Son miles de seres humanos en el planeta que no llegan a cumplir tres décadas de vida, independientemente de cuál sea la causa de su inexistencia. Conmemorar nuestro trigésimo aniversario es un gran logro; en un país donde la literatura y la cultura les son insignificantes, me resulta inverosímil que en un país donde nació un 29 de junio de 1884 Pedro Henríquez Ureña, el más excelso humanista, intelectual y culturólogo de todos los tiempos, quien murió 11 de mayo de 1946 en Buenos Aires, Argentina. La mayoría de nuestros gobernantes y los políticos dominicanos no entiendan que la cultura es la razón de ser de la naturaleza humana. Hemos tenido presidentes recientes, que nunca han hecho referencia a una obra literaria; incluso el vocablo cultura les es indiferente. Desde Danilo Medina y Luis Abinader, han ido destruyendo el patrimonio institucional del Ministerio de Cultura, que tantas luchas y sacrificios nos costó a los artistas, gestores culturales y escritores para su concreción.
Hoy, tenemos con nosotros a uno de sus impulsores: Mateo Morrison, que cuando presidió el Consejo Nacional de Cultura, que fue la primera instancia para la creación de la Secretaría de Estado de Cultura, comenzó y anduvo el país realizando diagnósticos para su levantamiento y confirmación, en la segunda gestión gubernamental del doctor Leonel Fernández Reyna. A pocos meses de entregarle el poder a su sucesor Hipólito Mejía, lo dejó formado, teniendo la delicadeza de no dejar nombrado a nadie. Siendo su primer incumbente, el poeta e intelectual Tony Raful, nuestro Mateo tuvo roles estelares. Morrison debería ser declarado Matrimonio Cultural de la UASD y de la Nación, pero nuestras autoridades ni siquiera tienen la visión para hacerlo. En su rol histórico de su gestión cultural en la universidad, fue quien me sugirió que deberíamos formar un taller literario en Santiago; él sabía lo que decía, en razón de que ya en el año 1979 había fundado el César Vallejo en la sede de la universidad. Uno de los talleres literarios más trascendentales de nuestras letras que todavía está funcionando.
Este grupo ha aportado más a la literatura dominicana que todos los profesores y egresados del área de humanidades de nuestra universidad, incluyendo todas las demás. Gracias al Premio Nacional de Literatura Mateo Morrison por haberme incentivado a crear el Taller Literario Virgilio Díaz Grullón, que dejamos formalmente constituido un 30 de junio de 1994, (fecha que se celebra en el país el Día Nacional del Maestro, en honor al insigne profesor, político y escritor Juan Bosch, quien nació 30 de junio de 1909, murió 1 de noviembre de 2001). Nuestro acto estuvo precedido por el propio escritor y su esposa Aída Bonnelly de Díaz, donde el doctor y Premio Nacional de Literatura Bruno Rosario Candelier, también presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, dictó una conferencia magistral sobre nuestro ilustre escritor, que el 1 de mayo se conmemoró su primer centenario (1924-2024). Siempre he sostenido que los verdaderos héroes del accionar cultural del país han sido los grupos y las instituciones culturales independientes, ante un Estado incapaz e ineficiente, igual que sus funcionarios del área. La institucionalización de los grupos culturales ha sido la mejor acción de nuestra Primada de América, aunque el apoyo a los mismos ha ido cayendo con los años, por la poca o nula visión de sus rectores y sus funcionarios. Otrora, cuando ese departamento fue dirigido por encumbradas figuras como Narciso González (Narcizo), Macio Veloz Maggiolo, Mateo Morrison y Dagoberto Tejeda Ortiz. Sin embargo, ahora estos grupos son olvidados, marginados y maltratados económicamente por la universidad, con algunas excepciones de algunos de los directores de los centros regionales, como es el caso de Santiago de los Caballeros, que después de nosotros realizar por 25 años de manera ininterrumpida la gestión de José Tavárez y Ramón D' Luna no lo hicieron, a sabiendas de que ambos proceden de las humanidades. Empero, desde el año pasado hemos retomado el reconocimiento anual, que es el acto literario y cultural más trascendental de la universidad.
