Alejo Carpentier, en una conferencia pronunciada en la Universidad Autónoma de México, titulada: "Problemática de la actual novela latinoamericana”, dijo, y lo que dijo en ese momento, vive aún con el ardor de lo dicho: “Un solo poema basta para dotar un país de una poesía propia, pero para que un país tenga novelas hay que asistir a la labor de varios novelistas en distintos escalafones de edades. Empeñados en una labor paralela, semejante o antagónica, con un esfuerzo continuado y una constante experimentación de la técnica”.
Estás palabras del autor de Los pasos perdidos vienen a cuento con la publicación de El último Sordello, la primera novela de Manuel Núñez Asencio. Manuel ha dedicado su vida al ensayo, a la investigación histórica y ensayística filológica y a la producción, tarea muy ardua, de textos para enseñanza la lengua española y la literatura. Y, desde luego, al faenar en la docencia. Mas, a veces, publicaba publica algunos textos de naturaleza imaginado, “cuentos.
Con esta novela, sin duda alguna, hace honor a esas palabras de Alejo Carpentier que, muy bien se asienta en la realidad novelística dominicana desde Manuel de Jesús Garván hasta nuestro día. Con esta novela, Manuel honra a ese imperativo y, gracias a Dios, su obra se inscribe en la lista de las mejores novelas escritas en nuestro país.
1.La estructura: Un poema
Manuel Núñez procuró una novela exenta de elementos telúricos dominicanos. Una razón lo indujo a ello. (Únicamente aparecen como referencias dominicanas: Max Henríquez Ureña, Antonio Zaglul y los panchos, pantalones ajados, anchos, pantalones que vistió Pound. Después, lo dominicano se encuentra en la voz del narrador, en su idiolecto). Y así, con ese sentir, se refugió en la poesía, donde se lavan los estrujones y arrugues que sufren las palabras al ser sometidas a un hablar continúo, ordinario y trepidante cada día. Es así, que logra una obra, una novela, que se constituye en un homenaje a la poesía, precisamente, el espacio y la sustancia donde las palabras se elevan con su mayor pureza. Reiteramos, es una novela, en toda su amplitud, donde la poesía se asienta con esplendor y majestad de sentidos. De modo, que lo primero en que descansa es en su estructura.
La estructura responde al poema. En su integridad responde perfectamente a la arquitectura del poema, (subrayo estructura del poema, no de la poesía, aunque las dos realidades responden a un mismo tronco) en cuanto a su construcción. Esta construye imagen dramática que se inicia con los primeros trazos y cierra con los últimos. Y en esa estructura se asienta la poesía que, en términos cautos, resulta ser sorpresa y asombro: la belleza.
La poesía en sentido amplio, es conjunción de emociones, sentimientos, pensamientos, ideas, todo fluyendo a contracorriente y transformándose en un conflicto donde se entrelazan contradicciones y articulan esas fuerzas encontradas que desembocan en el asombro. Pero, ante todo, hay que construir la estructura. Por ello, Manuel, cuyo objetivo primario fue construir una novela donde lo poético sea la columna vertebral, la esencia. Crea ese andamiaje donde va a volcar la historia mayor y sus historias con los esenciales pormenores.
El último Sordello, pues, es una imagen dramática donde los primeros trazos, las primeras las líneas insinúan el final y el final invoca los primeros renglones. De ese modo, la circularidad se produce y se convierte en esencia.
Esta novela ancla en esa zona que nos pertenece a todos: el lenguaje. Y Manuel, sabedor del poema y de la poesía, construye el andamiaje, estructura y dentro de ella, se asienta la poesía: la perfección de la expresión con Juan Ramón Jiménez que inicia Cielo y tierra con este poema:
No la toques ya más,
que así es la rosa.
Cuando la rosa es el símbolo de la perfección y, por tanto, del poema.
No hay dudas de que estos imperativos estructurales del género están presentes en esta novela, porque hay una intencionalidad para lograrlo. De modo que, estamos ante una concepción estructural que, necesariamente, requiere la concreción del objetivo primario: exaltar, homenajear a la poesía escrita en el siglo XX y a la poesía escrita en todas las épocas. De ahí, el personaje central Ezra Pound, cuyo propósito de vida fue la búsqueda del poema que nos abraza a todos.
