(*) Presentación del poemario “Híbridas Máscaras”, de Mateo Morrison, en un acto celebrado en el auditorio Juan Bosch, de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña. En esa actividad se presentó también el ensayo “Una Mirada a la Poesía de Mateo Morrison”, de la autoría del escritor José Enrique García.

Buenas tardes señor director de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, escritor, periodista y amigo Rafael Peralta Romero. Queridos amigos, colegas. Un saludo especial para todos los que hemos coincidido en este momento y en este lugar.

Después de tantos años de ausencia, doy gracias a mi poeta querido Mateo Morrison por regalarme el privilegio, el honor y el placer que significa para mí participar en esta fiesta de la literatura en Santo Domingo, presentando Una mirada a la poesía de Mateo Morrison de nuestro admirado poeta, ensayista, crítico literario, José Enrique García.

No se me ocurrió, al iniciar esta presentación, algo más oportuno y hermoso que citar al autor de este libro José Enrique García cuando escribe, refiriéndose a la vida y obra de Mateo Morrison:

“Y la vida continúo siendo ella, vida, y él continúo ajetreando con la vida, siempre con la poesía como centro de esa vida, como en nosotros acontece”.

Decir Mateo, en nuestro país, y en muchos otros lugares del mundo, es casi lo mismo que decir poesía, pueblo, lucha indetenible, vastas emociones, amor infinito, lealtad a los grandes principios humanos que nos definen ante los ojos del mundo como un pueblo bueno, gente maravillosa con una gran vocación de servicio, generosidad y alegría.

Digamos, acogedores de buena voluntad. Esas características pueblan el amplio espectro de la poesía de Morrison y es quizá, lo que conquistó mi atención y por qué no, mi emoción al emprender el fascinante vuelo junto a José Enrique sobre la poesía de Mateo.

El maestro José Enrique nos permite a través de su exhaustiva mirada a la poesía de Morrison escuchar el profundo rugido, el canto polifónico emergido desde el interior de un alma creadora la cual alcanza plenitudes, vibraciones, asombros, con el sólo palpitar de la exaltación espiritual casi siempre acompañando su paradisíaca y desbordada imaginación.  Refiriéndose al momento en el cual la poesía de Mateo fue erróneamente remitida, con una especie de carácter exclusivo, a la parcela política, social, José Enrique nos explica:

Cito:

“Esta muestra pone en evidencia la tesis central de este trabajo: lo han situado, generalizándose, como un poeta prosaico, realista y político…”

“Hay más poesía humana en sentido de temas variados como el amor, el habitad, la existencia humana, como la lucha permanente desde el nacer. Hay más motivos en los poemas de Mateo en esas vertientes que en los asuntos políticos, de efemérides.”

Al final de cuentas no somos otra realidad distinta a todas las realidades que hemos sido a través del tiempo. Nuestro pasado es un hervidero de distintas realidades las cuales han ido tejiendo nuestro carácter, nuestro porvenir, nuestra vida, y, al final la sumatoria de todas esas realidades se adhieren al patrimonio de nuestra existencia humana. Forman parte de nuestra herencia a la humanidad, a nuestro país. Al entorno que nos vio nacer, crecer, desarrollarnos y deshojar nuestra vida día tras día. Por lo tanto, sin duda alguna, hemos sido, somos y seremos, el resultado que las circunstancias por las que hemos atravesado nos han permitido ser. Hubo de ocurrir bastante en el escenario de aquellos tiempos para que en el alma de Mateo Morrison se encendiera una llama con tanta iluminación, ternura, amor, compasión y preocupación por todo lo que acontece a su alrededor.

José Enrique en este escrito nos abre las ventanas de los poemas de Mateo, permitiéndonos a través de ella empaparnos de él, del hombre que persigue sus sueños convirtiéndolos en alimento para sus emociones. Siguiendo el trazado de ese ser humano esculpido a golpe de aventuras y desventuras. Derribando los muros de la adversidad para llegar al vacío, al silencio, donde su mente se prepara para transformar la realidad física, sus objetos, sillas, paredes…en una especie de jardín. En ese jardín precisamente habitan aquellas sorpresas, estímulos, revelaciones. Su estado onírico; en ese estado percibimos a Morrison desvelándole a la vida sus misterios.