Este retorno debo agradecérselo al maestro Juan Arias y al profesor Carlos Arroyo, quien era miembro destacado de este taller, donde comenzó emprendiendo un vuelo ascendente en Santiago de los Caballeros, y en la universidad. Llegó por un tiempo a ser coordinador operativo. Debo mostrar gratitud a Arelis Albino, por ser durante tantos años parte esencial del taller y este evento, que también con las entrevistas que realizaba en nuestra revista Voz Literaria, en el 2008 publicó su primera obra: Entrevista a diez escritores de Santiago y la Región. Igualmente, para cada uno de los miembros, aquellos que por una razón u otra no están, pero sobre todo los que han permanecido y los nuevos que se han integrado. Gratitud a Juana García, Francisco Chevalier, Cristal Pérez, Ryan Santos, entre otros. Agradecimiento a algunos compañeros de nuestro recinto, por su entrega por encima de sus deberes laborales: Genarina Rodríguez, Rosa Peralta, Lucia Caraballo Olivo, Silverio González Camacho, José Armando Toribio y Aníbal Coronado.
Soy de lo que considera que la universidad debe aprovechar el glorioso Movimiento Renovador de la década de los 70, para reiniciar ahora un proceso de refundar nuestra universidad, como lo hizo la UNAM de México. No es posible que nuestra institución ande como el Estado: desnaturalizándose y destitucionalizándose. La universidad debió crear una vicerrectoría de cultura, no solo de extensión, porque eso es limitar el significado y todo el accionar de la primera. La cultura es todo lo que hacemos, decimos y creamos. Somos seres humanos porque somos entes culturales, que nacemos, evolucionamos, pensamos, razonamos e inventamos.
La universidad debería apoderarse de la vasta experiencia del poeta Mateo Morrison, para que elabore, junto a un equipo de especialistas, lo que tengo décadas diciendo, que la universidad debe tener una política cultural, como la tienen otras instituciones académicas en el mundo. Así mismo, que, en la carrera de Comunicación Social, debe incluirse en el pénsum la materia de periodismo cultural, para que los periodistas puedan ejercerlo y en los medios puedan publicarse reseñas literarias y culturales. Pero nos ha tocado nacer y vivir en el país de la sordera y la sinrazón. Este acto de hoy es muy especial, porque en él se combina una tríada: el centenario de don Virgilio, que como cuentista tuvo la certeza de modernizar el género en el país de una tradición de carácter criollista y cotumbrista: introdujo en el cuento dominicano la urbanidad y los aspectos sicológicos en los personajes.
Segundo celebramos los 30 años de la fundación del taller; tercero, la publicación de la primera Antología Literaria, centrada en la categoría de poesía y cuento-microrrelato. Durante muchos años quisimos hacerlo, pero nunca se pudo por falta de respaldo, pero gracias a un préstamo que hicimos con el respaldo de Tiempo de Nosotros Editores, del maestro y escritor Lusmil Castor Paniagua, que la preside hoy, apoyado en su generosidad, hoy lo hacemos. Solo rogamos que cada uno pueda comprar su ejemplar, para que podamos pagar el préstamo; no podemos regalarla o donársela a nadie; por esa razón, hoy, se vendrá al módico precio de 500 pesos. Esto es otro de nuestros malestares culturales, en una sociedad donde los escritores tienen que endeudarse para poder publicar sus obras, pero también venderla en un país donde la compra y lectura de libros son muy pobres. Como cada año, de los 27 que tenemos realizando nuestro reconocimiento anual 2024, nos sentimos honrado y orgulloso de condecorar a este grupo de personalidades, que debíamos haberlo hecho antes, no ahora.
A Manuel García Cartagena, con la Distinción al Mérito Virgilio Díaz Grullón, por su esmerado cuidado y la trascendencia de sus obras escritas en el cuento y la novela, donde ha obtenido importantes preseas literarias en el país. Igual cultiva la poesía, donde ha sido premiado en varias ocasiones. Es un gran ensayista y un intelectual de prestigio, que enaltece la literatura dominicana y caribeña. Al cantautor Roldán Mármol, quien desde hace tiempo se ha convertido en un gestor de nuestras tradiciones, andando todo el país, rescatando el folclore desde nuestros orígenes ancestrales. Por lo tanto, les haremos la entrega del Reconocimiento a la Gestión Cultural Narciso González (Narcisazo). Al periodista y escritor Gustavo Olivo Peña, por su contribución a la difusión y el desarrollo de la literatura y la cultura, a través del Periódico Digital Acento, siendo el medio que tiene la planilla más rica y diversa del periodismo cultural dominicano. Reconocimiento a la Difusión Cultural Menelio Almonte (Menny). Olivo desarrolla una labor impresionante en la promoción de nuestras letras, como cofundador y subdirector de dicho periódico, junto al experimentado periodista Fausto Rosario Adames, quien es el director. Centro Cultural Renovación de Puerto Plata, Institución Cultural por sus 96 años de trabajo y también por la iniciativa de impulsar y desarrollar la literatura dominicana, por medio de su prestigioso Concurso Literario. Reconocimiento Dionisio López Cabral, Taller Literario de Narradores de Santo Domingo, en la persona de su fundador, el escritor y gestor Valentín Amaro, que junto a ellos ha venido motivando el progreso de las letras nacionales. Distinción Joven Escritor, Gerson Adrián Cordero, con 8 obras publicadas en diferentes géneros literarios, igual que su labor de promotor y difusor cultural. Reconocimiento Apoyo al Taller, al maestro Mateo Morrison, quien fue el motivador para que formáramos nuestro taller literario.
