A propósito de conmemorarse hoy el aniversario 61 del ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, el 30 de mayo de 1961, para poner fine a una dictadura de más de 31 años.
En 1975, después de 14 años de la muerte de Trujillo, el doctor Joaquín Balaguer publicó un libro que tituló “La palabra encadenada”, con el que quiso llamar la atención en relación a muchos de sus discursos pronunciados en los años que sirvió al Rafael L. Trujillo y en los meses inmediatamente posteriores a la muerte del dictador, en 1961; Como si de repente pensara que con estampar aquel título en la portada de su libro, sus discursos serian considerados como palabras obligadas, alejadas del compromiso con el crimen, de un intelectual que se mantuvo al servicio del mal en contra de su voluntad; tal vez bajo la creencia de que los dominicanos aceptarían, al leer aquellos discursos, que fueron el fruto de la imposición del mismo gobernante a quien se arrodilló por décadas; pero la historiase ha encargado de señalarlo como uno de sus funcionarios íntimos, que con la puesta en circulación de sus discursos, tal vez pensó que pasando el tiempo, los dominicanos terminarían por olvidarse de su complicidad con el dictador Trujillo.
Haberse compenetrado, entregado en cuerpo y alma al mandato y los designios del tirano desde antes del 23 de febrero de 1930, a quien sojuzgo a los dominicanos martirizándolos, denigrándolos, robando sus propiedades, asesinando a la más valiosa juventud, llevando a los opositores a vivir por décadas en el destierro, deshonrando a las familias, humillando a sus funcionarios lo hacen, y así él lo expresa en las páginas del citado libro, en uno de los funcionarios más perversos y entregado a la gestión de garantizar la permanencia y proyección de toda la degradación derramada sobre la familia dominicana.
Las condiciones exhibidas por Trujillo durante tres décadas, no convierten al doctor Balaguer en el funcionario con imposibilidad de tomar decisiones personales que lo alejaran de la corrupción y el crimen de aquellos tiempos, sino en todo lo contrario. El asistente, empleado, funcionario de alta jerarquía, contertulio de momentos íntimos, instrumento humano dispuesto a asesorar y a cumplir el mandato del gobernante, silenciando sus crímenes y quién sabe si hasta disfrutando de aquella orgia con la que el dictador impuso el miedo y la sumisión.
Fue ese Joaquín Balaguer, autor que publicó “La Palabra Encadenada”, libro que ahora estamos comentando, quien quizás empujado por la náusea provocada, en momento de arrepentimiento, por haber sido parte del estiércol en el que se disfrutó del mal hasta la saciedad, el que se destacó utilizando como trampolín la cercanía de su Jefe, catapultándose a los más encumbrados cargos: asistente personal del tirano, secretario de Relaciones Exteriores, secretario de Educación, vicepresidente de la Republica, y presidente títere de Trujillo, que lo fue desde 1960 hasta 1962, cuando en enero de ese año, señalado por el índice acusador del pueblo, trapazó en medio de la noche las altas paredes de la Nunciatura Apostólica, para refugiarse cobardemente y escapar de la ira del pueblo bajo el manto, mucha veces cómplice, de las autoridades eclesiásticas de entonces.
Como testigo de excepción, porque en el referido libro lo confianza su autor, Balaguer, que estuvo presente, al lado del dictador a todo lo largo de prolongado período de gobierno, sin que pueda negar que estuvo muy cerca y en los momentos más íntimo en que el mandatario tomaba criticables decisiones que costaron tanto dolor y sangre a los que habitaron en la Republica en los tiempos de su larga dictadura; lo que él narra en su libro toma valor de pruebas que pueden ayudar a edificar a las nuevas generaciones.
Al iniciar la lectura de “La palabra encadenada”, lo primero que el lector puede pensar es que tiene en sus manos un libro, con 420 paginas cargadas de deshago de quien conociendo de todas las maldades utilizó su pluma y sus palabras para justificar todo aquel torrente de ignominia.
Tal vez por las referencias que aparecen más arriba, es que Joaquín Balaguer insertó en la primera página que contienen parte de su colección de discursos, un pequeño párrafo de tres líneas, a manera de dedicatoria, que cubre la página por completo, con las siguientes palabras: “A la posteridad: único juez llamado a medir imparcialmente los acontecimientos y los hombres públicos con la vara de la historia”; prueba de lo que acabamos de expresar.
