Rosa Montero construye personajes muy humanos que se desarrollan conforme a los distintos contextos sociales de donde provienen. En su novela Te trataré como a una reina se revelan como fieles prototipos de estos; una sociedad violenta, machista y colmada de estereotipos que rigen las vidas de todos, pero que vierte toda su saña contra la mujer.

La historia cuenta de un grupo de personas que interactúan en un club nocturno llamado Desiré unos como visitantes y otros como empleados. Como todo ser humano cada uno actúa movido por sus emociones, ilusiones y frustraciones durante su vida. Este conjunto junto al alcohol se combina para impulsar la violencia física y psicológica entre ellos hasta punto de causar la muerte, traumas físicos y cambio de rumbos de sus vidas, ya suficientemente maltratadas.

Los personajes masculinos, en sus acciones, corresponden a los patrones típicos de su contexto; ebrios, violentos, embaucadores, machistas y hasta insolentes.  Una característica es común a todos; ejercer su poder contra las mujeres, ya sea de forma violenta o sutil. Estos agravios se muestran de manera aparentemente natural, como si fuera la norma el abuso en contra de ellas.

Antonia es una mujer de cuarenta y seis años, soltera y creyente. Su vida transcurre entre los quehaceres domésticos y el cuidado de su hermano. Su existencia no puede ser más aburrida y angustiada, fruto de su miedo al pecado, al castigo divino y al puritanismo con que fue criada. Se comporta sumisa, servil y torpe ante el hermano que no pierde tiempo para humillarla; desvalorizarla y presionarla se le hace natural y normal. El punto crítico llega cuando este se entera de que tiene una relación sentimental con un hombre menor que ella, la embestida es tan fuerte que la vergüenza y el dolor por el romance frustrado la empujan a huir de su entorno y lo que había sido parte de su vida. La otra cara de la moneda presenta que el hermano mantenía una relación con una jovencita con quien aspiraba a casarse, luego de una vida embaucando mujeres casadas a quienes abandonaba luego del romance y la promesa de amor eterno. Queda demostrado que la censura y la moralina apuntaban solo hacia la mujer.

El caso de Bella es distinto, en cierto modo, una artista frustrada que canta y toca el órgano en el Desiré, vive sola, independiente y en la pobreza. La madurez le alcanza sin lograr los sueños, ni en el arte, ni en el amor. Los agravios, las desilusiones y los engaños exacerban sus emociones que descargan en acciones violentas en contraposición con la persona empática y solidaria que suele ser en ocasiones. Luego de descubrir el engaño del Poco, quien le prometió emigrar a la Habana, Cuba, para crecer como artista y lograr el éxito y el glamur soñado se embriaga y movida por las quejas de Antonia sobre la actitud del hermano se descarga con este, lo tira de una escalera, quien queda mutilado al igual que la vida de la propia Bella.

Vanessa es una joven que al igual que Bella sueña con ser artista, en sus aprestos por alcanzarlo se encuentra con la dura realidad, prostitución, agravios, mucho alcohol para sus pocos años, entre otros infortunios. En muchas ocasiones fue blanco de las intenciones de Poco a quien rechazaba con insolencias. Este al enterarse de que se casaría con Antonio la golpea hasta dejarla casi sin vida.

Queda demostrado que, aunque la vida de todos los personajes al final es tocada por la tragedia, las penurias de las mujeres las acompañan siempre. La soledad, la pobreza, la moralina inclemente atentan en contra de su libertad, les impide tomar decisiones sobre sus vidas, alcanzar sus sueños y vivir con plenitud.