La escasa participación de los padres de familias en el proceso enseñanza-aprendizaje puede afectar negativamente el campo educativo.

Los padres tienen la idea errónea de que los maestros son los únicos encargados de educación de sus hijos, pero no es así. Los padres tienen la responsabilidad seguir incrementando ese conocimiento y al mismo tiempo ser críticos, no solo quedarse con lo que los maestros les digan a sus hijos, tienen que tomarse la tarea de indagar si esa información es verídica, confiable y actual y preocuparse porque los hijos tengan un verdadero aprendizaje.

Muchas veces se ve el caso de que los maestros mandan a citar a los padres para hablarles sobre la conducta de sus hijos o cuando están teniendo un bajo rendimiento, y en la mayoría de los casos, los padres lo ven como una molestia, como si el profesor quiere hacerlo para incomodar y está exagerando, entonces esos mismos pensamientos y palabras se la trasmiten a sus hijos, ocasionando el alumno tome represalias con el maestro y  no lo respete.

La participación de los padres implica: dedicar un tiempo para revisar los deberes, compartir momentos de lectura, preguntarles cómo les fue en la escuela, asistir a las actividades extracurriculares. Todo esto provocaría mayor rendimiento académico y mejor autoestima, ya que los mismos verían que sus padres están pendientes del proceso educativo, ayudando a que los educandos se sientan motivados para adquirir mayores conocimientos.

Es momento de la educación cambie, que los estudiantes le den valor a esa palabra y que los padres de familia se hagan participes de la formación académica de sus hijos, ya que la educación es un proceso que nos concierne a todos.

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La autora del artículo es estudiante de la carrera de Educación orientada a la enseñanza de la lengua y la literatura en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.