Hace unos días inicié una consulta en el portal digital más consultado. La hice con entusiasmo y confiado porque siempre ofrece un número elevadísimo de opciones acerca de lo solicitado. Insistí hasta por búsqueda avanzada y quedé absorto al no lograr el resultado deseado. Muchas preguntas me surgen ante esta situación, dirigidas, más que al mundo digital, a la forma en que se procesa la memoria histórica del sistema educativo dominicano. Asombra que con el paso de unos años, maestros constructores de importantes discipulados, los cuales abundan en todo el país, sean relegados a lo invisible, a un recuerdo borroso que muchas veces ni a su silueta llega. Por ser parte de los maestros dignos de los mayores homenajes, maestra Yocasta Constanzo, le dedico estas líneas como una contribución contra su presencia en este baúl indeseado, y como muestra de que siempre ocupará un espacio especial en el perfil de su vasto alumnado, especialmente en el cervantino.

Yocasta Constanzo.

Sus inclinaciones hacia la educación fueron afianzadas por sus tías Pilar y Eloína Constanzo, maestras que no se planteó seguir, pero cuya influencia fue notable. Egresada con calificaciones excelentes de la Escuela Félix Evaristo Mejía, en 1954 regresó a El Seibo, para compartir conocimientos, justamente, en el liceo donde había cursado sus estudios secundarios. De allí se trasladó en 1959 a Santo Domingo, donde le aguardaba la designación como maestra de matemáticas en el Liceo Presidente Trujillo, hoy Juan Pablo Duarte. Consciente de que podía hacer mucho más por sus estudiantes, alternó esta función con la de orientadora, por una educación integral. La profesora Yocasta fundó en 1967 el Centro Estudiantil Cervantes, cuyo nombre refleja su inclinación por la combinación del quehacer científico con el humanístico. En este Centro, como en el Liceo, mostró un desempeño fecundo y un liderazgo forjado con sencillez admirable, desbordante de humildad y talento. En 1998, la doctora Martha de Castro, maestra y exalumna, expresó que con ella no hubo barreras entre estudiantes y profesor, que es una persona extraordinaria e intachable y que, conociéndola, nadie osaría jamás irrespetarla. Por eso y mucho más, a sus 93 años, ante usted nos inclinamos, MAESTRA.