Por Gustavo Borges

Si en los Juegos Centroamericanos y del Caribe entrenarán medallas a los campeones del amor, esa sería para los caballos del concurso de saltos, los únicos competidores que practican por veneración un deporte ajeno a su naturaleza.

"No importa el resultado, siempre agradezco a mi caballo porque por naturaleza no debería saltar; lo hace por amor. Es importante conectar con Gladdys, mi yegua; eso va a hacer que ella luche por mí en la pista", aseguró a EFE la panameña Marissa Thompson.

Los caballos del certamen de equitación de los juegos regionales pesan por lo menos cinco veces más que el campeón de peso pesado de lucha grecorromana. Cautivan por su elegancia, pero sobre todo por una nobleza equivalente a la de un humano en estado de nirvana.

El lunes Thompson y Gladdys formaron un binomio armónico en la penúltima jornada de la equitación de los juegos regionales en República Dominicana.

Cumplieron sin faltas el recorrido, después de lo cual la competidora le dio al animal palmadas a un costado del lomo, un gesto que en el idioma de la pareja significa "Gracias, mi amor".

El lenguaje con los caballos es uno de los misterios más atractivos de los Juegos.

Según Thompson, hay diferentes maneras de comunicación. En su caso casi nunca le habla a Gladdys; mejor la acaricia, está presente cuando la alimentan y trata de mantenerse en forma para sentir que merece tener de cómplice a un ser tan noble.

"Una forma de presentarle respeto al caballo es mantenerte en forma. Yo voy al gimnasio tres veces a la semana", confiesa.

El mexicano de origen catalán Alberto Sánchez-Cózar, integrante del equipo mexicano campeón por equipos, cree que es imposible determinar quién aportó más a la medalla entre él y Abril Hilcha Z, su caballo, porque entre ellos no hay protagonismos

Dos veces Sánchez-Cozar iba perfecto a falta de tres obstáculos y, gracias a su entendimiento con el animal, venció la presión.

"Tienes que hacer todos los saltos iguales. Al final el caballo quiere que ir más veloz y debes controlarlo, provocar que salte redondo", confiesa.

El torneo de ecuestres es, quizás, el más democrático de los juegos. En el mismo equipo conviven hombres, mujeres, flacos, gordos, fumadores o alejados de todo vicio, algo irrepetible en los demás deportes.

"Esto no es de fuerza, es de habilidad. Hay mujeres que montan mejor porque poseen más talento", explica.

Victoria Heurtematte, panameña que se entrena en La Florida, llegó a Santo Domingo luego de una experiencia de depresión a inicios de este año. Su caballo, Scarlett de Start , sufrió una fractura y provocó que los hermosos ojos azules de la joven se volvieran acuosos por ataques de llanto.

"Lo llevaron a la finca y yo no paraba de llorar. Fue una fractura en la mano. Estuvo mes y media parada y se recuperó, pero el hecho de interrumpir mi carrera con ella me partió el corazón", confiesa y enfatiza en el sustantivo "mano" porque para los de su clan los caballos tienes dos manos y dos patas, igual que los humanos.

Heurtematte aprendió ejercicios de respiración abdominal, meditación y visualización, lo cual la ha ayudado a comunicarse mejor con Scarlett.

"Tiene 13 años, está en su 'prime', el mejor momento. A mi sí me gusta hablarle; si va muy veloz le digo, 'oh, oh', y si debemos ajustar la distancia le grito ¡vamos!, siempre funciona", asegura.

La panameña fue otra de actuación sin errores en la penúltima jornada de los juegos, en la que el imprevisto mayor fue que Ballypatrick Flamenco, el equino del dominicano Juan José Bancalari soltó una herradura.

Bancalari se dio cuenta, más no le reclamó a su caballo, al cual agradece que haya aprendido a quererlo, aunque sólo llevan cuatro meses de conocerse.

"Uno tiene un repertorio de recursos para comunicarse, las piernas, las manos, el asiento, la boca; el caballo entiende qué esperas de él", explica y con pocas palabras alude al significado del amor, ese sentimiento que tal vez puede resumirse en un verbo: dar.