Punto primero

En el umbral de este escrito, me detengo en unos pormenores históricos que me sirven de contexto y asumo la primera persona, pues, lo que expongo, es resultado de íntima y absoluta convicción.

Mi relación con Mateo Morrison se remonta a los años setenta, concretamente, cuando él dirigía el Suplemento Aquí, del periódico La Noticia. Yo había dejado las clases que impartía en la Universidad Madre y Maestra y bien recuerdo a Don Héctor Incháustegui Cabral, que desde allí irradiaba sabiduría y desparramaba su bondad sobre las nuevas promociones; un día me dijo: es hora de irte y andar otros horizontes.

Mateo, no sé de dónde le salió, me abrió las puertas del suplemento Aquí, periódico La Noticia, y ahí tuve una sección donde comentaba cuentos dominicanos, ilustrados por Cuquito Peña. Y la vida continuó siendo ella, vida, y él continúo ajetreando con la vida, siempre con la poesía como centro de esa vida, como en nosotros, acontece. Y ni las curvas, ni los meandros, ni las torceduras del camino alejaron del corazón ese gesto de Mateo Morrison hacia mí.

El propósito

 A este momento en que graficamos estas líneas, Mateo Morrison cuenta con una obra poética que suma una buena cantidad de títulos, un trabajo de promoción de la cultura, concreto, bien asentado en la historia dominicana. Dado el ángulo que, generalmente, se toma frente a la obra, sea el género que sea, me refiero a subrayar estos aspectos: los contextuales biográficos, los asuntos sicológicos, sociológicos, históricos, biográficos, asuntos, desde luego, implicados en el tejido de la obra obviándose el ángulo más idóneo e indispensable que es el de la expresividad: lo poético, condición sin la cual no existe obra. Sencillamente, todo acto literario corresponde a un acto de alta expresión poética, que se inicia con la concesión imaginaria misma, que se traslada y fija en algo material concreto: suelo, papiro, papel, madera, barro hierro, mármol, concretos resultados que encierran asombro, sorpresa, belleza.

Procura este escrito determinar donde palpitan esos asombros, esas sorpresas, esas bellezas en los poemas escritos por Mateo Morrison, un ser humano, que pertenece, ya el tiempo físico lo expresa, prácticamente, a una época en la que testigo y actor, con legitimidad, es. 

El estigma

Mateo Morrison desde su primer libro, y esta es la   tesis de este escrito, su primera promoción, la crítica y él mismo, lo marcaron como poeta social, político, poeta de luchas callejeras, de consignas y carteles, de mensajes didácticos, de dirección unívoca (desde luego, no es algo bochornoso siempre que se tome el material político y con él realmente se haga poesía, pues la política es parte esencial de la vida ordinaria y de la vida entera). Y con ese estigma, que vino desde su primer poemario: Aniversario del dolor, anduvo y anda aún. Y esa marca, restrictiva —y aquí entra la segunda parte de la tesis de este trabajo— constituye un hecho inadecuado. Veamos este poema inicial:

Estos niños son hijos de Adán, no de Eva.

No tienen edén ni Mesías.

Han nacido con todas las frutas prohibidas,

la fruta del amor, la del sueño y la de la brisa saludable.

Son herederos del dolor centenario.

Nadie impidió sus muertes, muchos la conocieron

Sin ver siquiera las luces de la ciudad antigua.

Nadie les pidió identificarse

y dejaron sus huellas en los caminos

                                    polvorientos.

La redondez compositiva imprime esa fluidez que conforma lo poético. Y no se refiere a asuntos políticos-sociales, más bien responde a un reclamo profundamente humano, asunto cuya raíz se encuentra en el comportamiento del hombre en su transcurrir histórico. Con certero juicio, el poeta Lupo Hernández Rueda, dejó asentado este juicio, cuando escribió:

Desde nuestra realidad, desde sus primeros versos, Mateo Morrison trasmuta, con palabra perenne, el drama eterno de la niñez desvalida de todas las épocas. De cualquier parte del mundo y, principalmente, de nuestro tiempo.

Primera promoción

Enrique Eusebio, compañero de promoción inicial, se detuvo en el rumbo que tomaba el poeta bien temprano. Veamos:

Pero el que yo noté en Mateo era uno distinto: el de la realidad sub-cotidiana aposentándose en la vida misma, el que dice el yo como si fuera un nosotros, pues despliega las alas desde sí y se confunde con nuestras preocupaciones de cada día, con términos casi exactos, sin buscar la imagen sino dejando que fluya espontáneamente; es un discurso intertextual, desde el meollo mismo del decir hacia la irrefutable realidad de lo dicho. 

La crítica

Un caso que testimonia la práctica de la crítica dominicana, casi de manera generalizada, es priorizar los asuntos temáticos y contextuales en desmedro del análisis de la expresividad. Cuando me enfrenté al estudio sobre la obra de Fabio Fiallo —poesía y cuento— que serviría de estudio-prólogo a su obra completa, con el título: La canción de una vida, (2) dos tomos, llevaba conmigo el calificativo de poeta modernista, así se le conocía y se le fijaba, como dice el texto que acompaña a la estatua levantada en la Plaza de la Cultura A Fabio Fiallo en la nota biográfica leemos: 

Fabio Fiallo

(1856-1942)

Poeta de orientación modernista.

Asumió una actitud vertical frente a la primera

Intervención militar norteamericana.

(1916-1924) 

“Poeta modernista”; así se lo consigna en los textos didácticos y se le clasifica en los discursos docentes. Su relación con Rubén Darío, así como el tiempo en que vivió, estimularon esta nombradía. Sin embargo, cuando entré al análisis de su poesía, no encontré un solo rasgo modernista. Todo, puro romanticismo. Una sola sinestesia (3), el recurso por excelencia de la época Simbólica o contemporánea (4), no apareció por parte en su poesía, contrario a los cuentos, que se mecen entre modernistas y fantásticos. Con esa realidad nos encontramos, desdiciendo lo que se viene arrastrando: juicios, calificativos que, generalmente, responden a jerarquía crítica, a autoridad de nombre, mas no al análisis demorado del contenido, forma realmente adecuada para determinar lo que es y proyectar lo que genera en el transcurrir.

