El Carnaval dominicano sigue mostrando su fuerza, originalidad, diversidad y expansión en cada reto que se le presenta. Ayer le tocó al desfile de la capital adueñarse del malecón y presentar una buena, original, alegre, creativa y contagiosa muestra de sus temas propios, pues sabemos que hasta en el carnaval se presentan modalidades regionales de este pedazo de isla tan intensamente diversa y particular a la vez.

Creación inspirada en Juan Luis Guerra.

Ciertamente que la división político-administrativa de la capital diseñada en su momento por el líder del PRD, José Francisco Peña Gómez, en la década de los 80, del siglo pasado, que marcó una división territorial en la gestión de la gran y creciente capital, que obligaba a hacerla más eficiente en sus funciones de manejo de los servicios. Esta iniciativa implicó un aumento del erario con nuevas designaciones al presupuesto y funciones igualmente descentralizadas de las nuevas alcaldías.

Esta división territorial en Distrito Nacional y Gran Santo Domingo y a la vez en Santo Domingo Norte, este y oeste y otros dominios ya fuera del Gran Santo Domingo como Boca Chica, hizo que el panorama de la antigua ciudad quedara bajo un tejido sociocultural complejo.

¿Qué llamo antaño como ciudad?, la que teníamos como referencia con el distrito nacional y las extensiones, sobre todo, de la parte este de la ciudad. Igualmente he dicho en varios escenarios que la división territorial no necesariamente implicó una división cultural y hasta de su antiguo tejido social.

Mucha gente llegó allí a disfrutar lo que el carnaval significa: alegría, risa, crítica social, sátira, burla, divertimento y poner unas horas, el mudo al revés.

Este aspecto en mi artículo es necesario entenderlo para poder comprender por qué asistimos ayer a una convocatoria del Ayuntamiento del Distrito Nacional a un carnaval de la ciudad con sus cuatro municipios. Podría pensarse que se trata de una duplicidad de convocatoria respecto al gran Desfile del carnaval Nacional en la primera semana de marzo de cada año, sin embargo, al adentrarnos a la complejidad, diversidad y variedad de formas interpretativas del carnaval en todo el país y por demás, el peso de la tradición carnavalera de la capital, entonces entenderíamos mejor qué sucedió en la capital ayer.

Obviamente, no renuncio a mi consideración de que son dos grandes convocatorias en el mismo lugar muy cercanas y a que la capital de antaño culturalmente está estructurada sobre su pasado colonial y de redefinición de la ciudad después de los primeros años del siglo XX.

En una palabra, más que regiones territoriales culturalmente diferentes, los municipios con sus gobiernos locales han delimitado territorios, tradiciones, particularismos y unas identidades, para mí, aun inciertas, y por supuesto, el carnaval no escapa a eso, pero sí obliga a las áreas culturales de los municipios a buscar esas particularidades que los hace especiales y diferentes a los demás.

Sin embargo, creo que el peso de las comparsas tradicionales está presente igualmente en todos estos municipios e incluso una de sus comparsas, la de los diablos cojuelos, es propia a todo el territorio capitaleño. Pero como sabemos, cada zona define sus caretas y características del diseño, decorado y simbología, que muchas veces parte de su oralidad, sus propias tradiciones o características como sitio, provincia o región.

Lo que sí tienen que hacer es ya crear originalidades y particularismos, que es el resultado de los estudios de cada municipio y sus comunidades donde lo que ellos poseen como rasgo cultural e histórico, sea su diferencia y aporte innovador al carnaval, esto de un lado, y por el otro, que, al mismo tiempo sean creativos y originales, talentosos y e imaginativos, haciendo que temas reiterados del carnaval y que pertenecen a la capital, los puedan llevar con un nivel de contagio, innovación e inventiva, que entusiasme a los presentes y lo destaque por encima de los otros.

Los temas carnavalescos no son de nadie, me refiero a las comparsas que son apropiaciones del pueblo, solo que, en algunos casos hay zonas que se adueñan de una manera de representarlo que se convierten en marca barrial como es el caso de los diablos de San Carlos, Villa Francisca, Villa Consuelo o Villa María. Creo que, en este aspecto, para los otros nuevos territorios de la gran capital, es más difícil competir con esta tradición, a veces muchos de estos nuevos municipios se inclinan por la comparsa diablos de fantasía.

No obstante, estos mismos barrios de la parte popular del Distrito Nacional mencionados, son los grupos portadores originarios dominantes de los Alí Babá, comparsa que casi viene de esos sectores populares de la capital como pudimos ver ayer en el carnaval de Santo Domingo y que su majestuosidad en el vestuario, su coreografía, su musicalidad y por supuesto, la escogencia de temas para cada desfile, la decoración de carrosas integradas como parte de la oferta que llevan al desfile, es extraordinariamente impactante.

Igualmente, es importante la organización del grupo participante de estos barrios, que a veces sobre pasa las 400 personas, supone mucha sapiencia y experiencia, una tradición barrial legitimada y mucho trabajo, ensayo, disciplina y recursos, muchos de estos obtenidos por autogestión y un baño de pueblo innegable y de reafirmación de su comunidad con estas tradiciones, es visible en su circularidad barrial, y en el desfile.

En fin, cerca de 70 comparsas se hicieron protagonistas del malecón ayer, de obelisco a obelisco, bajo el principio noble de que sin carnavalero no hay carnaval, mucha gente llegó allí a disfrutar lo que el carnaval significa: alegría, risa, crítica social, sátira, burla, divertimento y poner unas horas, el mudo al revés.

La alcaldesa del DN, Carolina Mejía y su equipo, estuvo al frente junto con comunicadores, jurado y una seguridad del sitio que permitió una buena muestra y disfrute del carnaval de la capital, en la que se sintió en su Comité organizador, la indiscutible figura de Dagoberto Tejeda Ortiz, quien es el Maestro del carnaval dominicano.