Por Cleon Kanellis

Cleon Kanellis
“Probablemente ningún lugar de la tierra, mirándolo en sus aspectos naturales, puede encontrarse más encantador: y es seguro decir, que probablemente ningún lugar de la tierra contiene en sí mismo tantos elementos de prosperidad y felicidad como la Isla de Santo Domingo.”

Samuel Hazard (autor de “Santo Domingo, su pasado y presente”, 1834–1876)

“Todos mis sentidos están subyugados por el entorno. Me parece la isla más hermosa que he visto nunca. La atmósfera templada, la temperatura suave y uniforme, todo favorece mi sentido de bienestar. Mis ojos quedan deslumbrados por la belleza de este paisaje encantador. Y aunque no puedo decir lo que aconsejaré a mis compatriotas sobre el tema de la anexión de la República Dominicana, me siento fuertemente inclinado a anexarme a mí y a mi familia a esta hermosa isla.”
Samuel Gridley Howe (educador, abolicionista y viajero estadounidense, 1801–1876)

“La isla nos parece ser el residuo de algo, el rastro de un mundo mejor, de una perdida inocencia; la sede de algo incorruptible que ha quedado ahí para que algunos afortunados lo descubran.”
Maria Zambrano (filósofa y ensayista española, 1904–1991)

— — —

Prólogo

Como extranjero amante de la República Dominicana, me alegra compartir este resumen del libro de Samuel Hazard — un breve recorrido por sus experiencias y descripciones cautivadoras.

Espero que quienes lean esto disfruten de este viaje tanto como yo, y se sientan inspirados para explorar más.

Guía de este ensayo

Introducción

La publicación en 1873 de “Santo Domingo, Past and Present, with a Glance at Hayti” del cronista norteamericano Samuel Hazard (1834–1876), es una obra monumental sobre la isla dominicana. Por primera vez se presentaban de una manera profunda relatos e imágenes sobre la parte española de la Isla de Santo Domingo.

Su visita fue motivada por la propuesta de anexión de la República Dominicana a los Estados Unidos, tema entonces debatido en el congreso bajo la presidencia de Ulises Grant (1869–1877).

La obra de Hazard no es solamente una justificación de aquella propuesta de anexión. Como dice el ensayista Miguel Mena, “Hazard trasciende los márgenes del informe, la propaganda, la crónica, el reportaje. Por primera vez se trata de comprender, explicar e investigar los paradigmas sobre los cuales se ha sustentado eso que luego se denominará ‘dominicanidad’.

Todas las citas y dibujos de este ensayo proceden directamente del libro de Hazard.

Hazard no tarda en afirmar que la isla, a pesar de sus numerosas desgracias, sigue siendo uno de los lugares más bellos de la tierra:

“Esta hermosa isla ha sido simplemente ‘víctima de desgracias’, provocadas por haber sido sucesivamente el terreno de batalla y de disputa de los españoles y los indios, de los’ Bucaneros, de los ingleses, de los franceses, de los españoles, de los haitianos y, finalmente, de los propios dominicanos.”

Y su visión romántica de la isla es evidente en su narrativa:

Probablemente ningún lugar de la tierra, mirándolo en sus aspectos naturales, puede encontrarse más encantador: y es seguro decir, que probablemente ningún lugar de la tierra contiene en sí mismo tantos elementos de prosperidad y felicidad como la Isla de Santo Domingo.”

Primeras Llegadas Europeas Y Encuentros Con Los Taínos

Hazard inicia su libro abordando la historia precolonial de la isla y el primer encuentro de los europeos.

Describe las primeras impresiones de los taínos, tal como fueron relatadas por Colón y su tripulación, y destaca de manera perspicaz que estas primeras impresiones podrían haber sido erróneas.

“Los habitantes originales eran una raza suave y pacífica, con un ‘temperamento dulce’; de forma alta y agraciada, pero, por parte de los hombres, de rostro horrible, con las fosas nasales muy abiertas y los dientes muy descoloridos. Su piel era naturalmente de un color marrón amarillento, pero debido al hábito de ungir sus cuerpos con “roucou” y otros extractos de materia vegetal, para proteger la piel de los ataques de los insectos, tenía una apariencia rojiza.

Todos parecían poseer un temperamento flemático, los hombres especialmente inclinados a la melancolía.