El campo del análisis

Lo que establece, esencialmente, la validez de un texto es su lenguaje, los procedimientos retóricos, estructurales, el manejo de la palabra. La obra, igualmente, en su construcción, invoca lo sociológico, lo histórico, lo biográfico, contextos que operan como estímulos, mas no como substancia. Todo se admite cuando se transforma en tejido imaginario, esto es, la realidad creada. Ninguna crítica, absolutamente ninguna, alcanza la iluminación sino se sustenta en la naturaleza del acto poético, y esa naturaleza responde a otra realidad: la preeminencia del lenguaje imaginario.

Todo escrito poético, del género que sea, responde, en su estructura general y única, a estos estamentos o componentes: el armazón lingüístico, constituido por lo fónico-fonológico, lo sintáctico, el armazón semántico con sus ramificaciones en el amplio ámbito de los sentidos, el armazón de recursos estructurales y retóricos, el ámbito de lo simbólico que se desgaja en representaciones de realidad. Y hay otro: el ámbito donde habita el misterio, que no responde a lo esotérico pues tema en sí mismo. Sobre esos componentes debe descansar el análisis textual para dar cuenta o razón a las razones expresivas implicadas o constituidas como substancias del escrito. 

 La imagen creada por sí mismo

La crítica literaria ejercida en la República Dominicana acerca de la obra de Mateo Morrison se ha centrado en señalar su condición de poeta social esencialmente. Es gráfica y testimonial de esta condición, una escena donde Mateo Morrison fue objeto de apresamiento en una de esas constantes manifestaciones políticas de izquierda donde participaba. (5).

Esa y otras imágenes parecidas fueron divulgadas por los medios de comunicación y lo fijó en la memoria de muchos como un militante político radical de izquierda y ese hecho contribuyó a relacionar su práctica política con su ejercicio poético, a lo que hay que sumar los recitales de la generación de posguerra donde él participaba siempre leyendo los poemas relativos a la lucha política como el de Amelia Ricart Calventi, Sagrario Ercira Díaz y otros que fueron víctimas de la represión política en diversas etapas.

De ahí se concluye que sus poemas no fueron valorados como corresponde, bajo los principios de una crítica textual honesta, sino que dicha crítica fue sustentada en la imagen que de él se proyectaba como activista político y, por consiguiente, se sembró el estigma: al decir poesía política, la imagen de Morrison asoma.

Esta muestra pone en evidencia la tesis central de este trabajo: lo han situado, generalizándose, como un poeta prosaico, realista y político. Ahora, cuando se entra en sus textos, como da testimonio esta selección, entramos a otros registros que están más allá de esa visión adocenada, estirada, pobre, maltrecha, porque no se aborda el texto como debe ser. Hay más poesía humana en sentido de temas variados como el amor, el habitad, la existencia humana, como la lucha permanente desde el nacer. Hay más motivos en los poemas de Mateo en esas vertientes que en los asuntos políticos, de efemérides. La mayor parte de su obra se asienta en el amor, la muerte, la existencia de Dios, la existencia individual, la colectiva en su vertiente metafísica. Y ya antes que nosotros, otros advirtieron esa realidad que le asiste, que le es propia. A manera de muestra, echemos un vistazo a esas posiciones u observaciones:

El decir de los otros

Ahora, cuando se entra en las obras, como da testimonio esta selección, hay otros registros que están más allá de la visión estrictamente política, veamos:

1.-Con Enrique Eusebio se inicia esta reflexión sobre la naturaleza de la poesía de Morrison, cuando expresa, en un escrito que titula: Mateo Morrison. La poesía como experiencia de vida: 

Cuando leí este nuevo libro de Mateo Morrison, algo en mi interior me dijo que estaba frente a un gran texto que debía leerse con detenimiento. Sí lo hice y llegué en el entusiasmo a plagiar un poema de Mateo. “La música en tu cuerpo”. Claro, plagio no en el sentido de copia, sino de parodia o regodeo en el espíritu de las palabras (como lo entendía Severo Sarduy), porque a mi entender me había encontrado con un nuevo Mateo Morrison que me incitaba a dialogar, a hacer un intercambio de voces. Y este es el punto inicial para mí. Advertí que Mateo conversaba acerca de una subcotidianidad vivencial, que bruñía las palabras para decir su entorno sin rebuscados vocablos, solo con el corazón abierto de la poesía; y esto no es fácil para ningún escritor, exponer las realidades aparentemente sencillas en un tono claro es definitivo. 

En este párrafo de su trabajo, ya expuesto el título, Enrique Eusebio deja asentadas notas sobre rasgos que van a ser definitorios en todo el poetizar, como el amor, esa conversación consigo mismo que le vuelve temática y recurso los pormenores de la vida simple, ordinaria que, se le hace actitud solidaria, y el tono descarnado que se apoya en un lenguaje que, sin perder su complejidad interna, se vuelve pan y agua: majestad siempre del decir. 

Marcio Veloz Maggiolo

Resultado de una relectura de los poemas de Morrison, Veloz Maggiolo llega a una conclusión rotunda: no es un poeta de denuncia social, de luchas partidarias, lejos está de este encasillamiento que arrastra desde los mismos comienzos. Se trata de un poeta profundamente anclado en los grandes temas de la tradición, y dentro de ellos, uno a subrayar: el amor.

Mateo Morrison es un poeta del amor, obnubilado por la otra poesía, la que en su libro Aniversario del dolor buscaba y lograba revelar la temática social del momento, está la del amor. Mascullaba en silencio su canto casi temeroso creado todavía del aliento de los años en que se preveía el canto definitivo de la sociedad dominicana.

Y ratifica, la del amor, la temática, con este rotundo y definitivo párrafo de su escrito, situándolo en el justo lugar que le corresponde:

De pronto lo universal se transforma en hecho cotidiano. De manera que el poeta se remonta hacia la totalidad de las cosas, sugiriendo como un infinito el mesurable espacio en el que se realiza el acto amoroso; tal vez desde una ventana, desde el balcón, desde algún lugar del cuarto en donde la vida amorosa transcurre y se ve terreno baldío, este “solar de al lado” que no es otra cosa que un infinito capaz de ser domesticado por la creación poética.