Leamos las primeras líneas y las últimas de esta novela y notaremos esa circularidad:
Un hombre camina en la niebla del Rapallo. Recorre con sus ojos vacíos el paseo marítimo, el castillo de Doria, los muelles, los baños, la bahía de Tigullio. Se detiene en la dársena. Finge que va a entrar al restaurante. Observa a los cordeleros que reparan las velas y los mástiles en las atarazanas. Lo invaden los remolinos de sombras que vienen del mar de Liguria. Trata de recordar. De reunir las imágenes de lo que ha sido su vida. Sabe que le queda poco tiempo. Que está viviendo sus últimos años, Quién sabe si su último día. El último minuto. Su último trino. Trata, inútilmente, de volver a vivir, recomponiendo los fragmentos de otros años, definitivamente perdidos para siempre.
Ahora, veamos las últimas líneas:
Me parecía que yo era una de esas cuatro personas. Aún lo imagino andando por los muelles de Venecia. Envuelto en una capa negra, sombrero negro, apoyado en un bastón. Metido en las neblinas que envuelven en el otoño a la ciudad Serenísima. A veces caminando acompañado de un gato abandonado en las empedradas callejas estrechas, olvidadas y solas de Venecia. A veces entre los soportales de la plaza San Marcos, como dentro de un laberinto en la vigilia; no logro desvanecer su presencia, que es como la de un fantasma, vivo y siempre caminando en las ciudades del mundo.
Ahí termina la novela.
2.La lengua: modificación hacia arriba
El tono, el ritmo, el lenguaje, las diafanidades que conforma la palabra, el sentido de decaimiento, el sentido de agotamiento, el sentido de finalización, el sentido, finalmente, de muerte que leíamos en las primeras líneas están indisolublemente, inevitablemente contenidos en este último párrafo.
De modo que, al terminar la novela, este párrafo nos lleva a la primera página, como ocurrió que la primera página nos insinuó esta última página. Construyéndose así, una imagen dramática que es, sin duda, lo que es esta novela: Un poema del prevalecer la poesía, donde la palabra adquiere esa limpieza, se serena y rejuvenece y vuelve a ser el lenguaje que andará a través de los hombres otra vez y otra vez hasta que el círculo vuelva.
De modo que, estamos ante una obra que en su intención y en su concreción es, prácticamente, un poema.
Como esta novela es un homenaje a la poesía, necesariamente el lenguaje jugará un papel de orden primario. En este caso, Manuel opta por la modificación hacia arriba de la lengua a pesar de lo dramático del tema y especialmente, de la vida dramática del personaje Ezra Pound.
En este sentido, cuando vamos leyendo desde el inicio hasta al final de la novela se advierte en ella una limpieza expresiva, una armonía de trazos, una selección de términos que llevan a la limpieza, a la diafanidad, a ese orden de lo poético que aún en los casos de mayor extremo, como es la reclusión de Ezra Pound en el hospital. Aún su estadía en la jaula de Pisa, encarcelado en aquella grúa de aquel estado, el lenguaje mantiene una preponderancia hacia lo diáfano. Como sabemos, la lengua, el lenguaje poético se manifiesta hacia abajo y hacia arriba. Manuel, en todo momento prefirió la modificación hacia arriba.
¿Y por qué esta preferencia?
Porque gran lector de poesía, gran conocedor de la tradición poética sabe que la gran poesía tiende a la elevación, a la redondez, a la armonía rítmica limpia.
Y yo, viendo esta actitud reiterada, sostenida en todo el texto, simplemente pensé y me remitió a un poema de Fray Luis de León que es, indiscutiblemente, el que mejor ejemplifica esta posición sostenida del lenguaje.
En el poema titulado "A Francisco Salinas", el organista músico catedrático de Salamanca, amigo de Fray Luis de León, se lee en sus dos primeros versos lo siguiente:
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada
"Luz no usada". Nos vamos a quedar con esta expresión. Indica, prácticamente, ese adelanto sintetiza o siembra, ilustra una de las condiciones fundamentales de la poesía que se llama o lo que conocemos como el uso del signo lingüístico permanente: la búsqueda de los sentidos que palpitan en las palabras comunes, porque las palabras están llenas de sentidos. Nunca se acaba.
