"No se le puede dar la mano a quien permanece con el puño cerrado"  (Indira GandhI)
Recreación de "la carretera" del cuento La Mujer, de Juan Bosch. Dibujo de Guido Eusebio.

En  este estudio del cuento La mujer, me interesa mostrar un análisis comparativo sobre los roles que juegan los actantes, y cómo estos en sus respectivos  roles son capaces de mimetizarse o paralelizarse  con la atmósfera que los rodea. Específicamente, me centraré en los roles del sujeto, el villano y el ayudante, según la teoría de los actantes de Greimas. En esta teoría, el sujeto es quien desempeña el papel de conseguir el objeto o deseo para el destinatario; el villano, luchará a toda costa para que el sujeto no logre su objetivo; y  el ayudante, servirá de escudo o colaborador al sujeto para que este cumpla con el rol que se le ha asignado en la historia. En este cuento,  el sujeto está representado por La Mujer; el villano, por Chepe; y el ayudante por Quico.

El  cuento  La Mujer trae consigo  una historia mimetizada, en donde lo que padece la mujer lo padece la carretera y viceversa. Es como si la mujer y  la atmósfera se metamorfosearan. Lo mismo sucede con Chepe y el sol, o con Quico y los cactus. Precisa esta comparación porque el sol mata la carrera, al igual que Chepe mata metafóricamente a la mujer. Chepe se llena de sorbería así como se llena el sol de acero  de un candente rojo. Pero lo más importante es que estas mimetizaciones se hacen con elementos simbólicos. O sea, cada uno de los miembros de las mímesis diádicas representan un ente de la sociedad: la mujer representa a todas las mujeres rurales de principios del siglo XX; Chepe representa al macho patriarcal, (de este todavía hay hombres en la sociedad que mantienen ese referente); la Carretera, representa toda la soledad y miseria de la  atmósfera, pero también el vacío que la mujer traía consigo. Es como si cada actante se desdoblara en objetos comunes de su medio.

Si se observa, la carretera está muerta y la mujer también está muerta, puesto que cuando tiene una salida para evadir a su agresor, no recurre a esta.  En vez de acudir a la libertad, acude a la cárcel de su agresor, a la prisión de  su rutina, a la soledad, a la tragedia de vivir bajo la dictadura de un macho. La carretera está muerta Nadie ni nada la resucitará.

Respecto a la comparación de los cactus con Quico, estas plantas aparecen en el texto, coronadas de   aves rapaces. Recordemos que estas plantas son usadas por estas aves para protegerse. El cactus simboliza agua y protección en medio de tanta soledad y sequedad,  en medio de una zona desértica,  así como lo fue Quico, quien intentó proteger a la mujer al humectarle el rostro con   el agua que tenía para dos días y luchar con su agresor. En cuanto a Quico, este  representa la esperanza, y en cierto modo la ingenuidad, mientras que los Cactus, son  símbolos de vida y de agua. Al final, Quico queda como los cactus imbuidos en la atmosfera.

La trama en el cuento La mujer, gira en torno a   la miseria y a la desolación. En ella,  la muerte se refleja en la descripción de la  atmosfera, en la mujer, en los gritos del niño, en la violencia de  Chepe, en la soledad de Quico, en la pobreza,  en la sumisión, en el abandono. O sea, los personajes, el contexto, y el conflicto se complementan para realzar el maltrato, la angustia, y la soledad en la trama. La carretera está muerta, totalmente muerta, está ahí, desenterrada, gris.

Dibujo de Guido Eusebio.

Por medio de estrategias discursivas como la prosopopeya, la mímesis, el paralelismo, el símil, la descripción y la reiteración, Juan Bosch alarga el  discurso del  cuento La mujer para que no quede duda de que esta vive en la inopia. Vive,  pero no vive, porque no tiene conciencia de sus actos. “La mujer se veía, primero, como un punto negro, después, como una piedra que hubieran dejado sobre la momia larga.”

La mujer es un animal que se acoge a la naturaleza, una presa resignada a lo inevitable. No se defiende. El instinto le surge al ver el hambre del niño, porque es un animal, mamífero, para ser más específica, porque es madre; pero no es mujer. Un contrasentido aparente del texto.  La mujer está ausente. La mujer se niega a sí misma. Crecía aquello que parecía una piedra tirada en medio de la gran carretera muerta. Un becerro, sin duda, estropeado por un auto.

Respecto a la atmósfera, en esta se busca describir a la mujer de manera indirecta. Se establece  un paralelismo. Digamos que lo que siente por dentro la mujer se describe en el polvo gris, en la carretera, en las plantas que le rodean. La mujer está seca y sin conciencia. Ha sido asesinada por Chepe, su marido, su amo, su opresor,  su verdugo,  como la Carretera por el sol. Solo era un animal mamífero que se adaptó a la miseria y que se hizo una con la naturaleza salvaje que le rodeaba.

De los seis elementos simbólicos que constituyen los tres actantes que he presentado, el más trascendente  es la Mujer, que funge de  sujeto en la historia. El autor no quiso ponerle nombre para que representara la idiosincrasia de la mujer rural dominicana de principios de siglo XX. Una mujer  anegada, estoica, trabajadora, tolerante y, sobre todo, alienada. Una mujer que confunde su lealtad o fidelidad con la renuncia de sí misma, con la alienación hasta de su derecho a ser respetada, incluso de su derecho a vivir. Eso está claramente dibujado en el episodio en el que ella tiene que elegir entre salvar a su marido agresor (el villano) o dejar que Quico, un forastero que la defendió (el ayudante)  le dé su merecido. Transcribo algunas líneas de ese trance: Tomó una piedra como lava, rugosa, casi negra, pesada. Sintió que le nacía una fuerza brutal. La alzó. Sonó seco el golpe.

Si se mira en retrospectiva la realidad que se crea en el cuento La Mujer, se llegaría a la conclusión de que la mujer con  su lucha tesonera rompe algunas de las cadenas ideológicas que la han oprimido históricamente, pero  todavía existe ese maltrato, esas limitaciones, “ese no lo hagas, tu eres mujer, naciste para ser ama de hogar, cuidar a los niños”.

La atmósfera del cuento La mujer de Bosch (1932), constituye  un hito que señala un pasado ominoso que todavía se hace presente en la cultura patriarcal que perdura en la sociedad del Siglo XXl, la sociedad del conocimiento y de los algoritmos (Harari).

 

Elena Ramos en Acento.com.do