La lectura cambia el cerebro. Es algo fisiológicamente probado. El cerebro lector es un mejor cerebro que el cerebro analfabeto.

No es una función natural, sino una creación cultural de los humanos, que empezó unos 5,000 años a.C. Es decir, tenemos unos 7,000 años como lectores y la lectura cambió el mundo y nos cambió, de paso.

Leer es algo que hay que comenzar en la infancia.

En su artículo “Early reading acquisition and its relation to reading experience and ability 10 years later” (“La adquisición temprana de la lectura y su relación con la experiencia y capacidad lectora 10 años después”), publicado en Deviant Psychology por A.E. Cunningham y K.E. Stanovich, estos autores explicaron:

 “A través de la práctica, el niño automatizará el proceso de la lectura liberando espacio en su memoria de trabajo y mejorando así la eficiencia cerebral. No es casualidad que el grado de comprensión de los textos escritos por parte de los adolescentes dependa de la frecuencia de sus lecturas durante la infancia”.

Entendamos, el aprendizaje temprano de la capacidad de leer y escribir tiene un fuerte impacto en el rendimiento escolar y la capacidad de aprendizaje en la adolescencia.

Esa capacidad de comprensión de los textos escritos en la adolescencia tiene un impacto directo en el nivel de deserción escolar.

¿Cuál es la realidad alarmante en lectoescritura en República Dominicana?

Según el Boletín de Competitividad Sectorial (BCS) 2021, que publicó entonces el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPYD), el 62.3 % de la población de 10 años no podía leer ni entender un texto simple. Más de 6 de cada 10 niños, y no estaba circunscrito a la educación pública, lo que significa que muchos padres están pagando guarderías y no escuelas, ya que sus niños no aprenden.

Como vimos, esta falencia lectora en la infancia se cobra unos réditos enormes en la adolescencia y en el futuro de cada ciudadano.

No podemos seguir tragándonos nuestras mentiras

Hay un problema de carácter en nuestra sociedad: nos gusta que nos engañen y nos gusta engañarnos.

Así, uno lee algo como como que, según la encuesta Enhogar de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), “El 90.3 % de la población dominicana mayores de cinco años sabe leer y escribir, mientras que el restante 9.7 % no están alfabetizados.”

Se está hablando del mismo país que según otro organismo gubernamental, el MEPYD, tenía un “62.3 % de la población de 10 años no podía leer ni entender un texto simple.

Si una persona no entiende lo que lee, simplemente no sabe leer, porque leer es entender.

No se trata de una acción mecánica de colocar la vista en unas palabras. Ni siquiera de reproducir un sonido, sino de saber captar el sentido de lo que se lee. Y estamos en un nivel muy literal y simple de lo que la lectura implica, sin adentrarnos en niveles más sofisticados como la literatura implícita y la inferencial.

Leer es una competencia y solo la tiene quien la ejerce.

Hay que tener valor, responsabilidad y carácter para decir las cosas como son.

Y eso que se escribió ahí es una soberana mentira. No es así.

Una gran parte de la población dominicana, que posiblemente exceda más del 50% no entiende lo que lee. Y tampoco lee, no ha desarrollado el músculo cerebral.

¿Saben qué tan grave es el asunto? Cedo la palabra al decano de la facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Gerardo Roa Ogando, que denunció con responsabilidad, algo que no es común en nuestro país, que las “universidades dominicanas están titulando personas que no leen”.

Y en sus palabras, expresó: “No es posible que un número importante de universidades privadas continúen graduando a personas que no han leído nunca un libro, con la excusa banal de que no estudian carreras humanisticas. Esta realidad es palpable en decenas de solicitantes de plaza para cursar algún programa de maestría en las diversas áreas de humanidades al momento de recibir pruebas propedéuticas”.

No es que saben leer y no lo hacen, sino que no saben leer. Y eso es extensivo a catedráticos y maestros, por cierto.

Y para los que se alarman, les refresco el caso de John Corcoran, quien en Estados Unidos terminó la secundaria, asistió a la universidad, se graduó y se convirtió en profesor de secundaria en los 60, un trabajo que mantuvo durante 17 años, y resulta que Corcoran no sabía leer. ¿Cómo se graduó de secundaria? ¿Cómo se graduó de una universidad? ¿Cómo trabajó durante 17 años como profesor, todo eso sin saber leer? Algo huele mal en Dinamarca.

¿Seguiremos inventando estadísticas acomodaticias para encubrir nuestro fracaso?