No trabajaban y pasaban su vida en la mayor ociosidad; bailaban la mayor parte del día y, cuando ya no podían hacerlo más, dormían. No tenían esperanzas, deseos ni ambiciones, y algunos escritores dicen que carecían de pasiones; pero el relato que otros hacen de sus hábitos de indulgencia, de la pluralidad de esposas y de su ferocidad en los conflictos cuando se despertaban, demuestran que esto era un error.”

Relata la primera llegada de Colón:

“En la mañana del 6 de diciembre de 1492, Cristóbal Colón se encontraba a poca distancia de la costa noroeste de la isla de Hayti. Navegando tranquilamente a lo largo de la costa, entró en un puerto que llamó Concepción; y allí, erigiendo una cruz en la orilla, tomó posesión de la isla para los Reyes de España, dándole el nombre, que llevó durante mucho tiempo entre los primeros escritores, de ‘Hispaniola’, muchos de los cuales hablaban de ella también como ‘la isla española.’”

Hazard proporciona un detallado análisis de los primeros años coloniales, incluyendo los viajes posteriores de Colón y la rivalidad entre varios gobernadores a lo largo de décadas, como Diego Colón, Tomás Bobadilla y Nicolás de Ovando. Además, explora el traslado de la capital desde La Isabela, ubicada en el norte y ahora conocida como Puerto Plata, hacia Santo Domingo, en el sur.

Asimismo, aborda el acontecimiento histórico de la primera introducción de caña de azúcar proveniente de las Islas Canarias en 1506, un hito que marcó el inicio de la esclavitud africana transatlántica. De hecho, fue en Santo Domingo donde se inauguró la esclavitud africana en el mundo occidental. Los esclavos africanos fueron traídos con el propósito de aliviar la carga de trabajo impuesta a los indígenas taínos en los campos de azúcar.

El suceso más sombrío que se aborda en esta primera parte del libro es la extinción de los nativos taínos, cuya población se redujo de más de un millón en la década de 1490 a 60.000 en 1508, y finalmente a 14.000 en 1514.

“Los indios se extinguieron tan rápidamente, que se hizo absolutamente necesario contar con algún modo fiable de conseguir mano de obra para trabajar no sólo las minas, sino también la tierra, ahora valorizada por el cultivo de la caña de azúcar.

Así surgieron los primeros mercaderes que formalizaron el comercio de esclavos entre África y América. Tan rápidamente había aumentado el número de estos esclavos en la isla de Santo Domingo, que en 1522 tenían fuerza suficiente para amotinarse en la plantación del propio Gobernador.”

A continuación, Hazard examina la etapa inicial de prosperidad en la isla, seguida de un rápido declive en los años 1600.

“El viajero de hoy, que recorre las calles de la actual ciudad de Santo Domingo, desiertas y decadentes como están, al contemplar las inmensas estructuras, las sólidas murallas y las ruinas de la grandeza de antaño, se pregunta qué ha sido de aquellos incentivos a la empresarialidad que fueron el origen de la fundación de semejante ciudad.”

Con asombro, Hazard señala que tan solo 5 años después de la expedición de Francis Drake a finales del siglo XVI, ya se evidenciaban señales de decadencia y despoblación. La población de la isla se redujo drásticamente a tan solo 14.000 habitantes.

Decadencia De Santo Domingo Español Y Ascenso Del Lado Francés

A continuación, Hazard examina el ascenso del lado francés de la isla (actual Haití), lo cual generó un declive en el interés de España. Esta situación condujo a una mayor decadencia en la isla:

“En el territorio español, tal era la lamentable condición de esta hermosa isla, tan rica en todos los dones de la Naturaleza, que los habitantes no tenían realmente ropa para cubrir su desnudez, viéndose obligadas las mujeres a asistir a una misa especialmente celebrada de noche, para que no se viera su pobreza y desnudez, no atreviéndose a presentarse de día por las calles. El pan estaba a un precio exorbitante; incluso el clero no tenía pan ni vino para los sacramentos. mientras que las iglesias estaban totalmente despojadas de sus ornamentos.

Según el censo de 1730, la población total de la isla se redujo a 6000 habitantes, la ciudad de Santo Domingo no tenía más de 500 habitantes, sus casas estaban cerradas, y el puerto y las calles desiertas, mientras que la mayoría de las otras ciudades se extinguieron.”

