La violencia es el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. (Organización Mundial de la Salud.1996)
En muchas relaciones, se suelen normalizar comportamientos y actitudes que resultan perjudiciales para uno de sus miembros. Casi todos conocemos alguna pareja que suscita tensión o lástima en reuniones familiares o sociales por la actitud beligerante e insensible de uno contra otro. Sin embargo, muchas de las víctimas de insultos, humillaciones, celos desmedidos y control absoluto por parte de su pareja, no solo se niegan a problematizar y tomar acciones contra tales conductas, sino que la justifican y defienden. Resulta inconcebible que estas personas acepten ese estilo de convivencia y toleren los constantes atropellos en contra de su honra e individualidad. Pero la verdad es que esta disposición esconde una intrincada red de manipulaciones y sometimientos. Un sistema corrosivo que mina paulatinamente la autoestima, independencia y palabra de la persona afectada, muchas veces de forma irreversible. Ahora, ¿Hasta qué punto afecta a la mente un contexto de violencia sistematizada? Quizás el escritor dominicano Virgilio Díaz Grullón (1924-2001) se haya hecho la pregunta, pues siempre estuvo interesado en la dimensión oscura de la psicología humana. Aficionado al tema del psicoanálisis y la locura, en gran parte de su cuentística se puede constatar que el hecho narrado no importa tanto como el impacto que este hecho produce en la mente de los personajes. Después de revisar una parte considerable de su trabajo narrativo en los libros recopilatorios De niños, hombres y fantasmas (1986), Cuentos Completos (2002) y Todas las narraciones (2019), considero que el cuento “Matar un ratón” denota una aproximación teórica de esa psiquis violentada que se ovilla en el calor de la intimidad. Por tanto, en busca de explorar y definir ese trasfondo, analizaré el cuento y lo contrastaré con otros trabajos y la opinión de distintos expertos en el tema. De forma particular, procuraré demostrar que Virgilio Díaz Grullón recrea un clima de tensión e injuria que inevitablemente trastornará al individuo afectado.
El cuento “Matar un ratón” apareció por primera vez en Un día cualquiera (1958) con el título “Ratones”. Luego reapareció ligeramente modificado y con el presente título en Crónicas de Altocerro (1966), así como en las recopilaciones posteriores. Considero que el cambio de título no pudo ser más oportuno, pues, como veremos después, “Matar un ratón” cifra una disposición oculta de violencia y transformación. Por tanto, para nuestro análisis utilizaremos la versión corregida. Recordemos de qué va el cuento: Tras matar a un ratón, el personaje del niño irrumpe en el interior de su casa, aterrado por el impacto psicológico de la muerte y guiando al lector por las intimidades de la familia. Descubrimos que la anciana, su abuela, está enferma, su cuidado representa grandes esfuerzos económicos y la familia no cuenta con mucho dinero. Llegamos a saber que la nuera quiere deshacerse de ella e insta a su esposo a recordar su promesa de sacarla de la casa. Podemos pensar que es por el dinero. Sin embargo, a través de los pensamientos de la anciana, advertimos que quizá podría tratarse de una lucha de poder. La mención del “jardín enfermo” podría ser una alegoría del núcleo mismo de la convivencia:
Cuando estuviese un poco mejor volvería a trabajar en el jardín. Si no lo hacía ella, nadie en la casa se ocupaba de las flores. Daba pena asomarse a la ventana y comprobar lo descuidado que estaba todo. El rosal estaba casi seco, los yerbajos crecían por todas partes y las dalias se habían marchitado por completo…Pero cuando ella sanara, el jardín, que también estaba enfermo, sanaría con ella y volvería a ser como antes… (Díaz Grullón, 2019: 22)
Tras el velo de la metáfora, la abuela no solo anhelaría el control de la casa, sino responder a la deferencia de su hijo. Y más concretamente -y lo más importante- recompensar su eterna docilidad. El hijo es bueno porque es obediente. Esto es significativo para configurar la personalidad del hombre. Es alguien subyugado y regido por una figura de autoridad. Virgilio, fiel adepto del psicoanálisis, nos sugiere que la madre enferma es sustituida por la esposa implacable, y por tanto esta última cuenta con la palabra definitiva. La mujer arremete contra el hombre, quien, medio dormido, deja bullir cuanto fluye de su interior: “Siempre algo que hacer. A todas horas. Moverse…caminar…dar la mano…inclinarse. Todo aprisa… No dejar nada para después…correr…apresurarse” (Díaz Grullón, 2019: 23).
