La ciencia ficción ha visto un renacer en la literatura latinoamericana del siglo XXI, en particular en el contexto del Caribe hispano insular. Como prueba del auge de este género, se podría mencionar la producción de los dominicanos Odilius Vlak, Rita Indiana y Rey Andújar, la de los puertorriqueños José Liboy Erba, Rafael Acevedo y Alexandra Pagán Vélez, y la de los cubanos Yoss y Erick J. Mota. Otro escritor antillano que ha construido una obra considerable empleando el marco de la ciencia ficción es Pedro Cabiya, puertorriqueño radicado desde hace dos décadas en Santo Domingo. Su última novela: Tercer Mundo, es un monumento literario inexplicablemente desatendido por la crítica.

Publicada en 2019, Tercer Mundo tiene como escenario la interacción de tres “mundos” en el multiverso. Esta dinámica define un espacio que incluye lo humano, posthumano, alienígena, animal y vegetal. Es el producto de la simbiosis entre los llamados “seres elementales”, a los que no afectan las leyes de la física y habitan el Primer Mundo y el Segundo, y los “seres impermanentes” de la “República Borikwá de Puerto Rico”, en el Tercer Mundo. Desde este Puerto Rico que tiene su capital en Santurce, todos acceden, por causa de una “anomalía” en el multiverso, a un Puerto Rico anterior y ruinoso que resulta ajeno a los habitantes de los tres mundos conocidos: el Puerto Rico de los años ochenta.

Los tres “mundos” sacan provecho del contacto. Por ejemplo, los habitantes del Tercero reciben la protección del Ánima Sola, figura central del cómic homónimo publicado por Cabiya con ilustraciones de Israel González y Yovanny Ramírez en 2003, y otros “seres elementales” del Segundo Mundo, la mayoría dioses de la mitología vudú, yoruba y congo que se encuentran en el panteón de la Santería, el Palo Mayombe y el vudú dominicano o las 21 Divisiones.

Por su parte, los “seres elementales” del Primer Mundo y el Segundo encarnan en los “impermanentes” del Tercer Mundo para alimentarse de “decisiones” que los “impermanentes” creen producto de su voluntad, pero que en realidad responden a planes trazados desde los otros “mundos”. Esta fórmula narrativa ha caracterizado los textos de Cabiya desde Historias tremendas (1999), su primer libro. En efecto, como ha visto Luis Felipe Díaz, los personajes de Cabiya “son víctimas de una insospechada supra-realidad, cuyas lógicas y mandatos resultan difíciles de razonar o comprender”.

Los “mundos” del multiverso de Cabiya se manejan como corporaciones. El Tercer Mundo es el espacio desde el cual se obtienen dividendos en una economía que no se basa en el dinero, sino en el contrabando productos, magia y talentos. Desde el edificio denominado Alta Torre, en el Primer Mundo, se controla lo que ocurre a los habitantes del Tercero a través de los agentes o “buzos” que los encarnan.

El Segundo Mundo, una república gobernada por dioses de las religiones afrocaribeñas, también envía agentes al Tercer Mundo para extraer recursos. El personaje de Duncan Domènech, del Segundo Mundo, le resume a Edna, habitante del Tercero, cómo funciona esta peculiar dinámica de explotación:

El Tercer Mundo es el campo de batalla de los dos primeros, el lugar donde se expresa el conflicto entre el Primer Mundo y el Segundo. El Tercer Mundo es el lugar donde se averiguará quién tiene la razón.

-Y el lugar donde obtienen su sustento.

-Lo has adivinado.

– ¿Qué es cuál?

-Decisiones, las decisiones que toman cada día, según su esquema moral, los seres impermanentes de este mundo. Decisiones en las que influyen el Primer Mundo y el Segundo valiéndose de distintos medios y según el valor nutricional que tienen que cosechar. Todo cuesta”.

Melanie Pérez Ortiz subraya que “la obra de Cabiya representa una crítica a la colonialidad del capitalismo y el neoliberalismo mundial contemporáneo, cuyas raíces están en los laboratorios de cuerpos caribeños sacrificados para el desarrollo de las potencias colonizadoras o los dueños del capital”. La dinámica de los “mundos” en la novela de Cabiya ciertamente alegoriza los modos del capitalismo. De hecho, al igual que buena parte de la ciencia ficción latinoamericana del siglo XXI, en Tercer Mundo sobresalen las coordenadas del llamado cyberpunk, subgénero de la ciencia ficción que, como ha visto Emily Maguire, tiene como trasfondo la recesión económica del Estados Unidos de principios de los ochenta, y que incorpora la imaginería tecnológica en un marco de ribetes anarquistas para adelantar una crítica tenaz al orden capitalista.

Al describir el marco narrativo empleado por Cabiya en Tercer Mundo, Juan Duchesne Winter acuña la noción de “caribpunk”, la cual matiza en los siguientes términos: “El caribpunk se arraiga al territorio como la planta, el animal, el espíritu y el robot. Es una manera de palpar el territorio que se desvía de las rutas demasiado humanas e histéricas, como la obsesión con la identidad y la cultura. El caribpunk se deja gozar”.

