Ulises Francisco Espaillat nació en Santiago de los Caballeros en febrero de 1823. Fueron sus padres Pedro Ramón Espaillat Velilla y María Petronila Quiñones. La falta de centros de estudios formales forzó su formación autodidacta, concentrada, afirma Rodríguez Demorizi, en el estudio de los idiomas inglés y francés, de las matemáticas, la medicina, la agrimensura y la música. Destacó como maestro, periodista, político, escritor, legislador y diplomático… Espaillat figura entre los fundadores en 1845 de la Sociedad Patriótica de Fomento de Santiago y representó esta provincia como diputado desde 1848. En 1849 apoyó a Pedro Santana y sus planes contra el presidente Manuel Jimenes, acusado de incumplir sus funciones. Fue parte de la asamblea revisora de la Constitución en 1854, y de la liberal aprobada en Moca en 1857. Esta resultó de la revolución organizada en el Cibao contra el presidente Buenaventura Báez por lesionar a los productores de tabaco.

Pedro Santana.

Movido por las buenas relaciones entre los liberales del Cibao y Pedro Santana, quien había autorizado su retorno al país, en marzo de 1861, Espaillat se vio compelido a firmar el acta de anexión de la República Dominicana a España. Pero, jamás renunció a sus valores políticos liberales, a su carácter firme y al acierto de sus valoraciones contra todo poder autocrático. Por sus convicciones, no dudó en apoyar los movimientos contra la anexión conocidos a principios de 1863, por lo que fue condenado a diez años de exilio, aunque regresó al país en pocos meses.

Espaillat destaca entre los restauradores de la independencia anunciada el 16 de agosto de 1863 en Capotillo, por esfuerzo de Benito Monción, Santiago Rodríguez y José Cabrera. Tomado el control de Santiago, en septiembre de 1863, se instaló allí el Primer Gobierno de la República en Armas, presidido por José Antonio Salcedo. En este, Espaillat fue miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores y, a la muerte de Matías Ramón Mella, asumió la vicepresidencia en junio de 1864. Entre enero y marzo de 1865, al ser derrocado el presidente Gaspar Polanco, ocupó la misma posición en la Junta Superior Gubernativa presidida provisionalmente por Benigno Filomeno Rojas. Para Manuel Rodríguez Objío, su compañero restaurador, Espaillat fue el redactor, pensamiento y filosofía de la Restauración; su eminencia gris, sostiene Cassá.

En julio de 1865, la restauración de la independencia se afirmó con la salida de las tropas españolas del país. Como balance, la guerra dejó un número elevado de bajas humanas, una economía en crisis y las mismas ambiciones políticas, aunque el precio fuera nuevamente la enajenación de la soberanía. Con esa orientación, José María Cabral y Buenaventura Báez ocuparon la presidencia entre 1865 y 1874. Su anexionismo provocó la oposición de Espaillat, su persecución y la prisión en 1868. El fracaso de Báez en la gestión de la anexión del país a Estados Unidos, y el apoyo recibido de la cúspide de la Iglesia católica, de comerciantes importantes y de su partido, el Azul; facilitaron el ascenso de Espaillat a la presidencia de la República a finales de abril de 1876.

Contrario a la tradición, Espaillat anunció que gobernaría con maestros, no con militares. Por eso formó uno de los gabinetes más equilibrados en la historia de la gestión pública del país. Sus ministros fueron Manuel de Jesús Peña y Reynoso, en Interior y Policía; Manuel de Js. Galván, en Relaciones Exteriores; José Gabriel García, en Justicia e Instrucción Pública; Mariano Cestero, en Hacienda y Comercio; y  Gregorio Luperón, en Guerra y Marina.

Su plan de Gobierno incluía la prohibición de los presos en servicios particulares, el restablecimiento del crédito, el desarrollo de la industria y la agricultura sin acudir a préstamos, la ejecución de un plan de obras públicas, el aprovechamiento de las riquezas del país, la suspensión de las prebendas políticas, y organizar y disciplinar al ejército…

La devoción de Espaillat por el respeto al orden institucional fue rechazada por algunos de sus colaboradores y por los líderes de la oposición. Entre estos destaca Ignacio María González, quien, desde junio de 1876, apoyó la conspiración contra Espaillat organizada en la Línea Noroeste. El rechazo al nuevo Gobierno también se expresó en Moca, Puerto Plata, Santiago y San Francisco de Macorís. Tan grande fue el desconcierto, que Espaillat renunció a la presidencia de la República en octubre de ese año.

Durante cinco meses de gestión, Espaillat se concentró en la educación, por considerar que la ignorancia hace débiles a los pueblos, en la justicia: respetada y venerada contra toda impunidad; y en la libertad, para él, inseparable de la tolerancia y sustancia de la democracia. Este trío, educación, justicia y libertad, destaca entre los valores forjadores del bien patrio, por su apego a la democracia, negadora natural de todo despotismo. Que nuestros actos vitalicen la memoria de Espaillat, en tanto símbolo de la virtud ciudadana, visionario ilustre y sabio.