Pedernales, República Dominicana. En las horas finales de mayo de 1968, el síndico Olegario Pérez visitó la Liga Municipal Dominicana, en Santo Domingo, y, desde allí, orgulloso, anunció la construcción de obras muy importantes para el municipio, al costo de 70 mil pesos que serían pagados con fondos de la institución.
Ampliación del acueducto para garantizar agua a toda la población, RD$33,000; construcción de un cementerio, RD$18,000, y, por RD$16,000, el acondicionamiento de la playa de la ciudad con la edificación de un centro de diversión que tendría un bar, una pista para baile, vestidores, baños y otras facilidades, “para impulsar el turismo en aquella región”.
Las obras serían entregadas a más tardar al final de la gestión de dos años, conforme una nota de Listín Diario (29/5/1968)
ZONA VIRGEN
El turismo estaba en la mira del gobierno municipal. Y la playa local estaba en primerísimo primer plano.
La costa del pueblo, desde final de la calle Duarte hasta el exótico Bucanyé de tierras movedizas y playa tranquila de escasa profundidad, hacia el este, lucía el mejor diseño de la naturaleza: una espesa sábana de arena blanca y fina. Y, en la retaguardia, una franja de unos cuatro kilómetros de uva playa, saona, jicacos, espesos manglares, miles de cangrejos, pescadores informales y el rutinario faro de la Marina que, diferente al muelle, había sobrevivido a las ráfagas y las marejadas del poderoso huracán Inés del 29 de septiembre de 1966. Sus luces, aunque tenues, seguían orientando a las embarcaciones que se movían por el Caribe, frente a Pedernales.
En ese lugar lleno de vida, a menos de 50 metros de la playa, la sindicatura de la época levantó el centro de diversión, al que luego –según Anselmo Medrano- “Miguel Ángel, el práctico, el que parqueaba y retiraba los barcos del muelle, la arrendó y le puso Bar Típico Carey”.
Era una atractiva estructura circular, abierta, en forma de paragua, sostenida por columnas redondas y techos de palma cana inclinados. Solo tenía paredes en las áreas de baños y en la cocina-bar. En el centro, una pista; alrededor de ella, los espacios para las mesas de los parroquianos.
El sitio obligado de los pedernalenses, por la diversión en camaradería y la ventaja de la playa sin contaminación, a tiro de dos o tres brincos y sin más restricción que el comedimiento.
Las fiestas no paraban, pero predominaban el respeto, la amistad, la solidaridad. Los únicos “pleitos” se escenificaban los fines de semana en el área de arena. Y gustaban. Jóvenes del pueblo como Chechy Timita y Míster Cana hacían galas de sus destrezas en lucha libre, a cambio de aplausos.
Pedernalenses residentes y no residentes, caribeños al fin, no se sentían completos si no compartían en el lugar que, sin embargo, nunca llamaron Bar Típico Carey, sino El Balneario, porque, justo al frente, tenían la playa ideal. Allí se bañaban y, al mismo tiempo, les servía de pasarela a los figurines.
Un mal día comenzó la falta de mantenimiento a esta obra municipal. El deterioro resultaba progresivo. Su entorno sufría los ataques sistemáticos de los depredadores humanos.
Con la complicidad de las autoridades, la deforestación se hizo norma; la extracción sistemática de arena para usar en la construcción de viviendas presagiaba lo peor. Los ciclones hallaron condiciones para destruir. Un mar de fondo se tragó la arena de la costa y, en cambio, le vomitó un pedregal que se estacionó por un par de décadas. Y llegaron los lamentos.
En 1982, la estructura del Típico ya era una ruina tétrica a la espera de demolición, un símbolo del abandono gubernamental a esta provincia de 2,080 kilómetros cuadrados y una población que oscila en los 40 mil habitantes, la mayoría en empobrecimiento creciente (lugar 32 de 36 en el Índice de Desarrollo Humano). Hoy, sólo queda el vacío. Murió con su muerte el objetivo de atraer a los turistas de aquella época, sustentado por el síndico.
Con el correr de los años, sin embargo, la naturaleza sola ha reconstruido lo dañado y ha devuelto la belleza al entorno. Ahora ofrece una nueva oportunidad para que convivan con ella sin herirla.
