

De ganadería caprina a espacio turístico

Rancho Caprache pasó de ser un proyecto de ganadería caprina a ser un espacio turístico, pues a raíz de la pandemia se vieron con las neveras llenas de quesos y decidieron ir puerta por puerta a las villas ubicadas en Palmar de Ocoa a ofrecer sus productos.

Esto llamó la atención de los visitantes de Palmar de Ocoa, quienes se fueron acercando al rancho con interés también de conocer sobre la crianza de cabra. Sus propietarios aseguran que fue en ese momento cuando decidieron abrirse al público y ofrecer el recorrido por su finca.

Actualmente en el país, la crianza de cabra lechera solo existe en Azua con Rancho Caprache y en localidades de Monte Plata y Santiago Rodríguez.

Una parada antes de llegar a Azua

Cuando se viaja en carretera, de manera habitual se hace una parada para comer algo o descansar, en especial cuando el viaje es largo. Pensando en esto y en la posibilidad de brindar a los clientes diferentes platos típicos en un solo lugar, nació Primitivo.

Primitivo es un restaurante ubicado en la localidad de Villa Sombrero, en Baní, inaugurado en 2018. Su propietaria, Yaina Rosario, cuenta que como madre de familia vio una oportunidad de emprendimiento de este tipo en la zona.

“Abrimos en 2018 y ofrecemos comida típica tradicional dominicana. Cada día hay un menú diferente que busca resaltar la gastronomía de una de las regiones del país”, explica.

Actualmente, Primitivo cuenta con 18 colaboradores, de estos 15 son mujeres y 3 hombres. Sus productos agrícolas y condimentos para preparar sus platos se compran en mercados de la comunidad y así dejar ganancias en el mismo pueblo.

Por esta iniciativa Yaina Rosario, recibió el premio de Innovación y Emprendimiento Femenino de la provincia Peravia en 2021.