La inmigración de numerosas familias procedentes de las Islas Canarias, junto con el conflicto entre España e Inglaterra en 1740, impulsaron el comercio y permitieron la apertura del puerto de Santo Domingo a naciones neutrales como los holandeses y daneses. Esto resultó en un notable progreso para Santo Domingo, así como en un significativo aumento de su población. Durante este período, se llevaron a cabo reconstrucciones de ciudades existentes y se fundaron nuevas. La población experimentó un crecimiento impresionante, pasando de 6.000 habitantes en 1730 a 153.000 en 1785.

Relaciones Raciales En La Isla

Hazard ofrece una perspicaz visión sobre las relaciones raciales en la isla, destacando que las dinámicas entre amos y esclavos eran notablemente más indulgentes en la parte española en comparación con la francesa. Esto posiblemente se debía a que la población de la isla era reducida, lo que generaba una interdependencia entre amos y esclavos.

“Esta facilidad de la libertad había hecho fácil para los negros de Santo Domingo español para asegurar su libertad, de la que se aprovecharon libremente, hasta tal punto, que en un momento, de una población que asciende a 125.000 en esa parte de la isla, 110.000 eran hombres libres.

Los efectos de este sistema flexible se vieron pronto en el carácter mixto de la población, que, extendiéndose gradualmente con el paso del tiempo, ha dejado su impronta en la población actual de la isla, donde a veces es difícil decir dónde empieza el blanco y dónde se va el negro.”

Independencia De Haití Y Revolución Dominicana

Después de presentar la historia temprana de Santo Domingo, Hazard se adentra en un profundo análisis de la Revolución haitiana, que abarca desde los levantamientos iniciales a principios de la década de 1790 hasta el liderazgo de figuras destacadas como Toussaint Louverture. El autor también examina el gobierno cruel y tiránico de Dessalines y Christophe, a quienes Hazard califica como “monstruos con forma humana”. Luego, se centra en el mandato de Boyer, que incluyó la ocupación del Santo Domingo español desde 1822 hasta 1844.

Hazard describe brevemente la revolución de los dominicanos en 1844, liderada por Juan Pablo Duarte, que resultó en la declaración de independencia y la separación total de Haití el 27 de febrero de 1844. En general, esta sección arroja luz sobre los diversos grupos que han luchado por el control de Santo Domingo a lo largo de la historia, incluyendo a los españoles, los bucaneros, los ingleses, los franceses, los españoles nuevamente y, finalmente, los propios dominicanos. Esta constante lucha ha dejado un impacto duradero en la cultura y la sociedad de Santo Domingo.

Después de examinar la revolución haitiana, el autor vuelve a describir el estado actual de la República Dominicana, basándose en sus viajes y experiencias durante la década de 1870.

El Blog De Viajes De Samuel Hazard

En estos capítulos del libro, es donde el lenguaje floral del autor cobra vida, revelando la belleza cautivadora de la isla y profundizando en la esencia de su carácter.

“Verdaderamente ‘no es oro todo lo que reluce’, como descubrimos al conocer más de cerca este dominio realmente maravilloso y a sus peculiares habitantes; porque aquí podría decirse que el aspecto de la naturaleza es hermoso y grandioso, y, visto en toda su magnificencia de exuberante vegetación tropical, que llega hasta las mismas cumbres de las montañas, es el lugar donde se aplican esos versos del himno tan familiares para todos nosotros: Donde toda perspectiva es agradable, y sólo el hombre es indigno”.

Puerto Plata

La experiencia de Hazard en la República Dominicana comienza en Puerto Plata, donde se encuentra con un fenómeno inesperado:

“La costa se hunde tan paulatinamente que los barcos deben anclar a cierta distancia y ni siquiera los pequeños botes pueden llevar a tierra a sus pasajeros, que deben montar a espaldas de los forzudos barqueros negros para llegar a tierra firme de un modo ciertamente ridículo.”

Las pintorescas descripciones de Hazard sobre las experiencias cotidianas son asombrosas, incluso al leerlas más de 150 años después de que las viviera:

“Paseamos hasta las afueras de la ciudad, hasta el pequeño río del que los transportistas obtienen el agua con la que se abastece la gente del pueblo. Un giro repentino en el camino nos condujo a un grupo de cuarenta o cincuenta mujeres de diversas edades, en diversas posiciones en el río, lavando ropa. Algunas estaban completamente desnudas, otras sólo con un paño en la cintura, pero todas lavaban laboriosamente y parloteaban como cotorras.

