Un de total de siete historias conforman el libro de cuentos infantiles de la escritora, musicóloga, concertista y gestora cultural, Aída Bonelly de Díaz, bajo el título Vuelo de amigos. Con su gran inventiva y rica fantasía, entretienen y transmiten emociones que alientan los sentidos y hacen remontar la imaginación.
En Sombra, Sombrita, hay una complicidad juguetona entre Rita, una niña que amaba “la espléndida luz de la luna”, y su amiga Sombra. Cuando la conoció, se preguntó si esta última era “un extraterrestre en busca de refugio”, que gritaba: “¡Estoy sola! ¡Busco mi sombrita!” A la pequeña, nadie le creía cuando le contaba de su curiosa compañera de juegos. Por eso prefería irse con ella, volando y girando por los aires en grandes aventuras.
En El Secreto de Sofía, la autora nos habla de una palmera que se resistía ante el viento tempestuoso que trataba de derribarla. “Se aferraba a la tierra con su redondel de raíces”, protegiendo así a las ciguas que acomodaban sus nidos en sus ramas. Sofía, la palmera, sabía en su corazón que la fuerza que la hacía invencible era el amor de las aves que en ella se refugiaban.
Por otra parte, dos relatos se refieren a una figura mítica de la cultura dominicana: la ciguapa. En el primero, nos habla de cómo Rosita, una niña inquisitiva, había visto a uno de estos seres caminando sin sombra y que, aleteando sus torcidos pies, alzaba el vuelo y desparecía. Todos los que también la habían visto, coincidían en que era hermosa, “no tenía dueño, ni espacio, ni tiempo de vida” y por eso la llamaron: Sí… ¡Guapa!
En el segundo, nos cuenta de Dora y Malvina, dos criaturas que vivían en el hueco de un árbol y que se hicieron amigas de una niña de “pelo corto y claro, tez blanca y unos ojazos verdes y alegres”. Las tres disfrutaban estar juntas, en especial cuando saltaban con una ranita verde. Todo era alegría, hasta que fueron descubiertas y separadas por la madre de la rubia amiga. A partir de ese día, las ciguapas no fueron vistas jamás. Solo se escuchaban unos lamentos desde el árbol en el bosque y la niña, de tanto esperar, olvidó cómo llorar.
Los sabios ruiseñores es un relato lleno de humor y enseñanzas, donde una bandada de estas aves, cansadas de sostenerse del tendido eléctrico, buscaron unos árboles para hacer su nido. Tuvieron que elegir entre la arrogante belleza de un árbol llamado Yagruma, con sus hojas coloridas de plata y cobre, y Raúl Ciprés, un tupido, humilde y seguro pino.
En El Artefacto, una criatura que parecía humana, tenía alas de libélula y podía hacerse invisible, resulta ser la pieza clave para ayudar a un par de científicos a hacer funcionar su creación. Al escuchar el “tac-tac-tac” de la máquina, que por fin comenzó a desplazarse, quedó demostrado que los inventos también tienen algo de fantasía.
Finalmente, en Vuelo de Amigos, un murciélago comelón que no podía entrar en la cueva conoce a un hombre muy pequeño. Ambos inician una curiosa amistad, y acuerdan ayudarse y cuidarse mutuamente. Murci perdió el miedo a la luz, y Chiqui, a las alturas, mientras volaban juntos, día y noche.
Aída Bonelly de Díaz, con su hermosa y fluida narrativa, refrescante e inspiradora, nos ofrece unas historias coloridas, amenas y cálidas, que tienen como denominador común los valores del respeto, la tolerancia, la solidaridad y el aprecio a la diversidad.
Constituyen una invitación a tener la suficiente valentía para aceptar a los demás y “comprendernos mediante un lenguaje común”: el de la amistad. Y al “combinar nuestros hábitos de vida”, aprenderemos a volar, quizás no hasta la luna, pero sí hacia nuestra libertad, la de ser y dejar ser en armonía.
Vuelo de amigos. Bonelly de Díaz, Aída. 1998. Amigo del Hogar. Santo Domingo.
Ilustraciones de Manuel Emilio González.