Características
Los himnos son obras poéticas o musicales concebidas para honrar divinidades, expresiones de la naturaleza y a los héroes terrenales o mitológicos. Su orientación es colectiva y tienen por finalidad celebrar o recordar sucesos trascendentes y sus protagonistas. Estos facilitan la cohesión social por contener símbolos de la memoria histórica de una comunidad que, con el paso del tiempo, conducen al sentido de pertenencia que con la puesta en práctica de las creencias y valores de la identidad. Además, pueden ser clasificados como himnos de exaltación, nacionales, patrióticos, bélicos e institucionales (oficiales y privados).
Etapas
Los himnos tuvieron una importancia notable entre los antiguos sumerios, babilonios, egipcios, indios, hebreos y el mundo grecorromano. De estos, los más conocidos son los Himnos homéricos, traducidos del griego por el lingüista español, Luis Segalá Estalella, y publicados en 1927. Palas Atenea, considerada protectora de las ciudades; Deméter, venerada deidad; Asclepio, curador de enfermedades; Hermes, dador de bienes; Zeus, el más grande de los dioses; la Tierra, madre de todas las cosas, son parte de los 33 himnos que componen esta obra. La misma se distingue por presentar en cada narración súplicas por el amor, el valor, la vida grata, la felicidad, la solidaridad y la paz.
San Agustín sostuvo que los himnos cristianos tuvieron mayor atención hacia el año 386 por iniciativa de San Ambrosio. Siglos más tarde, tuvieron el apoyo del papa Gregorio Magno, por lo cual, en su honor, hoy se habla de cantos gregorianos. Inocencio III, primado apostólico desde 1198 hasta 1216, también impulsó la difusión de los cánticos espirituales. Para su tiempo, Gonzalo de Berceo dio a conocer en España himnos traducidos del griego y, desde 1250, fray Juan Gil de Zamora afinaba su estilo para consagrarse con sus Himnos marianos, siendo el Ave María uno de los más conocidos.
La devoción por los himnos pasó de la Edad Media a la Moderna con los rasgos distintivos del desplazamiento de la nobleza por la burguesía. En esa transición surgió el Estado moderno dirigido por monarquías que defendieron la unidad cultural y territorial en términos particulares. Estos avances se sumaron a la definición de la identidad a través de símbolos como el escudo, la bandera y, a partir de la Revolución francesa (1789), se completó la trilogía con la integración de los himnos nacionales.
Primeros himnos nacionales
Los himnos nacionales glorifican los procesos de construcción y defensa de la soberanía, pues se conciben con sentido patriótico, cultural e histórico. Entre los primeros, destaca La Marseillaise, asumido en Francia en 1792. Su autor fue Joseph Rouget de Lisle, compositor, poeta y militar francés. Además, merece mención el himno de los Estados Unidos de América, denominado La Bandera de Estrellas. Fue escrito por Francis Scott Key hacia 1814, estrenado en 1862 en New York y reconocido por el Congreso en 1931. Como tercera muestra está el himno nacional de España, que consiste en una marcha militar sin letras. Fue compuesto en 1770 por Manuel Espinosa de los Monteros, denominado Marcha Real o Marcha de Granaderos, y aprobado por el rey Carlos III.
La idea de los himnos fue asumida en América hacia 1810, durante la lucha de las colonias por la independencia. En sus primeras versiones predomina un contenido radical contra la metrópolis, lo que implicó modificaciones quizá por presiones de la “Madre Patria”. Venezuela, Argentina, México, Perú, Uruguay, destacan entre los primeros “Estados nuevos” en contar con el Canto Patrio, aunque su reconocimiento se dio, salvo Argentina, a partir de 1930, y a finales del siglo en el caso de Venezuela.
Himno Nacional dominicano
Primeros himnos
Félix María del Monte, poeta superior de su época, según Joaquín Balaguer, dio a conocer el primer himno dominicano en marzo de 1844, con música de Juan Bautista Alfonseca. Este se entonó con fervor en las campañas militares libradas contra los haitianos hasta 1856. Ambos eran febreristas, pero al tomar partido según los vaivenes de la política, su obra fue relegada al olvido. Del Monte describe la dominación haitiana como profanadora de cuanto hay de sagrado en lo humano. Mas, contrario al sentimiento de la independencia en Suramérica, Del Monte incitaba a la lucha con el gentilicio de españoles, no nos llama dominicanos, a pesar de su uso desde los inicios del siglo. Dicen sus primeros versos: Al arma, españoles, volad a la lid, tomad por divisa, vencer o morir.