“Luz no usada” también nos remite o se adelante al diseño de una de las leyes de la poesía de las dos identificadas por Carlos Bousoño: la ley del asentamiento y la ley de modificación del uso lingüístico, que es lo que se da aquí.
“Luz no usada”, es decir, palabra no usada, encontramos la luz, la visión, la teoría implicada de que, para hacer literatura, para hacer poesía tenemos que ir a contra retórica modificando siempre las palabras para buscar los nuevos sentidos, los nuevos estados, para buscar las nuevas situaciones.
“Luz no usada”, exactamente, se adelante a esa ley de la poesía que Carlos Bousoño diseñó o encontró y patentizó y que la realidad le da todo su asiento y que se práctica porque la poesía está sustentada en la búsqueda de expresiones nuevas. Siempre va contra lo retórico.
Entonces, esta ley de la poesía ya anunciada por Fray Luis de León en este poema: El aire se serena, que también es una hermosa metáfora, imagen porque el aire siempre está en movimiento, se serena es por la luz que va bajando de la cúpula hasta caer al piano.
“La luz no usada” es precisamente la modificación constante de la lengua. Buscar los sentidos ocultos de la palabra constantemente. Relacionamos esa palabra con las otras para encontrar estado nuevo.
Y en este libro de Manuel, que es justamente en homenaje a la poesía, la aplicación de esa ley fundamental: la ley de la modificación del uso lingüístico que incluye la modificación de todas las culturas, o sea, de todos los elementos constitutivos de la cultura, porque el lenguaje lo tiene todo: la historia, los contenidos, lo morfológico, lo sintáctico, la modificación entera.
En esta novela, Manuel está sustentando esta ley primaria de la poesía porque sin ella no es posible construir el poema normal y tampoco construir un texto de esta naturaleza. Es muy notorio como Manuel en cada página, cada capítulo, en la extensión misma de la novela El último Sordello mantiene esa temperatura poética, mantiene esa diafanidad buscada, mantiene ese alejamiento de lo común y lo corriente y va inaugurando o poniendo sentidos nuevos, horizontes expresivos diferentes y de ahí es que la obra se sostiene en el sentido de lo que procura: la limpieza expresiva, que es donde la lengua se asienta, puesto que es en la poesía donde los múltiples sentidos que tiene cada palabra se compagina con los sentidos más propios, porque no es posible lograr ambigüedades si no tenemos justeza en la aplicación de cada fonema, de cada sonido, de cada palabra, de cada estructura sintáctica, de cada componente amplio. Y Manuel, con intención subrayada, fue seleccionando, fue colocando justamente en la palabra para construir ese tejido sonoro, armonioso, limpio y elevado que es lo que le da ese sentido de memoria y de permanencia a esta novela.
3.Dos ritmos entrelazados
Recursos múltiples aparecen restructurados en esta novela, recursos estructurales, igualmente recursos retóricos, como son una amplia documentación que contrapuntea a todo lo largo del texto, conformando amasijo de forma, diversas formas contextuales con lo imaginado. Esto es lo imaginado y la documentación entrelazada produciendo un nuevo efecto producto de esa basculación o simbolización, es decir, acudiendo al procedimiento de simbolización para conseguir un efecto final: el símbolo.
Paralelismo, intextualidades múltiples, el narratorio, la creación del lector ideal, que es el autor. Fíjense que al final del texto, Manuel acude a un procedimiento muy antiguo que ya aparece en El Quijote, la segunda parte, dice que ahí anda un libro que ha cogido fama que se llama Don Quijote de la Mancha. El mismo Cervantes, crea su lector ideal, que es así mismo.
Este procedimiento tan caro a la modernidad que produce una creación de un lector ideal, que es Manuel Núñez, aparece en este libro.
La dramaturgia, la carta como recurso, el monólogo, el fluir de conciencias, las yuxtaposiciones de planos y de situaciones, el humor, etc.
O sea, múltiples y variados procedimientos de la antigüedad como de la modernidad aparecen en este libro.