Pero dejemos a Balaguer en su afán de perseguir la forma de escapar de la historia, y centrémonos en su testimonio, aportado en “La Palabra Encadenada”, sobre el malvado gobernante a quien le sirvió sin sonrojo y al que se entregó con desvelo:
- Balaguer se confiesa culpable, al escribir que él “no sería sincero consigo mismo y con los demás, si omitiera los que pronunció en honor de Trujillo, durante la Era de treinta años que personifico ese autócrata. (…). Toda la intelectualidad dominicana, (….) es culpable de haber adulado con demasía a aquel hombre de hierro que dominó, con poder absoluto, todo ese ciclo de la historia dominicana”. Aunque él no ve esto como un “mea culpa” ni como “justificación (…), sino como simple reconocimiento de esa grave falta de conciencia cívica”. Y dice más: “es evidente que las generaciones actuales no podrían posar sus ojos por las vidas de aquellos hombres—entre los que se supone se encuentra él—sin sentir un poco de asco de sí mismas”. De lo único que dice Balaguer sentirse halagado es de que nunca escribió “un solo verso en honor de Trujillo”. Pero, para conocer al autor del libro que estamos comentando, no se puede dejar tampoco de citar esta otra corta frase de Balaguer que aparece anotada de manera discreta en las primeras páginas de su escrito, quien, citando a un poeta español, se atrevió a apuntar que él machacaba “prosa para ganar la vida”.
- Algunos de los temas que aparecen en los discursos: El libro de referencia, se inicia con un capítulo dedicado a la madre del dictador, la señora Julia Molina, a la que exalta a nivel de la virgen María o la Virgen de la Altagracia y a la que llama “la madre de todas las madres”: “símbolo de las virtudes que adornan y ennoblecen el hogar dominicano”.
- Un discurso de 1952 para exaltar al Maestro: en este se desborda en loas a dictador, a quien señala como el “primer Maestro”, que sin haber ido a la Universidad (frase cargada de manipulación, pues se sabe que ni siquiera completó la Escuela Primeria), para entonces anotar que él, Trujillo, es un “ejemplo de autosuficiencia y una lección de energía”: que “puede dar lecciones de economía política (…); puede enseñar Derecho (…); puede instruir en artes y en filosofía (…); puede mostrar a los constitucionalistas y a los legisladores”. Todo esto, acorde con aquel título símbolo de la genuflexión descarada de la intelectualidad que se convirtió en rémora, lamiendo sus sandalias, haciendo que la Universidad de Santo Domingo le entregara el título de doctor en todas las ciencias, “graduándolo” como egresado de todas las facultades.
- Un experto en asuntos arquitectónicos: Luego de gastar miles de palabras ensalzando al dictador, en el arte de la arquitectura, dedicó un larguísimo discurso para justificar la continuidad de Trujillo en la dirección del Estado. Todo lo que era de su interés, lo abordo el sumiso funcionario palaciego para alagar a quien le suplía el pan y le permitía disfrutar de las migajas del poder: construcciones de palacios deportivos, reformas constitucionales, santificaciones del régimen bajo justificaciones históricas, la justificación de atentados contra mandatarios internacionales. Al finalizar la primera parte de su libro “La Palabra Encadenada”, Balaguer lo hace insertando el panegírico, que recuerda a un intelectual de finales del siglo XIX, leído “ante el féretro de Trujillo”, el dictador ajusticiado el 30 de mayo de 1961, jurando de manera solemne que se prestara para darle continuidad al régimen de 30 años, instauración el neo trujillismo en Republica Dominicano: “Querido Jefe: hasta luego. Tus hijos espirituales, veteranos de las campañas que libraste durante más de treinta años (…), miraremos hacia tu sepulcro como hacia un símbolo enhiesto y no omitiremos medios para impedir que se extinga la llama que tu encendiste en los aláteres de la Republica”; para concluir, que “Trujillo fue fundamentalmente un hombre bueno”.