Cuando nos detuvimos a mirar, fue ocasión de mucha risa y cháchara, aumentada por los vigorosos gritos de una anciana desnuda, ‘¡Vaya! !Vaya!’”

Tras su estancia inicial en Puerto Plata, Hazard exploró numerosas partes de la isla, como Samaná, Sabana de la Mar, Higuey, Seybo y La Romana. En su relato, ofrece vívidas descripciones del paisaje y de las personas que encontró en cada lugar.

Santo Domingo

Su llegada a Santo Domingo se ve acompañada de impresiones perspicaces:

“Grupos de hombres y mujeres, en su mayoría de color, y ocupados en charlar, se encuentran dispersos por el muelle o en los pequeños lugares abiertos llamados “plazas”; tiendas de aspecto extraño, con surtidos de mercancías aún más extraños, están totalmente abiertos a la mirada, mientras que en el mercado se observan las mismas peculiaridades observadas en Puerto Plata, sólo que en una escala más amplia.

Sin embargo, dondequiera que uno vaya, todo el mundo es alegre, amable y comunicativo, mientras que las ‘bellas’ morenas que presiden los montones de extrañas y desconocidas producciones tropicales, son alegres, a la vez que serviciales incluso a la hora de dar información.

Tales son las vistas que hoy saludan al viajero en la ciudad que en un tiempo fue famosa por su magnificencia.”

A continuación, Hazard se pregunta si Santo Domingo llegará a ser grande algún día:

“Es una cuestión si la ciudad de Santo Domingo, bajo cualquier circunstancia, se convertirá alguna vez en un gran lugar de negocios, en su actual localidad al menos. La orilla opuesta es, sin duda, una ubicación más deseable para una ciudad moderna en todos los aspectos; además, hay tantos lugares en otras partes de la isla que tienen mayores ventajas, que el comercio general de la isla difícilmente buscará éste como su puerto.

Incluso su oportunidad de ser la capital de la isla será, creo, contestada por la ciudad interior de Santiago, que, situada en el centro de la isla, en medio de un soberbio país agrícola, con amplias comunicaciones por agua a todas partes, tendrá, con la ayuda del ferrocarril, el poder controlador en la isla, convirtiéndose casi en una segunda Chicago.”

Hazard visita una escuela local en la capital y nos brinda una descripción vívida y en una ilustración la escena y el ambiente de la escuela.

“Me hizo mucha gracia una visita a la escuela del pueblo, que no era más que una cabaña de paja con suelo de tierra, donde encontré a varios niños, de ambos sexos y de todos los colores, sentados en banquitos alrededor de la sala.

Entre cada alumno me sorprendió encontrar un gallo de caza atado a una especie de percha; y al pedirles una explicación, me dijeron: ‘¡Oh! pertenecen al maestro de escuela, que los pelea los domingos’.

Más tarde me encontré con el director de la escuela, y descubrí que era un inteligente hombre de color, muy divertido por mi sorpresa ante tales nuevos medios de educación, que explicó con un encogimiento de hombros y el comentario: ‘Cosa Dominicana’.”

Después de una reunión con el presidente Buenaventura Báez (“es un hombre de notable talento, preocupado por el bienestar de su pueblo y de su país”), Hazard parte de la capital, reflexionando sobre su antigua gloria:

“¡Qué cambio, sin embargo, desde aquellos primeros días de la historia de la ciudad, cuando su célebre universidad dio preeminencia a sus ciudadanos sobre los de todos los pueblos del Nuevo Mundo, por la educación liberal que les extendió, cuyo renombre llegó a ser tan grande, que la propia ciudad recibió el nombre de la ’Atenas del Nuevo Mundo!’.”

Al despedirse de la capital, Hazard nos brinda una reflexión perspicaz sobre el país en su conjunto, anticipando de manera sorprendente la situación y el futuro de la nación:

“Siempre me ha parecido que la naturaleza en Santo Domingo es un reproche constante a los habitantes por su indiferencia para mejorar su condición. Uno no deja de pensar en lo que podría lograrse con la energía del hombre en un país donde la naturaleza aporta tanto.”

El Sur

Su viaje continúa por el sur: Azua, Baní, Neyba, San Juan. De Azua, dice:

“Azua — donde Hernán Cortés fue secretario municipal antes de sus aventuras; destruida por un terremoto en 1751; y sin nada que atraiga al viajero en la actualidad.”

