Alguna vez viví en el Manhattan limpio, maravilloso y neurótico – fascinante de Woody Allen. Hagamos un esfuerzo. WA suena mejor, y hace gala a los tiempos de cortedad y hueco que vivimos.
Amé los planos de sus escaleras y edificios grises diseñados tan iguales y lluviosos. De ascensores inservibles para subir a apartamentos carísimos. De gente caminado por sus aceras con una elegancia nunca vista. El Manhattan de WA.
Me creí el rollo de lo absurdo de Woody WA. Eso de la existencia aquí y ahora. La obsesión permanente y lúcida de WA por la muerte y el sexo no calendarizado.
La pila de seducciones a estudiantes en medio de una librería y a mitad del otoño. WA hablando de sus filósofos preferidos o de lo difícil de encontrar taxis a mitad de la noche lluviosa. Cualquier cosa para ligar a la chica que lo mira embelesado y dudosa.
El ligue que no cuaja pero que al final se lo enchufla a todas. La cara de pendejo de WA.
WA, siempre rodeado de mujeres super buenas e inteligentes, super complicadísimas y traumatizadas por el libro de la biblioteca que han tomado prestado y ahora no aparece ¡si lo puse en la mesita de noche! Por la paranoia que le genera cruzar los parques infantiles, por el abrigo que no le queda bien y el marido corneado por WA que sufre en silencio las embestidas del miope con gafas fondo de botella y melenita shuipin.
Wa papichulo. Con su super labia de timidez intelectual, modesta y frugal, ambigua. Sus risas nerviosas y al final la besa a todas. WA, cabrón.
WA con todas. WA tocando el clarinete, bizco y aturdido. Uno de sus espermatozoides ha penetrado donde no tenía que penetrar. WA y yo en el cine Lumiere cuando la ciudad vendías boletos de cartón para entrar al cine y Arturo Rodríguez te recibía en la puerta con esa sonrisa de pizzero italiano, de turco buena gente, de bigote más grande del circo. ¡Vengan a ver, señores!
WA, papichulo con gafas y manos en los bolsillos hablando con Diane Keaton en Annie Hall mientras yo me perdía los diálogos por estar en el baño atendiendo urgencias urinarias.
WA con su madre hablándole desde las alturas. WA y su rosa púrpura del Cairo. WA y todo lo que usted nunca sabrá sobre el sexo. (Doy rienda suelta a mis favoritas, lo siento, las otras la compilan ustedes).
Se acerca la muerte, WA, tenías razón. La parca con minúsculas para no darle importancia nos mira sin querer queriendo. Nos tiene medidos y ya nuestra ficha está redactada y colocada el One Drive de prioridades.
Matatán noventero con gafas fondo e botella y una super labia intelectualoide bajapanti. Tú, recostado en el sofá grabándole algo a la jeminwei menor, es una obra de arte. ¡¡¡¡Felices 87 barbarazo!!!!!