Lavar la yuca, pelarla y rayarla. Luego exprimirle el almidón para extraerle el amargo. Una vez obtenida la masa se le da forma a las tortillas que se cocinan sobre una plancha. El resultado es el casabe, una tradición culinaria que data de la época de los taínos y que está arraigada en las familias de Monción, municipio de la provincia Santiago Rodríguez, en el Noroeste, localizado a 237.2 kilómetros del Distrito Nacional, la capital de República Dominicana.
Y es precisamente en Monción en donde la producción del casabe alcanza una nueva dimensión con el impulso del turismo gastronómico, comunitario y sostenible.
En el negocio de Mercedes Castillo, por ejemplo, ya no sólo se prepara casabe para el consumo de la familia. Desde hace cinco años también recibe a pequeños grupos de extranjeros no residentes y visitantes nacionales, que quieren conocer cómo se produce el casabe con el mismo método artesanal que utilizaron los indígenas. Este repunte de la industria del casabe ha apuntalado la economía local.
El producto elaborado con la yuca, una vez listo para consumir toma un color amarillento y adquiere una textura granulada con forma circular, aplanada, que parece una galleta.
El casabe es de sabor suave, y se puede comer al natural o tostado y aderezado. De cualquier manera resulta de fácil deglución y digestión. Es uno de los alimentos que se degustan en la denominada Ruta del Casabe, que busca conquistar al visitante.
Atraer el turismo gastronómico no es una iniciativa nueva ni ajena a los viajeros. Datos estimados por la Organización Mundial del Turismo (OMT) destacan que un 30 % del gasto turístico mundial se destina a la gastronomía. Pero los datos de la corporación Deloitte van más allá y señalan que el 85 % de los turistas considera la gastronomía al elegir un destino.
Mientras, la Asociación de Restaurantes de América estima que el 73 % de los visitantes considera la comida como un factor determinante al momento de elegir un destino.
Si bien la tierra ubicada en el Caribe se conoce por su oferta todo incluido, sobre todo en Punta Cana, por la llegada de cruceros a La Novia del Atlántico y los recorridos por la Zona Colonial de Santo Domingo, los promotores de la Ruta del Casabe, en Monción, poco a poco han creado un destino que atrae a los viajeros por la curiosidad de conocer cómo se elabora este alimento tradicional.
Santiago Rodríguez es la casa de 64,635 dominicanos que llevan en sus hombros el nombre que se les ha acuñado como la Capital del Casabe, convirtiéndose en una de las fuentes económicas del territorio que en los tiempos de los aborígenes formó parte del cacicazgo Marién, gobernado por el cacique Guacanagarix.
En toda la provincia Santiago Rodríguez el casabe es la principal fuente de ingresos, y se estima que hay 45 fábricas activas. La Ruta del Casabe, creada en 2018 como parte de un proyecto de turismo sostenible, ha revitalizado la economía local y atraído a visitantes interesados en conocer este importante producto de la cultura gastronómica dominicana.
Félix Manuel Rodríguez, líder del Grupo de Anfitriones de Monción, explicó cómo se materializó la Ruta del Casabe. “La ruta nació de la necesidad de promover nuestro patrimonio cultural y ofrecer a los visitantes una experiencia auténtica… Queríamos mostrar no sólo el proceso de producción, sino también su relevancia histórica y cultural”, explica.
El impacto del turismo comunitario en Monción “ha sido profundo”. La pandemia de COVID-19, aunque desafiante, brindó la oportunidad de replantear y relanzar el turismo en la región. Según Rodríguez, “la pandemia nos obligó a enfocar nuestros esfuerzos en un turismo más sostenible y comunitario, lo que nos permitió crear experiencias que destacan nuestras fortalezas locales”.
De acuerdo con el gestor, la afluencia de visitantes nacionales y turistas internacionales ha impulsado a emprendedores locales a ofrecer el producto artesanal, creando una cadena de valor que beneficia a la comunidad.
“El casabe es nuestra identidad,” afirma Rodríguez. “Es el orgullo de nuestra gente y el principal atractivo de nuestra ruta turística. Cuando los visitantes vienen a Monción, no sólo conocen el proceso de hacer casabe, sino que también experimentan nuestra cultura y hospitalidad”.
El director ejecutivo de la Academia Dominicana de Gastronomía e investigador del Museo Nacional de Historia, Gabriel Atiles Bidó, explica que el casabe, que una vez fue el pan cotidiano de los indígenas, jugó un papel crucial durante la colonización.
“Durante el siglo XVII y principios del XVIII, el casabe empezó a desaparecer de los centros urbanos como Santo Domingo. Sin embargo, en los campos, especialmente en regiones como San Cristóbal y Santiago Rodríguez, el casabe seguía siendo un alimento importante. Este alimento se adaptó a los gustos locales y se ha mantenido en la tradición gastronómica”, señala Atiles Bidó.
El casabe, históricamente preparado de manera artesanal, está viendo una revitalización en la actualidad. Se le han dado nuevas presentaciones, desde pizzas de casabe hasta versiones gourmet, lo que ha contribuido a su reposicionamiento en el mercado. La inclusión de este alimento en menús de restaurantes y en banquetes ha generado un nuevo interés en la gastronomía local.
