José Enrique Delmonte no necesita presentación, pero el rigor me obliga. Él, es arquitecto, ensayista y poeta. Dominicano. Como poeta, su voz, es irrepetible, y es parte del camino obligatorio para quienes se acercan a estos afanes.

Es un autor premiado local e internacionalmente, entre ellos el Premio Iberoamericano de Poesía en la Feria del Libro Madrid 2014 y el Premio Internacional de Poesía León Felipe 2016, Zamora, España.

Ha publicado Alquimias de la ciudad perdida, La redondez de lo posible, y Once palabras que mueven tu mundo.

En la sinopsis de su libro Once palabras que mueven tu mundo, nos anuncia lo que sin duda encontraremos en él, poesía amorosa, expresión del amor cotidiano o pasional, pasado o presente, reciente o maduro, la experiencia del sentimiento que nos atrapa y seduce por igual a enamorados y lectores. No se queda corta la promesa.

He leído con igual pasión tanto su poesía como las respuestas que me regalo para esta entrevista y sé que ustedes harán lo mismo.  Me descubrí compartiendo con el referentes y pensadores; y aplaudiendo su verdad.

Su obra me lleva a pensar que toda expresión artística pura nos conduce al mismo lugar, el alma del creador.  José Enrique conjuga dos expresiones que me atrevo a pensar tocan la misma fibra. Poesía y arquitectura. Un poema, una obra arquitectónica, un espacio donde no sobra nada. Cada elemento puesto al servicio de la obra, calculado. La luz y la sombra, las mismas que cuentan la melancolía y la vida; se levantan y crean espacios que acogen y protegen.

 

Los dejo con una invitación a descubrir, el lugar donde dialogan el espacio y la palabra, desde donde nace su poesía, y su arte.

PREGUNTAS:

 

  • Ángela Suazo: José Enrique ¿Dónde nace la poesía?
    • José Enrique: En el instante en que sabemos y no somos capaces de explicarlo. Hay universos que tienen su propio lenguaje, barreras que se forman en la incertidumbre.

 

  • AS: ¿La poesía debe ser siempre disruptiva, implacable? ¿Generosa?
    • JE: La poesía debe ser. Ella es libre y arbitraria, verdad aunque juegue a falsa. Hay poesía en diferentes registros, pero sobre todas las cosas es un acto de quiebre porque contiene un antes y un después.

 

  • AS: ¿Por qué escribe José Enrique?
    • JE: Por la falta de respuestas en mi diálogo con la realidad

 

  • AS: Tu universo literario, ¿De dónde se alimenta?
    • JE: De las posibilidades de crear otras capas en las que me asuma libre.

 

  • AS: ¿Te lees a ti mismo?
    • JE: Me leo para reconocer momentos específicos en los cuales surgieron los poemas. También para identificar en qué momento me encuentro en mi proceso creativo. Sin embargo, no me gusta escucharme en grabaciones.

 

  • AS: ¿Qué poetas han sido refugio para ti?
    • JE: ¡Son tantos! Uno no llega a cerrar la caja donde creemos que ya estamos llenos de tanta buena poesía escrita por otros. Por supuesto, hay los preferidos que, en ocasiones uno cree que ya no deberían estar en la caja y se quedan, se quedan y se quedan porque se hacen imprescindibles. Como requieres nombres, puedo señalarte a algunos sin ser limitativo: Wallace Stevens, Franklin Mieses Burgos, Jaime Sabines, Wisława Szymborska, Miguel Hernández, T. S. Eliot, Lezama Lima, Gil de Biedma, Hilde Domin, Joan Margarit, en fin, larga la lista.

 

  • AS: ¿Cuáles fueron los modelos de poetas que te dieron ganas de escribir poesía?
    • JE: Confieso que J. L. Borges fue mi primera incertidumbre, justo cuando me acerqué a la poesía, en la adolescencia. Rainer Maria Rilke, Pedro Salinas y luego la Generación del 27, la Generación Beat y los maestros de la Poesía Sorprendida.