José Rafael Lantigua

Este sentir de desacuerdo en cuanto a la valoración de poesía de Morrison, que venimos plateando en este escrito, José Rafael Lantigua lo asume íntegramente:

  No puede leerse a Mateo Morrison ni degustarse su poesía al vuelo como el que se desplaza su intención de búsqueda. 

Y reclama otra actitud, otro ángulo, pues mundo, no ese que se viene arrastrando, desde luego, en perjuicio de su trayectoria y, más que nada, de su mismo legado, pues su “realidad” poética es suma de muchas realidades: 

Para leer a Mateo Morrison hay que internarse en su realidad, en su mundo cuestionarte que alberga aconteceres y sueños dispersos. Hay que afirmarse en su herencia propia, en sus desvelos personales, en su siembra y sus sombras. Llegar hasta sus hondonadas de espuma y barro. Entonces, descubrir su signo sencillo, breve, pero, igualmente, profundo y hermoso.

Tony Raful

Tony Raful, de forma directa y contundente, se suma a esta proposición, eje de este escrito, y subraya la temporalidad: “durante mucho tiempo”, y ratifica el otro rasgo que aflora fuertemente en cada uno de los textos seleccionados: el amor como substancia, igualmente, señala Raful la actitud, silenciosa, que marca esta tendencia. Tal parece que poetizar, en esos tiempos, se pecaba de algo, como no ser puro frente a la realidad política-social. 

A Mateo Morrison la gente lo asoció durante mucho tiempo a la idea de una poesía de fusiles y llantos, pero no hubo nunca un poeta más amoroso, calladamente tierno, romántico en su expresión esencial sin degenerar en lo cursi, porque fue un producto natural de su época, porque asomó tímidamente a la vida pública luego de los sucesos de abril de 1965 y lo hizo desde la parte oriental de la ciudad.

Claudia Hernández de Valle Arizpe

La escritora mexicana, a su modo, y de forma bien específica, introduce, a este discursivo discurrir por reflexiones sobre la poesía de nuestro personaje, tres asuntos temáticos que, todo el que lee estos poemas, encontrará insistentemente, estos son: la casa, el cuerpo, la ciudad. 

En este volumen el lector se detiene en varias estaciones de un universo poético dominado, entre otras instancias, por la casa, el cuerpo y la ciudad. Triada que, conectada simbólicamente, funciona como el leimotiv porque en la poesía de Morrison el cuerpo, la casa y la ciudad se suceden como espejos, en un desdoblamiento constante y, junto con el canto a lo sencillo y a la celebración de los objetos que pueblan nuestra vida cotidiana, crean una atmósfera tan luminosa como oscura, a la manera del cubano Elíseo Diego o del mexicano Jaime Sabines. 

Manuel Matos Moquete 

 Y muy reciente, casi de ayer, Manuel Matos Moquete, escribió:

La poética de este autor es una crónica espiritual de su vivir en un tiempo prolongado desde donde en diversas estaciones va registrando sus emociones y sus huellas de vida, como cuando en ese breve poema describe la curva de la eternidad. Por eso, los poemas de Mateo son, en su mayoría, breves. Son instantáneas de su sensibilidad y de la percepción de su vivir. 

Y redondea y fuerza imprime al eje del escrito: 

A Mateo hay que leerlo desprejuiciado, únicamente como el resultado de un trabajo persistente que, lo produce la creencia y fe en sí mismo y en lo que hace.

 La selección. Los poemas

En concordancia con esas posiciones, una lectura de la obra poética de Mateo Morrison, a partir de los poemas que conforman el volumen de este libro, resultado de muchos de sus textos, afirmamos y subrayamos que existe otra realidad: el poeta que es. Otra es su verdadera dimensión y, por supuesto, la historia readquiere su justa y genuina naturaleza, esa que construyó con disposición al trabajo, persistencia, conciencia de las posibilidades de las palabras, visiones de vida que tocan su vida misma.

El poema es lo que dicen y en ese decir se asienta la razón de ser poesía. El poema dice lo que posee, lo que el tejido expresivo expresa en su intimidad.

La expresividad: sus componentes

Lenguaje

El valor de una obra es su tejido expresivo que conduce a la ambigüedad y, por tanto, a una nueva realidad que tiene como esencia de verosimilitud, no verdad, sino más cerca de la verdad. La verdad no existe en el mundo de la ficción, pues esa nueva realidad, la creación, opera dentro del ámbito de lo imaginado y, consecuentemente, de lo ambiguo, de ahí que, en lugar de conocimientos, en esta clase de escrito, nos referirnos a sugerencias.

Cuando hablamos de lenguaje, conectamos con el armazón léxico, sintáctico, morfológico y semántico, los componentes de la palabra, del signo lingüístico, el cual siempre estará sometido a procesos de modificación en procura de la expresividad, del acto poético.

  Las palabras están ahí

Las palabras están ahí
sobre el rojo y el ocre

y sobre el rojo y verde otras palabras
nadie las pronuncia

porque están ahí ya pronunciadas
moviéndose en nuestros ojos
como si fuera posible conversar
con uno mismo y los demás

al mismo tiempo

Dentro de las tantas definiciones de poesía, hay una que se impuso con toda su carga de certezas: Palabra en el tiempo, Antonio Machado. A esta conceptualización, el tiempo y la historia razón les han dado. Y en esa certeza, se anida la obra terminada y asumida por el lector. Mas hay una reflexión del poeta, traductor, ensayista, Ángel Crespo, que se dirige al oficio, al proceso, desde luego para desembocar en el resultado final, que es esta: Poeta es aquel que encuentra los sentidos ocultos en las palabras comunes

Bien nos adviene esta definición de Crespo, ahora que examinamos el lenguaje en la poesía de Mateo Morrison. Tomemos este poema de la selección e inventariemos las palabras:

Nocturnidad del viento  

Habitado de antiguos vacíos
coloco mi camisa sobre el cuerpo
salgo al encuentro del día

tomo mis colores más vistosos
sobre mi frente desfallece la luz
arribo a espacios que resultan
                          desconocidos

sábanas grises a mi paso.