HISTORIAS DE JUVENTUD
Una fotografía del Típico Carey ya devastado, junto a otras de la playa Pedernales colgadas en Facebook por el ingeniero pedernalense residente en Estados Unidos, Andrés Pérez y Pérez, ha desempolvado las nostalgias.
Él escribe: “Así lucía la playa de Pedernales en 1982 y fechas más recientes. Es el sueño de muchos pedernalenses como yo, ver esa playa convertida en el Frente Marino de Pedernales, tal como se propone en las fotos que le he tomado prestadas a Tony Pérez”.
Leomaris María, sobre el Típico: “¡Cuánta pasarela en traje de baño, en ese rancho!
Sara Pérez: “De ahí tengo recuerdos de los profesores Felipe y Fano, también del amigo Amadi. ¡Qué buenos domingos pasamos!”.
Clínica Belladent: “Ese local, que se ve viejo y abandonado, fue el lugar de encuentros y desencuentros de la juventud de esa época de oro de mi Pedernales…”
María Medrano: “Yo recuerdo el ranchón que había en la playa cuando yo era una niña… Si volvieran esos tiempos”.
Darcina Moquete: “¡Ay, Julillo y Romín…!
EL FRENTE MARINO
Las dos visitas del presidente Luis Abinader al municipio, en menos de 15 días, han puesto a la gente a mirar de nuevo hacia la costa del pueblo, abandonada durante décadas, pese a su gran potencial para el turismo.
La primera, el 24 de agosto, para inspección del área dañada por la tormenta Laura. La última, con una estada de 24 horas (29 y 30 de agosto), para escuchar el sinfín de clamores sociales por la deuda social acumulada, y anunciar el arranque de proyectos.
Acompañado de cuatro de sus principales ministros (De la Presidencia, Administrativo, Turismo y Salud Pública), se reunió con representantes de organizaciones y les garantizó el comienzo en breve el desarrollo integral del turismo en Pedernales. Lo mismo que había informado a la Asamblea Nacional, el 16 de agosto.
Aunque el nuevo presidente ha empeñado temprano su palabra de cara al pueblo, una duda flota todavía: ¿Se concentrarán el Gobierno y los inversores en Bahía de las Águilas y Cabo Rojo, y dejarán huérfano al municipio?
Allá hay consenso en que la capital de la provincia ha de ser intervenida a la par con los proyectos del aeropuerto internacional y las 3 mil habitaciones. Temen que la demarcación sea marginada de las iniciativas y se convierta en una sórdida zona de nadie, a expensas del hacinamiento y los vicios extremos, similar a otros modelos.
El inicio del Frente Marino de Pedernales despejaría las dudas.
Se trata de una propuesta de un desarrollo urbano en 30 hectáreas de terreno en 1.5 kilómetros frente al mar, hacia el sureste del pueblo de Pedernales. Satisfaría al menos 750 unidades habitacionales de las 2,400 requeridas para los empleados de los primeros hoteles a construirse en el área de Cabo Rojo. Plantea 400 habitaciones turísticas que fomenten el turismo urbano y una participación más directa de la población en su prosperidad económica.
En la primera etapa, Desarrollo del Frente Marino, se buscará relacionar el mar con el pueblo y ofrecer servicios urbanos vinculados al entretenimiento, la educación y la producción económica. Se acompaña de una primera inversión turística, con dos hoteles de 200 habitaciones frente a la playa.
La segunda, Construcción del Paseo Costero Marítimo, contempla infraestructuras de entretenimientos y deportes para los bañistas.
Y la tercera, el desarrollo inmobiliario en la tercera línea de playa, que deberá completar 750 soluciones habitacionales.
Establece una estrategia ambiental para regenerar la calidad de la costa afectada por la erosión, recuperar la playa y las dunas afectadas hacia el suroeste, así como conservar las dunas y manglares existentes hacia el oriente.
“Sería un avance enorme para Pedernales”, ha asegurado el diseñador del proyecto, arquitecto Marcos Barinas.
El conservacionista local, Nicolás Corona, ha dicho que aquí es posible el desarrollo turístico, si no se daña el medio ambiente. “Y si se toma en cuenta que Pedernales no es sólo Bahía de las Águilas y Cabo Rojo, porque hay mucho más fuera de ahí, y muy atractivo”.
El Gobierno tiene sobre la mesa una opción que evitaría la implantación de una indeseada réplica del modelo Verón en el otro extremo del territorio, en el suroeste, a 504 kilómetros de distancia.