En un acto realizado en Azua, solícito, y con mucha discreción, el párroco licenciado Rafael Antonio Cuello me obsequió su más reciente obra publicada, que la tituló: Vida y muerte del Cacique Enriquillo y el Curandero Olivorio Mateo (2023), el cual consta de 11 capítulos, 73 títulos y 262 páginas. Ya el padre Cuello, como es conocido en Azua, Pueblo Viejo y parte del Sur, había presentado las obras de carácter histórico, tituladas: El Sisal: Esclavitud y muerte en la Era de Trujillo (1999) e Historia fundamental y cronológica de Azua (2007).
No me referiré a las dos primeras obras escritas por el autor, porque prometí no hacerlo y no quiero violar ese espacio íntimo de compromiso personal. Hay mucho que decir sobre ellas. Pero acostumbro a leer de dos maneras: Primero, con un ritmo de respiración lenta y placentera, hasta llegar al final del texto; y segundo, con paros súbitos o entrecortada incredulidad, y lo dejo tirado. Confieso que este lo leí completo a pesar de los “paros súbitos y algunas incredulidades”.
En la lectura del texto del padre Cuello, Vida y muerte del Cacique Enriquillo y el Curandero Olivorio Mateo (2023), y —tratándose de dos figuras importantes de la investigación histórica del Sur de la República Dominicana—, me interesó desde el título por dos palabras que aparecen: cacique y curandero. Todo el que va a leer un libro, al menos antes de hacerlo se hace una pregunta sobre el texto. Me hice más de una: ¿Qué relación existe entre un cacique y un curandero para juntarlos en una investigación? Tratándose de un sacerdote católico el escritor, ¿qué acepción semántica tenía la palabra curandero?, ¿era utilizada la palabra curandero con tono despectivo o qué…? ¡Carajo! ¿En qué se parecen Enriquillo y Olivorio Mateo? Me pregunté. Por eso me interesó tanto.
Les cuento, tuve que cambiar las anteriores interrogantes. ¡Claro! Hay mucho que decir y resultados que ofrecer, para ofrecer juicios críticos con preciso orden de ciencia. Pero no lo haré. No. Al menos en este escrito.
El padre Cuello, con toda humildad y respeto, al entregarme el libro, me dijo calladamente: “El libro salió con algunos errores que hay que corregirlos”. Eso no es raro en este país, a mí mismo, en mis primeros libros me pasó y he tenido que mejorarlos.
Ahora bien, preguntarán mis lectores ¿a qué se referirá el señor Azuán? Vamos por partes: Aunque en el país no hay tradición de corrección lingüística y de estilo, salvo honrosas excepciones. Muchos libros publicados no pasan por ese cedazo y el producto literario es malo o muy malo. A muchos autores no les gusta que nadie lea sus libros antes de publicarlos. En muchas, demasiadas, academias de educación superior, no existen planes para la formación de profesionales de la escritura en diferentes temas con alta calidad.
En el texto del padre Cuello se aprecian muchos errores de tipo gramatical, desde las molestosas faltas de ortografías, la coherencia y cohesión lingüística…, y una que otra absurdidad.
Se apela en algunos capítulos a decir las cosas que la fuente primaria de investigación provienen de la oralidad: de la tradición oral y de las opiniones de personas vivas. Mis lectores sabrán de la riqueza de la tradición oral, las variantes temáticas que se verifican en esas tradiciones de persona a persona, de generación en generación, y en estos casos de siglo en siglo. Dije riqueza, porque será un gran reto para el investigador, en este caso, de dos temas históricos con personajes que nacieron con diferencia de tres siglos y que sobre los mismos los historiadores no se ponen de acuerdo y se levantan y derrumban tesis.
No creo que el uso de la fuente de origen oral en este libro del padre Cuello soporte justificaciones metodológicas científicas para este tipo el estudio. Hay tanto contenido en el texto que a uno se le para la respiración porque no existen fuentes que lo sustenten, y si existieran no están incluidas en el libro, apenas, en un texto de historia tan extenso, solo presenta 7 libros consultados, uno es del propio autor de la obra, otro es una enciclopedia y los otros son textos que utilizamos en el bachillerato, válidos, pero desactualizados.
En el texto del padre Cuello, abundan afirmaciones sin citar las fuentes y evidencias científicas, y no tengo que creerlas.
Los estudios de investigadores dominicanos y extranjeros sobre Olivorio Mateo no aparecen citados, las polémicas y tesis sobre la figura de Enriquillo sostenidas a lo largo de los últimos años no están. La comparación entre los dos personajes me luce forzada y descontextualizada.
Como la obra es sobre la vida y muerte de dos personajes históricos: En principio pensé que el texto se ajustaría a metodologías biográficas, pero no sucede así.
Admito que hay datos muy interesantes ¡Pero sin referencias!
