El libro “Yoryi Morel: Fundador y fundamental. 1906-1979”, del poeta, narrador y ensayista José Enrique García, puede ser considerado como el más completo sobre la obra de este maestro de la plástica dominicana.

José Enrique García. Foto Mery Ann Escolástico. Acento.com.do

No es una simple biografía ni tampoco una crítica complaciente. Además de resaltar de Morel la vastedad de sus creaciones, que van desde el dibujo, el paisaje, los retratos, las caricaturas y personajes populares valiéndose de las más diversas técnicas, el libro desmiente con datos el sesgo que durante muchos años afectó a los críticos de arte: pretender reducir al maestro santiaguense a pintor básicamente localista y únicamente costumbrista.

El autor demuestra que Yoryi Morel pintó cuadros en los que demostró dominio del Expresionismo, y otros auténticas obras del Impresionismo, como si hubiese estudiado con las escuelas europeas.

La obra de José Enrique García, editada por el Centro de Arte Ceballos-Estrella, en 2007, impreso en Editora Corripio (Santo Domingo), consta de poco menos de 200 páginas. En sus ilustraciones, además de las obras más conocidas del gran maestro de la pintura, se incluyeron también varios autorretratos.

El reconocido crítico y curador Danilo de los Santos, afirma en la presentación que se trata del primer libro monográfico de la vida y la obra de Jorge Octavio Morel Tavárez (Yoryi),  quien es más conocido como pintor, pero también fue músico e influyó y enseñó a generaciones de artistas en su natal Santiago de los Caballeros. Afirma Danilo de los Santos que José Enrique García, trabajó “a carta cabal, con independencia interpretativa, rigor investigativo y dominio literario”.

Lavanderas en el río. 1960.

La publicación fue auspiciada por el Centro de Arte Ceballos-Estrella a cumplirse el centenario del pintor en el año 2006, aunque fue puesto en circulación en 2007. Precisamente, el director de esa entidad a momento de la puesta en circulación, Juan José Ceballos C., escribió una breve introducción en la que explicó los motivos del libro que se encargó al laureado poeta y narrador santiaguense, y expresa:

“Al conmemorarse los cien años del nacimiento de Yoryi Morel, tendríamos que hacernos varias preguntas en torno a su arte creativo: ¿Puede un niño genio desarrollarse a cabalidad en tiempos de tantas sombras y pocas luces?…¿Influye el entorno general de la comunidad en el proceso creativo integral del adolescente?…¿No es normal que un niño al llegar a la adolescencia sea superior en su forma de discernir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, y tenga para librar una dura  lucha ocn lo que ve, oye y piensan los de su entorno?” (Págs. 7 y 8).

Bajo el título “Una visión que se asienta en la historia”, escribe José Enrique García:

“Yoryi nació con el siglo y anduvo parejo a él más allá de la tercera parte del mismo, y su obra anduvo ese mismo trayecto y más allá” (Pág.14)

El autor afirma que ante los cuadros de Yoryi Morel se leen los textos literarios fundacionales dominicanos del siglo XX. Explica que sus obras introducen al espectador en los mundos poéticos de Domingo Moreno Jimenes, Otilio Vigil Díaz, Tomás Hernández Franco, Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral, Pedro Mir, Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce, y en la narrativa de Juan Bosch.

Y agrega: “Y una obra suya opera con la misma genuina fuerza de un poema, un cuento, una novela, un ensayo, un artículo periodístico, como testimonio de una realidad inmediata; pero más aún, como un signo, gráfico por supuesto, de una corriente de pensamiento que procuraba, primordialmente, encontrar y redefinir lo que somos como pueblo”. (Pág. 12).

Considera el autor que raras veces acontece en la historia que un artista plástico articula el paisaje que pinta, los rostros, las casas, las costumbres, los personajes, a un proyecto específico: el nacionalismo dominicano. “Desde su especificidad, el trabajo pictórico de Yoryi Morel responde a ese imperativo epocal dominicano, y se convierte en pionero”. (Pág. 14). Si se recuerda que la República Dominicana se vio sometida a un gobierno militar extranjero, tras la invasión y ocupación impuesta por el gobierno de Estados Unidos en 1916, que concluyó en 1924, se comprenderá que Morel, como muchos jóvenes, no fue indiferente a la causa de su país.

A juicio del autor, este gran artista dominicano es su realidad y también la otra. “Es su realidad -explica JEG- por condición de hombre que vivió íntegramente conectado de manera entrañable con su tierra, que vivió de manera directa los acontecimientos que se sucedieron desde finales del siglo XIX, hasta muy entrado el siglo veinte; hechos históricos que marcaron la conducta social e individual del pueblo dominicano”. (Pág. 40).

José Enrique García diluye el mito que reduce a Morel a un pintor con una obra que no sobrepasa los límites de Santiago o, cuando más, de la región del Cibao.

“El haber nacido en una época marcada por un atraso en todos los órdenes (lo que el libro describe y contextualiza con suficiencia) y la misma formación académica contribuyen” a reducir a Morel a “pintor costumbrista, realista, regionalista, pintor del Cibao”. (Pág. 86).

