Trilby, novela del escritor inglés nacido en París, George de Maurier (1834-1896), se publicó en 1894 y obtuvo un éxito sin precedentes. Llegó a ser el primer best seller europeo, quizás por su original tratamiento del amor, por la crítica de los valores morales dominantes de una época tan conservadora como la victoriana y, sobre todo, por la magnífica creación del personaje. El autor retrata un sector de la sociedad que intenta distanciarse de las normas y busca una salida en el arte y la ciencia para explicar las pasiones humanas.
No es gratuito que se sitúe al personaje central entre la bohemia parisina de mediados del siglo XIX, donde un grupo de artistas ingleses, alemanes o polacos coincide en torno al barrio latino, en los talleres de pintura, en las tabernas y garitos de los alrededores, en los evocadores parques y jardines, en las pensiones de mala muerte o en las gélidas buhardillas donde algunos matan el hambre con alcohol. Los tres protagonistas que rodean a Trilby son jóvenes de buenas familias burguesas y algunos de noble origen, emparentados con la aristocracia. Alejados de sus hogares, estos ingleses se sienten atraídos por personalidades singulares, que no responden a los modelos habituales en la sociedad de la que proceden.
Una de esas criaturas excepcionales es la joven Trilby, huérfana de origen irlandés, abandonada a su suerte en una ciudad implacable, donde aprende a sobrevivir con trabajos poco convencionales, ocupándose además de su hermano pequeño. La adorable belleza, casi andrógina, de esta joven colma las expectativas estéticas de los pintores. Trilby posa en los estudios desde la infancia y desnudarse no le supone ningún conflicto, hasta que los nuevos amigos le hacen sentir que no conviene a su reputación.
Inspiración de los pintores prerrafaelitas, que plasmaron este tipo de belleza etérea, como John Everett Millais, Dante Gabriel Rossetti, Charles Swinburne, o William Holman Hunt, Trilby O’Farrell transforma a quienes la conocen por su verdad, sinceridad, naturalidad y generosa entrega. Pero hay una mancha en su pasado: la vida disipada y bohemia a la que se ha visto forzada por la necesidad. No deja de tener importancia su relativismo frente al bien y el mal, que se convierte en un obstáculo para ser admitida por la familia del joven pintor que pretende casarse con ella.
El enamorado es el genial William Bagot, quien la amará hasta la locura y comparte su amistad con otros dos artistas, Taffy Wynne, quien ama en silencio a Trilby, y el caballero Sandy Cockpen. Son ellos los tres mosqueteros que protegerán ese tesoro de belleza honrándolo con una devota amistad, pero no podrán impedir que caiga en las garras del mefistofélico pianista Svengali, de dudosa reputación.
Entre el decadentismo, el naturalismo y la novela gótica, Du Maurier construye un relato fascinante que desvela fragmentariamente el destino de una mujer, primero protegida por tres caballeros dispuestos a dar su vida por ella y, después atrapada por un músico vanidoso y de mala vida. Este la hipnotiza para dominarla y convertirla en su mejor obra, en la más célebre cantante de todos los tiempos. Sin embargo, Trilby sólo será un instrumento a través del cual interpretar unos acordes que conmueven al auditorio.
Du Maurier, maestro de las paradojas, cuestiona los hábitos y las aspiraciones sociales, pero también las falsedades de la religión e, influido sin duda por el darwinismo y otras nuevas corrientes de pensamiento. A las teorías de Darwin se hace referencia en distintos momentos, sobre todo cuando el joven William Bagot, quien había leído tres veces El origen de las especies, explica las razones por las cuales no debe casarse con la encantadora hija del vicario.
Trilby acabará viviendo bajo el dominio hipnótico del diabólico músico enamorado que la retuvo contra su voluntad para vivir a través de ella su arrebato megalómano. Así, la mujer que fue un espíritu libre, amada con devoción por tres jóvenes caballeros, acaba siendo consumida por un rufián ególatra que se apodera de su voluntad. Pareciera que, en la lucha por la vida, según Du Maurier, entre las pasiones y las carencias, la mujer tan sólo puede acabar convertida en una belleza idealizada e inaccesible o en un botín que se disputan los hombres.