En 2019, una comunidad agrícola en la provincia de Azua, en el suroeste de la República Dominicana, enfrentaba una sequía severa. Después de semanas sin lluvia, los campos estaban secos, los cultivos marchitos, y las familias, preocupadas por su fuente de ingresos. Al ver que las cosechas estaban en riesgo, un grupo de agricultores decidió innovar: construyeron un sistema rudimentario de captación de agua de lluvia, utilizando barriles y tuberías que canalizaban el agua hasta los cultivos.

Sorprendentemente, este pequeño esfuerzo les permitió salvar parte de su producción en un momento crítico. Para muchos en la comunidad, fue un recordatorio de lo valioso que es cada gota y de cómo la gestión adecuada del agua puede marcar la diferencia entre una cosecha próspera y una pérdida total.

La gestión del agua es el proceso de planificar y regular los recursos hídricos para satisfacer las necesidades de la población, la economía y el ambiente. Incluye la administración del suministro de agua, la prevención de inundaciones, la preservación de la calidad del agua y el acceso equitativo. Una gestión eficiente del agua impulsa el crecimiento económico al apoyar la agricultura, mejorar la salud pública y la productividad industrial, además de atraer inversiones. Para un país, gestionar adecuadamente sus recursos hídricos es crucial para la resiliencia a largo plazo, especialmente ante el cambio climático y eventos extremos como inundaciones o sequías.

La República Dominicana ha realizado esfuerzos para mejorar la gestión del agua, aunque enfrenta desafíos críticos debido al cambio climático y a una infraestructura aún limitada.

En cuanto a logros, la República Dominicana ha implementado programas de gestión integrada del agua en el sector agrícola, promoviendo técnicas de riego eficientes como el riego por goteo y la captación de agua de lluvia, que optimizan el uso de agua. También ha invertido en infraestructuras de tratamiento, lo que ha mejorado el acceso a agua potable en áreas urbanas (aunque el sistema de distribución hacia las viviendas lo contamina de nuevo), y se han iniciado campañas de concienciación y reforestación para la conservación hídrica en comunidades rurales. En las zonas turísticas, los avances en tratamiento de aguas residuales han ayudado a reducir la contaminación en ríos y costas.

Sin embargo, persisten áreas críticas que requieren mejoras. En muchas zonas rurales, el acceso a agua potable sigue siendo limitado por la falta de infraestructura. La contaminación, proveniente de la agricultura, la industria y el mal manejo de residuos, sigue afectando a los ríos y costas. Además, el país enfrenta una alta pérdida de agua por fugas y robo en sistemas de distribución urbana, lo que agrava la escasez. Como nación insular, la RD es especialmente vulnerable al cambio climático, lo cual demanda una mejor preparación para enfrentar sequías y huracanes.

Los Países Bajos son un referente en gestión del agua, y varias de sus estrategias podrían adaptarse en la RD.

Por ejemplo, los Países Bajos han desarrollado sistemas avanzados de prevención de inundaciones, como diques y barreras contra marejadas, que ayudarían a la RD a reducir la erosión costera y gestionar tormentas. En agricultura, la precisión en el riego con tecnologías como el riego por goteo y sensores de humedad en el suelo podría optimizar el uso de agua en la RD.

Otra práctica relevante es la captación de agua de lluvia y la recarga de acuíferos, ampliamente usada en los Países Bajos para complementar el suministro de agua, especialmente en áreas rurales de la RD con recursos hídricos limitados. También, el enfoque holandés en alianzas público-privadas para proyectos de agua podría atraer inversiones y tecnología a la RD, mejorando el tratamiento de aguas residuales y el acceso al agua en áreas rurales.

En conclusión, la gestión eficiente del agua es esencial para el desarrollo sostenible y la resiliencia climática de la República Dominicana. Aunque existen desafíos significativos, como la escasez en áreas rurales, la contaminación y la vulnerabilidad a fenómenos climáticos, las iniciativas en conservación y tratamiento de agua han demostrado ser efectivas. Inspirarse en prácticas de países como los Países Bajos podría fortalecer aún más la infraestructura hídrica y mejorar el acceso, protegiendo este recurso vital para la agricultura, la salud y la prosperidad de las comunidades. Un compromiso colectivo hacia un manejo del agua sostenible marcará el camino hacia un futuro más seguro y resiliente.