Un sinfín de sensaciones invadió a Rafael Nadal en la última noche de abril, una vez pasada y asumida la derrota ante el checo Jiri Lehecka que firmó el adiós para siempre del ganador de veintidós Grand Slam y del Masters 1000 de Madrid y, probablemente, la salida definitiva de cualquier cancha española.

La satisfacción por el deber cumplido, la tristeza por decir adiós, la dicha por acabar con una evidente mejoría con la que no contaba, la alegría por el cariño recibido, las secuelas de un notable esfuerzo físico y mental, el alivio… emociones combinadas ante miles de seguidores incapaces de frenar el paso del tiempo y de evitar el final anunciado.

Salió Nadal de la Caja Mágica con el calor de los suyos a su lado y el sosiego después de haberse vaciado. Con más días de estancia en Madrid de los pensados, con una sonrisa y un recorrido aún por hacer para cumplir con la hoja de ruta marcada en su despedida.

Nada que ver con su llegada a Madrid. Con el gesto algo torcido, aire pesimista y malos augurios. Semanas atrás no tenía claro poder volver a jugar, ser competitivo. Llegó de Barcelona, el punto de salida en otro intento de recuperación, de remontada al vuelo, con más dudas que certezas. Con un triunfo evidente en su primer partido contra el italiano Flavio Cobolli pero con una derrota dura ante Alex de Miñaur, un australiano con limitada destreza sobre arcilla.

Dejó ciertas dudas aquel partido perdido ante el undécimo jugador del mundo. Un primer set aceptable y un bajón evidente después. Salió de Barcelona hacia Madrid sin saber el tiempo que estaría ni el nivel que podría llegar a alcanzar. La presencia ante los medios en la Caja Mágica antes de su debut delató la desesperanza del ganador de veintidós Grand Slam cuando no daba nada por seguro. Ni llegar a la segunda semana, ni poder llegar en condiciones a Roland Garros. "Si se puede, se puede. Pero no se acaba el mundo en Roland Garros. Hay otros retos como los juegos Olímpicos en distintas disciplinas", apuntó Nadal.

Pero su paso por el Masters 1000 de Madrid que en cinco ocasiones conquistó, más que nadie, elevaron el ánimo del mallorquín de 37 años que venció, con suma facilidad, a un joven inexperto de diecisiete como Darwin Blanch invitado por la organización. Después se tomó cumplida revancha con De Miñaur, al que dejó fuera de combate con síntomas de mejoría.

Llegó un tercer partido frente un argentino, Pedro Cachín que le tuvo tres horas en pista. Salió airoso también Nadal que se topó, en octavos, con su exigencia más dura. El checo Jiri Lehecka, una palpable demostración, un reflejo claro y avezado de lo que llega en la nueva generación. Veintidós años, contundencia, desparpajo, competitividad y valentía.

Se vio al mejor Nadal en mucho tiempo durante el primer parcial, cuando tuteó al heredero de Tomas Berdych. Mantuvo el tipo y le plantó cara, sobre todo en el primer set. "He jugado el mejor set desde que he regresado", sinceró Rafael Nadal que decayó porque el cuerpo aún no está para exigencias de ese tipo. Pero el balear había salido airoso de su segundo partido seguido, del cuarto en una semana. Un paso más.

Alentó el nivel ofrecido al tenista español que se marcha de Madrid con el gesto cambiado, con esperanza, con una realidad distinta de la que llegó.

"He dado pasos hacia adelante en todos los sentidos y veremos si soy capaz de consolidar esos avances. Llegué con dudas y me voy con menos dudas. He jugado un partido con un rival que ha estado a nivel altísimo y he estado competitivo. He tenido opciones en el primer set. Mi primer set para mí ha sido el mejor desde que he vuelto a competir. De actividad, de piernas, de capacidad de girar la bola era el día que mejor posicionado estaba en pista. Muscularmente he tenido un poco de bajón al final del primer set pero me voy satisfecho en todos los sentidos, mejor de lo que había podido esperar".

Nadal sigue su camino. Tal y como tenía previsto, con más partidos de los esperados a sus espaldas llegará a Roma para disputar otro Masters 1000, sobre arcilla, que ha ganado una decena de veces. Es otro de los eventos preferidos, de los que tiene marcados en su calendario. Otro paso a atravesar en su cuenta atrás. De allí saldrá la decisión de disputar Roland Garros, tal y como pretende. Y después, otra vez París, en los Juegos. Otro gran desafío, otro esperanzador colofón. (Santiago Aparicio, EFE)

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