Pero, hay un punto dentro de la estructuración especial, con el que quiero llamar la atención y subrayarlo, que es la consecución de un doble ritmo: el ritmo de la época, es decir, el ritmo propio de los materiales que constituyen la base de esta imaginería y el ritmo epocal, el ritmo de lo que está aconteciendo ahora y me explico:
Como la novela de Manuel tiene como personaje a uno de los principales exponentes o personas que asumen el acto poético como esencial para la humanidad, hay una sucesión de poetas, de libros, de narradores, de dramaturgos, es decir, la vértebra del libro es la sucesión de nombradía partiendo, desde luego, de Ezra Pound y de los principales creadores de todo el siglo XX desde el inicio hasta la generación B. nombrados. Aparecen todos ahí. Entonces esa masa poética, ese armazón de conflictos sucesivos, esa estructura semántica establecida a lo largo del siglo de toda la época contemporánea o simbólica, Manuel Núñez la recoge, pero no solamente recoge los insistentes, sino el ritmo de la época, lo que determina prácticamente, el tono, la atmósfera, la situación y la constitución del hecho mismo. Ese ritmo época que constituye el siglo XX está patente en la novela. Y cuando se lee, nosotros nos trasladamos, precisamente, a esos tiempos en que aparecieron esas novelas, a esos tiempos en que leímos esos textos, a esos tiempos en que se escribieron y actuaban y vivían los escritores sustanciales que se enumeran aquí: Robert Frost, William Carlos Williams, T.S. Eliot, Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Allen Gimbergr, Jonh D. Passos., etc. Toda la literatura epocal aparece en este libro, pero, sobre todo, aparece el ritmo de esa época.
Y el segundo ritmo determinante de esa época es el ritmo de nuestro momento: el ritmo de la época contemporánea, de esta época que no tiene todavía una nombradía definida. Todavía nosotros no podemos determinar cuáles son las esencias, el foco que irradia los elementos situacionales conflictivos y los recursos. Todavía eso hay que determinarlo, pero sí sabemos que el hombre, la mujer, el ser humano que vive en esta época, en este lapso temporal está en condiciones de captar los elementos constitutivos de esa foto. Consciente e inconsciente lo atrapa porque le pertenece por su condición humana. Y entonces en esta novela, ese ritmo época en el que vivimos se advierte claramente sencillamente aplicando el concepto de modificación del uso lingüístico para que haya una nueva literatura, un nuevo texto. Esto es una mecánica que, naturalmente, inconscientemente, se va operando cuando se va escribiendo. Usted tiene que darle ese tono epocal. Ese todo tiene que estar necesariamente impreso en los textos que usted está escribiendo.
Resumiendo, esta parte, Manuel Núñez en esta novela, conjuntado, paralelo, fluido, simultáneo van andando por las líneas, por las páginas, por los párrafos el ritmo epocal y el ritmo propio de la materia, de la temática que le sirve de sustento a esta novela. Y eso es uno de los logros mayores, visibles, tocables de Manuel Núñez. Quien lee esta novela se identifica inmediatamente con ese elemento que subyace y que contiene y que soporta todo el fluir del acto poético. Cuando hablo del acto poético me refiero a su creación en su sentido amplio, tanto el poema, la novela, el cuento, el drama, el ensayo y, aún, los asuntos científicos en su sentido amplio, porque todas, como ya hemos sabido, toda ilusión es poética, no importa el espacio donde se produzca.
4.El personaje
El personaje constituye un elemento esencial en esta obra. Representa la esencia y el propósito de la novela de Manuel Núñez, puesto que es un homenaje a la creación, al asombro, a la belleza. Se toma como personaje central a un personaje esencial, definitorio del lector del siglo XX que asume, prácticamente, a la poesía en varias vertientes: en su promulgación, en su edición y, además, en su teorización. En ese caso, nos referimos a Ezra Pound.
Si el propósito de Manuel Núñez, como es el caso, es escribir una novela donde se exalta o se haga honor a la poesía, la selección o escogencia de Ezra Pound fue lo más acertado. El último trovador y el primero de todo el siglo XIX.
Ezra Pound asumió como ninguno la poesía en su totalidad, la creó, la incentivó y la divulgó en todos los espacios donde le tocó desarrollar su vida y su obra.
Pero hay un rasgo de Ezra Pound que lo distingue por, sobre todo, es su sentido, su actitud de desprendimiento. Una práctica que cubrió todo su tiempo de vida. Ese desprendimiento, que es parte de su naturaleza esencial, posibilitó que existieran poemas, novelas decisivas, determinantes en toda la época del siglo pasado.