En su pasaje por Azua, Hazard realiza una consideración interesante sobre los centros urbanos dominicanos:

“Como todas las demás ciudades dominicanas, Azua es hoy en día una colección dispersa de casas de una planta construida de hojas de palma, paja y vigas de madera, agrupadas alrededor de un amplio espacio vacío honrado con el nombre de ‘plaza’.”

El Período Posterior A La Independencia Dominicana

Hazard hace una pausa en su blog de viajes para volver atrás en el tiempo y explorar el período de separación de los dominicanos de Haití. Detalla los eventos que siguieron a la independencia en la isla, destacando las dos divisiones lideradas por Juan Pablo Duarte en el norte y Pedro Santana en el sur. Hazard también menciona la rivalidad entre Santana y Buenaventura Báez, que tomó diversos giros y resultó en múltiples expulsiones de Báez del país.

El autor comenta sobre la decisión de Santana de ceder la isla nuevamente a España en 1861 y menciona la guerra de la Reconquista liderada por figuras como José María Cabral, Antonio Salcedo, Gregorio Luperón y Gaspar Polanco, entre otros. Esta guerra resultó en el restablecimiento de la República Dominicana como un país libre el 4 de marzo de 1865.

Además, Hazard no omite mencionar las atrocidades cometidas por las fuerzas españolas durante la guerra de Reconquista:

“Es suficiente decir aquí, que los españoles, al verse finalmente obligados a abandonar la isla, la dejaron tan desolada como la mano del hombre era capaz de dejarla; y el viajero de hoy en día difícilmente encontrará un lugar en esta hermosa tierra que no dé testimonio de esta última época del ‘Tiempo de los Españoles’ en una ciudad en ruinas, tumbas bien llenas o un hogar desolado. Fue un trago amargo para el orgullo de España verse obligada a renunciar a su dominio sobre la isla.”

Hazard concluye el capítulo del período posterior a la independencia con un análisis de “la forma en que se hacen los gobiernos en esta isla”.

“Cabral fue proclamado Protector por las voces de algunos centenares de personas reunidas en la plaza de la ciudad de Santo Domingo, incitadas a ello por los amigos de Cabral, el 4 de agosto de 1865. El resto de la isla parece no haber sabido nada de este nuevo movimiento, y todo el distrito del poderoso Cibao parece haber sido enteramente inconsulto; pero así es como se hacen los Gobiernos en esta famosa isla. Unos centenares de personas se reúnen y gritan ‘¡Viva Cabral! ¡Viva Polanco!’ y el afortunado jefe llamado se declara Gobierno.”

Y, en consecuencia, el autor expresa su opinión de que la mayor maldición de la isla son sus líderes mezquinos e insignificantes:

“Una de las mayores maldiciones a las que está sometida la isla es el gran número de líderes mezquinos que las frecuentes revoluciones han hecho surgir. Muchos de estos hombres, sin otra cualificación que la de la valentía personal, y teniendo un número de seguidores que los consideran sus jefes, presumen de someterse a cualquier líder que vele por sus intereses individuales.”

Tras este breve paso por el período posterior a la independencia dominicana, el autor vuelve a su época actual y retoma su blog de viajes.

El Blog De Viajes De Samuel Hazard (continuado)

Loma Sillón de La Viuda, Santo Cerro Y La Vega Real

Al dejar el sur y adentrarse en el centro del país, Hazard se encuentra con la inocente ignorancia que caracteriza a muchos de sus habitantes:

“Una de las cosas más curiosas en relación con Santo Domingo es la asombrosa ignorancia de muchos habitantes en referencia a localidades que no han visitado. He conocido a hombres que durante años habían vivido en la isla en un lugar, que me dieron los relatos más ridículos y exagerados de otras partes, de las que sólo habían oído hablar. Así, en la costa norte, me hablaron de la región del Cibao y de la ciudad interior de Santiago como si fuera un asunto de dificultad casi insuperable visitarlas.”

Hazard se dirige hacia el norte y en su camino tiene una interesante conversación con un viejo paisano. Durante este encuentro, el autor se sumerge en las experiencias de este hombre, obteniendo una visión única de la vida en esa región:

“Al preguntarle por qué, con tanta tierra y medios aparentemente tan cómodos, no tenía una casa y un jardín y mejoraba su lugar, contó la misma historia que tantas veces habíamos oído de revoluciones, incursiones y alistamientos forzosos. Afirmó también que antes había tenido una buena casa y que ahora tenía medios para construir una, pero que él y el resto de la gente estaban desanimados por el incierto futuro.”