Veamos lo que dijo después, en sus “palabras encadenadas”. Por cierto, en su segunda parte trae la nota de la segunda sección “deberá permanecer inédita, y que solo se publicara veinte años después de la muerte de su autor”. Eso quiere decir que la segunda parte debía ser publicada, veinte años después, en 2022 y no 1975 como realmente sucedió, cuando solo habían transcurrido 14 de la muerte de Trujillo. Qué desesperación de conveniencia política o personal lo llevaron a publicar esa sección? La verdad, que a ciencia cierta, no lo sabemos.
Balaguer escribió sobre la perversidad que compartió
- Discurso ante las Naciones Unidas en octubre 1961: En la fecha en que Balaguer estuvo presente en la conferencia de las Naciones Unidas ostentando la condición de presidente, trazó algunas líneas que indicaban claramente su interés en aprovecharse de la coyuntura y convertirse en el hombre fuerte de la dictadura sin Trujillo. Por esa razón realizó algunas críticas al antiguo régimen para hacerse simpático antes los amos del norte, y de paso mostrarse como el hombre en capacidad de propiciar el cambio y garantizar la vida democrática pos Trujillo: “Los derechos cívicos fundamentales, aquellos sin los cuales no se conciben la libertad ni el orden civil, han sido reconocidos sin tasas a todos los ciudadanos por primera vez, después de treinta y un años de oscurantismo político. (…). La barrera de hierro que circuía la isla, y al través de la cual podían apenas filtrarse la opinión independiente, ha sido abolida. (…). Los monopolios que existían en favor de particulares, y las empresas establecidas para desviar hacia fines egoísta gran parte de la actividad económica de la nación, están siendo eliminados. (…). La vida institucional del país ha sido a su vez granizada sobre bases jurídicas verdaderamente liberales. (…). En la Republica Dominicana, pues, está naciendo, señores, un estado de derecho. El edificio de la dictadura se ha desplomado totalmente.
En ese discurso, Joaquín Balaguer dio como válido y real, el intento de asesinato contra Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela: “Nadie ignora que se nos condenó en esa ocasión por habernos inmiscuido en la vida doméstica de otra nación hermana, y por haber realizado, en perjuicio de un distinguido estadista de América, un acto de delincuencia política”.
- Sobre el chisme y una actitud afeminada: “Aprovechaba estas comidas –(en el Palacio)—para cambiar impresiones con sus íntimos. Oía a muchos de ellos, en tales ocasiones, relatar episodios históricos o pequeños chismes de familia. Era extraordinariamente afecto a las intrigas de salón y a los enredos sociales. Le encantaba oir, de labios de sus contertulios habituales, la relación de una infidelidad conyugal o de algún descalabro sufrido en su honor o en su hacienda por algunas de las principales familias dominicanos. En estas particularidades se revelan el matiz femenino que haba en la complejidad de su carácter y el resentimiento social que albergó siempre en su pecho”.
- La forma en que Trujillo se enriqueció con los recursos del Estado: “Creó en el país un sinnúmero de industrias nuevas y consagró al desarrollo de las mimas una aparte considerable de la tremenda energía que desplegó en treinta años de dominico sobre el pueblo dominicano. Todas sus empresas tuvieron evidentemente un aspecto odioso, porque las transformó en monopolios y redujo con cada una de ellas enormemente el campo de la iniciativa privada. (…). El éxito de sus iniciativas en el campo económico, se debe en gran parte al hecho de que puso sin el menor escrúpulo al servicio de su hacienda privada los recursos técnicos y mecánicos dela administración publica. Así, la mayor parte de los oficios subalternos en su finca (…) eran desempeñados por empleados pertenecientes a la Secretaria de Agricultura y a la de Obras Publicas. (…). El imperio azucarero que levanto en cinco años (…), surgió y creció desde principio como una obra del Estado. La mayor parte del material humano que se utilizó, (…) procedía de la administración pública y siguió siendo pagado con fondos oficiales. (…). Los prestamos obtenidos con Bancos extranjeros para el financiamiento de las operaciones de instalación y de expansión de ese feudo cañero, fueron garantizados con las propias divisa y las reservas de oro del Banco Central”.
(Nota al margen: Me comentaba recientemente un estudiante, que de esa forma cualquiera se hace rico, diciéndome que a partir de lo que escribía Balaguer, se podía entender que Trujillo era un maestro de la corrupción).