Una iniciativa para promover el turismo comunitario
Desde la llegada de los españoles a Quisqueya en la época colonial, el casabe ha sido una presencia constante en la cultura alimentaria. Los taínos, habitantes originarios de la isla, ya estaban cocinando este alimento en el burén, una piedra redonda grande sobre la cual se asaban las tortas con leña.
El casabe, elaborado a partir de la pulpa de yuca, se convirtió en un intercambio clave en la vida diaria de los tiempos coloniales. Su durabilidad, que permite que se conserve por años sin deteriorarse, contrastaba marcadamente con la vida útil del pan, que no solía superar los seis meses. Este atributo hizo del casabe una opción para el intercambio de alimentos en una época en que las condiciones de almacenamiento eran limitadas por los viajes vía marítima.
Hoy en día, este alimento ancestral está viviendo un renacimiento como un componente clave de la gastronomía dominicana y un potencial motor económico basado en una oferta de turismo comunitario sostenible. “La recuperación del casabe en la gastronomía dominicana es significativa. No solo se está preservando una tradición, sino que también se están abriendo nuevas oportunidades para emprendedores y empresas”, subraya Rodríguez.
Mercedes Castillo es la dueña de la fábrica Doña Mechi, en la que laboran ocho personas y se procesan cada día 20 quintales de yuca. La pequeña empresaria se levanta cada mañana a recibir con alegría a quienes la visitan. Sonriente les explica sobre la historia de ese producto que desde hace más quinientos años se elabora de manera artesanal.
Su historia es la de una mujer que ha transformado su vida y la de su comunidad. Empezó en 1989. En ese año Doña Mechi inició una pequeña industria de casabe en su hogar para complementar el escaso salario que ganaba.
Sin embargo, su vida dio un giro significativo cuando la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional, en colaboración con el Ministerio de Turismo, propuso un ambicioso proyecto para desarrollar el turismo agroturístico en la región del Cibao.
Doña Mechi, en su deseo de mejorar la producción y reducir el impacto ambiental, decidió reemplazar el uso de leña por el gas GLP, pero siempre utilizando el burén para cocinar fabricar el casabe. “A pesar de las dudas iniciales sobre la calidad del casabe producido con este nuevo combustible, pronto se demostró que el sabor y la calidad del producto no sólo se mantenían, sino que mejoraron”, comentó a Acento.
Este desarrollo, además del empuje de sus comunitarios, está sostenido por la Ley 158-01 Fomento al Desarrollo Turístico, y por el Decreto 16-93 que estableció el quinto polo turístico, que incluye a Montecristi, Dajabón, Santiago Rodríguez y Valverde, provincias que se denominan “esencias del sabor”.
“El casabe ha evolucionado desde ser un simple acompañamiento hasta convertirse en un elemento clave en la oferta gastronómica dominicana”, argumenta el titular de la Academia Dominicana de Gastronomía.
Para Nicole Rodríguez, fundadora y asesora de Kareta Travels, el turismo comunitario va más allá de un modelo de negocios. Es la oportunidad de República Dominicana de diversificar su matriz turística, dar la oportunidad a las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) de incursionar en la cadena de valor y, a la vez, brindar “algo más” al turista no residente, que está dispuesto a conocer la vida cotidiana del dominicano.
El arte del casabe se ha convertido en una fuente de sustento de numerosos habitantes de Monción que se dedican a ser anfitriones turísticos. Fue en 2019 cuando el Banco Central (BCRD) junto al Ministerio de Turismo (Mitur) comenzaron a contabilizar a los pasajeros no residentes que visitaban Quisqueya por motivo de ecoturismo.
Para ese año, se situó en 0.5 % de los 6,446,036 que arribaron vía aérea. El monto parece pequeño, pero aportaron 32,230 turistas que se alejaron del modelo tradicional de sol, playa y arena. Pero si se combinan los datos con la riqueza histórica, con una participación del 0.8 % o 51,568, el monto ascendería a 83,798 turistas no residentes.
Al cierre del 2023, el BCRD citó el ecoturismo en 1.1 % de los turistas y en 1.6 % la riqueza histórica, para 217,583 turistas de los 8,058,671 que arribaron vía aeropuertos.
Un trozo en los anaqueles internacionales
La producción en yuca presenta un crecimiento sostenido durante los últimos 10 años, al pasar de 3,514,296 quintales en 2015 a 5,382,478 en 2023, para un incremento de 53.1 %, según el Ministerio de Agricultura.
Por ejemplo, cuando se registró un cultivo de 3,889,044 quintales del tubérculo en 2022, la región Norcentral aportó 1,019,079 quintales, para un 26.2 % del total, convirtiéndose en la zona de mayor producción. A esta les siguieron las regiones del Norte (930,477), Nordeste (513,617) y Noroeste (490,063).