La cultura de “vivir el presente y no planificar el futuro” es un tema recurrente en el análisis cultural del libro.

Hazard explora esta mentalidad en profundidad mientras llega a la Loma Sillón de La Viuda, y nos brinda una descripción impresionante de la vista desde allí. El autor nos transporta a través de sus palabras hacia la cima de la loma, permitiéndonos visualizar la majestuosidad del paisaje:

“Qué espectáculo se presentaba entonces ante nosotros, desenrollado como un enorme mapa topográfico, sólo que con cada punto marcado en relieve por la propia mano de la Naturaleza, de modo que no podía haber error sobre la colina o el valle, la montaña o el valle.

Abajo se alzaban las puntas extremas y las copas de los árboles de la montaña que teníamos debajo; más allá, una alta ladera montañosa, y luego laderas descendentes, y valles cubiertos de bosque, con de vez en cuando una brillante mancha marrón de la sabana; mientras que a lo lejos retrocedían en una nebulosa eternidad las colinas azul oscuro en varios tonos, y, donde el sol de la mañana brillaba sobre ellas, los más delicados tintes violetas, las cimas de las más altas escondidas en algodonosas nubes.

Pero las palabras no alcanzan a pintar una escena como ésta, donde ni siquiera el lápiz puede retratar sus bellezas.”

Durante su visita a Santo Cerro, Hazard nos regala una descripción igualmente asombrosa de este lugar sagrado. El autor transmite sus impresiones de manera cautivadora:

“Toda la isla a nuestros pies; porque allí, muy por debajo de nosotros, a derecha e izquierda, se extendían los miles y miles de leguas de la noble y hermosa llanura famosa dentro y fuera de la isla como la Vega Real. Delante de nosotros, mirando al norte, y extendiéndose hasta perderse de vista, se veía, brumosa, grandiosa y majestuosa, la cordillera de Montecristo, que se extendía casi hasta Samaná, cuya bahía, con sus aguas azules y brumosas, o brillando al sol, podíamos percibir como un punto en la lejanía.”

Un ejemplo más de la narrativa única de Hazard se hace evidente en el siguiente fragmento, donde describe el camino de Guayubin a Puerto Plata:

“Amanece un día húmedo y nublado. Mi caballo no ha comido más que la hierba que ha podido rozar, y está de pie, mojado de pies a cabeza y más muerto que vivo, mientras yo, a falta de otra cosa, me desayuno con una naranja y una taza de café, que es todo lo que mi huésped puede proporcionarme.

Ensillo y pronto vuelvo a estar en camino, a la vez que con la llegada del sol desaparecen la lluvia y la humedad. Toda la naturaleza sonríe a mi alrededor, pero en mi camino, el agua, el barro, los peñascos y los arroyos crecidos lo convierten en un sendero estrecho y sinuoso; adelanto recuas y convoyes en dirección a Puerto Plata: caballos, mulas, hombres y mujeres cubiertos de barro; los hombres descalzos y en camisa y pantalón corto; las mujeres con una simple tela arrollada al cuerpo que muestra más de sus formas de lo permitido por la decencia.”

Valle de Constanza Y Cibao

A continuación, Hazard visita el Valle de Constanza. Sobre Constanza con sus campos verdes y montañas imponentes, escribe:

“La situación es tan fría, que durante ocho meses al año son necesarias gruesas mantas sobre la cama, y en la estación más calurosa la carne se mantiene dulce varios días. En la parte más alta de las montañas vecinas hay a menudo una ligera helada blanca, y en el valle el fuego es a menudo necesario para una noche confortable.”

Su viaje continúa por el Valle del Cibao, donde Hazard visita las ciudades de Moca y Santiago. Su entusiasmo y admiración por estas ciudades son evidentes en sus palabras. Hazard destaca el dinamismo y el potencial comercial de estas ciudades y estima que se convertirán en los centros más destacados en el futuro. A diferencia de Santo Domingo, que en ese momento puede haber perdido parte de su antiguo esplendor, Hazard ve en Moca y Santiago un gran potencial para el crecimiento económico y el progreso del país.