- Maltratando a sus empleados y funcionarios: “No permitía que nadie, entre cuantos laboraban bajo sus órdenes, disfrutara de un día de reposo. Pero él mismo, con un egoísmo diabólico y a veces refinado, sabia proporcionase el asueto necesario para mantener intactas sus fuerzas físicas y sus energías intelectuales”.
- Trujillo utilizaba el poder para prostituir a jóvenes doncellas: “Las noches pasadas en su mansión de Las Caobas, (…), solía dedicarlas a expansiones intimas con personas de su mayor confianza. Amigos obsequiosos, cuya ocupación principal consistía en coleccionar mujeres para el harén del Cesar, llevaban con frecuencia a esas veladas aquellas que habían sido escogidas por él, entre las muchas que aspiraban a su protección o que deseaban acercarse al personaje todopoderoso en busca de algún favor (…). El día antes de su partida para Fundación, solían desfilar por el Despacho de Trujillo una gran cantidad de aspirantes, por lo general bellezas núbiles destinadas a alegrar la senectud melancólica de este don Juan marchito. (…). Estas escenas, presenciadas desde lejos por la empleomanía de Palacio, constituían uno de los signos más desalentadores de la descomposición moral que en los últimos tiempos de la tiranía empezaba a minar la sociedad dominicana. Cuando alguna joven de buenos sentimientos no cedía a los caprichos de Trujillo, los cortesanos que medraban gracias al celestinaje palaciego, se encargaban de vencer su resistencia con las artimañas y las coacciones más viles. Primero, se utilizaban los halagos para tentar la vanidad de la víctima con el deslumbramiento del poder y de la riqueza: luego, el cerco tendido a los familiares más influyentes para incitarlos, con un empleo o con una dadiva, a participar en la persecución desatada contra la virtud o contra la inocencia, y, finalmente , la amenaza hacha drásticamente a toda la familia, expuesta entonces a recibir todo el peso de las choleras egregias.
- La humillación y la extorsión moral: “Otro de los métodos favoritos de Trujillo fue el uso de la humillación y de la extorsión moral como instrumento de dominio y como sistema de gobierno. Trujillo fue, en el fondo, un resentido que humilló a todo el mundo para vengarse de los desprecios que recibió cuando luchaba por ascender, en medio de una sociedad hostil que lo deslumbró desde lejos con sus oropeles fastuosos y con sus pompas mundanas. (…). Disfrutó largamente del placer, sin duda embriagador para un hombre de sus condiciones y su extracción humildísima, de poner el pie sobre la honra y sobre el orgullo de las principales familias de la Republica, (…), llevando con cierta delectación la deshonra a hogares distinguidos.
- Se sentía más grande que Duarte: “La egolatría del dictador llegó a adquirí, en la postrera de sus tres décadas de dominico, proporciones desmesuradas. Ya en sus últimos años, Trujillo llego a creer sinceramente que su gravitación en la historia del país era superior a la de los propios fundadores de la República. (…). Sufrió, sintió un desdén olímpico por todos los héroes nacionales. Por eso suprimió el Día de Duarte”.
- Ramfis y Trujillo competían por las amantes: “Ocurrió el caso de que el mayor de sus vástagos imitó su vida sexualmente desordenada y llegó inclusive a disputarle a sus propias mujeres o a interferir en sus intrigas amorosas. La vida licenciosa del padre, pera no hubo escrúpulo que se opusiera a la realización de sus caprichos más censurables, sirvió de ejemplo a los hijos e hizo a menudo imposibles las correcciones adecuadas”.
- La matanza haitiana: “El conflicto con Haití y la masacre de diez y siete mil haitianos en 1937, no solo fue un hecho moralmente sin justificación, sino también un acto político sin sentido. (…). A Trujillo no le faltó perspicacia para comprender que una matanza de esa magnitud estaba llamada a sacudir la conciencia del mundo civilizado”.