Cabe resaltar el uso de los puntos suspensivos para visibilizar un marco psicológico. Si Virgilio hubiese utilizado comas y le hubiese atribuido al discurso un carácter enumerativo, hubiese cambiado sus matices. Recordemos que los puntos suspensivos pueden funcionar como indicadores de modalidad y referirnos la actitud del hablante. Es decir, a través de los puntos suspensivos podemos discernir las emociones que impregnan las palabras. Con esto sabemos que el personaje del hombre refiere las palabras citadas con resignación, pero también, descubrimos que esa resignación se manifiesta de forma inconsciente. El autor no solo describe una actitud, sino un nivel de la mente. Los fragmentos citados son ecos de una madre rígida e imponente. Remanentes de la madre en el carácter de la esposa. El personaje del hombre ha sido programado para seguir las pautas de una figura externa. Carece de autonomía para validar su propia concepción de las cosas. Más allá de la postura freudiana con respecto al vínculo materno, la psicóloga especializada en estudios de género, Irina Durán, precisa que los hombres que eligen pareja de acuerdo al parentesco con la madre buscan cubrir carencias que resultan de una dependencia emocional. Son individuos que alguna vez fueron niños sobreprotegidos, que no desarrollaron herramientas psicológicas de autosuficiencia a medida que crecían. Llegan a ser hombres profundamente inseguros, que siempre requieren de otra persona para salir a flote. Ahora, se considera que este tipo de personalidad se proyecta como un caldo de cultivo para contextos de violencia, específicamente la violencia psicológica. A este respecto, el trabajo de investigación El maltrato psicológico. Causas, consecuencias y criterios jurisprudenciales. El problema probatorio (2014), del psicólogo español Carmelo Hernández y otros colaboradores, que aborda la problemática de la violencia psicológica desde el punto de vista de su difícil probación frente a sanciones penales, apunta una definición perspicaz del fenómeno:
La violencia psicológica es el soporte esencial en que se sustenta el maltratador para conseguir el control total sobre la víctima, minando su autoestima mediante un progresivo y lento proceso de adaptación paradójica a la situación de maltrato, demostrándole su poder y autoridad y produciéndole una permanente situación de indefensión aprendida, que propicia que la mujer (En el caso del cuento, el hombre) valore la necesidad de permanecer sumisa e inmóvil frente al agresor, como única forma de escapar al castigo. (Hernández et al.,2014: 34)
El enfoque del hombre, como víctima psicológica de su pareja, es inusual. Hoy día, incluso, resulta extraño y hasta risible encontrar casos de hombres que sean violentados por sus esposas. Esto se debe, por supuesto, a la hegemonía de una tradición patriarcal que ostenta de mecanismos milenarios y religiosos de dominación y superioridad. Por eso, muchos de los trabajos existentes sobre la violencia y su impacto en sociedad están estructurados a partir de la concepción del hombre-agresor y la mujer-víctima. De hecho, otros cuentos dominicanos reproducen esta perspectiva y la utilizan como eje de argumentación. El cuento “La mujer” de Juan Bosch (1909-2001), por ejemplo, retrata un episodio de violencia doméstica entre un hombre-agresor y una mujer-víctima. Hay que tomar en cuenta que se trata de una pareja puramente rural de principio del siglo XX. El hombre, proveedor y cabeza de la casa, ejerce su poder con tiranía y ha sistematizado su modo de castigar la desobediencia: Los golpes. La mujer, esquematizada por las pautas sociales de la época, se delimita al cuidado de la casa y a la obediencia al marido. En el cuento, la mujer falta a esto último y es castigada. Tenemos que considerar, entonces, las consecuencias funestas de un contexto de violencia continuada. En el marco de la psicopatología, el psicólogo español Andrés Montero Gómez, en su artículo “Síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica: una propuesta teórica” (2001) plantea que el maltrato constante repercute de tal modo en una persona que su cuadro psicológico puede evolucionar de forma patológica. Montero identifica cuatro fases para configurar el “síndrome de adaptación paradójica”, una disposición de la víctima de ajustarse psicológicamente al contexto de maltrato: la fase desencadenante, la fase de reorientación, la fase de afrontamiento y la fase de adaptación. De estas cuatro fases, rescato la última, que sintetiza un poco todo el concepto:
…bajo la probable premisa del deterioro psicofisiológico, sumergida la mujer en tal ambiente de duda sobre su propio bienestar, con un sistema de referencias fracturado, consciente de una situación de inferioridad que la hace dependiente de su agresor y sin elementos fiables de juicio para abrigar esperanzas reales de cambio, la víctima se comprometerá en una búsqueda de nuevos factores que puedan suministrar estabilidad y equilibrio. Ello la llevará a moverse hacia el lugar donde se concentra el mayor porcentaje de poder en ese momento, el agresor, con quien comenzará a desarrollar un vínculo paradójico de dinámica similar al síndrome de Estocolmo. (Montero, 2001: 21)
En el cuento de Bosch, la mujer no solo se ha moldeado a la fragua de los golpes, sino que ha perdido su identidad. Es el precio de la subyugación total. Si avanzamos hacia el final, descubrimos que ella mata a su defensor, Quico, no solo por proteger a la figura de poder, Chepe, sino porque ha sido tan desvalorizada en este proceso degenerativo de adaptación que termina configurándose como una extensión del mismo agresor. Un animal adoctrinado que responde a la voluntad de su dueño. Creo que es la verdadera sorpresa del cuento: Descubrir que no había nadie a quien salvar, porque la mujer estaba tan lacerada y muerta como la carretera, y su figura no era más que una sombra triste de Chepe:
Ella no supo qué sucedió, pero cerca, junto a la puerta, estaba la piedra; una piedra como lava, rugosa, casi negra, pesada. Sintió que le nacía una fuerza brutal. La alzó. Sonó seco el golpe […] La mujer tenía las manos crispadas sobre la cara, todo el pelo suelto y los ojos pugnando por saltar. Corrió. Sentía flojedad en las coyunturas. Quería ver si alguien venía. Pero sobre la gran carretera muerta, totalmente muerta, sólo estaba el sol que la mató. (Bosch, 2019: 23)
En el cuento “Matar un ratón”, en cambio, Virgilio es más directo con respecto a la despersonalización de la víctima. Cambiando la voz narrativa del cuento a segunda persona, hace patente la agonía del hombre, el derroche escarlata de una voz mortalmente herida y resignada:
Aprendiste a tolerar, a callar y así fuiste hundiéndote poco a poco en este abismo en que estás sumido en el presente. La senda que te condujo a él se iniciaba en una suave pendiente, y cuando empezaste a descender por ella creías poder detenerte cuando quisieras… ¡Qué lejos estabas entonces de sospechar que cuando la pendiente se tornara en precipicio, el impulso inicial te sumergiría cada vez más aprisa hasta el fondo de la oscura sima! (Díaz Grullón, 2019: 24)
El hombre es totalmente absorbido por la figura de su mujer. El hijo devoto ha destronado a la madre idolatrada. Cuando el narrador retoma la tercera persona, hace constancia de las formas maquinales e inexpresivas del hombre, en alusión a su postura sumisa y servil. Ahora, el final es especialmente curioso. Cuando el padre sale a hablar con la anciana, se reencuentra con su hijo en el pasillo y le confiesa, en respuesta a la inquietud religiosa que este ha estado sintiendo por haber matado al ratón, una frase tan contundente como reveladora: “No, mi hijo, matar un ratón no es un pecado: los ratones están mejor muertos que vivos” (Díaz Grullón, 2019:25). El hombre termina de romper el vínculo filial y ha despojado a la madre de todo parentesco. Consideremos la connotación simbólica del ratón, ícono de plaga, que depreda y lastra recursos en un contexto doméstico. El hombre repararía, con oscura pragmática, que la anciana no solo consume demasiado y no produce, sino que sus gastos implican una menor calidad de vida para el resto de la familia. Por tanto, urge deshacerse de ella. ¿El hombre la echará, o, a lo sumo, la matará? La frase final, en última instancia, podría ser una alegoría del principio, del niño que mata al ratón vulnerable de forma resuelta e inclemente. Como el personaje femenino del cuento de Bosch, el personaje del hombre, muerto ya, deviene en una versión distorsionada y fatal de la esposa. Un espectro triste. Virgilio también hace evidente esta letal metamorfosis de la víctima de violencia psicológica en su gran cuento “Edipo”, en el que un hijo resentido y aterrorizado deja salir sus monstruos agazapados contra el último vestigio de su padre.