“Por lo que vi de esta región, incluyendo Santiago, creo que en caso de inmigración a la isla, esta sección será el lugar elegido. La población parece estar compuesta en mayor proporción por blancos puros, y el carácter general de la ciudad y de su gente me pareció, después de conocerla brevemente, de una naturaleza superior. Las calles están bien pavimentadas; hay muchas tiendas con un buen surtido de productos, y aparentemente con un negocio activo. Las casas están construidas en su mayoría con piedra; y por el cuidadoso estado en que se mantienen, la ciudad, con su abundancia de pintura azul y blanca, presenta un aspecto limpio y alegre.”

En Moca, queda encantado por las bellas mujeres:

“Debo decir también que vimos las primeras mujeres realmente hermosas que habíamos conocido; y la vista de dos muchachas de aspecto encantador en una de las ventanas de la esquina, de piel morena, mejillas sonrosadas, ojos encantadores y abundante cabello oscuro, fue demasiado para algunos de nuestro grupo, quienes, poniéndose a los pies de las jóvenes, fueron recompensados por sus amables sonrisas y sus ‘gracias’.”

Al igual que en Moca, encuentra que la población de Santiago era en su mayoría blanca, de unos 8,000 habitantes. Debido a su organización comercial y conexión con los puertos del Norte, Hazard proyecta que Santiago “se convertiría en el principal centro comercial de la isla, si no en la capital.

Monte Cristi

A medida que Hazard avanza hacia el País de los Cactus de Monte Cristi, entra en una conversación con una anciana local. Durante este diálogo, la anciana comparte un mensaje que refleja una actitud de autocomplacencia y falta de deseo de mejorar:

“Era la misma historia de siempre. ‘¿No podrían crecer todos estos cultivos?’, le preguntamos. ‘O sí’, es la respuesta. ‘Supongo que lo harían si se plantaran’. ‘¿Por qué no las cultivas entonces?’ ‘¿Para qué? ¿Quién las quiere? No hay mercado para ellos y no los queremos. Tenemos todo lo que necesitamos sin problemas.’”

Hazard aborda el tema recurrente de la autocomplacencia y la falta de deseos de mejorar con una perspectiva desilusionada. A través de sus encuentros y diálogos con los habitantes de diferentes regiones, es evidente que el autor ha observado esta actitud arraigada en la sociedad dominicana.

“Estas personas, aunque probablemente pertenezcan a la clase rural más inteligente, no parecen tener idea de la mejora del trabajo, del embellecimiento de los lugares, del aumento de la comodidad, o de la comida sólida, sustancial y nutritiva. Nunca han visto nada mejor, no conocen nada mejor, y dudo que deseen algo mejor, a menos que se les dé ejemplo.”

Dicho esto, también en Monte Cristi, encuentra y expone la hospitalidad dominicana en su máxima expresión. A través de sus interacciones con la gente local, se sorprende gratamente por la calidez y amabilidad que le muestran.

“‘Señor -dijo-, soy un hombre sencillo; no sé nada de las costumbres del mundo, ni de cómo debe tratarse a un extranjero como se merece; pero hago lo que sé y siento. No tengo nada contra ti. Allí, como ve, está la ancha vía pública; llega muy cerca de mi casa, desde la cual siempre puede verla. Siempre que venga por aquí, y quiera comida y techo para usted o para sus caballos, créame que esta casa es suya tanto como mía, y será bienvenido.’

Así que con un cordial apretón de manos, y las risueñas despedidas del grupo de mujeres de la puerta, partí, con muchos ‘Dios te acompañe’ y ‘Buen viaje’. Y esta ha sido invariablemente mi experiencia con la gente del campo de Santo Domingo.”

Reflexiones Al Final De La Gira De Hazard

Al final de su gira por la República Dominicana, Hazard reflexiona sobre sus impresiones y comparte el mensaje del presidente estadounidense Grant al Congreso en el que se argumenta a favor de la anexión del país a Estados Unidos. Esta propuesta de anexión no se llevó a cabo, pero el autor utiliza este evento como punto de partida para su análisis.

“El Gobierno de Santo Domingo ha solicitado voluntariamente esta anexión. Es una nación débil que probablemente cuenta con menos de 120 mil almas y que posee, sin embargo, uno de los territorios más ricos que existen bajo el sol, capaz de alimentar con holgura a una población de 10 millones de habitantes.

