Para hablar del sexo femenino hay que tener prudencia y no sólo por la falsa sensibilidad con la que se le ha tildado a la nueva mujer, sino porque es un ser en avance, en evolución, en cuanto a derechos y voz me refiero. Por esa razón, hasta para medir la mujer del ayer y hoy hay que vivir lo pasado y ninguno de nosotros es tan viejo como para testimoniar el cómo tuvieron que progresar las mujeres.
Empero, en algo sí no cabe comparación alguna sobre ésta a lo largo de la historia, la subestimación, reprensión e intolerancia al simple ser femenino. Debo mencionar a Irene de Constantinopla, mujer de armas tomar, horrenda asesina, inteligente y audaz, capaz de llevar el mando y sólo ella controlar las invasiones contra el imperio bizantino, quien fue destacada y, sólo así en la historia, por cegar a su hijo a causa de la ambición de poder, un acto sangriento que no se justifica pero Irene al no haber sido una criminal hubiese pasado a la historia sin ser recordada porque solo al investigar del por qué cometió el acto contra su engendro es que se revive el poder e intelecto de la gobernanta.
Por su parte, y sin pecar, es una obligación mencionar a Isabelle Eberhardt, quien con un gran coeficiente tuvo la gallardía de convertirse en hombre trans en su época, era una mujer de letras, con un alma oscura que escondía realidades de su infancia y las negligencias a las que estuvo expuesta desde que era una niña, suicidios, homicidios, atentados y persecuciones. Sin embargo,albergaba en su interior el arte fantasioso de escribir, se le relaciona con Simone Weil y Juana de Arco, mujeres internamente fuertes quienes tuvieron un papel importante en la era de la revolución en Francia, quienes detrás de las armaduras poseían el arte de escribir, filosofar y poetizar sus historias y las de sus naciones.
Pero seamos sinceros, ¿A Irene se le reconoce tanto como a Carlos Magno, su esposo y quien también tuvo sus oscuridades? ¿Tendría Isabelle que convertirse en hombre y publicar sus escritos en seudónimos masculinos para que se destacasen? ¿A Juana de Arco de no ser una guerrera se le recordaría por sus letras y tanto así a Simone Weil? Es innegable que la mujer en la literatura ha sido oprimida y obligada a otorgarle sus escritos y por tanto su talento a sus parientes masculinos.
Es una realidad palpable y en mucho de los casos experimental la subestimación de la mujer o su encasillamiento en un solo acontecimiento de su vida. Si realizó buenas obras, si era de las que iba a misa, si se sentaba un domingo a charlar o claramente dicho a chismear sobre lo que tiene o le falta a su marido, cosas vanas e insignificantes que no marcan la vida de nadie y mucho menos la de una mujer que es mucho más que una mecedora de galería o una tinaja parturienta.
La mujer escribe, sueña, piensa y es forjadora de la historia, es capaz de dirigir, de ser, de matar, de simplemente destacar y merecedora de hacerlo fuera de encasillarla en sus malos actos suprimiendo sus escritos.