Mateo Morrison.

He de confesar ahí – en el instante mientras mis ojos bucean a pulmón el texto de José Enrique, justamente cuando habla acerca de la selección de los poemas y escribe:

Cito “Subrayamos que existe otra realidad: El poeta que es. Otra es su verdadera dimensión y, por supuesto, la historia readquiere su justa y genuina naturaleza…”  – que vislumbro una vez más la imagen de un puente. Un puente encandilado de palabras, señales luminosas, paraísos soñados, realidades dolorosas lastimosamente domesticadas por la resignación humana; ese puente que existe y mediante el cual cruzamos hasta Mateo el que llueve de amor en noches de pasión, aquel que gritó “esta ciudad no es la mía…Esos charcos de rojo por canales de azul no me pertenecen”, y ese tierno, humano, enorme, Mateo que nos confiesa atiborrado de mágica humildad:

“Salí de un cataclismo supongo. El tiempo se recuesta en mi hombro izquierdo y deja descansar mi costado derecho para que me recorran las hormigas.”

Aquel Mateo que al universo vociferó con un dulce alarido:

“Intento destronar el mar con mis palabras

A cada trazo cuestionar su existencia

Que las piedras formadoras de islas respondan hace

cuánto tiempo impasible reciben el golpeo de los mares”.

Vuelvo a la realidad, deteniéndome esta vez en

La expresividad: sus componentes. José Enrique nos habla del

“Lenguaje “

Cito unos fragmentos:

“El valor de una obra es su tejido expresivo que conduce a la ambigüedad y, por tanto, a una nueva realidad que tiene como esencia de verosimilitud, no verdad, sino más cerca de la verdad. La verdad no existe en el mundo de la ficción, pues esa nueva realidad, opera dentro del ámbito de lo imaginado…”

“Cuando hablamos de lenguaje, conectamos con el armazón léxico, sintáctico, morfológico y semántico, los componentes de la palabra, del signo lingüístico…”

– Morrison canta a las palabras diciéndonos:

Las palabras están ahí

Sobre el rojo y el ocre

Y sobre el rojo y verde otras palabras

Nadie las pronuncia

Porque están ahí ya pronunciadas

Moviéndose en nuestros ojos

Como si fuera posible conversar

Con uno mismo y los demás

al mismo tiempo.”

Morrison, encaja cómodamente, a mi juicio, en el andamiaje de un visionario, percibe siluetas, ideas, figuras, que tal vez existen, pero en su voz, en la originalidad de su lenguaje adquieren forma o imagen de una fantasía, un espejo. Un espejo en el cual se refleja la eternidad que es la poesía y el infinito ser que es el poeta. El acto poético indispensable del que habla José Enrique. Comulgo con la universalidad de la poesía de Mateo. Nuestro poeta regresa de incontables universos, convulsos y pacíficos. Han volado sus ojos por demasiados escenarios, páginas, letras, ciudades. Regresa de mil abandonos de la conciencia con los que ha conseguido expandir sus alas al viento y elevarse por encima de cualquier circunstancia alcanzando así la libertad y la independencia necesarias para que la mente atraviese la atmosfera de lo visible, palpable, y logre deslizarse en el ámbito de la creación pura.

El lenguaje encarna o más bien, de algún modo simboliza dentro de ese inmenso, exuberante, místico bosque acunado en el interior latiente del poeta cada una de esas sombras, también luces, pasiones y delirios. De esos fantasmas que para bien o para mal, jamás brillan por su ausencia dentro de la selva un tanto misteriosa yaciente como un volcán, en la sima o cumbre del espíritu y la mundología de un poeta, dando forma a ese torrente de pasiones, inquietudes, fantasías, en todo instante, aún los no creativos, fluyen en su interior.