Es así, pues que la selección de este personaje como materia central fue lo más acertado, pues alrededor de él va a fluir, a desfilar los personajes y las obras más decisivas de todo el siglo XX.
Dante y Browining han despertado de tal manera el interés por Sordello que resulta oportuno ofrecer una breve reseña suya, tal como aprece en un manuscrito de la Biblioteca Ambrosina de Milán. “Lo Sordels si fo di Mantovana. Sordello nació en el territorio de Mantua de Sirier (lo que no tiene nada de Goito). Era hijo de un pobre caballero de nombre Sier Escort (“El Corte” de Browning). Le placía en extermo las canciones, tanto aprenderlas como componerlas. Y alternó con los cortesanos más conspicuos, y aprendió cuanto estuvo a su alcance, y compuso “coblas” y “sirventés”. Y un buen día fue a parar a la corte del conde de San Bonifacio, quien lo colmó de honores. Y, como pasatiempo, (a forma de solatz) se enamoró de la esposa del conde, y ella de él. (“La Palma” del poema de Browning y la Cunizza de Dante). Y sucedió que el conde se enemistó con los hermanos de su mujer y con tal motivo se alejó de ella y de Sier Sceillme y de Sier Albrics. Y entonces los hermanos hicieron que Sordello se la robara al conde, y se quedó a vivir con ellos. Y permaneció allí largo tiempo, sintiéndose muy feliz. Hasta que se marchó a Provenza, donde fue recibido con altas honras por todos los gentil-hombres y por el Conde y la Condesa, quienes le ofrecieron un castillo y una esposa de abolengo. (Browning, con buen criterio, modifica este desenlace para su conveniencia).
Y de alguna u otra manera, Ezra Pound, El último Sordello es el centro, el eje por dónde giran esas creaciones.
De ahí que Manuel tuvo atino, certeza al seleccionar a Ezra Pound como esencia primaria de su novela.
Ahora bien, ¿Quién es Ezra Pound desde el punto de vista poético?
Vamos a referirnos a una de sus raíces, a uno de los momentos que lo coloca en el espacio primigenio de toda la poesía occidental y también oriental y que, él con toda amplitud lo asumió y lo practicó. Ezra Pound fuerza a los orígenes, por eso sus cantos tienen esa conexión con los trovadores medievales que fijaron el lenguaje popular que va a ser asumido y, desde luego, los trovadores medievales que plantaron la semilla para la poesía amorosa y más allá que asume el romanticismo que es la antesala de toda modernidad o de la simbolización que cubre todo el siglo pasado. Es hacia ahí que se dirigió Ezra Pound, procurando ese poema único que fue todo el propósito de su vida: buscar ese poema único, universal que abrazara a todos los creadores, fuera posible.
En el libro de Carter Scott, titulado Los cátaros, que son los primeros grupos humanos que se forman en el siglo XI después de la crucifixión de Cristo, encontramos un texto en este libro, en la parte dedicada a la poesía de los trovadores, titulada "La influencia de los trovadores, los poetas del amor y de la sátira", leo este fragmento donde se busca esa muestra de Erza Pound hacia lo primogénito:
Pero abundaron más los trovadores de estilo claro y asequibles, entre los cuales destacaron Bernerd de Betardon, Yaufre Rudel y La Condesa de Día. Todos de mediados del siglo XII, mostraban una emoción personal que llegarían a afectar la sensibilidad del lector moderno. Apenas si recurrí a complicaciones ni adornos, sin embargo, fue Armau Daniel quien ejerció una mayor influencia en los grandes poetas posteriores. Dante lo ensalzó como el mayor artificie del habla materna, Petrarca y A., más le imitaron repetidamente y en nuestro siglo, sus ecos llegaron hasta la poesía anglosajona de Ezra Pound.
Obsérvese ahí como subraya el Dante, el creador del infierno. Pero ese concepto del infierno, muy bien estaba prefigurado, fundamentado en la ideología de los cataros, pues uno de sus principios fundamentales que asumía y que practicaba es el siguiente: En el hombre habitan, de igual modo, el Dios y el demonio y la manera en que el hombre sujete a uno y al otro es que va a ser el comportamiento del hombre y de la mujer.
