Juan Pablo Duarte.

Juan Pablo Duarte, hijo de Juan José Duarte Rodríguez, (próspero comerciante peninsular procedente de Vejer de la Frontera, Cádiz, península ibérica) y Manuela Diez Jiménez, (natural de Santa Cruz de El Seybo, hija del colono español Antonio Díez Baillo y de la criolla Rufina Jiménez Benítez), el ideólogo de la patria vio la luz el 26 de enero de 1813, en la española. Francisco M. De las Heras y Borrero, en su trabajo titulado Los silencios de Juan Pablo Duarte. Luces y sombras de un hombre excepcional, sostiene ideas sobre el origen del patricio:

“La opción emigratoria se presentaba como una posibilidad de superación para los más audaces y emprendedores. No se sabe a ciencia cierta la fecha concreta de la llegada a Santo Domingo de Juan José Duarte Rodríguez, pero se supone que fue en la última década del siglo XVIII, pues ya el 4 de octubre de 1799 aparece como padrino del niño José Ramón Alvague en el registro de la iglesia de Santa Bárbara de la Ciudad Primada”.

Todo hecho histórico se desarrolla en un espacio geográfico que, a su vez, encierra una serie de características que resultan determinantes para entender imparcialmente los acontecimientos y fenómenos que se desarrollan. En este sentido, la figura de Juan Pablo Duarte, cobra una importancia capital, ya que el escenario en que desplegó su accionar patriótico, se puede calificar como el más adverso. Por un lado, en el territorio no existía una visión clara del porvenir, sumado a que los actores de la época, veían la anexión o protectorado como una de las formas menos dificultosa para asegurar su patrimonio, por otro lado, una intervención que propiciaba la desaparición de los rasgos culturales propios y el cierre de los centros de enseñanza, para impedir que se desarrollara una clase pensante capaz de lograr independencia y desarrollo.

El doctor Joaquín Balaguer, en su libro El Cristo de la libertad, nos ilustra un episodio de la época cuando plantea refiriéndose a Duarte:

“Cuando ya estuvo en aptitud de emprender estudios superiores, vio sus esperanzas frustradas por la orden del gobierno de Boyer que cerró la universidad y empezó a perseguir en todas sus manifestaciones la cultura. Los dominicanos más instruidos de la época, como el doctor Juan Vicente Moscoso y el presbítero don José Antonio Bonilla, trataron de acudir en ayuda del estudiante, famoso ya entre los jóvenes de entonces por sus inquietudes intelectuales y por sus aficiones literarias, y se empeñaron en suplir con sus consejos y sus libros la falta de un centro de enseñanza superior donde Duarte pudiera completar su educación científica. El presbítero Gutiérrez, para quien la aplicación y la inteligencia del discípulo de don Manuel Aybar no habían pasado inadvertidas, solía lamentarse cuando hablaba con su colega, el presbítero Bonilla, acerca de los horrores que había desencadenado sobre el país la ocupación haitiana, de la pérdida de tantas inteligencias forzadas a languidecer en medio de una servidumbre vergonzosa”.

En este extracto del cristo de la libertad, podemos apreciar, cómo la inteligencia del futuro padre de la patria, ya destacaba entre sus iguales y los intelectuales de la época. La dedicación hacia las letras y las ciencias, de este joven iluminado que posteriormente se convertiría en faro guiador de una ideología, en cuyo crisol se forjaría la patria naciente, sería también reconocida y en ocasiones aprovechada por playas extranjeras como el caso de Venezuela. El liderazgo de Juan Pablo Duarte era innato. Desde muy temprana edad mostró dotes de organización, serenidad y control en sus actos, sin dejar de lado el ímpetu y arrojo que impregnaba a sus actuaciones.

Durante la ocupación haitiana, se dieron dos elementos recurrentes y en ocasiones poco tratados: por un lado, la intensión por evitar que se forjaran rasgos identitarios y que por consiguiente se tuviera que asumir la identidad del invasor foráneo y por el otro el impedimento de acceder a formación, educación o cualquier factor que produjera cohesión social.

Como nos plantea Ángela Peña en su libro, Así era Duarte:

“Sólo seis meses estuvo Duarte en su patria y luego del regreso del primer exilio, estuvo en el frente y dirigió tropas, pero todos sus planes eran frustrados por Santana y la Junta Gubernativa, constituida en 1844. Ahogado por las constantes prohibiciones, Duarte buscaba explicación sin recibir ninguna. Un tiempo en esas condiciones, hasta que se le persiguió y apresó al igual que a sus compañeros”.

