Las leyes de la Naturaleza brillan por su exactitud y sus obras por la diversidad que, de acuerdo a la ciencia, muestran por toda la tierra, llenando sus espacios físicos y su realidad no evidente de criaturas vivas y de belleza permanente.
El precio que ella cobra por ello es el cuidado y la comprensión de su delicadeza y fragilidad, concuerdan, sin dudarlo, los estudios más alerta y más recientes.
El poeta indio Rabindranath Tagore afirma en una memorable metáfora que estas leyes son “las Fuerzas Armadas del Creador”.
Hace un siglo, el tránsito terrestre en la Republica Dominicana se hacía por lo general a pie o a caballo y abundaban los mulos para recorrer las zonas que generosamente se podían llamar urbanas. Apenas había carreteras cortas, de tierra y piedras, y ninguna cruzaba el territorio nacional hacia cualquiera de sus puntos cardinales.
Los ríos se hinchaban de agua pues abundaba la vegetación y la masa boscosa era formidable hasta el grado de que quien iba de Santiago hasta La Vega, relatan viajeros como Harry Hoettink, el sociólogo holandés que anduvo en esos días por el Cibao, podía llegar a su destino-cerca de treinta kilómetros-sin haber sido bañado en todo el trayecto por los rayos del sol.
Claramente, el mundo, que ha vivido varios cambios climáticos producto de explosiones volcánicas superiores, entre otros eventos, era otro también y las preocupaciones ambientales no existían ya que no había propiamente seres humanos tampoco.Por primera vez, se atribuye al trabajo humano sin control el primero de estos cambios de carácter global y por primera vez se habla de la posible séptima extinción de sus especies por un evento catastrófico no improbable.
Los desbordes del entonces poderoso río Yaque del Norte, sobre todo en el mes de mayo o en el curso de algún temporal prolongado o una temporada de tormentas se debían en gran medida, según concuerda más de un estudio, a que se había depredado una importante porción de La Sierra, en las áreas altas.
Una modesta embarcación podía llegar desde Mao, corrientes arriba, hasta la segunda ciudad del país y los árboles de pino que se cortaban en la cordillera Central bajaban por el alto caudal que entonces predominaba en él.
La educación- sobre ello hay un amplio consenso-partiendo de la escuela misma, es clave para cualquier iniciativa de desarrollo sostenible de los recursos del país viendo sus límites, sus problemas de carácter legal y de propiedad
(Oscar Cañizares, cubano residente en Santiago de los Caballeros, solía organizar, hace una década, viajes turísticos a Montecristi con la condición de que si llovía, le devolvía su dinero a los viajeros).
Los cambios, desde entonces, han sido dramáticos.
En el mes de abril de este año 2022 hubo hasta inundaciones en esa ciudad noroestana por la mucha lluvia.
Fenómenos de calentamiento oceánicos como La Niña, se sabe, producen, en un efecto que parece paradójico pero que muestra las complejidades y profundidad del orden natural, grandes lluvias en algunas regiones del planeta y sequías en otras.
La intervención humana en los espacios que requiere para habitar es proporcional, en muchos casos, a la presencia de la vegetación de la que debe servirse.
Todo apunta a que hay un desbalance entre los efectos de la Naturaleza, sus leyes incluidas, sus ritmos y sus beneficios incluidos, y el cuidado que debe tenerse para no desequilibrar el ambiente y que, a la larga, no perjudique y no llegue al desastre.
En un siglo, los cambios han sido notables en todos los órdenes, desde los desmontes generalizados en las zonas montañosas hasta la creciente polución de las aguas, incluso marinas, a nivel global.
Asimismo, el delito ecológico es actualmente apenas reconocido como tal por las leyes vigentes de reciente promulgación y modestamente castigado por la autoridad.
Ahora, las tempestades son más furiosas y desastrosas, hay zonas de elevada contaminación y ya se discute el destino mediato inmediato del planeta, un tema antes irrelevante.
Los más recientes informes sobre corrientes fluviales en la República Dominicana afirman que prácticamente todos se hallan en situación no sólo precaria de caudal sino que van de contaminadas a altamente contaminadas.