De acuerdo con el organismo estatal, entre enero-mayo del 2024 se sembraron 131,473 tareas de yuca, de las cuales hubo una cosecha de 187,715 tareas que produjeron 2,007,106 quintales del alimento.
La producción de la microempresa Doña Mechi varía entre 35,000 y 45,000 unidades de casabe. Su casabe ha comenzado a hacerse un nombre en el mundo, con pedidos que llegan incluso desde Dubái y China, exporta 3,000 cajas a naciones como Estados Unidos, Japón y Emiratos Árabes Unidos. Además, comercializa las variedades del producto desde RD$ 100.
Este éxito ha puesto de relieve el potencial del casabe no sólo como un alimento tradicional, sino como un producto gourmet apreciado en mercados globales.
Los casaberos dominicanos combinan la tecnología y la creatividad para transformar un producto artesanal heredado de la gastronomía indígena. La otra parada es la experiencia de la innovación, en Casabí, debido a que elaboran el “casabe más pequeño del mundo” para atraer a los consumidores. Se caracterizan por distribuir a cadenas de supermercados.
Los productores de casabe indican que el producto artesanal se elabora en distintos tamaños y recurren al uso de ingredientes como la guayaba, coco maní y ajo, debido a que su variedad facilita mantener el producto en la aceptación de los consumidores. Los precios de los paquetes en las cadenas de supermercados varían entre RD$ 54.95 y RD$ 359.95, dependiendo de la marca y sus ingredientes.
Pero, conquistar, captar y enamorar a los paladares a nivel internacional es un objetivo que se han fijado los productores moncioneros, por lo que la creatividad y exploración de nuevos mercados han trazado su ruta para la diversificación.
“Alimentos Fortuna” combina métodos tradicionales con estrategias modernas de producción y exportación. La empresa, que anteriormente operaba en un formato familiar, se expande a mercados internacionales a través de su oferta del “casabe más pequeño del mundo”.
Así lo explica Yanett Sánchez, gerente de la empresa que, con enfoque renovado ha transformado el casabe de un producto local a una opción internacional, adaptándose a los cambios y a la demanda del mercado.
Potencial para convertirse en patrimonio cultural
La Real Academia Española (RAE) describe el casabe como una torta hecha con harina de yuca y que se consume en algunas zonas de América.
El Ministerio de Cultura de República Dominicana busca que el casabe forme parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por su valor alimenticio y por las prácticas y los conocimientos que, en torno a la preparación de este tipo de pan, se han transmitido a través de los siglos.
La iniciativa busca, además, visibilizar a los portadores de esta tradición de la región caribeña, donde el casabe es considerado un elemento identitario de la cultura y de los hábitos alimenticios.
Este municipio no sólo mantiene viva la tradición de producción de casabe, sino que también se ha convertido en el centro neurálgico del procesamiento de este ancestral “Pan de los Dioses”. Esto también forma parte del empuje del Gobierno dominicano de celebrar el Día Nacional de la Cocina y Gastronomía Dominicana, fecha establecida mediante la Ley 20-18.
El investigador del Museo Nacional de Historia, Gabriel Atiles Bidó, también destaca el valor cultural y económico del casabe. “Este alimento ha pasado de ser un recurso económico básico a una opción gourmet que se puede encontrar en diversos formatos”, expresa.
Indica que la versatilidad en el disfrute del casabe, desde acompañamientos en el desayuno hasta innovadoras combinaciones en pizzas y mermeladas, demuestra su adaptabilidad y relevancia en el contexto moderno.
Atiles Bidó también subraya la importancia de documentar y preservar la tradición del casabe, tanto en su preparación artesanal como en sus diversas formas de consumo. “Es crucial que se mantenga la documentación y la investigación sobre el casabe. Este alimento no solo es parte de nuestra historia, sino que también tiene un potencial significativo para el turismo y la economía local”, concluya Atiles Bidó.
Y no es para menos, el casabe, con su rica historia y renovado interés en el turismo comunitario sostenible, se revaloriza como símbolo de la cultura dominicana. Su transformación de un alimento básico a un valor añadido en la gastronomía muestra cómo las tradiciones culinarias pueden adaptarse y prosperar en un mundo en constante cambio.
El modelo de turismo comunitario sostenible ha permitido que Monción y otras localidades cercanas, como Valverde y Dajabón, desarrollen sus propias rutas turísticas centradas en productos locales como la miel y el chivo. Esta conexión entre la gastronomía y el turismo cultural resalta la diversidad y riqueza de República Dominicana.
“Lo que realmente diferencia a nuestra ruta es la conexión entre el producto y la gente”, resalta Félix Manuel Rodríguez, líder del Grupo de Anfitriones de Monción. “Los turistas no sólo vienen a probar el casabe, sino a conocer y experimentar la esencia de nuestra comunidad”.
El turismo comunitario sostenible en Monción también se está fortaleciendo con la formación de nuevos anfitriones turísticos capacitados por otras instituciones. Estos anfitriones están ayudando a promover la región como un destino que va más allá del turismo tradicional de sol y playa, ofreciendo a los visitantes una experiencia enriquecedora basada en la cultura y la sostenibilidad.