                                    (fragmento)

Las palabras de este poema nos son cercanas en sus significaciones, de conocimiento inmediato, a flor de memoria, la tenemos:

Sustantivos; siete: vacíos, camisa, cuerpo, día, colores, frente, luz, espacios, sábana, pasos

adjetivos, cuatro: antiguos, vistosos, desconocidos grises

verbos, siete: habitado, coloco, salgo, tomo, desfallece, arribo, resultan

adverbio, uno: más

preposiciones, siete: de, sobre, a, de, sobre, a, a,

artículos ocho: mí, el, el, el, mis, mi. la, mi

conjunción causal, una: que

Se advierte la presencia de un léxico que bien responde naturaleza socorrida de la lengua española, a la normalidad de palabras que conforman el léxico general español, el propio de la mayoría de usuarios y propios de ese sentido común que se refugia en una morfología natural y en una semántica al alcance de todos, mas no despojada del manojo de insinuaciones y sugerencias que siembran lo multívoco, condición inherente al acto poético, indispensable; no existe expresión directa porque conspira con la naturaleza de la creación: la plenitud  de sentidos: aquellos que  trajo desde las raíces, y los que va adquiriendo en el transcurrir.

En este sentido, hay dos razones a la que nuestro poeta se arrima, primero, las grandes obras escritas en el fluir de la historia de la humanidad, su lenguaje procede de ese hablar ordinario, de cada día, del instante, léxico con el que la persona se entiende, con el que hace la vida. ¿Quién requiere ir a buscar significado para entender lo que en ellas se dice, se sugiere…? Segunda, como indica la tradición, la expresividad se produce en la línea, en la relación sintáctica que se conforma al poner una palabra después de la otra generando y fundando lo poético. Y no es el decir, simple, llano, más bien, las insinuaciones necesarias.

Siempre lejos de malabares lexicales, de experimentaciones, también distante de ese léxico que conecta directamente con descripciones de situaciones o estados donde prevalece la denuncia social y conflicto político a ras de sentido. Y no es un decir, simplemente llano, pues en él imperan las sugerencias expresivas.

Estructura del poema

Dentro de esa diversidad amplia que impuso la vanguardia, que comenzó al inicio del siglo XX y cubrió todo el siglo XX y que alcanza este siglo, hallamos emancipación en todos los ámbitos y sentidos, sobre todo en los componentes del lenguaje, en procedimientos estructurales y recursos retóricos. En ese sentido, Mateo Morrison, un lector de poesía, asume esa verdad, ese requerimiento de la vanguardia,

En el aspecto de composición, cuando hablamos de composición, nos referimos a la estructura del poema, al armazón que sostén da a la poesía.

El poema es un andamiaje, una construcción fónica, fonológica, sintáctica, y a esa construcción se le llena con lo poético.

Un poema se entiende como una imagen dramática, lo que requiere la circularidad. Esa circularidad, no importa el tipo de verso que empleemos, se muestra en la forma y en el conflicto, y se resume y visualiza cuando se logra que el primer verso conduzca al último y el último convoque al primero. De modo que entre el primer y el último verso se crea una estructura cerrada donde están aplicados los recursos, sobre todo, el ritmo, que es el pulso.

Si la casa se llena de sombras

y derrumbamos paredes a nuestros pasos
el sol aumenta

derrite techos

las flores se vuelven artificios
las ollas, los calderos, los platos,
los vasos y la estufa se calcinan
el patio se inunda

todos los insectos se instalan en el hogar
nuestros vestidos se disuelven

Es tiempo de

reconstruir nuestro amor
con los escombros

Los poemas de Mateo, generalmente, son cortos, condición que posibilita esa circularidad. Se asientan en esa realidad. Poemas de treinta, veinte, cincuenta versos. Estructura compacta en la que se manifiesta y concretiza ese requerimiento.

Dibujo del entorno

 Dibujo del entorno
trasgresor del amor
en los apartados lugares donde nace la vida

trazando las líneas dadoras de aliento

y una multitud de palomas desafiando el aire
una mano-visible-invisible

experimenta con las formas

hasta dejadas convertidas

en perfectas posibilidades

Que alguien recoja

y bordee lo que fue dicho

haciendo del color un lenguaje de múltiples contornos.

El poema de unos pocos versos: condición propia de la poesía de Mateo Morrison. La concreción de la percepción, del pensamiento en unos versos, que son contables, sostenidos en por un puño. Hágase el inventario de sus poemas y esta condición, enraíza. No hay esa extensión aún en esos trabajos prosísticos, en ellos también se manifiesta esa concreción.

Temas que vertebran a esta obra

Mateo Morrison, reiteramos, viene marcado como un poeta esencialmente político-social. Ahora, ¿qué ocurre?: si nos demoramos en su obra, encontraremos otro comportamiento temático.

El amor y lo erótico.

Antes de que se inventara el tiempo

Antes de que se inventaran las noches
y los muros vistieran las ciudades
pudimos ir de manos

sin ser fotografiados por miradas.
Pudo ser antes el encuentro

y no hubiéramos necesitado  ovillar nuestra carne.
Debió ser cerca de un río

lagrimeando hacia un mar desconocido

o junto a una montaña que viéramos nacer.

 

Pudo ser antes

haciendo parir fuego a las piedras

o entregados en brazos de una población de silencio
ahora tenemos que merodear junto a edificios

que empequeñecen nuestra vista,

y vitrinas que refractan las palabras de los amantes.

En esta estación de los ruidos, todo es posible.

 

No hay duda

nuestro encuentro pudo ser antes
de que sembraran estas lágrimas.

En este poema se aplica un procedimiento, que Mateo hizo suyo en muchos de sus poemas, que consiste en jugar a la doble realidad, siendo únicamente una: lo que pudo ser, pero no es. Dos tiempos desplazados y entrelazados por un acto que desemboca en tragedia: la imposibilidad del mismo. Ahora tenemos que merodear junto a edificios: terrible verso que remite a tantas inutilidades e imposibilidades en ciudades del mundo donde uno y el otro es lo único que se posee de los tantos bienes que en el universo hay, y, desde luego se trata de un asunto esencialmente amoroso: el caminar de las manos de jóvenes por la ciudad que se lo niega, lugar mínimo donde enamorarse sin miedo solo enteros los dos, mas solo lo único cierto es soñar con un espacio no contaminado, como en los inicios de la tierra.

