Todas las canciones de amor es una obra de teatro del autor argentino Santiago Loza que ha sido puesta en escena en la Sala Ravelo del Teatro Nacional  Eduardo Brito, protagonizada por Elvira Taveras y producida por Juancito Rodríguez ,en República Dominicana.  Varios medios la han reseñado y  destacado, su calidad desde la perspectiva de la dramaturgia; sin embargo, el propósito de este artículo es hurgar en el perfil del personaje,  una mujer con un estilo de vida convencional y sus roles tradicionales de esposa y madre; con la que  cualquier otra  pudiera sentirse identificada. Son muchos los cambios y situaciones a los que esta se enfrenta durante su periplo por la vida y el inexorable e inclemente paso del tiempo. La mujer de esta historia mantiene un diálogo consigo misma sobre su vida matrimonial, su papel de madre, los cambios y las situaciones de su presente.

La mujer dialoga consigo, lo hace desde las entrañas, sus emociones afloran sin el miedo que se siente al ser juzgada por los demás, en dicho diálogo convergen sabores y sin sabores, tristezas y alegrías. Repasa su historia, se cuestiona sobre su papel, en algunos momentos duda sobre la crianza que ha dado a su hijo, se cuestiona sobre la forma en que lo ha hecho ¿bien o mal? ¿está segura?  Ningún hijo viene con un manual, las experiencias se van viviendo día a día marcadas por las circunstancias. ¿Qué madre no quiere lo mejor para su hijo? ¿Cómo lograrlo? ¿Qué es lo mejor?  ¿Quién lo decide? ¿Qué quiere el hijo? ¿Qué quiere el padre?

Las interrogantes se expresan en un maridaje entre tareas domésticas y reflexiones. La vida va pasando, la música y el discurso como manifestaciones culturales de cualquier tiempo y contexto la recoge. Es lo que sucede en esta narrativa vivencial, las canciones de amor la expresan teñidas de emociones. La mujer imagina como deben fluir las cosas mientras espera al hijo ya criado, ya un hombre que ha tomado sus decisiones, que vive su vida lejos de la protección y los parámetros de sus padres. Las anécdotas felices confluyen con las dudas de si por fin el hijo es feliz, si es amado, si su partida fue huida o mudanza, si el padre le dará la bienvenida o lo martirizará con su silencio ¿Cómo lidiar con los demás cuando tu hijo no es lo que se esperaba? ¿Cuándo su pareja o carrera no es lo convencional? ¿Si no sigue la tradición familiar de profesiones, razas o preferencias sexuales?

Al medio de la vida los hijos toman sus decisiones, lugar donde vivir, preferencia sexual, pareja, carrera u oficio y a los padres no le queda más que aceptar y apoyar, aunque su vida no llene sus expectativas. La mujer si ha dedicado su vida al papel de madre y esposa, queda vacía en esta etapa de su vida, cuando los hijos se van y el matrimonio es rutina, si ha descuidado sus propios intereses. El hombre en apariencias se mantiene firme, así lo dicta su cultura, no hay vulnerabilidad, se le prohíbe sentir, como lo muestra esta historia.

Al final de la historia la madre decide bajar su ansiedad, olvidar sus dudas, dejar de convencer al padre para que acepte y sea amable con el hijo y su pareja, desestimar la opinión de los demás y recibir al hijo con el amor incondicional que le ha tenido siempre. ¿No es lo que hace una madre?

Finalmente, esta es una historia sencilla y conmovedora, que retrata la mujer de forma humana, una tradicional mujer que vive conforme a su constructo social. El cual valora su abnegación y la desprestigia a la vez. Que la juzga por el comportamiento de los hijos y la responsabiliza de la felicidad y el bienestar del marido. Que pone la institución del matrimonio por encima de su sentir y sus intereses. Una mujer que ama de forma incondicional a su familia, pero que se olvida de sí misma.

 

Andrea Teanni Cuesta Ramón en Acento.com.do