 

  • AS: ¿Entiendes la poesía como una biografía?
    • JE: No, la poesía no actúa en mí como una autobiografía porque la confinaría a los límites de lo que conozco. Prefiero andar detrás de lo otro y hacerlo mío. Sin embargo, puedo entederla como un solo poema que se escribe en el tiempo, en partes individuales que pueden ser libros. Al final de todo, se trata de “la obra” de un autor. Yo trato de colocarme en un punto para generar trabajos que forman un cuerpo dentro de mi producción. Me interesan temas que se convierten en libros. De ahí que trabajo en su selección para conformar un libro, con paciencia, sin ansiedad para publicarlos. Se publican cuanto todo se aglomera para entregarlos como libros.

 

  • AS: El arquitecto, diseña, visualiza y caza en ángulos una propuesta distinta, no se ve tan distinta a lo que hace el poeta con las palabras. ¿El yo poético y el yo arquitecto, son la misma persona, o solo habitan en ti?
    • JE: La arquitectura es un lenguaje, como la poesía. En ambos casos hay un uso del lenguaje que no es poesía y que tampoco trata de serlo. Esto confunde al lector, al que no le queda claro cuándo se está frente a un trabajo poético y cuándo no. La poesía en la arquitectura se produce a través de la materia y en la literatura en la palabra. En ambos casos, lo importante no es el fin en sí mismo sino en la capacidad para abrir dimesiones creativas, para provocar imágenes y caminos a otras realidades. Cuando eso sucede, hay poesía en la arquitectura y en el poema. Una cosa es el autor y otra el yo poético, por supuesto. En la arquitectura, a diferencia del poema, hay un yo poético que está identificado con el usuario, con la función. El poema es ajeno a esta precondición y por eso tiene mayores libertades.

 

  • AS: Leí que “Todo gran arquitecto es un gran poeta” ¿Eres un arquitecto que escribe poesía, o un poeta que es arquitecto?
    • JE: Es que una cosa es diseñar un edificio como un requerimiento inmobiliario o como un producto del mercado y otra es hacer arquitectura. En esto último, hay una autoría que incorpora un gesto o una intención para usar a la arquitectura como un medio para expresar múltiples vocabularios. Una buena obra de arquitectura provoca tantos efectos subliminales que se adentra en el imaginario de sus usuarios. No es un acto de impresión o de novedad, es algo que forma parte de la narrativa arquitectónica de una manera tan sólida, que permanece en el tiempo. Yo creo en el acto poético y, en ese sentido, en mi trabajo intento asumirlo, tanto en las oportunidades de mi profesión de arquitecto como en mi oficio de poeta.

 

  • AS: ¿Tu poesía está presente en tu obra arquitectónica?
    • JE: La poesía sí, mi poesía no necesariamente.

 

  • AS: ¿Lo filosofía forma parte de tu obra?
    • JE: En uno de mis libros, La redondez de lo posible, aparece de forma más evidente, aunque debe estar ahí porque camino en un horizonte de eventos que me produce inquietudes. Sin embargo, la poesía es una cosa y la filosofía otra. Me gusta leer poesía que no necesariamente siga una lógica filosófica sino que construya otras dimensiones. Me gusta la poesía que me rete en su misterio.

 

  • AS: ¿Qué libro filosófico te ha marcado y por qué?
    • JE: Me impactó mucho Escritura y diferencia, de Jacques Derrida, por su influencia en el lenguaje de la arquitectura. Pero, por supuesto, Crítica de la razón pura, de Immanuel Kant. Kant. De Kant me causó muchas inquietudes aquel concepto de “la cosa en sí, la cosa en mí”, por ejemplo.

 

  • AS: ¿Qué pensador actual le interesa particularmente y por qué?
    • JE: Últimamente me gustó mucho La sociedad de la transparencia, de Byung-Chul Han. También Bauman con su Modernidad líquida. Pero hay otros autores importantes debido a que la filosofía es una búsqueda, no una respuesta final.

 

  • AS: ¿Renunciarías?—¿Entiende la vida sin la literatura?

JE: No renuncio, soy persistente. La vida puede prescindir de literatura como resultado del conocimiento, la experiencia, la creatividad y la prospectiva y aferrarse a la información como suplidor de resúmenes de conocimiento. No sé si la humanidad dejará estas cosas a la inteligencia artificial, dejar de producir preguntas y respuestas y confiar en un artefacto tecnológico que puede darnoslas resumidas y en segundos. Pero en mi vida, la que construyo día a día, apuesto por la libertad.