“El poema es un andamiaje, una construcción fónica, fonológica, sintáctica, y a esa construcción le llena con lo poético”.  “Un poema entiende como una imagen dramática, lo que requiere la circularidad”.

José Enrique García.

José Enrique García, en Una mirada a la poesía de Mateo Morrison, nos coloca, magistralmente, al inicio de una senda clara, ancha, iluminada. La que debemos transitar despojados de toda antigua imagen. Desnudos de cualquier anterior prejuicio, tal como se plantea en casi todos los títulos recorridos. Transitada la senda, admirados, desnudos de alma y felices de corazón arribamos finalmente a un gigantesco archipiélago, no de un conjunto de islas, sino un conjunto de poemas, cuyo origen casi siempre termina siendo, como expresa José Enrique García: el hábitat, la casa, el barrio, el vecindario, el patio…

Cito:

“Y un dato más: la casa, centro de la vida, en Morrison esta se vuelve el patio, el vecindario, el barrio, la calle próxima, todo lugar donde la vida se hace vida.”

En el diario vivir de un ser humano todo sucede dentro de un determinado espacio físico, incluso, dentro de un espacio de tiempo, el cual solo alcanza lo eterno al transformarse en poesía, en pintura, en melodía, de lo contrario sucumbe entre las agujas de un reloj. Se vuelve un pasado sin presente como una historia olvidada, o, un pájaro sin alas encerrado en una jaula.

A través de Una mirada a la poesía de Mateo Morrison, de la mano de nuestro querido profesor, poeta, escritor hemos remado de una orilla a otra orilla en la poesía del poeta sintiéndonos en un río envueltos en su fluir continuo. José Enrique me ha recordado, en este recorrido por su libro, al botero de aquella novela de Hesse que a todos nos marcó: Siddhartha. En una ocasión Vasudeva, el botero, dijo a Siddhartha: “toda mi ciencia consiste en saber escuchar y ser justo.”

Ahí consistió, a mi entender, el excelente y justo trabajo de José Enrique quien acercó sus oídos a los latidos de la poesía de Mateo. Navegó en su río y fluyó de orilla a orilla en ese río, para entregarnos a un Mateo liberado de cualquier estigma…un Mateo inmenso, pleno, robustecido con los años. En palabras de José Enrique:  “El poeta que es.”

“Colores de la muerte”

Hay una voz que irrumpe

en mis sueños

para anunciarme la elección:

un ataúd verde intenso

con bordes amarillos

Para mi muerte.

Me niego a despertar hasta

que entierren esa voz

para evitar que, en un tránsito

hacia otra pesadilla

me inviten a elegir

nuevos colores.

Brevemente enumeraré algunas de las conclusiones de José Enrique García, animada por el interés de que ustedes disfruten a plenitud de tan extraordinario trabajo.

“Mateo posee- nos explica José Enrique: plena conciencia del acto poético. Un acto de lenguaje, que es instrumento y sustancia a la vez”.

Mateo realmente es un poeta que participa dentro de la tradición de la poesía universal: se notan en estos poemas rasgos de muchas lecturas de poetas del mundo…

El pulso está determinado por el ritmo, la conjunción de todos los elementos constitutivos de un texto, porque al final de cuentas toda obra es un ritmo…

Una de las condiciones propias de la poesía de Mateo Morrison, es la concreción de la percepción de pensamiento en unos versos que contables, amarrados por el puño.

En fin… he de confesar que mi viaje por el maravilloso sendero que significó la lectura De una mirada a la poesía de Mateo Morrison ha sido constructivamente hermoso, reconfortante, nostálgico, en cuanto a los recuerdos que a través de la poesía de Mateo arribaron a mi mente con sus luces, con sus personajes que faltan y extrañamos…con Santo Domingo, el de otros tiempos, el de las lecturas en cualquier rincón de la Zona Colonial, el de las tertulias en la Cafetera. Aquellos tiempos cuando nuestra juventud, nuestro espíritu desbocado y salvaje nos permitía creernos capaces de atrapar la luna y sembrarla en nuestro patio…