Ahora, retomemos al niño del cuento “Matar un ratón”. Es importante señalar el hecho de que su primer impulso es encerrarse en su cuarto tras matar al ratón. No se precipita a hablar con la anciana o a despertar directamente a sus padres. Afronta solo la culpa y su impacto traumático. Cuando no pudo soportar la reverberación de la muerte en la oscuridad, por fin se decide a hablar con sus padres, pero la madre le rechaza con violencia sin escucharlo. Y terminamos de confirmar esa sospecha de aislamiento con el anhelo del padre desvalido por hacer amistad con el hijo. Es un caso de negligencia emocional. Es decir, el niño no encuentra apoyo psicológico frente a las eventualidades que suponen un impacto significativo en su pensamiento. El trabajo de investigación Rasgos de personalidad en niños con padres violentos de Romo et al. (2008) apunta que los niños que sufren de este tipo de negligencia pueden desarrollar complicaciones a la hora de establecer relaciones afectivas y lograr resolver problemas. Esto es, que estos niños podrían crecer con carencias importantes en la construcción de su identidad y su respuesta hacia la vida. ¿Virgilio Díaz Grullón estaría configurando al niño del cuento “La enemiga”? ¿A ese niño frío y calculador que trama oscuros planes contra la muñeca favorita de la hermana? En definitiva, los hijos encarnan la peor parte de una relación disfuncional, marcada por la violencia y el abandono. Pues, no solo podrían crecer con formas erráticas de temperamento, sino que podrían reproducir y perpetuar ese modo de relacionarse y convivir.
Virgilio Díaz Grullón, con su estilo sobrio y sintético, refuerza el clima psicológico del cuento delimitando los espacios y recurriendo a la introspección de los personajes para desarrollar la trama. El cuento no sale de la casa ni trasciende la palabra de los personajes. Dicho de otro modo, el autor procura subrayar, en mi opinión, el carácter privado del contexto de violencia y su invisibilidad o indiferencia de cara a la sociedad. Pues, las vejaciones manifiestas en público, como dijimos, representan apenas la punta del iceberg. El factor de la vida en común, de la convivencia, se proyecta como el más fundamental a la hora de desarrollar un cuadro de violencia sistematizada. Pues, allí se crean los hábitos, se configuran las herramientas de sometimiento y castigo. La víctima está bajo el dominio absoluto del agresor, sin poder recurrir a terceros. Recordemos cómo el hombre del cuento refirió las felicitaciones de sus amigos cuando se casaba con su agresora. Ellos solo veían a “la mujer de carácter” y a la persona que “conseguía lo que se proponía”, sin quizá reparar en cómo ella utilizaría esas virtudes en la intimidad. Pero también recordemos que el hombre dejó pasar cosas en público para evitar escenas incómodas. Y nadie se le acercó, nadie le refirió algo al respecto porque se entiende que las parejas deben arreglar sus problemas entre ellas. La tragedia de Quico llega a ser utilizada como advertencia para quienes pretendan inmiscuirse demasiado. Pero, como hemos visto, sucede que algunas personas no cuentan con herramientas para responder efectivamente a los atropellos de otra, y se delimitan a ignorar, tolerar y finalmente aceptar el daño que le infringen para sobrellevar una relación. Creo que, como sociedad, una acción responsable es atender oportunamente a las señales de violencia en cualquier contexto y suplir a la víctima, en la medida de lo posible, de las aptitudes necesarias para lidiar con su situación. La indiferencia sigue siendo, después de todo, la madre de todos los males.
* [1] Texto ganador del segundo lugar en el Premio de Ensayo Joven “Max Henríquez Ureña” de la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2021
Bibliografía
Bosch, J. (2019). Cuentos escritos antes del exilio. Santo Domingo, R.D. Editora Nacional.
Díaz Grullón, V. (2019). Todas las narraciones. Santo Domingo, R.D. Editora Nacional.
Hernández et al. (2014). El maltrato psicológico. Causas, consecuencias y criterios jurisprudenciales. El problema probatorio. España. Disponible en: https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/46929/1/2014_Hernandez-Ramos_etal_Aequitas.pdf
Montero Gómez, A. (2001). Síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica: una propuesta teórica. Clínica y Salud, vol. 12, núm. 1, 2001, pp. 5-31. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/1806/180618320001.pdf
Morales, P. (2020). No soy tu madre (o por qué algunos buscan una mamá en sus parejas). Chile: La tercera. Disponible en: https://www.latercera.com/paula/por-que-los-hombres-buscan-mamas-en-sus-parejas-relaciones-psicologia-complejo-de-edipo/
Organización Panamericana de la Salud para la Organización Mundial de la Salud (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud. Disponible en: https://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/es/summary_es.pdf
Romo et al. (2008). Rasgos de personalidad en niños con padres violentos. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA, MÉXICO. Disponible en: https://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/psico/article/view/3882/3107