Cuando escribo estas líneas han pasado varias semanas de la fecha de defensa de mi tesis doctoral en la Universidad Carlos III de Madrid. Obtuve sobresaliente cumlaude, y aunque no soy apologeta de los títulos universitarios ni de los méritos académicos, puesto que no son determinantes absolutos de que se tenga un conocimiento sobre las cosas, debo admitir que me siento muy satisfecho con la
calificación obtenida.

Pero lo que más me llena de orgullo, y es la razón por la cual escribo este artículo, es que mi investigación versó sobre tres décadas del teatro dominicano, dando visibilidad a un momento determinado de la escena teatral del país.

A continuación, comparto cómo fue el proceso y algunas conclusiones obtenidas. Mi tesis doctoral se titula Las vanguardias teatrales en República Dominicana (1970-2000), entre los objetivos de ella estuvo colocar a la escena dominicana en la estela de los debates sobre vanguardia artística.

Partí de la hipótesis de que la vanguardia teatral en la media isla caribeña se originó en la década de 1970, y esta estuvo vinculada al devenir social, político y cultural del país. Cuando comencé el proceso de levantamiento de la bibliografía sobre vanguardia, primero vanguardia artística en general y luego vanguardia teatral en particular, me encontré con una serie de problemáticas. La primera fue que pude constatar que todos los autores del tema en cuestión desarrollaron sus teorizaciones tomando como muestras manifestaciones artísticas europeas o estadounidenses, y se colocaron de espaldas a las aportaciones estéticas de otras latitudes.

Esa actitud etnocéntrica de los diversos autores hegemónicos de las vanguardias artísticas, me llevó a apoyarme en una perspectiva descolonial en el análisis de los diversos textos. La perspectiva descolonial me permitió negar el etnocentrismo de los autores que teorizaron sobre vanguardia y detectar la existencia de una vanguardia teatral en República Dominicana, al igual que pude comprobar cómo los diversos teatristas dominicanos que estudié contribuyeron con sus obras al proceso de descolonización de la cultura nacional.

Sin embargo, me encontré con un segundo problema. A diferencia de lo que ocurre en Europa, América Latina, incluso con países caribeños como Cuba, el teatro dominicano tiene muy poca bibliografía crítica sobre su escena. Eso me causaba bastante dolor, puesto que parecía que este no existía, salvo en escuetas menciones en algunos libros de teatro caribeño o latinoamericano.

Hubo dos sucesos históricos que permitieron la emergencia de la vanguardia escénica dominicana: el asesinato del dictador en 1961 y la guerra de abril de 1965.

Para solucionar esta problemática, me amparé en la realización de entrevistas a los directores y dramaturgos dominicanos cuyas obras emergieron en las décadas de delimitación de mi estudio.
Las entrevistas a los teatristas dominicanos es una pata fundamental de la tesis, las cuales están contenidas en los anexos de la misma. Las considero una cartografía inédita de los diversos paradigmas estéticos de la escena en República Dominicana.

Uno de los hallazgos de la tesis fue que el concepto de vanguardia en el arte se ha vuelto ambivalente y problemático. Es tan vasto y heterogéneo que es difícil precisarlo. Sin embargo, el uso de una perspectiva descolonial, me permitió apropiarme del término y llevarlo al terreno de la teatralidad dominicana.

Partí, en primera instancia, de que la vanguardia en el arte ha sido un proceso inter- cultural, que debe ser desterrado de la visión eurocéntrica que asume que los países del Norte Global realizan las aportaciones estéticas, y los países del Sur Global imitan dichos aportes.

A pesar de lo difícil que es capturar el concepto de vanguardia en el arte, se pueden destacar algunas cuestiones que son frecuentes en todas ellas: avanzada de la sensibilidad estética, crítica de la tradición, posicionamiento en contra de la hegemonía artística y búsqueda de la libertad creativa. Todas esas categorías deben ser estudiadas en función a las peculiaridades de cada territorio, puesto que pueden variar según el país.

El fenómeno de las vanguardias en el arte ha sido un proceso de comunicación transcultural de carácter horizontal, donde países hegemónicos y periféricos se vincularon y se vinculan mutuamente.

Una cuestión de gran envergadura en el proceso de mi investigación, fue la comprobación de que el teatro hegemónico dominicano se institucionalizó en 1946, por decreto nacional, con la construcción del Teatro Escuela de Bellas Artes, que hoy se llama Palacio de Bellas Artes.

Las obras que se realizaban allí debían responder a los intereses del estado. Se encontraban de espaldas a la configuración cultural de la media isla caribeña, dígase la hibridación y criollización resultante de la mezcla de lo hispano, lo indígena y sobre todo lo africano. Dicho teatro era más bien un dispositivo a merced del poder del dictador Rafael Leónidas Trujillo.

Otro resultado de la investigación fue que la vanguardia teatral en República Dominicana se posicionó de forma fehaciente en contra del teatro hegemónico dominicano, representado por el Teatro Escuela de Bellas Artes.

Hubo dos sucesos históricos que permitieron la emergencia de la vanguardia escénica dominicana: el asesinato del dictador en 1961 y la guerra de abril de 1965. Estos dos acontecimientos, sumado al triunfo de la Revolución Cubana, posibilitaron el despliegue de una conciencia identitaria sólida por parte de los dominicanos, que buscaban defender su subjetividad y resistir a las problemáticas de opresión derivadas del contexto histórico, contribuyendo al nacimiento de la vanguardia teatral
dominicana.

Un aspecto a resaltar es que, a nivel cultural, el llamado teatro post- dictadura de la década anterior, allanó el terreno para el surgimiento de la vanguardia escénica dominicana. Entre sus máximos representantes destaco a Iván García, Franklin Domínguez, Manuel Rueda y Máximo Avilés Blonda. Las propuestas de dichos autores son colocadas en la tesis como una bisagra entre el teatro hegemónico dominicano y la vanguardia teatral que inició en la década del 70.

La vanguardia escénica dominicana estuvo influenciada de forma directa por la vanguardia teatral latinoamericana, y de forma indirecta por la vanguardia escénica europea. Lo más interesante del estudio, fue que incluso los aportes europeos, al ser absorbidos por los latinoamericanos y caribeños, adquirieron otros matices y características, supeditados a las particularidades socio- culturales de los territorios en cuestión.

En síntesis: las vanguardias escénicas latinoamericanas y caribeñas no buscaron imitar a las vanguardias europeas, sino que realizaron sus propios aportes. El teatro de la época, en todo el continente, poseía una única premisa: alcanzar un lenguaje propio que hundiera sus raíces en la cultura de los diversos países, posicionarse en contra del imperialismo norteamericano y dar visibilidad a las corporalidades oprimidas por los paradigmas colonialistas que heredaron las élites criollas de las diversas repúblicas.

Mi mayor satisfacción con este estudio ha sido colocar al teatro dominicano en la órbita de los análisis internacionales sobre vanguardia artística y escénica, dando visibilidad a 30 años de la escena del país, y aportando una perspectiva crítica de estudio, que redundará de forma positiva en las nuevas generaciones de artistas teatrales, y contribuirá a la memoria de ese pilar de la cultura dominicana que es el teatro.