El teatro Guloya nos convocó a celebrar su aniversario número treinta y tres de trabajo ininterrumpido. Una proeza en un país donde la cultura se considera un gasto [innecesario por demás] y la labor cultural se hace a fuerza de pecho, de tripa a corazón y con cientos de obstáculos. Para tan magna ocasión eligieron ofrecerle a la audiencia una versión a su estilo de los Amantes de Verona.
Romeo y Julieta es la tragedia más popular del dramaturgo inglés William Shakespeare y una de las más importante de toda la dramaturgia occidental de todos los tiempos. La consabida historia de dos jóvenes que contradicen las ideas de sus familiares y que deciden casarse a pesar de la rivalidad a muerte entre las dos familias. Es la historia de un amor que dura solo unos días, cercado por un puñado de muertes y desembocando en el suicidio de sus protagonistas. Pero el Genio Inglés cuenta lo que perdura, de ahí que este drama se considere el arquetipo de los amores contrariados, de los amantes desventurados, de la lucha contra la cerrazón de los prejuicios, de la batalla casi perdida del amor contra la muerte.
La historia registra antecedentes narrativos del argumento que sostiene la obra, tal es el caso del poema y luego narrativa y posterior leyenda y pieza sinfónica, Tristan e Isolda.
Desde 1591 a esta fecha Romeo y Julieta ha sido objeto de millares de puestas en escena, primero con actores de gran madurez y luego con actores jóvenes en los roles protagónicos para darle a la audiencia la verosimilitud de entre la edad de los actores y la de los personajes que interpretan. Decenas de óperas, producciones de jazz, casi un centenar de películas, conciertos y adaptaciones burlescas, atestiguan la magnitud del impacto mundial de esta obra.
Algo a tomar en cuenta es que, aunque William Shakespeare eligió a Verona como la ciudad donde ocurre la historia, en diversas representaciones esto no ha sido así, de tal suerte que hemos tenido a Romeo y a Julieta viviendo su amor imposible en medio del conflicto árabe-israelí, en una revolución o en la era del apartheid en Sudáfrica.
Esta vez la sorpresa ha sido maravillosa. Claudio Rivera, nuestro veterano actor y director teatral, ha logrado una dirección y versión dramatúrgica de primerísimo nivel. Junto a Claudio Rivera, quien da vida a Capuleto padre, Capuleto joven, Fray Lorenzo y el Boticario, están su hijo Dimitri Rivera en el rol de Romeo y Camila Hernández en el papel de Julieta y una maravillosa Viena Gonzales interpretando tres personajes en una actuación impecable. En un hecho trascendente dentro del teatro dominicano, esta producción de Guloya logra que el espectador asuma que es una obra de William Shakespeare, donde la narrativa de la tragedia sigue fiel a lo que el autor original escribió, pero al mismo tiempo en una nueva dramaturgia, un montaje tan fresco y novedoso, que sepamos que es un trabajo sobre la escritura de Shakespeare, pero al mismo tiempo es una nueva obra. Alcanza el nivel de lo magistral la «caribeñización» de esta tragedia tan antigua y tan vigente. Ya no es la absurda rivalidad entre Montesco y Capuleto, ni la lucha del amor para vencer el odio de las familias, ni el apañamiento de la iglesia para bendecir el amor de los jóvenes, esto, es más, mucho más. Guloya nos recuerda que el tiempo ha transcurrido pero las murallas a tumbar siguen siendo las mismas, esta vez disfrazada de racismo, de prejuicio étnico, de la exclusión del «otro», por tener color, lengua o apariencia distinta. Trastocando los términos, este Romeo de Guloya se enfrenta al exilio original y a la deportación en el mundo actual. El odio de las familias no es solo por el abolengo y el apellido, también abarca el color de la piel, la textura del pelo, el lugar donde vive, la música que prefiere ese otro que se debe eliminar.
Como toda pieza teatral de profundidad conceptual, Claudio Rivera logra combinar el humor, el sarcasmo y la ironía con la tensión dramática, dando a la obra un amplio espectro que cubre a totalidad la condición humana. Los momentos de plasticidad y sacudimiento que logran las actuaciones de Claudio, Dimitri, Camila y Viena, hacen posible que soñemos con la internacionalización de este trabajo único en las tablas dominicanas. Un montaje digno de las mejores salas, para las audiencias más exigentes, en cualquier país y época. Digno de remarcar es el magnífico trabajo de Miguel Ramírez y Jochi Domínguez en la construcción de una mascarada excelente.
Les invito a que pasen por Teatro Guloya a ver esta fiesta del espíritu. Esta muestra del mejor teatro dominicano, de donde saldrán, al igual que yo, con el pecho henchido de orgullo de compartir el viaje de la vida con artistas de tanto talento.
Aquí les ofrezco los datos que completan la ficha técnica de esta formidable producción teatral:
Dirección y versión dramatúrgica: Claudio Rivera
Escenografía: Viena González
Vestuario y antifaces: Vera Bertuzzi
Máscaras: Miguel Ramírez y Jochi Domínguez
Construcción de columnas: estudio manzano
Iluminación: Ernesto López
Banda sonora: Claudio Rivera
Edición banda sonora: Vic Contreras
Fotografía: Mika Pasco
Diseño gráfico: Estudio Manzano
Regiduría: Paloma Concepción
Técnico: Roni Encarnación
Asistente de producción: Oriam Martínez
Asistentes: Danilo González, Susan Quiroz e Hilda Pichardo
Producción ejecutiva: Viena González
Producción general: Teatro Guloya 2024