La presa de Tavera, levantada a inicios de la década de los años 70 del siglo pasado, redujo significativamente el caudal del Yaque del Norte, que ya era una tercera parte menor a lo que fue durante siglos sin el impacto humano en su cuenca.
Su contaminación la han determinado las empresas instaladas en las orillas y el hábitat humano en sus cercanías.
Un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud revela que el 99 por ciento de los seres humanos aspira algún tipo de contaminación.
José Luna, que fuera ingeniero municipal en 1939, hablaba en un informe al cabildo de los efectos beneficiosos del bosque en la conservación de las aguas de los ríos y planteaba que “se impone por sí mismo como una necesidad”.
Se remitía a Francia donde el desmonte de los macizos montañosos de los Alpes y los Pirineos “han tenido como resultado aumentar de una manera sensible el carácter torrencial de los ríos que descienden de dichas montañas”.
“No solamente las crecientes se han hecho devastadoras, sino que el caudal de estiaje ha ido disminuyendo más y más, hasta el punto de que gran número de ríos que tenían corrientes permanentes se secan ahora completamente todos los años, durante un tiempo más o menos largo”, escribía el profesional.
En nuestro medio dominicano y específicamente en el valle del Cibao, donde se encuentran tierras vertisoles clase A, (las llamadas tierras negras abundantes en humus, de alta productividad y nutrientes, escasa y un tesoro, se requiere una ley que las proteja de la creciente urbanización que se las va tragando gradualmente como recurso estratégico para un futuro cada vez más complicado en términos sociales, según prevén múltiples estudios científicos y foros de debates ambientales.
Es de conocimiento general que un ambiente limpio, despolucionado, atraería más visitantes al país dominicano y dejaría mayores beneficios, en sentido general.
Ello, concuerda más de un autor, requiere un celo sistemático de los responsables oficiales y de los ciudadanos y organizaciones del área de cuidados ambientales.
Pero esa meta es, según coinciden los especialistas en el tema, para el largo plazo ya que la reposición de lo dañado, que es ominosamente mucho en términos de acuíferos y zonas de impacto ambiental y áreas boscosas derribadas para el urbanismo indetenible, y sería necesariamente lenta y a través de medidas serias, consistentes, sostenidas y de largo plazo, según concuerdan urbanistas, geólogos, ecologistas y científicos en general.
Nadie sabe cómo será el porvenir en sentido general, pero sí se pueden tener atisbos a partir de la ocurrencia de sucesos no puntuales ni frecuentes en el pasado como las subidas récords que año tras año registran las temperaturas a nivel planetario, la inundación de áreas antes no tocadas por desbordes inusitados, las heladas records en la estación invernal, los temporales sucesivos, los tornados en pleno invierno como los registrados en zonas de Estados Unidos en pleno diciembre, entre otros eventos intimidantes.
Los expertos más optimistas creen, sin embargo, que hay, todavía, tiempo para corregir lo peor del porvenir amenazante con iniciativas que deben envolver a gran parte de la humanidad que ya siente los efectos de la escasez marcada de agua potable, las sequías prolongadas, el hambre derivada de estas sequías, la subida de precios de los alimentos, una mayor propagación de especies transmisoras de enfermedades mortales, situaciones que, según, concuerdan, tenderán a empeorar si no hay iniciativas correctivas a partir del presente.
La educación- sobre ello hay un amplio consenso-partiendo de la escuela misma, es clave para cualquier iniciativa de desarrollo sostenible de los recursos del país viendo sus límites, sus problemas de carácter legal y de propiedad, el grado de daño que hay ya registrado y el manejo experto que se requiere en cada caso. En esencia, y de acuerdo a las pautas de los especialistas en la materia, se requiere, para atenuar los efectos de la crisis ambiental nuestra, reforzar las leyes de proteccion del bosque, invertir mayores recursos en la limpieza de las aguas fluviales, proteger las tierras de mayor productividad y aplicar con rigor las sanciones a las violaciones ambientales.