“La tierra espera tu ayuda.
Ella te otorga el aire para respirar desde que naces, el agua para tu sed, el alimento para tu sustento, la casa para protegerte, y tú, ¿qué le das en recompensa?
¿Estás contribuyendo para la prosperidad de la tierra que te recibe con los brazos abiertos, permitiéndote el crecimiento y el aprendizaje?
No te olvides: la tierra espera tu ayuda”. (C. Torres Pastorino, Minutos de sabiduría.)
Ibeth Guzmán es una joven cuentista, ensayista y educadora dominicana que busca un espacio en nuestra cultura literaria. Su libro Tierra de cocodrilos es el principio de esa búsqueda, un ejemplar de trabajo del buen pensar que marca la diferencia frente a la juventud falta de cerebro del momento.
Ibeth no piensa como los otros jóvenes de la época que sólo desean gozar y vivir de las oportunidades que les ofrece la buena vida: bailar el perreo, bailar el reguetón, drogarse y saltar aquí y allá, en playas y centros de diversión. En ella su vivir es leer, estudiar y escribir.
Tierra de cocodrilos es el primer libro de la joven escritora lanzado a luz pública, y en él nos presenta, con acompañamiento de fotografías de Luismil Castor e ilustraciones y diseño de Iranidis Fundora (Iris), un mundo lleno de sentimiento desesperanzador, un mundo de nostalgia y desconfianza, con infinitudes de propósitos hinchados de angustias y frustraciones frente a los encontronazos que te da la vida cotidiana, por la ausencia de fe en el porvenir, abandono, falta de amor en sí mismo y por los demás y, el auge de crecimiento de nuestra sociedad deshumanizada, sin que algún ser sobrenatural nos defienda.
De Tierra de cocodrilos, en cada texto hay plasmado una terrible realidad del mundo que nos rodea. Vivir entre cocodrilos es la forma más cruel de sentir y pensar de lo que es y será la vida humana en un futuro. ¡Se imagina usted una invasión de cocodrilos en el planeta tierra además de los políticos!
El poeta Otilio Vigil Díaz, de acuerdo a sus ideas esteticistas o culto a la belleza, que él ponderaba en el Vedrinismo , decía: “Todo título debe ser bello, poco importa que no diga nada”; pero contrario a ese concepto, aquí en Tierra de cocodrilos, el título no es bello, es horriblemente feo. Sin embargo, su significancia semántica es más connotativa que el contenido diseminado en cada discurso. Es un título ampliamente polisémico.
El cocodrilo es un monstruo de mirada fría, con apariencia inocente e indefenso, pero sumamente peligroso, que se mueve serenamente flotando sobre las aguas mansas tras las víctimas o a la espera, en el fondo con mucha cautela. En este volumen, los cincuenta y un relatos o micro relatos –llamamos micro relatos porque el más extenso sólo cuenta página y media, y los más breves apenas tienen un párrafo de ocho líneas- impreso en las sesenta y cinco páginas, nos conduce hacia una lectura en que cada historia, cada hecho narrado, nos atrapa como el cocodrilo con sus fauces desgarradoras. Estos cuentos están armados con un lenguaje sencillo, frases breves y párrafos cortos, donde la intensa carga de ideas irónicas, el humor negro, con ciertas chispas de picardías, referencias sanguíneas y erotismos, adornan y enriquecen el valor literario del libro.
En conclusión, Tierra de cocodrilos, nombre genérico del compendio, pero que no más que simplemente el título de uno, el cuento No. 25, está hecho para una lectura dinámica y de fácil asimilación, para ser leído en la guagua, en el metro y en la sala de espera o de un tirón, como entretenimiento, porque las pausas obligadas serían cuando termina uno y empieza otro. Su única falta es la brevedad, donde cada texto es una denuncia contra el desorden generalizado, la inseguridad socio ambiental, la descomposición moral y el dolor humano. Es un reflejo fiel de la realidad social de nuestra vivencia cotidiana.
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Ibeth Guzmán, Tierra de cocodrilos, Editora Isla Negra. Impreso en Santo Domingo, 2011. Colec. El Rostro y La Máscara.