Es evidente que Duchesne Winter entiende el marco narrativo de Cabiya en Tercer Mundo como un lenguaje que fuerza a pensar a Puerto Rico desde nuevas ópticas. En la novela, ese afán por modelar otras posibilidades del sujeto y su relación con el espacio en el contexto de Puerto Rico se canaliza a través de un humor corrosivo que remeda el de La guaracha del Macho Camacho (1976). Ciertamente, la novela de Luis Rafael Sánchez es un referente fundamental en Tercer Mundo, especialmente en el empleo del locutor radial para enmarcar buena parte de la trama. Ahora bien, el humor, que en Sánchez está en función de la sátira sociopolítica a través de la reproducción de la lengua coloquial y la mitología de la cultura de masas, en Cabiya aparece saturado de una densidad distinta. Es un humor en el que lo paródico no apunta al Puerto Rico de un tiempo específico, paralizado en la anomia colonial, sino a un Puerto Rico que se presenta en infinitas versiones.

Ahora bien, hay que subrayar que el humor en Tercer Mundo responde a un esquema lúdico general. En la mejor tradición cervantina, la novela pone al descubierto el engranaje que la conforma a la vez que tiende a la difuminación de la función autorial. El juego en la novela apunta también a lo indeterminado, una de las características de los textos “metaficcionales”, de acuerdo con la categorización de Patricia Waugh: “La metaficción se propone hacer claro que el juego es una actividad relativamente autónoma, pero que tiene un valor definido en el mundo real. El juego se desarrolla en base a reglas y roles, y la metaficción opera explorando reglas ficticias para descubrir el papel de las ficciones en la vida. Su objetivo es descubrir cómo cada uno de nosotros ‘juega’ con su propia realidad”. Esta explicación es significativa si se toma en cuenta que la “anomalía” que ha hecho que los tres mundos se conecten cuando “el multiverso entero dejó de existir por una fracción de milisegundo” es una mano de dominó.

Otro ejemplo destacable del esquema lúdico patente en Tercer Mundo es la transcripción de una entrevista radial al escritor Janus Géminis, del Primer Mundo, quien responde a una pregunta de la anfitriona del programa en la que se menciona al “escritor tercermundista Pedro Cabiya”:

Freya Vanir: ¿Qué hay de cierto en el rumor de que eres tú quien escribe los libros del escritor tercermundista Pedro Cabiya?

Janus Géminis: De todos los escritores que podría yo poseer para publicar en el Tercer Mundo, que el rumor identifique a uno tan malo como Pedro Cabiya debería ser suficiente para descalificar semejante despropósito como la burda calumnia que es.

La valencia del esquema lúdico de Tercer Mundo se evidencia en grado sumo en el personaje de Abiel, el narrador zafio e impredecible que cuenta toda la historia y que no tiene reparos en burlarse continuamente del lector con pistas falsas y los avances y retrocesos en la trama. Con todo, en ocasiones Abiel reconoce que se pierde en la contingencia de su propio referir: “Sea como sea, el punto es… ¿Cuál era mi punto? ¡Están pasando tantas cosas que, hasta yo, que lo veo todo y lo oigo todo, me pierdo a veces!”.

El narrador incluso llega a confesar que se asusta con lo que cuenta: “Y sentiré miedo, sentiré pavor. Querré abandonar mi tarea”, y en un punto hasta define su relato como un “crical”: “Lo que sucede ahora es, nadie lo duda, un crical, y varias personas murieron. Pero, ¿qué tal si yo, al contarlo, también hago un crical? Que la narración misma sea un crical, porque de otra manera no se puede contar un crical. Un crical que es desmenuzado y ordenado por partes para que se vuelva inteligible pierde su esencia, deja de ser un crical”.

El “crical” que cuenta Abiel, la novela que el lector consume, es un texto que se ramifica en formas impredecibles como las raíces del manglar al que van a parar los personajes en las páginas finales. Cercano a los proyectos del Julio Cortázar de 62/Modelo para armar (1968), el Georges Perec de La vida instrucciones de uso (1978) y El gabinete de un aficionado (1979), el Italo Calvino de Si una noche de invierno un viajero (1979) y el Milorad Pavic de Diccionario jázaro (1988), Tercer Mundo se regodea en su calidad de artificio al hacer evidente el carácter lúdico de los procesos de narración y lectura. La siguiente cita, en las páginas finales de la novela, condensa esta singularidad:

Me tengo que ir y ustedes ya casi casi van a tener que cerrar el libro; habrán pasado de no saber un carajo a saber un montón de cosas. El libro empezó finito a la izquierda y gordo a la derecha, pero ahora está finito a la derecha y gordo a la izquierda, señal de que la energía se ha movido de un lugar a otro: de los signos en las páginas a tus neuronas, del papel a tus calorías y tu memoria. ¿No es maravilloso?… Han aprendido que no hay un solo Puerto Rico, sino infinitos, pero que, por suerte, (dizque) vivimos en el mejor de todos ellos. Sea como sea, yo espero que este libro lo publiquen no solo en la República Borikwá, sino en aquel otro Puerto Rico destartalado al que fuimos a parar y en el que por poco nos quedamos varados todos, hasta yo. También allí, si es que alguien lee en ese terrible mierdero, aprovecharán las lecciones que encierra mi relato.

Esta alusión a los múltiples Puerto Rico que menciona el narrador personaje antes de desaparecer absorbido por el agujero negro que lo trasladará “hacia el lado oculto del multiverso” encierra toda una epistemología de la historia y del espacio de lo puertorriqueño con evidentes ramificaciones al dominio más amplio de las Antillas.