Detalla que la misma crítica y los comentarios que se sucedieron en todo el siglo, contribuyen a sostener esta imagen de pintor signado por una comarca, “unos motivos y unos tratamientos”. Para José Enrique García, nada más lejos de la verdad:

“Yoryi nació con el don encima, e hizo conciencia de ello en plena juventud, y a esa conciencia se aferró, y ella lo funda” (Pág. 86).

Pintor Juan Bautista Gómez (1870 – 1945).

Resalta que Morel recibió clases del pintor Juan Bautista Gómez, y resta importancia a que se repita que fue únicamente un autodidacta. “Si trabajó directamente con Gómez en su taller, de qué autodidactismo se habla: ésa fue su escuela” (Pág. 89).

El autor detalla que Morel nació y creció en una atmósfera propicia para el desarrollo de una sensibilidad artística.

Las ideas que se debatían en los ambientes artísticos de la época, sobre todo en Europa, de una u otra forma se conocían en su casa.

“Los artículos que publicaba el periódico La Información, enviados desde París por Tomás Hernández Franco, la presencia y el ejercicio docente del autor de “La Litera”, Juan Bautista Gómez, que había vivido buenos años en la Francia de ebullición artística. Arturo Grullón, pintor y médico que también había pernoctado en Europa, ejercía influencia en el medio y la atmósfera intelectual que se creó a su alrededor. Sus mismos hermanos, como el poeta y folclorista Tomás Morel, contribuían a la creación del clima. Y sobre esa circunstancia, prevalecía la sensibilidad del pintor que captaba, asimilaba y hacía suyas las ideas epocales.” (Pág. 88).

José Enrique García expresa que habría lo deseado que Yoryi Morel asistiera a temprana edad a escuelas de otros países, lo que lo habría puesto en contacto con las grandes obras, además de que pudo hacer bien conocer otras latitudes y personas de su mismo ámbito.

Pero explica que la obra, al final, pertenece a la íntegra soledad, al trabajo constante.

“Y en esa tarea de crear se edifica al otro, al crítico que todo creador crea de sí mismo, y ello sólo se logra con conciencia, conocimientos y estudio” (Pág. 92).

Y sobre lo que significa la tarea de estudiar para un pintor, dice:

“El estudio, para un pintor proviene de diferentes fuentes, a saber: lecciones directas que se reciben de un maestro; observación detenida de grandes obras, sea frente al original o a través de reproducciones; el copiado de las mismas -ejercicios retóricos que vienen desde los primeros talleres y las primeras escuelas de artes- y, de la fuente de todas las fuentes: el aprendizaje del comportamiento de la Naturaleza” (Pág. 92).

Como lo demuestra el autor en su libro, Morel fue un artista más allá de su entorno geográfico, y sabía de los grandes maestros del oficio, de los anteriores a su época y de sus contemporáneos, tanto de Europa como de otras latitudes.

El uso de las técnicas del Impresionismo no son un azar en Morel, sino un ejercicio a plena conciencia de quien se sabe con el dominio de su creación artística. José Enrique García estudia esta realidad al analizar el cuadro Paisaje de campo, de 1949, y que se encuentra en la colección del museo Bellapart, de Santo Domingo.

El campesino cibaeño (1939).

Pero también Morel se hizo del dominio del Expresionismo. “No hay duda, Yoryi Morel también se inscribe dentor del Expresionismo. No solamente encontramos rasgos en algunas de sus obras, sino obras íntegras que lo testimonian, como: El campesino cibaeño, retrato de 1939. En el retrato que le hiciera a Radhamés Mejía (Colección Ceballos-Estrella) encontramos un ejemplo completo de esta vertiente en Morel. La aplicación de colores a espátula, el ritmo de la fuerza interior, que salta de la expresión de los ojos del personaje, que arranca de los trazos que impulsan las manos, que más que trazos son rasgos de un pincel o una espátula, rasgones de un trazado que busca la interioridad profunda, la naturaleza misma, naturaleza compleja del personaje y del ambiente.” (Pág. 160).

Concluye José Enrique García equiparando la obra total de Yoryi Morel con la del poeta Domingo Moreno Jimenes.

El Padre del Postumismo, Domingo Moreno Jimenes.

Argumenta que ambos llevaron al arte los elementos constitutivos de la nación dominicana, como su paisaje, los tipos humanos, las costumbres, las creencias, la conformación racial, la historia, su geografía, lo muy rural y lo incipiente urbano. “En fin, entraron con pleno derecho lo dominicano esencial, única forma de ser en sí mismo y de ser parte de lo universal”. (Págs. 192 y 193).

Cristo.

El tiempo, explica José Enrique García, ha confirmado…No importa que sea dominicano o extranjero, “hoy toda persona frente a una obra de Yoryi Morel quedad sorprendida, nunca indiferente, sorprendida  y calma de la belleza que de ella nos llega: y eso es lo que, al final de todo, determina el valor absoluto de la creación: ser parte del otro.” (Idem).