En dos entregas anteriores se trataron dos partes de este libro a la que el autor llama el antes. En esta se tratará lo que él llama el después. Cabe resaltar que esta obra es de tal riqueza que alcanzaría para varias reflexiones más, por la gama de valores histórico, sociales y morales que subyacen entre sus líneas. Los artículos reseñados recogen una parte de los años noventa publicados en el periódico El siglo y entre los restantes hay algunos inéditos y otros en Diario libre, más su discurso al recibir el Premio Nacional de Literatura. Están situados; una parte al final de los años noventa y los demás a partir del dos mil doce.
Los primeros tratan la crisis electoral del momento, el hastío provocado por tanto malestar colectivo, por la falta de confianza en los resultados electorales, la poca credibilidad en las autoridades de entonces, las luchas estériles por sacar adelante la democracia y la resistencia del oficialismo a dejar el poder. Como en efecto, lo retuvieron a pesar de que una gran parte de la población se sintió burlada en su voluntad de cambiar de gobierno.
Para ello, se convierte en un narrador que observa y a veces es protagonista, que cuenta su huida hacia el sur, donde un personaje; Quiterio, simboliza todo el imaginario político del pueblo dominicano para esos años. En Quiterio quedan reminiscencias trujillistas, representa al prototipo adepto al balaguerismo de clase baja, de pueblo paupérrimo, de escasa formación, pero curtido en sabiduría popular. El pragmático personaje que le resuelve al gobierno, con los arreglos preelectorales, de bacheo de calles, por ejemplo; el que construye la logística para repartir las dádivas, para comprar las cédulas; para negociar con contrarios hambrientos; para canjear la miseria. En el diálogo del protagonista y Quiterio quedan reflejadas varias décadas de luchas políticas.
Quiterio también, tiene en su memoria frases acuñadas por los líderes, que usaban según fuera la marea, que adaptan a cada contexto para justificar sus acciones, tal es el caso, en política todo se puede, el pueblo quiere la paz, la estabilidad, el progreso, entre otras. Quiterio a pesar de sus mañas es cristiano y es popular. Analiza la vida política con el pragmatismo que ha aprendido desde el trujillismo hasta sus días como representante de Balaguer en Obras pública, capataz y dispuesto para diversas gestiones. Como todo ser humano tiene atributos y defectos, él es honestamente trujillista, no lo niega, por el contrario, siente orgullo de serlo, se diferencia de los que lo negaban o lo fueron a cambio de sus beneficios, él es como hubo muchos, solo porque lo consideraron un honor, una distinción.
En los artículos publicados a partir del dos mil doce, se presenta un cóctel de temáticas no coincidentes en el tiempo, juegan en visión retrospectiva. Se mezclan los sobresaltos, la incertidumbre en la que vive el dominicano, fruto de la debilidad institucional, la falta de calidad en los procesos de todo tipo, la deficiencia de lo servicios públicos, con las genuinas aspiraciones de la gente común, la esperanza de una vida digna. Vuelve a la izquierda. Le suma un análisis del discurso de Bosch; su uso de la anécdota para llegar al pueblo llano, en el programa radial Tribuna democrática, para regresar a sus discursos durante el trujillismo, los que compara con la palabra encadenada de Balaguer. En este vaivén de tiempos y hechos toca el heroísmo de Caamaño y sus colaboradores, incluyéndose; sus entrenamientos en Cuba, sus desavenencias como equipo; sus triunfos y fracasos; su martirologio; lo más penosos la forma de morir del líder. Para finalizar con su discurso de recepción del Premio Nacional de Literatura, conformado por el agradecimiento y su periplo por el mundo literario.
Esta lectura constituye un referente cultural de gran valía, no solo porque toca hechos de la historia reciente de República Dominicana, sino, por el aspecto testimonial. El testimonio da vida a la reflexión y abre la brecha a la contraargumentación. Plantea la posibilidad de que otros puedan disentir o corroborar con las ideas, especialmente, si el autor vive. De manera que, enriquece el debate y despierta la sensibilidad y curiosidad por y sobre los hechos. Otro elemento importante es que el autor en sus reflexiones se despoja, en gran medida, de las pasiones propias de quien cree en un ideal, en una utopía. Aunque el hecho de escribir y reflexionar forme parte de esta. Es la dialéctica del pensador.
En fin, lo que se ha reseñado en tres entregas solo representa una gota en el océano de riqueza de este libro. Por sus valores históricos, humanísticos y estéticos. Porque cualquier dominicano y otros latinoamericanos se sienten identificados con ellos. Porque forman parte de su propia historia y de la de sus ancestros. Es recomendable para todas las generaciones.
Andrea Teanni Cuesta Ramón en Acento.com.do