La Junta Gubernativa, que se encontraba bajo las órdenes de Pedro Santana, tenía plena conciencia de que el liderazgo de Juan Pablo Duarte, así como sus ideales, representaban un escollo para sus planes. Las visiones del rumbo que debía tomar la naciente república, eran contrarias y se iniciaron prohibiciones y acorralamientos que fueron limitando el accionar del patricio y de sus compañeros y adeptos. No pasó mucho tiempo hasta que se iniciaron las persecuciones y su posterior apresamiento. Duarte, no entendía aquel accionar, no comprendía cómo los intereses particulares podían sobreponerse a los intereses de la patria. Como podemos observar, desde los inicios de la república, han existido personajes que solo aprovechan el suelo patrio para lucrarse y lograr sus apetencias personales. Ni la Junta Gubernativa, ni Santana, accedieron a proporcionar una explicación del accionar y el rumbo que iba tomando la lucha.

El historiador Balcácer, Juan Daniel, en su libro titulado: Duarte, nos realiza una radiografía del patricio cuando nos plantea que:

“Duarte, en su época, no solo fue revolucionario en todo el sentido de la palabra, sino que, además, fue un intelectual preocupado por su pueblo y un verdadero humanista. No dejó abundantes escritos; pero cuanto de él se conserva –que es bien poco– revela que el hombre poseyó una vasta erudición que puso al servicio de las mayorías”.

Como sostiene Balcácer, Duarte se puede definir como el revolucionario, humanista que puso su erudición al servicio de las mayorías. Una mayoría que no reciprocó dicho sacrificio, ya que fue desterrado, maltratado y en ocasiones humillado junto a su familia. Al momento del exilio, se vio compelido a deambular por varios países, en donde pudo comprender las complejidades de la política y de la condición humana. El mismo autor, Juan Daniel Balcácer, pero ahora en su libro titulado: El pensamiento político de Juan Pablo Duarte, sostiene que:

“Después del exilio a que lo condenó el satánico Santana en 1844, el fundador de La Trinitaria, estuvo en Hamburgo, Saint Thomas y en Venezuela, en donde hacia 1845 se unió con su atribulada madre y a sus abnegados hermanos, quienes también fueron injustamente arrojados al ostracismo. Allí vivía, el Patricio, cuando el presidente Manuel Jiménez en 1848 promulgó la ley de amnistía en favor de todos los patriotas desterrados por Santana”.

Este atropello político cobra mayor fuerza, tomando en cuenta que tanto Juan Pablo Duarte como su familia, habían dedicado su persona, vida y bienes en favor de la patria, lo que los colocaba en una situación económica difícil para enfrentar un exilio involuntario. El liberalismo romántico, había triunfado sobre su accionar. Para su suerte, se había formado en el manejo de una segunda lengua, lo que le facilitó la interacción en playas extranjeras. Nuestro patricio, al parecer, había adquirido en uno de sus viajes al extranjero conocimientos esotéricos o masónicos. Si observamos en el juramento trinitario hace alusión a la santísima, augustísima e indivisible trinidad de Dios omnipotente, del mismo modo, cuando funda la sociedad secreta, la trinitaria, lo hace a partir del número tres. Este número tiene varias simbologías entre las que se encuentra, la perfección de lo acabado, el movimiento continuo, la espiritualidad y la armonía universal, ya que se trata de un número sagrado. Juan Pablo Duarte, era hombre de fe, hombre creyente, confesional, católico y al parecer conocedor de la simbología universal. Continúa Juan Daniel Balcácer en el mismo libro señalando:

“El período incognito de la vida de Duarte es el que transcurre entre 1848 y 1860. Su hermana Rosa, en sus apuntes, sólo consigna una línea que dice: “Doce años estuvo errante en el interior de Venezuela”. Se trató de la época en que duarte de acuerdo con el historiador José Gabriel García, se dedicó al comercio en las costas orientales de aquella república, en donde “fue alejándose poco a poco, hasta que internándose en el Orinoco y por el río Negro, llegó a los confines de Brasil, en donde se perdieron las huellas de su itinerario hasta para los miembros de la propia familia que ignorando por completo su paradero llegaron a tenerlo por muerto y a renunciar a la esperanza de poseer sus restos”.

Como nos apunta el historiador, esta desaparición, generó gran preocupación entre los allegados y familiares del libertador de la patria, perdiendo la fe de volverlo a tener de frente o escuchar una vez más sus ideas. Esas zonas boscosas, por demás, cargadas de peligros y miserias, se convertirían en su espacio vital por muchos meses. Si bien esos escenarios inhóspitos, marchitan cualquier germen de la creatividad, supeditándolos a la supervivencia, no menos cierto es que lo mantuvo lejos de una realidad hiriente, que le permitió analizar fríamente su nueva embestida para regresar a su patria soñada. Hay errores que se convierten en nuestro más preciado triunfo.