Veamos este poema, que transita por la misma línea del amor, que traza una imagen que nos remite a cotidianas realidades que pueblan memorias e, igualmente, evocaciones. La humildad cobijando el sagrado acto de los cuerpos.

Este aposento

Adoro este aposento

de una sola puerta

con luces bajas

del lado que me toca.

Un pequeño baño

cerca de la cama

y un montón de libros

 sobre un pequeño taburete.

El televisor con imágenes mudas

y tu cuerpo expectante

ocupando la otra mitad

de un posible paraíso. 

Ese acto es lo esperado, mas aquí entra la cuña, la incisión que sacude la historia amorosa que se viene construyendo con este verso final: de un posible paraíso.

En este verso, como ocurre tantas veces en la historia de la literatura, es donde recae el peso de lo que se poetiza, el drama: lo que se ve y siente, se debilita la certeza con palabra posible, y ahí, se asienta la duda, y el acto. 

La Biblia; temas e influencias

Estructurando esta selección, núcleo primero de este libro, fui dándome cuenta de que, en Morrison, en su obra, existe muy bien arraigado un rasgo que se advierte tanto en asuntos como en tono y atmósfera. Y en esos hilillos que ramifican en el tejido y que dan presencia a esos asuntos que se alojan en rincones de la memoria en el ser íntimo mismo: son huellas de lecturas y sueños, de aspiraciones, igualmente. Esto acontece en este obrar poético de Morrison: la Biblia se filtra constantemente a plena conciencia o no del poeta.

Veamos este poema: En principio, que ejemplifica:

 En principio, quien dijo amor no habló de guerra

ni mencionó que un hombre estrujaría la alegría de otros hombres,

que la risa sería patrimonio de unos cuantos.

Nadie dijo, en principio, que las flores de todos los jardines serían solo adornos de salones y de tumbas.

Y la tierra y el mar y hasta el aire, estarían fraccionados en latifundios.

No fue el acuerdo romper los corazones más humildes y exhibirlos por todos los mercados.

Y pedir que salgan las palabras por las bocas hambrientas,

hacer rodar la débil esperanza de los niños.

No, en principio hablamos de un amor correspondido, no de una siembra solo alimentada por nosotros.

Entonces, son mis palabras que este juego desigual,

yo he golpeado por el tiempo —tuve acariciando por la suerte.

Yo he golpeado por la suerte—tuve acariciando por el tiempo esta paz invertida y desastrosa, puede que sea tu paz, pero es mi guerra. 

Como se advierte, en cuanto a la composición, el poema se recoge en el último verso, y el conflicto mayor se anida ahí:  puede que sea tu paz, pero es mi guerra. 

Anotamos:  este poema señala, en la poesía de Mateo Morrison, un hecho sin reserva: esa inclinación hacia lo bíblico. Este es un poema que apela a una situación inmediata, tocable, de desigualdad social, de golpeo a los humildes, igualmente plantea esa brutal división de clase. Poema donde el humilde, tajantemente, es humillado, pero la contradicción o la fuerza o puesta en escena se encuentra en el último verso: "puede que sea tu paz, pero es mi guerra". Existe una dialéctica histórica propia del fluir y la conducta humana y, al mismo tiempo, hay una apelación a la redención y a la rebeldía, asentada ya en la Biblia.  

De modo que no es un poema que de hecho podamos verlo como una denuncia inmediata de una situación de desigualdades, sino que el poema tiene una conexión humana más trascendente y que va a conectarse con esa tradición de apelación a lo bíblico en el sentido del reclamo de la justicia, de la igualdad, del derecho y, desde luego, de la justa rebeldía que implica la justicia humana secular. Es un poema que está sentado en una tradición religiosa fervorosa.

Y a nuestra petición, buscando raíces, Mateo dijo: 

El inicio mío en la literatura tiene que ver con mis bases religiosas familiares. Mi abuela fue una de las fundadoras de la Iglesia Adventista en la Zona Oriental. Yo la acompañaba los sábados. Tenía que leer la Biblia. Mi padre, episcopal también., de la Iglesia Episcopal, y la Biblia. Y mi madre, católica, no era tan firme en la lectura de la Biblia, pero a través de su religiosidad, llegué, posteriormente, a San Juan de la Cruz. En mi libro Aniversario del dolor está el poema a la Catedral, fue la impresión al pasar por allí, pero, además, el Cantar de los cantares fue el primer poema erótico que leí y no he dejado de leerlo; inclusive muchos de mis poemas parten de ahí, de esa poesía erótica fundamental en la historia de la literatura mundial.

La ciudad

La ciudad, como asunto poético, es recurrente y central en Morrison. La ciudad de Santo Domingo, y con ella, otras ciudades del mundo: Madrid, La Habana, París, New York, y no solo esos espacios físicos, sino también su gente en su doble condición: ser individual y colectivo.

      Sandalias trotando por las calles 

                          I

Sandalias trotando por las calles
miradas desafiantes

el polvo se erige señorial
sobre nuestros cuerpos
he ahí el encuentro

he ahí la jornada inicial de la canción
en una noche en que las palabras
parecieron detectar

que comenzaba a esculpirse
un nuevo rostro

 

                  II

 

De árboles venidos de la noche
de colores recién estrenados
surge esta extraña efigie

que venimos  moldeando.

 

 

                    IV

 

Recordé en Shanghái lejos del viento

tus sonidos ardientes      

y construí con mi nostalgia

un soplo para que te llegara

 

                    V

 

              En esta ruta nuestra

han nacido distancias que no había
obstáculos que el viento nos regala
caminemos

tus brazos y los míos
fuerza de amantes 

 

 

    Para ciudad

 

Esta carta me hizo sentar

en una acera de Caracas a las 11 :40
con mi juguete a cuestas

recorrí esta ciudad

leía y releía

finalmente recordé

que era algo personal

y que los transeúntes

tenían otros problemas, otros amores
y me deslicé sigiloso

con las manos cargadas de tus palabras
a saborear sus letras íntimamente. 

Aunque es otra la ciudad, otro el país, en la conciencia y el corazón es la misma. Y también uno tema persistente en su poesía.

La negritud desde la solidaridad

¿De qué naturaleza es el tema negro en la poesía de Morrison…?

