Moll Flanders, novela del inglés Daniel Defoe (1660-1731), célebre autor de Robinson Crusoe, fue publicada en 1722. Se trata en este caso del relato autobiográfico de una mujer que abunda en íntimas confesiones. Destaca la objetividad de los datos y las reflexiones de la protagonista, uno de los personajes mejor logrados en la narrativa.
Llama la atención el prólogo de esta obra por las precisiones del autor, quien advierte al lector sobre las “modificaciones” que ha tenido que introducir en el relato, moderando las palabras de la narradora, aclarando que ha tenido que poner el relato en un lenguaje apto para ser leído, ya que se trata de “una mujer disoluta desde su juventud, salida de la corrupción y del vicio, que desciende a circunstancias que la llevan a la maldad y a grandes progresos dentro del crimen”. Pese a estas advertencias, el autor no puede evitar que empaticemos con su protagonista, una versión femenina del pícaro de novelas como El lazarillo de Tormes. Pero en este caso, situada en la sociedad inglesa del siglo XVII.
Hija de una madre juzgada y condenada al destierro por un delito menor, Moll Flanders nace en la prisión de Newgate, en Londres, y es abandonada siendo aún bebé, primero por la madre, quien es desterrada a América y luego por sus parientes, cuando solo tenía tres años. Así, acaba viviendo con una tribu de gitanos, lo que es ya un estigma social, dado que no recibe ninguna educación moral ni religiosa dentro de los valores de la cultura anglicana. Todo ello sucede hasta que las autoridades reparan en su orfandad y le asignan una nodriza, una mujer pobre que deberá prepararla para que aprenda a ganarse la vida sirviendo a otros. Pero a los ocho años, cuando las autoridades consideran que debe empezar a trabajar, la niña se niega.
A muy temprana edad Moll Flanders tiene claro que prefiere vivir por sí misma desempeñando tareas aprendidas como tejer y arreglar la ropa, una precoz declaración feminista. Esta determinación conmueve a sus superiores que le buscan una familia de acogida donde aprenderá buenos modales, al lado de las hijas. Sin embargo, la belleza de la muchacha acaba siendo un problema, ya que, por un lado, suscita la envidia de las hijas y, por otro, despierta los apetitos de los hijos varones. Con todo, después de muchas intrigas y malentendidos, Moll Flanders acabará casándose con el menor de los hijos. Este será el primero de los muchos matrimonios que contraerá en la vida, en circunstancias poco convencionales. Viuda, sin dinero y sin parientes, empezará su azarosa aventura en una ciudad donde los pícaros se las ingenian para robar a los incautos.
Defoe demuestra en esta obra cómo una mujer es capaz de sobrevivir saliendo de la nada y cómo puede desarrollar habilidades para gestionar sus finanzas y rentabilizar los ahorros. Además, por su belleza, inteligencia y audacia, esta mujer se introduce en distintos ambientes y logra engañar a quienes despoja de sus bienes, o enamora a hombres con lo que contrae matrimonio mediante artimañas. Algunos de ellos son estafadores, otros aventureros, incluso hay un caballero arruinado que la consideran una gran dama. En medio de esos equívocos, ella sortea situaciones difíciles, como la huida a América donde encuentra su madre y descubre que el hombre con quien se ha casado es, en realidad, su hermano. También la salida de la cárcel, donde logra que se le conmute la pena de muerte por el destierro, lo que la lleva a la otra orilla por segunda vez.
Así, el autor le da una segunda oportunidad a su protagonista para prosperar en América administrando sus bienes con inteligencia, hasta amasar una pequeña fortuna que le permitirá, a la edad de setenta años, regresar a su país, junto con el marido. El propósito, lo confiesa Moll Flanders al final de la novela, es enmendar sus faltas haciendo penitencia.
El pacto que Defoe establece con sus lectores, tras presentarnos a un monstruo femenino capaz de robar a un niño y estafar a una anciana, es que incluso el peor individuo alcanza la redención gracias al arrepentimiento. En autor parece compartir la ética protestante, dentro de la cual el éxito económico y la prosperidad favorecen la disposición para las buenas acciones. En este caso se trata de una mujer sin la dote ni el aval de una familia, capaz por sí misma de superar las barreras sociales, gracias a su ingenio e inteligencia.