14- El atentado contra Betancourt en Venezuela: Es evidente que Trujillo se dejó cegar por la pasión en su larga y lamentable diputa con el estadista venezolano. (…). El atentando contra Betancourt fue preparado con tanto esmero como el secuestro de Galíndez. Falló por un golpe del destino. (…). Betancourt escapó dos veces a de la mano de Trujillo: la primera vez en La Habana, donde se le intentó envenenar con una inyección de arsénico; y la segunda en Caracas, durante el atentado del 24 de junio de 1960.
- Asesinado las hermanas Mirabal: “Sus simulaciones eran muchas veces sínicas. Cuando las hermanas Mirabal fueron asesinadas y se hizo púbica la especie de que habían perecido en un accidente en la carretera de Luperón, Trujillo llamó a su residencia de Fundación al mayor Cándido Torres, encargado en esos momentos de los Servicios de Seguridad. “Qué hay de nuevo?, le preguntó con aire despreocupado. Cuando el interpelado empezaba a informarle sobre las últimas novedades del departamento a su cargo, Trujillo lo interrumpió para decirle: Y no sabe usted que las hermanas Mirabal han sufrido un accidente y que es posible que ese crimen se achaque al Servicio de Inteligencia? (…). El Mayor Torres salió de allí confundido. La muerte de las hermanas Mirabal había sido largamente elaborada. La orden había llegado hasta el Servicio de Seguridad, pero los mismos sabuesos que se habían formado en esa escuela de crímenes habían retrocedo ante esa monstruosidad. (…). El Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, general José Rene Román Fernández, al través de quien fue trasmitida la orden, tuvo que hacer uso de toda su autoridad para que se cumpliera el hecho horrendo.
- El engaño como instrumento del crimen: “Con el transcurso del tiempo, Trujillo refinó sus sistemas y empleó hasta la saciedad el engaño y la simulación para encubrir sus delitos. El día antes de suprimir al licenciado Diógenes del Orbe, lo designo Procurador General de La Vega. Marrero Aristy, Secretario de Estado de Trabajo, fue asesinado por los esbirros de Johnny Abbes García horas después de que Trujillo lo recibiera en su despacio del Palacio Nacional para ratificarle su confianza. En la tarde del mismo crimen, a una hora en que Marrero había sido seguramente arrojado por el precipicio en que su cadáver fue hallado (…), Entro a mi despacho para preguntarme por la víctima”.
- Utilizando el Foro Público para humillar y desacreditar: “En esas columnas se denigró diariamente, sin motivo y sin discriminación, a toda la familia dominicana. Amigos y enemigos fueron entregados a esa picota al ludibrio público con malignidad calculada”.
- Asesinando sin piedad: “La eliminación física de todo aquel a quien él consideraba en un momento dado peligroso para la subsistencia del régimen, fue uno de sus métodos favoritos. Nunca concibió que el pueblo dominicano pidiera ser gobernado en otra forma. El terror era, según él, el único recurso efectivo para lograr el orden absoluto a que aspiraba”.
- El miedo como mecanismo de gobierno: “El miedo era la base sobre la cual se apoyaba el régimen. (…). La presencia de la víctima, arrojada al paso del primer transeúnte, resultaba siempre aleccionadora. Muchos crímenes de Trujillo sorprenden por lo aparentemente innecesarios. En un gran número de casos, nadie encuentra, para explicarse eso hechos abominables, ninguna excusa satisfactoria”.
- Trujillo fue temido pero no amado: “Creyó el terror más efectivo que el amor como instrumento de gobierno. Consideró que el miedo que inspiraba le ofrecía mayor seguridad que la que podía proporcionarle el afecto de sus amigos o la adhesión espontanea de sus seguidores. Por eso gobernó solo, rodeado de hombres que lo odiaban aunque le servían como corderos sumisos”.
(Nota al margen: Con esas palabras, aparecidas casi al final del libro, ¿estaría Balaguer queriendo que pensáramos en él, en el que fue presidente títere de la bestia que acaba de describir?)
La verdad que Rafael L. Trujillo, aquel que gobernó a los dominicanos asesinándolos y aterrorizándolos con el miedo, fue, desde antes de ser presidente, un monstruo que utilizó la República para su beneficio personal en el entendido de que era de su propiedad; culpa también de todos los intelectuales y funcionarios intimos que les exaltaron y celebraron todos sus desvaríos: Joaquín Balaguer encabezando el listado de todos ellos.