Dorothy Dandridge, cantante, actriz, bailarina ciudadana norteamericana de color, que alcanzó el cielo en popularidad y calidad. Una representante genuina de su raza negra, de una manera muy especial en su país de nacer, los Estados Unidos. Fue la segunda afroamericana nominada a un Oscar por la Academia de Arte Cinematográfico. La primera fue Hattie McDaniel, actriz y cantante, por el papel de Manny, criada de Scarlett O’Hara en la película Lo que el viento se llevó. Este premio lo obtuvo en 1940.

El símbolo de realidad que Morrison toma no es Manny, sino a Dorothy Dandridge porque esta le permite desplazarse por el territorio humano que procura poetizar, que podemos nuclear con estas palabras: solidaridad con hombre, mujeres, niños, ancianos de raza negra en los distintos espacios del mundo donde, desde muy atrás, víctimas son de maltratos, humillación, explotación, se ejemplifica con el mismo personaje: Dorothy Dandridge terminó sola/ en los mismos escenarios donde actuaba/ no podía su cuerpo posarse en la piscina. En el último verso, una imagen, que puede admitirse como dura y directa, profundiza, desdice ese cuerpo, que es la vida, despojo ya es que no ´puede exhibirse como otrora, en plenitud de voz y carne: cuerpo paseándose en piscina despojado de gracias. No hay lugar más propicio que una piscina para exhibir la inevitable decadencia, apurada por maltratos, humillaciones desde el mismo nacer. 

 

El subway de las seis cruzó exacto

para transportar a Dorothy Dandridge

que se paseaba por Hollywood

                               con una flor plateada. 

En plena vida, entera en la escena, y en el mundo exterior, pues ese subway de la seis era el mismo que recogería a Rosa Louise Parks, así establece desde el mismo inicio la clave temática del poeta. 

Ahora todos los poetas
construyen un nuevo milenio
donde la ternura
permita que Dorothy Dandridge
vuelva a los escenarios

y pueda permanecer en su asiento
al lado de Rosa Parks.
 

La negritud que, Morrison, traslada a sus versos, no es de este ámbito dominicano, el negro y la negritud que se privilegia en este poema —y con ello su actitud general— asume a Dorothy como núcleo, responde al escenario norteamericano y a otros espacios de densa población de negro primario y sus descendencias. A través de ella, se suceden las referencias: Harlem, Nat King Cool, Bob Marley, Nelson Mandela, África, Aimé Cesaire, Ángela Davis, back is beauty, Martin Luther King, Malcom X, Sugar Ray Robinson, Aron, Babe Ruth, Lois Armstrong, Harry Belafonte. Es lo universal del personaje, del drama, igual, racismo, explotación, humillación, de ese carácter es la negritud en su poesía.

Su caso, dentro de nuestra literatura, ofrece una real singularidad, en este aspecto: siendo procedente de Jamaica, ruta de emigración, el hecho no constituye motivo en que demorarse poéticamente, como aconteció con Tomás Hernández, Vendaval interior, Juan Sánchez Lamouth, Los Lamouth y otros, Norberto James, Los emigrantes, René del Risco Bermúdez, El viejo Jack. Sí asume y se identifica con el negro norteamericano, en primeras instancias, luego con los otros que hacen la vida en distintos espacios del mundo. Su poema a Egbert Morrison constituye solo una muestra de su relación con la patria de su padre:

Egbert 

Usted transitó por el mar

asombrando sus ojos

a cada instante.

Pero no descubrió

nada vendible

en mercados europeos.

Su descubrimiento fue

un simple corazón

de una mujer

existiendo

sobre la isla

sin heroísmo atesorado

por la historia.

Cargada de latidos cotidianos

que cesaron una tarde,

y usted decidió seguirla

en una marcha fúnebre de amor.

 El hábitat, la casa, el barrio, el vecindario, el patio

El maestro Mateo Morrison. Fotografía cortesía de la página Palabras de la isla.

Con este título recogemos un aspecto, desde la perspectiva de asuntos temáticos, bien favorecidos por el poeta: el hábitat, el sitio de nacer y crecer, de tomar los primeros aires de vida y hacerlos memoria, llevándole consigo como si fuere otro miembro más del cuerpo, lo que traduce o manifiesta de forma fidedigna a los lugares donde se habita, empezando por esa casa paterna que se levantó y se llenó de hermanos padres y madres, abuelos, los humanos compañeros del vivir. Pero también de objetos, comunes y cercanos, silla, mesa, ventana y puerta, el cuadrito en la pared, el jarrón donde las flores iluminan, los utensilios en la cocina, sí, los ordinarios seres con los que convivimos. Y en sus versos, palpitando, poblando la estrofa, el poema en sí. De árboles venidos de la noche/de colores recién estrenados/surge esta extraña efigie/que venimos moldeando.

Y un dato más: La casa, centro de la vida, en Morrison esta se vuelve el patio, el vecindario, el barrio, la calle próxima, todo lugar donde la vida se hace vida.

 

Si la casa se llena de sombras

 

I

 

Si la casa se llena de sombras
y declinan nuestros ojos

si ollas caen a nuestros pasos
inaugurando jornadas de silencio
reinaugura tu luz salida del rostro
imponente que posees

altas nuestras banderas

en el más visible de los mástiles
atrás ese rostro cansado
deslizándose apenas en los pasillos
no hay sombra sin su luz

en algún punto estar la nuestra
esperando el arribo de tu imagen

 Un redondo poema que ejemplifica esta actitud de Morrison.

Otros ámbitos temáticos

En Morrison, además de los asuntos temáticos que se constituyen en vértebras, en columnas centrales de su obra poéticas, también conviven con ellos otros asuntos que bien propios son de la vida en sus tres vertientes temporales primigenias: pasado, presente, futuro; la temporalidad en la que la carne, el corazón, respira y se concreta en acciones, desde luego, sostenido por un soplo que permea la carne y que prevalece después del hacerse cuerpo y tiempo. Veamos, pues:

Conjunción de asuntos

 

Bien que llegues

revalorando la vida

con tu presencia nueva

escalando peldaños en mi pecho
alborotando palomas que dormían
construyendo poco a poco

nuestro lenguaje

de palabras vivas, largos silencios, sonrisas,
enojos, murmullos y poesía.

