Se sabe que los procesos de independencia conocidos en América hispana durante los primeros decenios del siglo XIX fueron impulsados por descontentos de las oligarquías criollas distinguidos con el eufemismo de españoles americanos. La aceptación de este nombre reflejaba la tendencia a considerarse como blancos de la ´Madre Patria´, y el interés de aproximarse lo más posible a sus valores, creencias y modos de vida. Estas ideas destacaron en la organización y conducción de los estados nuevos, los que sustituyeron a la sociedad virreinal americana, pero se aferraron a las costumbres y tradiciones heredadas. Una muestra importante de estos valores fue recogida por Manuel Antonio Carreño (1812-1874) en su obra: Urbanidad y Buenas Maneras, publicada en Caracas, en 1853. Diplomático, maestro y hombre de fe reconocida, Carreño impactó tanto con su libro, que pronto fue aprobado como texto oficial en las escuelas de Venezuela, para muchos la Petite París del continente; y de España. 

Urbanidad y Buenas Maneras fue dedicado a la juventud de ambos sexos, pequeño segmento de la población que destacaba entre los pocos que tenían acceso a la lectura. Su estructura incluye ocho capítulos, titulados: Los deberes con Dios, Los deberes con los padres, Los deberes con la patria, Los deberes con nuestros semejantes, Los deberes para con nosotros mismos, El aseo personal, Acerca de cómo debemos conducirnos dentro y fuera de la casa, y, El modo de conducirnos en sociedad. Su contenido iba dirigido al adulto pleno, más que a una población escolar. Este libro debió resultar de gran provecho para los que  participaban del aprendizaje de las ´reglas cortesanas´ de las repúblicas en construcción, estructuradas con una orientación patriarcal, que Carreño resumía  con la expresión: “detrás de cada hombre hay una gran mujer, como madre o como esposa”. Bueno, más que detrás, entiendo que donde debe estar es al lado. Así, tiene más sentido la presentación y asunción de estos deberes morales, cuyas dimensiones calaron tan profundamente, que hasta nuestros abuelos, se recomendaba la lectura de Carreño, o se reprochaba su desconocimiento, a quienes desconocían la cortesía, la puntualidad, la solidaridad, el respeto y la honestidad. ¿También hoy?