Isis Aquino (Santo Domingo, 1986), en Desandar el abismo (Pulpo Editorial, San Juan, Puerto Rico, 2023), le planta el pecho a la existencia a pesar de lo desgarrador que puede ser estar viva; a pesar del dolor y la soledad; a pesar de sí misma; a pesar de saberse portadora de la desdicha de ser poeta.

«Escribir es mi manera de estar en el mundo», responde la escritora española Rosa Montero a la pregunta de qué significa para ella el ejercicio de la escritura. Escribir es la manera de Isis Aquino de estar en el mundo. Escribir es estar. Escribir es dejar testimonio del paso por esta ciudad inhóspita en la que nos asalta la nostalgia en cualquier esquina, bajo cualquier árbol, sobre cualquier banco.

Isis Aquino.

«Desgarrador y dolorosamente hermoso», así describe este poemario la escritora puertorriqueña Ana María Fuster, desde el texto introductorio; «hermosamente triste…», he dicho yo mismo alguna vez sobre la poesía de Isis, quien ha sabido escarbar en el centro mismo de su herida hasta encontrar la palabra precisa para llevarnos de la mano, por este abismo que se anda y se desanda, en una noche cualquiera de la Zona Colonial, entre perros que le aúllan a una luna que se mira distraída en el Ozama y las almas que divagan entre Palo Hincado y Las Damas, envueltas en un hálito de «romo» y poesía.

«Tal vez todo sea una ira transparente de cebollas / y todo el amor del mundo sea tan útil / como una cuchara en el fondo del océano», escribe Isis en El sentido común de las cosas amarillas, texto con que abre esta colección de poemas, como si buscara lo que no existe, como si nombrando esta inexistencia, esta inutilidad, le diera sentido a la poesía y a su propia búsqueda.

Desandar el abismo es, sin duda, una afirmación del camino poético de Isis, quien, desde sus poemarios anteriores Quod Scripsis y Balas perdidas, ha explorado senderos temáticos, que, cobijados por la noche y sus andanzas, transitan por una exploración del propio ejercicio poético hasta el cuestionamiento al entorno social y cultural desde el que se produce literatura.

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Este poemario, construido con pedazos de nostalgia, soledad, tristeza y transido de un lirismo cargado de melancolía, muerde en la propia memoria vital de quien se mete entre sus versos y es seducido «a trepar los muros de la angustia / empuñando tus sueños como armas primigenias», a desandar también este abismo en el que, quizás, no nos espere la muerte sonriente si no la libertad buscada y cada vez menos hallable en este mundo de máscaras, influencers, apariencias y falsedades en el que la poesía, y esa «inmensa minoría» que aún la consumen, son casi piezas de museo.

Isis, mi hermana menor, nos permite entrar a la intimidad de su poesía, intimidad que no la hace ser menos universal porque quién de nosotros no se ha visto también perdido o a punto de caer al abismo. Quizás, solo quizás, algún verso de estos poemas sea el lugar seguro en el que nos refugiemos de esta «herida absurdamente bella» que es la vida misma.