La particularidad de la creación poética de Vicente Huidobro está basada en la limpieza del lenguaje como norma de la escritura. El sujeto, el verbo y la sintaxis son estructuras formales de gran elaboración que tienden a la actividad del sentimiento y que se apoyan en criterios líricos muy intensos. En ocasiones, se apoderan de los sentidos y forman un pentagrama de símbolos y visiones de todo aquel poeta que busca refugiarse en la memoria.
Hay, desde nuestro punto de vista, una presencia existencial que se nutre de la espiritualidad y recorre los abismos, lo desconocido del cosmos y se convierte en furor y, a la vez, en sueños, en drama y formas artísticas donde el “yo” del poeta es el reflejo de un ejercicio crítico para influir en el lector a través de un lenguaje que habla por toda la eternidad.
Veamos el siguiente poema de Vicente Huidobro:
El espejo de agua
Mi espejo, corriente por las noches,
Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.
Mi espejo, más profundo que el orbe
Donde todos los cisnes se ahogaron.
Es un estanque verde en la muralla
Y en medio duerme tu desnudez anclada.
Sobre sus olas, bajo cielos sonámbulos,
Mis ensueños se alejan como barcos.
De pie en la popa siempre me veréis cantando.
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.
Como se observará, su amorosa existencia es el teatro entre el hombre y la naturaleza; entre el ser del acontecer constructivo y la humanidad que se desarrolla a partir del regocijo intelectual. A nuestro parecer, se trata de un canon de odas por la fecundidad del lenguaje que sintetiza y nos ofrece un mundo orgánico por los estímulos que atraen a los lectores y los hace partícipes de la sensibilidad, de la evolución, de los sentidos metafísicos y de la expresión que llega a su infinitud. Es decir, de los enunciados de la clarividencia de su inmanente trascendencia universal. He aquí la clave, el núcleo, la sinestesia de la infinita actividad creadora:
Noche
Sobre la nieve se oye resbalar la noche.
La canción caía de los árboles,
Y tras la niebla daban voces.
De una mirada encendí mi cigarro.
Cada vez que abro los labios
Inundo de nubes el vacío.
En el puerto,
Los mástiles están llenos de nidos,
Y el viento
gime entre las alas de los pájaros.
Las olas mecen el navío muerto
Yo en la orilla silbando,
Miro la estrella que humea entre mis dedos
La poesía de Vicente Huidobro es de un arte mayor por la elaboración estructural de su sistema de símbolos y metáforas; por la constitución sensorial, por lo embrionario y vital de sus escritos que acusan una energía cósmica como resultante de su extraordinaria capacidad intelectual, la cual le permitió ser considerado en toda Europa como uno de los poetas de mayor dimensión planetaria. Hay también en su creación poética una potencialidad lingüística que discurre como un río subterráneo que se condensa en la psiquis, aunque no podremos ver pues nos basta su permanente murmullo.
Las sensaciones concretas y perceptibles de su creación poética nos muestran la cualidad del poeta escritor, del revolucionario y el pensador de cierta composición filosófica:
“Los surrealistas no son los amos sino los esclavos de su imaginería mental. Se dejan llevar por un dictado interno y el resultado es un rosario de fuegos fatuos que solo toca nuestra sensibilidad epidérmica, nuestros sentidos más externos. No, por favor; es demasiado fácil, demasiado banal. La poesía es algo mucho más serio, mucho más formidable, y surge de nuestra superconciencia”.
(Tomado de Manifestes, 1925)
“No soy modernista ni antimodernista. No soy revolucionario ni antirrevolucionario. No soy anarquista ni antianarquista. Soy un hombre con un corazón inmenso que se devora ríos de sangre. Y dos ojos que se abrirán desmesurados mientras haya sol, mujeres hermosas y poemas que escribir.
El verdadero revolucionario, sea en arte, en ciencia, en política, etc., es el que es revolucionario sin darse cuenta de lo que es. Son los otros los que un día le hacen ver que es revolucionario y que todo aquello que a él parece tan natural está fuera de lo conocido”.