La adquisición de Santo Domingo es deseable por su posición geográfica. Comanda la entrada al Mar Caribe y el tránsito del Istmo de comercio; posee el suelo más rico, los mejores y más amplios puertos, el clima más saludable, y los productos más valiosos del bosque, de la mina, y del suelo de cualquiera de las Islas de las Indias Occidentales.”

Hazard añade su propio elogio sobre la isla:

“Uno de los rasgos más curiosos de Santo Domingo es que, aunque hoy en día está de moda negarlo y menospreciarlo, desde el momento de su descubrimiento hasta la actualidad, sin importar la nacionalidad, apenas hay un escritor que no hable en los términos más elogiosos de esta isla, su clima, su paisaje, sus producciones y la inteligencia natural general de sus gentes, así como su gentileza y amable disposición.

Además, el suelo y el clima son capaces de producir casi todas las variedades conocidas en el mundo, mientras que la oferta de maderas, muchas de ellas casi desconocidas para el comercio, es ilimitada. El tema más interesante para el emigrante sería naturalmente la cuestión de la tierra; y de tierra hay abundancia de todo tipo.”

Hazard concluye su asombroso relato con una reflexión en la que exalta la belleza y el atractivo de Santo Domingo, la República Dominicana.

“Desde mi regreso me han preguntado a menudo: ‘¿Es Santo Domingo una tierra tan hermosa y deseable?’

Yo les digo: ‘Con un gobierno libre y una inmigración como la que traería la anexión a los Estados Unidos, creo que en pocos años Santo Domingo sería la joya de nuestra Unión, sin exceptuar CaliforniaEl escritor ha tenido la suerte de recorrer cada sección de esta tierra, y no conoce ningún estado o sección más atractivo.’”

En general, Hazard transmite una profunda admiración por Santo Domingo y su pueblo, dejando claro que considera a la isla como un lugar verdaderamente especial y atractivo. Sus palabras finales reflejan la fascinación y el amor que ha desarrollado por la República Dominicana durante su viaje y exploración del país.

El libro concluye con una conmovedora reflexión del Dr. Samuel Gridley Howe, distinguido educador, abolicionista y viajero estadounidense:

“Con demasiada frecuencia las personas pasan por alto u olvidan el bien que tienen, y sólo piensan en sus sufrimientos y necesidades. Desde que estoy aquí, la gente me habla continuamente de las desventajas en que trabajan, de las convulsiones, guerras civiles, opresiones y todo eso. Hay otra cara de la moneda. Me encuentro en peligro de que mi razón se deje llevar por mis sentidos. Todos mis sentidos están subyugados por el entorno. Me parece la isla más hermosa que he visto nunca. La atmósfera templada, la temperatura suave y uniforme, todo favorece mi sentido de bienestar.

Mis ojos quedan deslumbrados por la belleza de este paisaje encantador. Y aunque no puedo decir lo que aconsejaré a mis compatriotas sobre el tema de la anexión de la República Dominicana, me siento fuertemente inclinado a anexarme a mí y a mi familia a esta hermosa isla.”

Conclusión

La obra de Samuel Hazard es de un valor incalculable. Su enfoque crítico y profundo, su estilo literario pintoresco y su habilidad como dibujante hacen de este libro una verdadera joya.

A través de sus viajes y exploraciones por las comunidades de la República Dominicana de aquella época, Hazard logra situar históricamente la sociedad dominicana y alimentar la identidad y la conciencia del pueblo dominicano en su devenir.

La publicación de “Santo Domingo: Past and Present” fue un éxito en 1873, conociendo varias ediciones en Nueva York y Londres.

Samuel Hazard falleció en Filadelfia el 10 de junio de 1876.

*******

Epílogo

A través de este breve recorrido por las experiencias y descripciones de Samuel Hazard, hemos tenido la oportunidad de apreciar su valiosa contribución al conocimiento y comprensión de la República Dominicana.

Como extranjero — griego — amante de la isla, me complace haber compartido este viaje con otros y espero que los que lo lean hayan disfrutado tanto como yo, al sumergirse en los relatos cautivadores de Hazard en esta hermosa isla.

Espero que esta breve mirada a su obra inspire a otros a explorar más sobre la rica historia y belleza de la República Dominicana.

Publicación original: https://cleonkanellis.medium.com/un-blog-de-viajes-por-rep%C3%BAblica-dominicana-en-el-siglo-xix-a41f77d2a080