Bertilio Alfau, en su libro ideario de Duarte, rescata uno de los escritos del patricio sobre la independencia nacional, en que nos plasma de manera magistral su visión sobre el proceso y el devenir del mismo.

“Siendo la Independencia Nacional la fuente y garantía de las libertades patrias, la Ley Suprema del pueblo dominicano, es y será siempre su existencia como Nación libre e independiente de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera, cuál la concibieron los Fundadores de nuestra asociación política al decir el 16 de julio de 1838, DIOS, PATRIA Y LIBERTAD, REPÚBLICA DOMINICANA, y fue proclamada el 27 de febrero de 1844, siendo, desde luego así entendida por los pueblos, cuyos pronunciamientos confirmados y ratificados hoy; declarando además que todo gobernante o gobernado que la contraríe, de cualquier modo que sea, se coloca ipso facto y por sí mismo fuera de la ley”.

La sociedad secreta, la Trinitaria, de por sí como institución, tenía claramente definida su identidad y a ella se refiere el patricio cuando hace referencia al 16 de julio de 1838. Resulta difícil poder determinar, si el carácter de sociedad secreta, impidió hasta cierto punto que muchos actores sociales tuvieran conocimiento de los esfuerzos realizados y de la entrega y sacrificio de sus integrantes. Lo que entre pocos se hace entre pocos se queda, y los adversarios a las doctrinas Duartianas, abiertamente proclamaron su visión e ideas, adueñándose en muchas ocasiones de manera solapada del pensamiento prístino y patriótico de Duarte.  Dios, como eje central de la creencia de una república naciente, sirviendo de guía espiritual del proyecto, patria, el sueño naciente, que daría una identidad propia a miles de hombres y mujeres que desde el encuentro entre dos mundos fue mutilado y mancillado y que ahora, había renacido como el ave fénix de la mezcla de razas y culturas y libertad, el don regalado al hombre y conquistado en la región a partir del siglo XIX y que se convertiría en el estandarte del nuevo sueño de nación.

Cassá, Roberto, nos plantea en su libro: Padres de la Patria, editado por la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, que:

“Pocos cuestionan que Juan Pablo Duarte es la figura de mayor estatura en la historia dominicana. Su mérito principal radica en haber sido el primero en comprender que el pueblo dominicano tenía las potencialidades para constituirse en nación, lo que quiere decir para llevar una vida soberana a través de un Estado plenamente independiente. Al enunciar este objetivo, trazó las orientaciones de las luchas por la libertad y la igualdad que caracterizaron la historia dominicana en el siglo XIX”.

Si bien en los momentos actuales, es innegable el aporte de Duarte a lo que hoy somos como nación, no menos cierto es que en su época no recibió ni un ápice de la gloria que merecía, quizás por aquel dicho de que nadie es profeta en su tierra o que las personas que nos rodean como son parte del proceso, no pueden apreciar la trascendencia de los mismos.  Según el mismo autor, nuestro padre de la patria asumió en todas sus dimensiones los postulados y nociones de la Revolución Francesa, enarbolando con su accionar la libertad, la igualdad y la fraternidad, dejando de lado los postulados del retrógrado absolutismo de la monarquía. El radicalismo moral y democrático, se convierte, pues, en el estandarte del ideario del patricio, inculcándole a su lucha la novedad visionaria que se expandía por las grandes urbes. Un escollo que se mantuvo presente durante toda su lucha, fue el germen de la pobreza material e intelectual que permeaba el ambiente político en todas sus manifestaciones, dudando que nuestro territorio pudiera asumir riendas propias, evitando toda injerencia o anexión.

El bando conservador, procuraba nunca ir contra la corriente y mantenerse bajo los esquemas anexionistas o intervencionistas que les permitían, según sus convicciones, estabilidad y seguridad en el ámbito económico, político y social. Por estas razones, cuando Duarte se expresa abiertamente opuesto a toda anexión e injerencia extranjera, encontró resistencia y oposición, hasta el punto de echarlo de su propia patria.

Uno de los principales aportes, sin lugar a dudas, lo representa la fundación de la sociedad secreta, la trinitaria. En este sentido, varios autores sostienen que se trata de la primera organización de visión liberal que se constituye en nuestro territorio. Roberto Santos Hernández, en su libro: Nexos entre Gregorio Luperón y la ideología duartiana en el contexto de la historia Republicana, sostiene que:

“Fue la incipiente pequeña burguesía intelectual urbana, el único micro sector social que hizo filas con Duarte en el partido político de la Sociedad “La trinitaria” y que, en mayor o menor proporción, asumió las ideas independentistas”.