Bien que llegues

hiriendo la mañana en su costado izquierdo
asumiendo el control de lo existente

releas el último poema

mientras nos aprisionan las paredes

los retratos, las sillas, el tiempo, tu sonrisa,
los periódicos, tu examen, la distancia

de nuestras casas, los niños, la lluvia en la ciudad,

la música inconclusa y el próximo poema a escribir.

 

En el título se anuda un gesto expresivo mayor: el poema es el desarrollo justo de un puño de pormenores que se desencadena desde los pies a la cabeza en un andar común, ordinario por las calles de todos los días en la ciudad de siempre. Con una enumeración de actos que enhebran, construye una imagen que, reunificando los mínimos, arma lo trágico del vivir. Ahora sobre este aspecto, la conjunción de motivos diversos que se reúnen en un punto guardando la singularidad de cada uno de ellos, sobre ese asiento, nos sorprende la presencia de un asunto de carácter esotérico, evidenciando la existencia de otro rasgo temático en su poesía.

Primer sueño

¡Que memoria más densa!

Recuerdo en la infancia mi primer sueño
acerca de una niña

a mi lado gritando

inconsolable.

La abracé y comenzamos
a llorar a dúo.

Con las lágrimas
construimos un río

y no nos ahogamos.

Este sueño es tan cierto
que respira.

Este poema ratifica y amplía esta vertiente, ahora apelando a uno de los instrumentos o caminos propios para alcanzar o llegar a ese ámbito posible.

El rostro oculto se multiplica

El rostro oculto se multiplica

El ojo no visto ampliará su visión
si hubo una sonrisa se oculta entre
los frutos

y si hubo lágrimas y sudores se juntaron

e hicieron sus ríos que mueren lentamente
bajo las sombras. 

Lenguaje. 

Blancor de las palabras (A propósito de Octavio Paz)

 

I

 

¿Qué generó los cimientos del poema?
Solidez de puntos que obtuvieron

un ceremonial de letras diluidas.

En un accidente de viejas melodías

los griegos cimentaron el misterio

a partir de una lira.

Horizonte que el viento dispersó

poema

 

II

 

Hubo en nuestro idioma

una dirección creciente de palabras:

Góngora, Quevedo, san Juan, sor Juana

no se quedaron en el artificio de los cuerpos.

Los orientales transcribieron en signos

extraños pictogramas de ornamentos y esencias.
Nosotros, caribeños, pusimos guirnaldas

a una noche de amor.

Los signos a veces no pueden
acercarse a la llama infinita.
Formemos ese viento de milenios
que amoroso nos atrapa

en una gota cristalina

que entre risas y llantos llamamos

poema. 

 

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Trazado el contorno de la imagen

Trazado el contorno de la imagen

cada sembrador se oculta en su propio espejo
lanzando surcos al sol y al viento

sin descubrir su rostro.

De ahí salen silencios
y la siembra se mueve

entre nostalgias.

Ahí tenemos una muestra de un poeta palpable, expresivo, un poema cargado de ternura situacional y justeza en la palabra. Sobriedad y limpieza, asombro, presencia de belleza. 

Retornar a tu vientre

 

He oído mi nombre

adelgazado en tu voz.

Me llamas desde un jardín

creado por tus manos.

Entre sonidos dulces

que casi no percibo

me dices “la muerte ya no existe”.

Nuestra separación fue ficticia

y la mejor prueba

es que me cuidas

para el llamado posible

de volver a habitar

tu vientre de rodillas.

 Composición que se sostiene en una estructura perfectamente circular, con una evidente economía de lenguaje, muy concreta la expresión y una atmósfera tocable. Aquí nos encontramos con la real poesía.

Colores de la muerte

 

Hay una voz que irrumpe
en mis sueños

para anunciarme la elección:
un ataúd verde intenso

con bordes amarillos

para mi pronta muerte.

Me niego a despertar hasta
que no entierren esa voz

para evitar que, en un tránsito
hacia otra pesadilla

me inviten a elegir

nuevos colores.

Composición breve que respalda una característica inherente de la poesía de Morrison desde sus iniciales poemas.

Un imán en la sombra

Un imán en la sombra

me hace perder equilibrio.
Un sonido persistente

me coloca en una situación
de inestabilidad.

Una lluvia tenaz

me hace escribir.

El autobús

de la última parada

me convence

de una existencia
              vulnerable.

Estamos ante un poema que honra el pulso central y primigenia de Morrison, pulso consciente, reiterado y subrayado: la brevedad pulsante que la forma simple que le favorece siempre y que el lector asume, asiente, lo adapta porque esa imagen dramática, el poema, se construye desde el primer verso y se redondea en el último edificando un golpe de suerte que, en la memoria, en el temblor queda. Y, entonces, la suerte, la creación existente, igual lo constituye

Cotidianidad 

A veces armamos en nuestras mentes

nuevas maneras de deslizar

nuestras vidas por las sombras.

Huimos a mundos que creíamos

ataviados de luces.

En verdad somos adoradores

de los signos cotidianos.

Las mañanas, las tardes y las noches

saben más o menos lo que haremos.

Los amores y los odios son los mismos.

Las rutas trazadas, exactas.

Admito que este día resultará extraño;

siento sobre mí, cálidas manos

que me conducen a lugares no vistos.

Una sensación de calma me invade

se iluminan las paredes de mis días.

El tiempo corre sobre mis tardes

Y se instala sigilosa una nueva cotidianidad

que me desplaza.

Este poema nos introduce en un espacio de singularidades distantes de lo que se espera de un poeta marcado por la expresión directa. En este poema se desdobla, toma vertientes que, aparentemente, se centra en ordinariedades cotidianas, mas el desplazamiento se afirma en planos propio de la naturaleza, pero no solo de carácter metafísico, sino que colinda con lo puramente esotérico. Esos veros reflejan situaciones no de este ámbito terrenal. 

Recursos estructurales y retóricos

Mateo Morrison.

Por la lectura de estos poemas, Mateo Morrison pertenece a la tradición de la poesía universal.  En estos se encuentran rasgos, huellas, de muchas lecturas escritas en distintas latitudes del mundo. Y él, como parte de la época, se fue apoderando de los recursos retóricos y los procedimientos estructurales propios de la tradición, desde la versificación sometida a medida, hasta el verso totalmente libre y la prosa, vivos están dentro de su universo, de la travesía que implica crear algo nuevo que anche lo ya serenado, intrínseco del mito.

