Desde que entendí que de los viajes se aprende y se goza tanto como cuando se lee un buen libro, decidí recorrer mi país y explorarlo por todos los rincones. No recuerdo la primera vez que fui a Montecristi, pero acabo de visitarlo por tercera o cuarta vez. Lo interesante es que en cada vuelta descubro una miel nueva, lugares mágicos y el vínculo vibrante de un color tejido con alegría, el nido de emociones marinas y la calidez de su gente. He vuelto varias veces y siempre me sorprende el relieve y la belleza de este pueblo tan singular, encumbrado y bañado de sueños y sortilegios. Un pueblo que para algunos agorafóbicos (personas que no les gusta viajar), consideran lejano y distante, que está botado y en el extremo de la línea noroeste. En realidad, no existen lugares distantes ni lejanos cuando se anda sobre 4 ruedas y se tiene la curiosidad de explorar el mundo y descifrar el mapa de lo desconocido. Es deseo de explorar y viajar es similar a la sed de que cruza un desierto y busca un oasis.

Recientemente la Fundación AVSI con sede en Dajabón me invitó, en mi rol como gerente de Quieroloma, con la idea de explorar y conocer de cerca varios destinos ecoturísticos y poco conocidos de Montecristi. Gracias a Enrico Fedi por la gentil invitación.  Aquello fue impactante, conmovedor y digno de un capítulo en el libro de los mejores viajes que puedan realizarse en esta media isla. Quedé gratamente sorprendido con el todo el potencial ecoturístico de Los Conucos (un paraje próximo a Copey) en que pueden apreciarse los frondosos sembradíos de plátanos, la extensa extensiones cactus y pitahayas silvestres y las salinas. Junto a las salinas puede disfrutarse de un espectáculo mágico: el avistamiento de aves, los flamencos, sanjuaneros y las especies de esta zona geográfica. Muy cerca de allí hay otra maravilla natural: el sendero de los manglares junto al Boca de Tapión, el cual desemboca en la playa del mismo nombre; allí se respira una paz adánica, dulce mientras la mirada naufraga en la lejanía y las aguas mansas de la gran Bahía de Manzanillo. Todo ese proyecto es capitaneado Sepam Tours y por dos mujeres con verdadero liderazgo y compromiso con la comunidad Jessy Almonte y Kissmy, su hija. Aquí es donde se entiende la función vital que juega cada organismo en el ecosistema, sobre todos los mangles, que tienen la función de limpiar el aire y absolver el dióxido de carbono y algunos contaminantes del medioambiente.

Montecristi es un pueblo con tradiciones, con casas de singular arquitectura y con mucha historia. Ha parido a grandes hombres, tales como Manuel Rueda, Manolo Tavárez Justo (por cierto, esa casa debe cuidarse y estar en mano del Estado Dominicano, no de particulares), y del primer pelotero profesional en conquistar las grandes ligas en 1956:  Osvaldo José Virgil Pichardo. Otra casa que puede ser museo histórico y cultural, y un espacio a ser recuperado por el Estado dominicano.  Esta ciudad cuenta con un reloj histórico y romántico que data de 1895 y que fue hecho nada más y nada menos que por Gustave Eiffel. Sí, el mismo que diseñó la torre más fotografiada y visitada de Francia. Este patrimonio está ahora remodelado, gracias a la intervención oportuna del Ministerio de Turismo. Hay otros espacios y edificaciones que ya son parte del imaginario de los lugareños y los visitantes, tal es el caso del Museo de Montecristi, el antiguo hotel construido por el sinvergüenza de Trujillo (actualmente se llama Hotel Marbella), la Casa Azul, un lugar agradable donde puedes tomar una cerveza y conversar sobre temas líquidos.

Ahora bien, el activo histórico y cultural más importante quizá sea la casa museo de Máximo Gómez. La casa tiene varias salas; lo más importante es que allí está la mesa donde se sentaron José Martí y Máximo Gómez para firmar el notable acuerdo a favor de la independencia de Cuba, el Manifiesto de Montecristi, la firma es del 29 de junio de 1895. Pueden apreciarse también fotos, cartas y manuscritos asociados a ese hecho histórico. En la entrada hay una frase de José Martí que llama la atención y que muestra la determinación férrea de este hombre:

“Esto es aquello y va con aquello; yo obedezco y aún diré que acato como superior dispensación, y como ley americana la necesidad feliz de partir al amparo de Santo Domingo, para la guerra de libertad de Cuba”. Está dispuesto a pagar el precio con su sangre.

Montecristi cuenta, además, con hermosos y atractivos cuasi vírgenes; lo más conocido es El Morro; pero vale la pena adentrarse en el sendero de los manglares, en la primera y segunda plataforma, detenerse en el medio del mar y disfrutar de un cayo que nada que tiene que envidiarle a Cayo Arena: hablo de la playa Gran Grossier. Es hermosa, de arena blanca, está cerca de El Morro y es desconocida por la gran mayoría de dominicanos. Yo mismo la descubrí hace algunos meses.

Este texto se ha extendido, por lo que en otro hablaré de dos atractivos vírgenes y desconocidos de Montecristi: Los Conucos y Playa Popa, entre otros lugares.

Una mención aparte merece su oferta gastronómica, este tópico es digno de gran reportaje, pero ya se sabe que el chivo es el rey de los guisos más sabrosos y encendidos. Es el único pueblo de RD que tiene una pizza hecha con chivo. Y con miel extraída por las trabajadoras abejas de los manglares.

Visita Montecristi, y no te arrepentirás.