Los bosques de montaña están desapareciendo “a un ritmo acelerado” y desde el año 2000 se han perdido 78,1 millones de hectáreas (7,1 %), gran parte de ellas en zonas de gran diversidad tropical, lo que supone una presión cada vez mayor sobre las especies amenazadas.
En las montañas viven más del 85 % de las especies de aves, mamíferos y anfibios, sobre todo en hábitats forestales, y aunque su escarpada ubicación les había servido de protección, desde comienzos de siglo los bosques de montaña se explotan cada vez más, a medida que las zonas de tierras bajas se agotan o son objeto de protección.
Un estudio que publican en One Earth las universidades de Leeds (Reino Unido) y la Meridional de Ciencia y Tecnología (China) investigó el alcance y distribución mundial de la pérdida de bosques de montaña.
Los bosques tropicales de montaña experimentaron la mayor pérdida (42 % del total mundial) y la mayor aceleración, pero también un ritmo de rebrote más rápido que los bosques de montaña de las regiones templadas y boreales.
En general, los investigadores observaron algunos signos de rebrote de la cubierta arbórea en el 23 % de las zonas que perdieron bosque.
La tala fue el principal factor de pérdida de bosques de montaña (42 %); seguida de los incendios forestales (29 %); los cultivos de roza y quema (15 %) y la agricultura permanente o semipermanente (10 %).
La importancia de estos factores varió de una región a otra, produciéndose pérdidas significativas en Asia, Sudamérica, África, Europa y Australia, pero no en Norteamérica y Oceanía.
Los autores señalan que el ritmo de pérdida de los bosques de montaña “parece estar acelerándose”, con una tasa anual que aumentó un 50 % de 2001-2009 a 2010-2018, cuando se perdieron aproximadamente 5,2 millones de hectáreas de bosques de montaña al año.
Esta aceleración es probable que se deba, en gran media, a la rápida expansión agrícola hacia las zonas montañosas del sudeste asiático continental, así como al aumento de la tala de los bosques de montaña debido al agotamiento de los bosques de las tierras bajas o porque estos pasaron a estar protegidos.
Las zonas protegidas sufrieron menos pérdida de bosques, pero los investigadores advierten de que esto podría no ser suficiente para preservar las especies amenazadas.
En lo que respecta a las especies sensibles en los puntos críticos de biodiversidad, la cuestión va más allá de la mera prevención de la pérdida de bosques, pues además hay que mantener la integridad de los bosques en zonas suficientemente extensas para permitir los movimientos naturales y el espacio suficiente para las especies que se desplazan.
Los autores también subrayan la importancia de tener en cuenta los medios de subsistencia y el bienestar humanos a la hora de desarrollar estrategias e intervenciones de protección forestal.
"Cualquier nueva medida para proteger los bosques de montaña -escriben- debe adaptarse a las condiciones y contextos locales y debe conciliar la necesidad de mejorar la protección de los bosques con la de garantizar la producción de alimentos y el bienestar humano".
El equipo realizó un seguimiento anual de los cambios en los bosques de montaña entre 2001 y 2018, para cuantificar tanto las pérdidas como las ganancias de cubierta arbórea.
Además, calcularon el ritmo en el que se producen los cambios, compararon diferentes elevaciones y tipos de bosques de montaña (boreales, templados, tropicales) y exploraron las repercusiones de esta pérdida forestal en la biodiversidad.
El conocimiento de la dinámica de la pérdida de bosques a lo largo de los gradientes de elevación en todo el mundo es, según el equipo, “crucial para entender cómo y dónde cambiará la cantidad de superficie forestal disponible para las especies forestales a medida que se desplacen en respuesta al calentamiento".