En la sociedad actual, la libre forma de expresión, es sustancia propia de la construcción de democracias. Las libertades personales —eso de “dígalo como quieras y como puedas”—, contrapondría, cánones metodológicos que conducen a la comprobación de hipótesis científicas. Por eso, cuando se escribe sobre historia o biografías, los métodos de ciencias utilizados deben ser minuciosamente articulados, pensados y repensados, para aproximarnos a la búsqueda de “la verdad”, sobre hechos o personajes. Por ejemplo: ¿a cuál corriente de pensamiento pertenece el lector? ¿Pertenece al que la historia la construyen los hechos y actores?, o ¿pertenece a aquella en que la historia, de hechos o personajes, la hacen los escritores con sus versiones, desde sus perspectivas, con todos los sesgos que soportan? Hay hechos, batallas, guerras, narradas por historiadores antiguos que no existen formas de comprobar. Sin la evidencia científica, se duda que sean catalogados como históricos.
En mi edad de impúber, en Azua, producto de la tradición oral, decían que cuando el Conquistador de México Hernán Cortés, vivió en la villa de Compostela de Azua, entre el 1504 y 1511 (siendo primer escribano), fue hecho preso por haberse robado una mula. Como investigador lo primero que daría por sentado era ¿qué es una mula? Comprobado que el resultado de la unión de un caballo con una burra, inmediatamente surge la otra pregunta ¿Cuándo llegaron los caballos y las burras a la Isla de Santo Domingo y en qué año? Comparo que vinieron en el segundo viaje de Cristóbal Colón del 1493. Bueno… Si Hernán Cortés vivió en la villa de Azua de 1504 al 1511 —hecho comprobado mediante evidencias históricas científicas—, no era de dudar que ya en el cacicazgo de Maguana, al cual pertenecía la villa, hubiera caballos y burras, y por consiguiente, mulas. Hasta ahí voy muy bien. Pero, particularmente, aunque no soy historiador, he buscado evidencias, si en verdad Hernán Cortés fue hecho preso en la villa de Azua por robarse una mula, y no las he encontrado. Si usted las tiene, favor consignarla en un comentario al pie de esta columna.
Ahora bien, como si fuera a señalar este hecho en un texto histórico, lo haría con el siguiente párrafo: “Aunque no he encontrado evidencias científicas, en mi tiempo de juventud, escuché, según la tradición oral, que Hernán Cortés fue hecho preso en la villa de Azua por robarse una mula”. Más aún, si el párrafo no es fundamental para el texto que escribo y no es de interés para la tradición oral, ni siquiera lo mencionara.
Muchos de nuestros abuelos y padres han fallecido y tengo más de 30 años que no escucho en Azua hablar sobre el famoso robo de la mula realizado por Hernán Cortés, y en las escuelas, eso no se menciona. La tradición oral, prácticamente se ha perdido.
Algo parecido pasa con los restos de Enriquillo, algunos historiadores y la tradición oral, aún vigentes, dicen que están sepultados en la iglesia Las Mercedes de Pueblo Viejo. Yo creo que es así, pero no tengo evidencias, por eso no lo doy por sentado.
¿Por qué todo esto? Porque, en el texto del padre Cuello, abundan afirmaciones sin citar las fuentes y evidencias científicas, y no tengo que creerlas. También, hay opiniones personales que no son productos de un rigor académico, sino de una percepción particular, cosa que en ciencias no alcanzan la categoría de tesis o teoría. Citaré un ejemplo:
“Conociendo las amenazas, que cada día tenemos con la invasión haitiana, hemos considerado que de los 54 presidentes que ha tenido la República Dominicana, y viendo su sagacidad, hemos consideramos que el presidente Luís Rodolfo Abinader, el más idóneo y con capacidad más grande de retraer la continuidad de la invasión haitiana hacia la República Dominicana…” (pág. 133) Nota: (Los errores ortográficos y de sintaxis, son del texto de origen). ¿En realidad son 54 presidentes que ha tenido la República? ¿En el libro encontramos las acciones de los presidentes anteriores que justifiquen tal consideración? ¡Eso es una arenga política, con todo el respeto, mi querido padre Cuello!
A veces me pregunto, ¿Qué tipo de posición tiene la Academia de Historia de la República Dominicana cuando un texto soporta ciertas mejoras? ¿Hay en ese organismo una comisión que reflexione sobre esos temas? No me refiero, de ningún modo, a la censura o a la descalificación de la libre expresión de los autores. Me refiero a juicios críticos con rigor científico.
Conozco el esfuerzo y la buena intención del padre Cuello; también su sagacidad y gustos por los temas históricos. En él tendríamos una voz que nos falta a los sureños para contar nuestra historia, hermosa, heroica, horrenda y manipulada.
Hay muchas cosas por corregir en el texto, y el autor me lo dijo. Es saludable algunas consultas con expertos para una segunda edición. En tanto, la esperaré.
Domingo 3 de diciembre de 2023.
Virgilio López Azuán en Acento.com.do