Las intensas lluvias y los fuertes vientos que se habían registrado durante la mañana del domingo en Miami (Florida) no amedrentaron a los cientos de aficionados mexicanos y dominicanos que acudieron a ver el partido de béisbol de la Serie del Caribe en la ciudad del Sol.
Tampoco el aviso de tornado que habían decretado las autoridades meteorológicas en el sur de la Florida ante las potentes ráfagas en esta zona.
Daneris y Juanpi Sánchez, dos dominicanos residentes en la ciudad de Tampa -a unos 480 kilómetros de Miami-, optaron por no cancelar sus planes deportivos de la tarde y viajaron más de cuatro horas por carretera a pesar de las advertencias de mal clima.
“Casi no se podía conducir porque no veíamos prácticamente nada, pero teníamos que estar aquí en el juego para apoyar al equipo”, decía la pareja en declaraciones a EFE minutos antes de entrar al LoanDepot Park, el estadio de 37.000 localidades que acoge la competición.
Unos vestidos con los colores verde, blanco y rojo a tono con la bandera mexicana, y otros de azul, rojo y blanco identificándose como seguidores dominicanos iban llegando poco a poco al recinto deportivo para presenciar el último partido de la jornada.
Hugo Félix, un mexicano de 46 años natural de Ciudad de México, estuvo ahorrando varios meses para conseguir el dinero suficiente y costearse el avión y la estancia en el sur de la Florida. Su deseo era presenciar el juego de la Serie del Caribe de Naranjeros de Hermosillo, el equipo ganador de la Liga Mexicana del Pacífico, y lo ha logrado.
“Es una locura y aunque, de momento, no hemos tenido la oportunidad de ganar es una maravilla ver todo el ambiente que hay aquí” decía el hombre que trabaja como responsable de una tienda de electrónica en su país natal.
El equipo dominicano, el favorito de la jornada
Los Tigres de Licey, el equipo que juega representando a República Dominicana, partían como favoritos tanto dentro como fuera del estadio gracias a la buena racha que han cosechado hasta el momento.
Juan Carlos Uzcátegui, un comerciante venezolano que lleva viviendo siete meses en Estados Unidos, decía que prácticamente ya no le quedaban camisetas ni gorras del país caribeño “porque todos quieren vestir con algo de República Dominicana para animar a los suyos”.
Él, que admite ser un fiel seguidor del béisbol en Venezuela, sueña con que el equipo de su país llegue a la final para verse las caras con República Dominicana. “Muchos estamos esperando que el último juego sea de dominicanos contra venezolanos, eso sería una verdadera locura y más aquí, con tanta migración de ambos países”, decía el joven de 36 años.
Por su parte, los seguidores mexicanos no pierden la esperanza, a pesar de los malos resultados obtenidos hasta ahora en la Serie del Caribe. Efraín Flores, natural de México, se desplazó con su hijo adolescente y su padre desde Tulsa (Oklahoma) hasta Miami para animar a su equipo. Reconocía resignado que ya están “perdidos”, pero igualmente quería demostrar su compromiso y su fidelidad hacia sus compatriotas.
“Ya se sabe que tenemos que estar con México en las buenas y en las malas, siempre con ellos hasta el final, pero también aprovechando esta oportunidad”, decía mientras se arreglaba el sombrero vaquero y recalcaba que “no se puede ser mexicano y no amar el béisbol”.
Muchos señalan que la Serie del Caribe, el campeonato que reúne a los mejores equipos de béisbol latinoamericanos, “es la mejor excusa” para mezclar las culturas de la región y compartir “la pasión” por este deporte.
Esa premisa la han aprendido muy bien en la compañía de Eric Blake, un dominicano que trabaja como asistente de reparaciones en varios hoteles de Miami Beach. Él se juntó con otros empleados, entre los que había también mexicanos, hondureños y nicaragüenses, para venir a pasar la tarde del domingo viendo “el juego de pelota”.
“Lo que verdaderamente nos atrae es esa rivalidad tan sana que hay aquí y me gusta porque es una manera de poder juntarnos todos mientras vemos uno de nuestros deportes favoritos”, decía el hombre que lleva más de una década trabajando en el sur de la Florida y confiaba en poder ver de cerca a Robinson Canó, uno de sus peloteros favoritos.
Su compañero Alejandro Torres, un mexicano que está temporalmente en Miami, comentaba que, aprovechando que el domingo era su día de descanso, pensaron en que venir hasta el estadio donde regularmente juegan los Miami Marlins era un “buen plan”.
“Es un gusto poder compartir entre mexicanos, dominicanos, venezolanos”, decía el joven que confesaba no saber mucho de béisbol “pero sí de fiesta”.
Algunos explicaban que, si no llegan pronto, a veces poder acceder al estadio “se convierte en una pesadilla” por la gran cantidad de vehículos que hay y porque muchos de los accesos están cortados para priorizar a quienes se desplazan a pie. El estadio está situado en el centro de una zona residencial del barrio de la Pequeña Habana, un lugar donde históricamente residían los exiliados cubanos tras salir de la isla caribeña.
Así que muchos de los que viven por la zona convierten temporalmente sus patios en improvisados estacionamientos para que los aficionados puedan dejar los autos lo más cerca de las instalaciones deportivas.
“Es una manera de sacarnos una ayudita”, decía una vecina que cobra 30 dólares por cada partido y puede guardar hasta 15 vehículos en su jardín. Con todo, espera que durante estos diez días de partido pueda embolsarse más de 10.000 dólares, que servirán “principalmente para ahorrar”.
La Serie del Caribe se alargará a lo largo de toda la semana y está previsto que el viernes se dispute la final del campeonato.
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