La mujer, en 1820 fue ignorada en muchas partes del mundo, e Inglaterra no fue la excepción, resultaba todo un reto insertarse en ámbitos controlados por hombres, donde el sexo femenino no tenía cabida. Todas las actividades eran destinadas a los caballeros, quienes disfrutaban de los derechos absolutos en la familia, mientras las damas tenían que mostrar la imagen que fue creada desde la masculinidad. Pese a esto, algunas trillaron su sendero conforme a sus sueños, y enmascararon su identidad bajo seudónimos masculinos; como aconteció con Anne Brontë, que tuvo que publicar su primera obra con el nombre de Acton Bell, por miedo a la censura literaria.

La más joven de la familia Brontë utiliza su vivencia como institutriz para producir su novela Agnes Grey, en esta muestra a la mujer desde diferentes roles. En una narrativa culta, exhibe la marginalidad femenina en una época en la que el padre tenía el derecho de negociar el matrimonio de sus hijas. Sin embargo, sutilmente describe actuaciones de féminas, como su madre, que pese a proceder de estatus encumbrados, se negó a aceptar acuerdos para decidir su futuro matrimonial, y formó su hogar con el hombre que amaba.

Anne describe lo cercana que era la relación de la iglesia anglicana con los pobladores, especialmente los adultos mayores, aquejados de dolencias. Las celebraciones religiosas eran encuentros familiares, a los que acudían una gran mayoría, sin importar la clase social. Era una ocasión para vestir las mejores galas, no se desestimaba para llamar la atención de los caballeros, que tuvieran intención de desposar a alguna señorita con edad para formar familia. También exhibe la solidaridad ante personas que deben enfrentar las consecuencias de graves enfermedades, cuando la ciencia tenía muy pocas opciones.

En ese mismo orden, la autora reseña el cuidado al medio ambiente, a los animales, la empatía con la clase humilde trabajadora, el respeto a los padres, la ética. En cuanto a la educación, únicamente los hombres tenían el derecho de asistir a escuelas en busca de instrucción, la mujer era formada pensando en el matrimonio y tenían que aprender a bordar, a dirigir la servidumbre de la casa si pertenecían a una clase social privilegiada, cómo atender apropiadamente a un hombre, entre otra norma creada desde el patriarcado, para que fueran fieles servidoras de sus maridos. Quienes no procedían de una clase acaudalada tenían de aprender a cocinar, limpiar y si la madre lo creía oportuno las enseñaba a leer.

Sin embargo, en todos los tiempos han existido mujeres atípicas, y la madre de Anne fue una de ellas. Se negó a recibir manutención del esposo de su hija mayor, en su lugar, fundó una escuela en su hogar después del fallecimiento de su esposo, en sociedad con su hija menor, Anne. El proyecto fue bien acogido por las familias que debían tener en casa a sus hijas, hasta conseguirle marido, mientras eso ocurría, la mayor parte del tiempo era destinado a acciones banales, coqueteos con los posibles pretendientes; actividades poco fructíferas.

Anne Agnes crea en su narrativa la vida ideal que no tuvo, la cercanía con una madre que falleció cuando era una niña, donde ignora los castigos despiadados por parte de personas que tenían la certeza que era lo propio de educar bien. Donde la tuberculosis terminaba con la existencia humana como consecuencia de hambruna en poblados distantes, olvidados por los reyes que representaban el poder político. La literatura fue el medio que le permitió alcanzar su utopía que el mundo real le negó.

En fin, Agnes Grey es una novela apropiada para desarrollar el hábito de lectura en jóvenes carentes de este. En la que se muestra la resiliencia y emprendimiento de la mujer, donde la lectura era el medio para huir del tedio, la banalidad.

Minerva González Germosén en Acento.com.do