Lo mejor sería abrir las ventanas. Las luces que fueron duras ya hicieron lo suyo. Mira la mesa, tan chamuscada como el gato que se aferra a ella, tus páginas sin escribir, la copia con una chispa de cerveza de la noche anterior, cuatro mensajes y ocho anuncios y dos cuentas de alguna apuesta. Alexandra Stréliski para por el techo con su piano y lo que se oye es "Plus Tôt". No sé cuántas mareas más le quepan al techo de mi casa ni tampoco cómo armaré una noche más de rostros a la deriva. Sé que no es canción pero es algo peor que lo expresable por cualquier palabra. La música, el arte, los confines, el hielo de la nevera, todo tiene el mismo arrastre en tu vida, la misma ingravidez de una mosca que tratas de espantar junto al lago.
Hay composiciones como el libro de Kafka: te dejan un hachazo permanente.

Hay nombres que de sólo pronunciarlos te amenazan polvaredas, mareas altas.

Henry Gorecki y su Sinfonía 3, la de las canciones tristes, en su primera parte, Sostenuto Tranquillo Ma Cantabile, buscando techos para guardar mecedoras que la ciudad no soporta, tintes de un atardecer que sólo a ti se te mostraba porque estabas a punto de dormirte.

"El espejo dentro del espejo", de Arvo Pärt, para chelo y piano, con todo el pánico de que se gastaran las pilas en tu tocador de mp3 cuando todos aquellos rostros en El Conde eran plagio de otros en el Titanic mientras pasabas de largo y sólo había incendios en la esquina con 19 de marzo.

Un suspiro de Miles Davis que en la trompeta de Daniel Infante allá por la Pampa sonará a aire puro, a sopa que relanza ejércitos que se creían pedidos, a rostros hermosísimos, como son los de su familia y el mismo Dannie, todo una planta exótica trasplantada.

Pero la Stréliski es la que ahora sigue dando vueltas en mi reproductor. A un arranque chopiniano le siguen destellos de no sé cuántos otros fantasmas. No pongo más nombre porque se me acabaron. No apelo más a esta falsa inteligencia o nombres o citas o escenarios cuando de lo que se trata es de oír el chocar de las piedras bien allá, en el fondo de tu cabeza.

Llenar días solo pianos así sueltos es como aligerarte camino al paredón. Mejor soltar las maletas con historias de día a día cuando lo que te propone este "Plus Tôt" es leerte la mano, el rostro, tus pasos, descubrirte en esa ceniza que no solo anuncia la búsqueda de otra cosa dentro de un rato sino también la luz propia de todo lo incinerado.

 

Miguel D. Mena en Acento.com.do