(Vientos contrarios, 1926)
“Yo me embarco todos los días para un viaje peligroso. Cuando no existan más los viajes peligrosos la vida habrá perdido todo interés”.
(Vientos contrarios)
“Las mejores cosas sobre mí las han dicho siempre mis enemigos”.
“La poesía soy yo”.
(Vientos contrarios, 1926).
…América abierta de par en par a los desterrados de todos los países. América abierta a todos los hombres de buena voluntad…
…América debe ser el continente donde se resuelvan las contradicciones. En donde se arruinen todos los desequilibrios…
…En América debe nacer un mundo sin engaños, sin hipocresías, sin ese egoísmo feroz que convierte a la tierra en un planeta de lobos…
…Un mundo nuevo en el cual todas las bellas palabras que el viejo mundo lanzó al aire dejen de ser aire, se tornen realidad, se hagan carne y sangre del hombre. Un mundo en donde la fraternidad sea fraternidad. En donde la libertad…
(Vicente Huidobro)
La reputación del universal poeta chileno tuvo una resonancia en España y Francia estupenda por su particular y pulido lenguaje y el impacto de la creación de su movimiento: el creacionismo, el cual influyó en numerosos poetas de todas las edades. Además, se le admiró y respetó por su valor personal, por haber peleado en dos guerras ,porque llevaba en su sangre el germen de la libertad y luchó siempre al lado de los revolucionarios aun cuando era un oligarca por la condición social y económica de sus padres, establecidos en Chile, su patria verdadera.
Cuando tomamos en nuestras manos cualquier libro de Vicente Huidobro, enseguida buscamos la página donde se asienta el poeta. En su poema Ella, me recuerda a alguien que me enseñó a soñar, que me acompañó tantas veces para mirar cómo el mar se alejaba y nos dejaba allí, de pie, abrazados, en silencio, a la espera de su regreso, sin darnos cuenta que el mar siempre estaba allí, despierto, mirándonos sin que sus olas se desvanecieran.
Ella
Ella daba dos pasos hacia adelante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo
Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza
Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla
Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina
Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma
Tenía una boca de acero
Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas
El mar que desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia
Cuando las estrellas arrullan sobre nuestras cabezas
Antes que el viento norte abra sus ojos
Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas.
Cerramos este breve comentario de la creación poética de Vicente Huidobro, el escritor que dotó a la poesía de un progreso universal eterno, de una estructura orgánica y conceptual, con un discurso en el que nos recuerda que son inseparables el hombre y el escritor:
“Estamos aquí reunidos en cuanto a escritores, pero ninguno puede olvidar que antes que escritores somos seres humanos. El escritor no es un ente abstracto. Es un hombre. Es un hombre en medio del mundo el cual obra sobre él y del cual él depende. Solo una ridícula vanidad o una torpe ignorancia puede pretender que el escritor sea un ser aislado en medio de la tierra. Si es un ser superior, su superioridad no debe ser aisladora sino al contrario unificadora con sus semejantes. Su superioridad debe servir de ayuda a los demás, no de oposición ni aplastamiento.
El verdadero escritor es el hombre que siente y presiente más fuertemente que los otros las vibraciones del universo, la corriente subterránea de la historia y los llamados de la humanidad. El verdadero escritor es el hombre de la visión, el hombre del destino y de los destinos humanos. Por eso tiene que estar íntimamente ligado a los conflictos de su tiempo y tiene que sentir a cada instante que el problema de su obra depende del problema de su existencia y de la existencia de sus contemporáneos.
Ahora bien ¿cómo negar que vivimos tiempos trágicos, que vivimos en medio de una espantosa crisis humana, en una civilización que está en bancarrota y se desmorona por todas partes con peligro de la vida de todos? El hombre vive en la inquietud, en la desesperación, en la angustia de su presente y su futuro”.[1]
[1] Hombre y escritor, fragmento del texto de un discurso de Huidobro leído en el Congreso de Intelectuales Antifascistas, Valencia, España, 1937.