José María González (1830-1863), poeta reconocido por su obra Un isleño desterrado, siguió a Félix María del Monte cuando, sin pretensiones de que fuera un himno, presentó su Canción patriótica en 1848. Su inspiración precede al inicio de la tercera campaña militar contra la decisión de los haitianos de retomar el control de Santo Domingo. En sus versos, González planteó la defensa de la ´Patria del 27 de Febrero´ contra la traición y la invasión haitiana. Decía en su Canción patriótica:
“Del déspota insolente, al criminoso asilo
Lleva el cortante filo, tremendo, asolador!”
Y prueba que aún existe, con su esplendor primero,
La patria de Febrero, y lidia por su honor!
A las armas valientes patriotas!
Himno de Capotillo
Como reconocimiento a los que desde el cerro de Capotillo anunciaron la lucha por la restauración de la república el 16 de agosto de 1863, Manuel Rodríguez Objío, poeta y restaurador, escribió el Himno a Capotillo. Su interpretación en los días de la independencia y de la restauración se hacía con dificultad por no tener música. Esta tarea se cumplió en 1885, cuando Ignacio Martí Calderón, prestante músico puertorriqueño, le puso música. Su valor patriótico se reiteró en 1871 cuando Gregorio Luperón, en su lucha contra los planes anexionistas de Buenaventura Báez, autorizaba su interpretación. En una de sus estrofas solicitaba:
Desde el fondo secreto del alma
bendigamos a Sánchez también,
Ya que armados de espléndida palma
hoy Febrero y Agosto se ven.
El canto patrio de Reyes y Prud´Homme
Hasta 1890, el respeto y la solemnidad implícitos en todo himno nacional se desconocían en la sociedad dominicana. Sus líderes le prestaban atención según sus simpatías y compromisos políticos. En ese sentido, José de Jesús Ravelo, afirma que durante el gobierno de los Seis Años de Báez, el protocolo oficial incluía la interpretación del himno de Inglaterra. De igual modo, en la presentación de armas, a Ulises Heureaux se le interpretaba la Marsellesa. Otra muestra curiosa fue la interpretación en 1885 de una polka tomada de un circo de acróbatas frente al presidente Alejandro Woss y Gil.
Esta situación cambió cuando el poeta Emilio Prud´Homme, por invitación de José Reyes, quien confesara que para escribir la música del himno nacional tomó como modelo el de Argentina, escribió las letras del tercer y definitivo Canto a la Patria. Su estreno se llevó a cabo en la Logia La Esperanza el 17 de agosto de 1883, junto a otro escrito por Josefa A. Perdomo (1834-1896), considerada la primera en publicar sus versos en la prensa del país. La música de su himno estuvo a cargo José M. Arredondo, quien también lo interpretó.
El himno de Reyes y Prud´Homme se interpretó el 27 de febrero de 1884 en el acto de recepción de los restos mortales del patricio Juan Pablo Duarte. Por “su aire popular”, la música apropiada y el significado de sus letras, Federico Henríquez y Carvajal expresó su preferencia por este, desconociendo los escritos por Del Monte y Josefa A. Perdomo. Estas valoraciones estimularon su interpretación desde 1890 en los actos oficiales, y la selección de una instrumentación fija para banda a cargo del músico Alfredo Soler. Además, su aceptación fue mayor gracias a la modificación de sus letras hecha en 1894 por Prud´Homme para complacer a José Reyes. Los frutos de esta medida se vieron en las diferentes interpretaciones del Canto Patrio en los actos conmemorativos del cincuentenario de la independencia nacional. Así, quedaba sellada la entrada de nuestro himno en el sentimiento patriótico nacional.
Por la aceptación lograda, el Canto Nacional fue reconocido en 1895 mediante una ley aprobada por el Congreso, pero no fue proclamada por el presidente Ulises Heureaux. A su rechazo se sumaron otras posiciones contrarias al deseo popular, como la idea de fusionarlo con el de Félix María del Monte, presentada en 1897 por Enrique Deschamps; su desplazamiento por dicha versión defendido en 1911 desde el Listín Diario y la convocatoria a concurso para la creación de un cuarto himno. Afortunadamente, el himno de Reyes y Prud´Homme ya era parte del pueblo y de los letrados patriotas, por lo que resistió vejaciones hasta su reconocimiento oficial con carácter “invariable, único y eterno”, mediante la ley 700, que proclamara Trujillo en 1934.
En el Mes de la Patria, demos muestra de civismo sintiendo el himno nacional como lo sentía Prud´Homme cuando, en homenaje póstumo a José Reyes, expresó: el himno es una acción de gracias porque refleja el logro de la patria; es el voto por la ofrenda de la última gota de sangre en defensa de la libertad y es la jactancia por sentirse más fuerte que todos los bríos para vencer al imprudente o temerario que osare ofenderle.