Estructura cíclica cerrada, versos irregulares y la contención, donde el conflicto asciende y se desenvuelven entorno y atmósfera. Tomemos este poema Decálogo reflexivo, sustentado en un viejo, pero muy requerido recurso retórico, la anáfora:

Decálogo reflexivo

Hay un sonido irreconocible para mí.
        Hay una huella que me es indiferente.
        Hay un lugar imposible de regresar.

       Hay instantes en que desaparecen todos los sentidos.
      Hay recuerdos intentando convencerme

        de que existe un lugar de eternidades.                           

   Hay sentidos diferentes a los cinco impuestos
por el sistema.

Hay árboles muertos transformándose en piedras,
y hay piedras que adquieren existencia vital.

      Hay estrellas que desaparecieron hace millones de años
y aún alumbran a los poetas en las noches silentes.

      Hay seres naciendo y ellos mismos diseñan su tumba.
Hay amores nunca consumados y es mejor. 

Aquí, en la composición del poema, este recurso —frecuente, persistente en la poesía de todos los tiempos— se apodera del cuerpo del poema. Y el pulso está determinado por el ritmo, que es la conjunción de todos los elementos constitutivos de un texto, porque, al final de cuentas, toda obra es un ritmo y la determinación final del ritmo es lo que va a dar cuenta del valor o el no valor de la obra, es decir, la especificidad de esa obra como un hecho literario. Cada escritor es un ritmo, un pulso, Morrison tiene el suyo, y muy propio. Y ese ritmo está conectado con el foco central de época y que, como miembro de ella, lo asume con legitimidad.

Conclusiones

1.Mateo posee plena conciencia del acto poético. Un acto de lenguaje, que es instrumento y sustancia a la vez. Y lo deja asentado en práctica con este poema:

Hubo en nuestro idioma

una dirección creciente de palabras:

Góngora, Quevedo, San Juan, Sor Juana

No se quedaron en el artificio de la epopeya.

 

Los orientales transcribieron en signos extraños

Pictograma de ornamentos y esencias.

Nosotros, caribeños, pusimos guirnaldas

a una noche de amor.

Los signos a veces no pueden de milenios

acercarse a llama infinita.

 

Formemos ese viento de milenios

que amoroso nos atrapa

en una gota

que, entre risas y llantos,

                          nominamos

                                      poema.

En este poema, la conciencia que tiene el poeta de que el lenguaje constituye, además de ser instrumento, la naturaleza del acto poético, damos como elemento comprobable lo antes dicho. Bien asentada está, y con ello, el saber también que, a través de la modificación del signo lingüístico, la palabra, descansa el hecho, la iluminación, el asombro, el poema.

2. Mateo realmente es un poeta que participa dentro de la tradición de la poesía universal: se notan en estos poemas rasgos de muchas lecturas de poetas del mundo, donde él de una u otra forma, se apodera de esos procedimientos: todos los procedimientos propios de la tradición desde la versificación sometida al ritmo a medida hasta el verso totalmente libre sometido al desenfado y a la aventura dentro de las posibilidades de la libertad que presenta el verso. Eso es muy notorio en su poesía.

3. El pulso está determinado por el ritmo, la conjunción de todos los elementos constitutivos de un texto, porque al final de cuentas toda obra es un ritmo y la determinación final del ritmo es lo que va a dar cuenta del valor de la obra, como un hecho literario. Cada escritor es un ritmo, un pulso. Como es un pulso un ritmo época, pero dentro de ese ritmo y pulso, residen los ritmos propios de cada autor.

4. Una de las condiciones propias de la poesía de Mateo Morrison, la concreción de la percepción del pensamiento en unos versos que son contables, amarrados por el puño. Hágase el inventario de sus poemas y encontraremos esa característica. Son, prácticamente, conjuntos versales de apretados versos, sus composiciones. Y dentro de esa construcción lingüística, de eso se trata, finalmente, de una construcción de palabras que envuelven esos sentidos, las sugerencias…

5. Participa de la libertad de verso en el sentido de que acude al verso libre, al verso blanco, irregulares con tirada de veinte o treinta sílabas hasta tres y cuatro sílabas, los espacios en blanco o la distribución de los versos de manera espaciada, encalanada para buscar matices a veces de descendencia, otra, lo contrario. Estructura cíclica cerrada, versos irregulares, y una contención donde el conflicto se desenvuelve. Es el tipo de composición predominante en su poesía.

6. Utiliza, esencialmente, la estructura circular, la que responde a la imagen dramática y que concreta el ritmo, que es el pulso. 

Notas:

  1. Ver José Enrique García, La palabra en su asiento, edición del Banco Central, 2004, versión de mi tesis doctoral, cuyo título original es este: La poesía dominicana en los primeros cuarenta años del siglo XX —una lectura textual— Una metodología para analizar el acto poético, que obtuvo la máxima calificación de tesis Cum Laude, Universidad Complutense de Madrid,1989 Tomamos como principios teóricos las reflexiones de Carlos Bousoño o (Época literarias y evolución, Editorial Gredos, Madrid,1981)  y René Wellek ( Historia de la crítica moderna (1750-1950), Editorial, Gredos, Madrid,1972.
  1. Una época es un foco de donde irradia las distintas manifestaciones del hombre y la sociedad. Todo ser humano que posee condiciones, y por ello testimonia, capta la esencia y los recursos, de ahí que es inadecuado teoriza ante para crear después. Bousoño, la define de este modo: Toda cosmovisión está, pues, organizada. Es un sistema, en el cual cada elemento se vincula, directa e indirectamente, a todos los demás. Pero tal vinculación se realiza de una forma peculiar y fija, que es distinta en cada caso. Sin embargo, todas las cosmovisiones tienen, en cuanto al sistema que forman, algo importantísimo en común: una raíz genética, esto es, un punto proliferante, a partir del cual el sistema se engendra. (Bousoño, Op.Cit.pág.11)

3.Fabio Fiallo, La canción de una vida, Biblioteca de Clásicos Dominicanos, Editora Corripio,1992.

 

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