De ahí que, ese espacio inédito, hasta ese momento de Dante, viene a tener sus raíces en estos cátaros. Y, desde luego, ya la nombradía de Ezra Pound indica la categoría de personaje con que nos vamos a encontrar en el siglo XX. Toda la entrega a la poesía, porque a esas raíces fue a buscar formas, procedimientos, recursos y visiones.
5.En busca del poema único
Hay en esta novela dos momentos de alta expresividad donde se evidencia, se pone con líneas precisas esa búsqueda del poema único, del poema que abraza a todos los poemas. Y cuando hablamos de poemas, hablamos de todas las creaciones, es decir, novelas, cuentos, drama, ensayos, todas las creaciones humanas que son iluminaciones.
De igual modo, los hallazgos y las travesías científicas que también caen dentro de la poesía. El propósito primario, fundamental y único de Ezra Pound, por lo que lo dio todo, fue su creencia de que lo importante era que existiera el poema, no importa quién lo escribiera o de donde proviniera y ese poema fuese el testigo o la suma de todos los poemas.
En la obra de Manuel hay dos momentos esenciales donde se pone en práctica esta búsqueda: en la página 142, que es donde aparece la cosmovisión entre Juan Ramón Jiménez, quien asumía toda la poesía, que tenía esa misma concepción y que se creía él mismo el poeta.
En esa conversación hay esa realidad, porque los dos tenían esa visión. Transcribo unos párrafos de esa conversación:
Conversación entre Ezra Pound y Juan Ramón Jiménez.
La historia es trágica, Ezra. Pero hablemos de su poesía. He leído su “provincia deserta”, al leerla con su estilo directo, a veces coloquial ha sido para mí un hallazgo. He leído, igualmente, Cathay, no entiendo cómo usted abandonó los derroteros de William Butler Yeats.
-Yeats es el más grande poeta vivo, de lengua inglesa. No hay que repetirlo –dictaminó Pound –No creo que nadie deba suplantarlo. Nunca tuve la vanidad de creerme superior a él. Es necesario que se escriba gran poesía. Pero no importa quien la escriba.
(El ultimo Sordello, página 142)
La otra conversación donde encontramos ese alto nivel poético: el diálogo que sostiene Ezra Pound con Saint-John Perse. Dice Perse lo siguiente:
-Mire, Ezra. La visión del científico y la imaginación artística exploran con la misma fuerza. ¿Cuál de los dos va o viene de más lejos? Y de esa noche original en que andan a tientas dos ciegos de nacimiento, el uno equipado con el instrumental científico, el otro asistido solamente por las fulguraciones de la institución. ¿Cuál es el que sale a flote más pronto y más cargado de breve fosforescencia? Poco importa la respuesta. El misterio es común. Y la gran aventura del espíritu poético no es inferior en nada a las grandes entradas dramáticas de la ciencia moderna. Toda la creación científica, literaria, extrae su naturaleza de un impulso poético. Siempre quise servir a un pensamiento desinteresado.
-Me he preguntado muchas veces –dice Pound –Y aun no logro entender como hombres brillantes, abandonan el confort de su propia vida para consagrar todo su esfuerzo humano a escribir un poema, sin la certidumbre del reconocimiento. Lo peor de todo, es que después de haber trabajado arduamente, no han logrado siquiera una página. A veces nisiquisiera un verso. Increíble.
(El ultimo Sordello, páginas 147-148)
En este mismo sentido, podemos inscribir (y es una sugerencia que le había hecho yo a Manuel Núñez, que hubiese sido fantástico escribir un diálogo entre Manuel Rueda y Ezra Pound, puesto que nuestro gran poeta en este año cumple 100 años de haber nacido. (y estas palabras van en homenaje a su nombre, a su obra y a su vida). Manuel Rueda tenía toda la categoría para establecer ese tipo de diálogo con Ezra Pound y también porque compartía la visión de estos grandes poetas. Un día me dijo: "José, nosotros hacemos todo esto: artículo, novela, cuento, drama, buscando un poema que nos sobreviva".
Y ahí ancla y serena la razón vital de vida de Ezra Pound: la búsqueda de un poema que nos envuelve y prevalezca mientras existe este mundo, Y esta novela, dentro las especificidades del género, cuenta da de ello.