Trigésimo aniversario (2024)
En tan honorable ocasión, festejamos poniendo a circular la primera Antología del Taller, que aúna treinta años de luchas y esfuerzos de cada uno de nosotros. La compilación tiene de fondo en su portada el tono amarillo, que simboliza el color de Santiago de los Caballeros. La letra t que significa taller con las fotos de los antologados: Arelis Albino, Enegildo Peña, Cristal Pérez, Ryan Bladimir Santos, Francisco Chevalier y Juana García. También se destaca el número 30, conmemorando nuestro trigésimo aniversario. En la contraportada posee una L, representando la palabra literario con las fotos de los otros que aparecen en ella: Carlos Arroyo, Arlyn Abréu, Cristóbal Rodríguez, José Antonio Batista, Noel Rodríguez, Faustino Medina, Luisa Martínez, Alejandra Vásquez y Manuel Antonio Ureña (fallecido). La compilación tiene 152 páginas, incluyendo el anexo donde se narra la historia de los 30 años del taller. La obra está dedicada al maestro Mateo Morrison, por ser la luz que iluminó este camino. El prefacio comienza con una frase que escribí: nadie como yo, ha sufrido tanto esta antología.
Aquí están, sobre todo, los que aún asumen la literatura como su proyecto de vida. En un país, que no apoya ni la difunde. Ser literato en la amada Quisqueya es sinónimo de atraso y desamparo, no solo del Estado, sino también de nuestros familiares, correlacionados e instituciones. No importa que nos pase como la insigne obra de uno de los más brillantes escritores y patriotas que hizo de nuestro suelo su verdadera y única patria: Federico García Godoy, que viviendo las peripecias y «lancinantes tristezas» del pueblo dominicano, escribió El derrumbe. Inspirados en él y en los grandes escritores nacionales, seguiremos de pie para hacer de lo imposible todo lo posible, hasta el último aliento y suspiro de nuestras vidas.
Sí, las autoridades actuales de la universidad lo permiten: nos gustaría que continuarán realizando el acto anual de reconocimiento literario y cultural, a pesar de las vicisitudes y embestidas que recibimos cada año para poder hacer su realización. Hacer gestión cultural en la República Dominicana parece ser un ejercicio de méndigos y pedidores, hasta el extremo que el escritor Pastor de Moya, hoy viceministro de Identidad Cultural y Ciudadanía, de manera despectiva nos llama culturosos. Para concluir, debo confesar que, por cada una de las situaciones que he planteado y denunciado en estas palabras, estoy pensando la posibilidad de retirarme de la gestión cultural y del taller para dedicarme a mis proyectos de investigaciones literarias de mi amado Santiago de los Caballeros. En la universidad cumplí 30 años, pero tengo 40 dedicados a estos afanes, desde la Sociedad Cultural Perpetuo Socorro de mi barrio de origen Pueblo Nuevo, Alianza Cibaeña, Centro de la Cultura, Casa de Arte hasta ser viceministro de Cultura, donde llegué tomando una sola pastilla para la presión arterial, y terminé consumiendo 4. Sin contar las otras de mis enfermedades. Este es un sector fundamental para el progreso y desarrollo de nuestra nación, pero para los políticos y funcionarios no lo es; de ahí el malestar cultural que tenemos los que nos hemos dedicado en cuerpo y alma a este noble ejercicio patriótico, pero tratado por los políticos e instituciones como un asunto sin importancia, donde ven la cultura como un simple gasto, no así, como una verdadera inversión. Como dijera el historiador y creador del término cubanidad, Fernando Ortiz: La cultura es la patria.