Si la “gracia” de Dios es algo sumamente trágico, según señala Unamuno lo entendía Pascal, yo digo que eso a lo que se designa como la “voluntad” de Dios es algo mucho más trágico. Pienso que la “voluntad” de Dios nunca dejará de ser la expresión del capricho, la ignorancia, el trastorno, y hasta la maldad (esta puede ser hasta sin malas intenciones) de muchas personas de fe religiosa.

Si como suele decirse, en nombre de la libertad se han cometido muchos y horrorosos crímenes, de igual modo, en nombre de la “voluntad” de Dios se han ejecutado espantosas tragedias a lo largo de la historia humana. Ni siquiera hay que leer de manera atenta la Biblia en toda su extensión (basta con una hojeada a lo que los cristianos llaman el Viejo Testamento) para tener una constancia irrefutable de todo el espanto que algunos humanos pueden infringir a otros supuestamente inspirados y motivados en la “voluntad” de su dios; simplemente empujados por lo que entienden su verdad y las razones de su fe.

Conozco a muchos para quienes la “voluntad” de Dios se expresa en función de perjuicios (incluso de calamidades) para muchos. Y gran cantidad de aquéllos entienden la “gracia” de Dios como privilegios especiales que éste les concede a ellos, no importa lo perversos y mezquinos que puedan ser.

La historia humana, eterna tragedia, a pesar también de sus comedias y sus novelas rosas, muestra y mostrará, ad infinitum, cómo en nombre de la libertad de los hombres (idea política) y de la “voluntad” y el “amor” de Dios (abstracción religiosa) más personas de las que se puede creer se  mantendrán de acuerdo y unificadas en mantener al mundo sumido en trastornos y horrores permanentes.

Y es triste que los espíritus más libres y bienintencionados (que siempre serán una selecta minoría de minorías) nada podrán contra este malestar, sobre todo porque es demasiada la ignorancia y mucha la “inteligencia” comprometidas con estas irracionalidades, dispuestas todo el tiempo a jugárselas para tratar de hacer pasar las oscuridades como si se tratara de destellos luminosos, pero conscientes—y es lo más triste– de que se trata de eso: de sombras espantosas.

“Qué trágico es esto de la gracia”, dice Unamuno que se lamentaba Pascal. Qué trágico es esto de la “voluntad” de Dios, digo yo. Y también digo: qué trágico es esto de que en nombre de la libertad y la supuesta “redención” humana haya que destruir vidas a diestra y siniestra con la intención de defender una supuesta verdad religiosa o política.

Y qué trágico que eso que suele llamarse “voluntad de Dios” no sólo sea el pretexto para tantas aberraciones y sinsentidos, lo que incluye además el que muchos no sólo sientan que están bajo la “gracia” divina, o que pueden llegar a gozar de tal privilegio, sino que también se crean merecedores de una dicha celestial si obran conforme con la “voluntad” de Dios, de la que hablan como si desde su pobre relativismo pudieran penetrar en la mente del supuesto absoluto divino.