En este sentido cabe destacar, que la mayoría de los integrantes eran eminentemente jóvenes que se sentían deslumbrados, por la brillantez de las ideas liberales, de los movimientos que se gestaban en Europa y en otras partes del continente americano. Los afrancesados, en más de una ocasión troncharon la implementación de sus ideas liberales, y los liberales del mismo modo, gestionaban la anexión a España, nación que consideraban como la madre patria.  Su desprendimiento fue tal, que al momento de proclamarlo mayoritariamente para que asumiera la primera magistratura luego del proceso de independencia, delegó dicho honor en Tomás Bobadilla. Posteriormente, Juan Pablo Duarte, sostendría varios desacuerdos con el terrateniente Pedro Santana, quien ostentaba poder y popularidad en un segmento importante de la población.

Jaime De Jesús Domínguez, nos plantea en su libro: Juan Pablo Duarte Diez independentista restaurador, que:

“Los principios inculcados por sus progenitores fueron un factor muy importante en el hecho de que los Duarte Diez siempre se mantuvieron firmes en la lucha por una República Dominicana libre de toda dominación extranjera. Vicente Celestino fue compañero de Juan Pablo en la gesta independentista, y en 1864-65 combatió en la Guerra Restauradora en contra de las tropas españolas y de los criollos partidarios de la Anexión a España”.

En el primer movimiento armado desarrollado en el año 1843, Duarte estuvo al frente de las tropas, ya que había adquirido experiencia militar en su paso por el ejército haitiano. Al momento de su entrada la milicia, y sobre todo con las tropas interventoras, fue criticado fuertemente, pero su incursión se trataba de una estrategia para conocer las armas y a los hombres que las manejaban. Siempre abogó por la democracia representativa, quizás porque en su permanencia en Europa, contempló de primera mano, los procesos liberales desarrollados en Francia y España.

Luego del triunfo del 19 de marzo en azua, varios allegados a Santana lo motivaron a asumir un liderazgo que lo pudiera colocar al frente de la Junta Gubernativa. Al momento de Duarte ser enviado a Baní para trazar junto a Santana, la estrategia de lucha contra Haití, este se mostró hostil, pues tenía conocimiento del liderazgo que ostentaba Duarte, entre los grupos que planificaban la incursión. La solicitud del Patricio de actuar por cuenta propia fue denegada. Ya los grupos de poder, habían trazado la estrategia a seguir y en ella no se contemplaban las ideas del liberalismo utópico, sino más bien las del anexionismo o protectorado.

El sector colonialista, anexionista conservador, avistó una amenaza innegable de las ideas liberales e independentistas enarboladas por el padre de la patria. No debemos olvidar que los recursos económicos y el poderío militar se encontraba a favor del bando conservador lo que le proporcionó el triunfo, convirtiendo a Pedro Santana como el primer presidente constitucional de la naciente república. El bando liberal, acusado de traidor tuvo que esconderse, exiliarse o ir a la cárcel.

Finalmente, es propicio apuntar que hombres como Juan Pablo Duarte, nace uno cada mil años. Un intelectual de visión clara, patriótica y destinado a darlo todo por sus congéneres. El legado y ejemplo de este mártir de nuestra patria debe ser emulado y preservado por los siglos de los siglos.

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Referencias Bibliográficas:

 

Alfau Durán, Betilio (1994) Ideario de Duarte. Santo Domingo: Secretaria de Estado de Educación Bellas Artes y Cultos.

Balaguer, Joaquín (1994) El Cristo de la Libertad. Santo Domingo: Editora Corripio.

Balcácer, Juan Daniel (1980) Duarte. Santo Domingo.

Balcácer, Juan Daniel (1986) El pensamiento político de Juan Pablo Duarte. Santo Domingo: Editora Taller.

Cassá, Roberto (2008) Padres de la Patria. Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias.

De Jesús Domínguez, Jaime (2014) Juan Pablo Duarte Diez Independentista Restaurador. Santo Domingo: Editora Universitaria.

De las Heras y Borrero, Francisco M. (2017) Los silencios de Juan Pablo Duarte Luces y sombras de un hombre excepcional. Santo Domingo: Archivo General de la Nación.

Peña, Ángela (1976) Así era Duarte. Santo Domingo: Editora Lozano.

Santos Hernández, Roberto (2001) Nexos entre Gregorio Luperón y la ideología duartiana en el contexto de la historia Republicana. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega

 

*** Ex rector de la Universidad UTECO. Director ejecutivo, de la Asociación Dominicana de Rectores de Universidades ADRU. Miembro de Número de la Academia de Ciencias.