Un estudio de World Vision desnuda la realidad

Montecristi.

World Vision, una organización que cuenta con todo mi respeto, realizó un estudio en que evaluaron 41 escuelas y 637 estudiantes de las comunidades de Dajabón, El Seibo (mi provincia natal), Haina, Los Alcarrizos y Montecristi, aplicando el método School Based Test About Reading (STAR), el cual se enfoca en cinco componentes críticos de la lectura, que incluyen la conciencia fonémica, la fonética, la fluidez, el vocabulario y la comprensión lectora y ese estudio arrojó que el 71.43% de los estudiantes participantes ni saben leer ni son capaces de entender un simple mensaje escrito.

Y pese a contar con 5,120 centros educativos del Nivel Primario, con una matrícula de 1,165,161 para el 2023, “el 64% de estudiantes en el 6to grado de primaria no domina la lectura comprensiva”.

Como ahora se promueven mecánicamente, de forma automática, de nivel sin preparación alguna, llegan al bachillerato (lo que antes era la intermedia), ineptos para aprender, en una actividad a la que no le ven sentido ni valor y después nos extrañamos de la alta tasa de deserción escolar.

Pero, recordando el caso del “profesor” norteamericano Corcoran ¿saben leer nuestros maestros? ¿Cuál es su nivel de competencia lectora? ¿Cuántos libros leen al año?

Es un problema global, pero eso que no nos consuele

El analfabetismo funcional y la incompetencia lectora no es exclusiva de República Dominicana.

En un artículo anterior de esta serie mostramos como un estudio de la Gallup para la Barbara Bush Fundation establecía que el 54% de la población norteamericana era analfabeta funcional.

El informe “The State of Global Learning Poverty: 2022 Update” (La situación de la pobreza de aprendizajes mundial: Actualización de 2022), del Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el Ministerio de Relaciones Exteriores, del Commonwealth y de Desarrollo (FCDO) del Reino Unido, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Fundación Bill y Melinda Gates estableció que el 70% de los niños de 10 años no eran capaces de entender un texto simple.

El profesor universitario argentino José Luis Moure se alarma de la cantidad de jóvenes universitarios (en Argentina) que no entienden lo que leen. “Para los jóvenes de hoy, el castellano académico es casi un idioma extranjero”. Y destaca que “es inadmisible que la Universidad, en esta era de vertiginoso avance del conocimiento, deba dedicar un minuto de su tiempo” a hacer lo que no hizo la escuela en 12 años.

En Argentina, por cierto, uno de cada dos niños de tercer año no entiende lo que lee, según una evaluación de la UNESCO, según una información fechada en el 2024.

Y solo 4 de cada 10 estudiantes universitarios en Argentina entienden lo que leen. ¿Y qué hacen los demás en la universidad? ¿Cómo llegaron allí? En Colombia la proporción fue la misma. Apenas un 40% entendía lo que leía. ¿Cuál sería el porcentaje en la matrícula universitaria dominicana?

Daría grima.

La lectura cambia nuestro cerebro

Niñas en lectura.

Leer no es una actividad inocua, inodora e insípida. No, leer cambia físicamente el cerebro y nos habilita para poder desempeñarnos en el mundo digitalizado y complejo del siglo 21.

Como el neurobiólogo y escritor español Francisco Mora ha mostrado en su libro Neuroeducación y lectura, leer es la gran revolución humana, porque leer cambia la química, física, anatomía y fisiología del cerebro. Y nos ha cambiado como especie y nos ha llevado a donde estamos.

Así, nos amplía: “…los cambios producidos por la lectura en las sucesivas culturas no tienen precedente alguno en la historia. Cambios que han transformado la educación de los niños de cualquier edad y al propio hombre adulto a lo largo de su larga curva vital. Y es con la lectura como muchos lectores, con unos buenos libros entre las manos, han cambiado su personalidad de un modo pausado y constante.”

Conviene recordar, por igual, que poder leer es una conquista que no fue fácil alcanzar.

Siempre los más poderosos intentaron mantener en el analfabetismo a las mayorías de sus habitantes. Y, de hecho, se llegó a castigar con la muerte el enseñar a leer o el saber leer si se era negro, si se era esclavo, si se era siervo.

El aprendizaje de las destrezas lectoras no se cierra con la alfabetización. Es una tarea de toda la vida.

Un estudio del Instituto Max Planck en el 2017 con personas de la India, donde un tercio de su población es analfabeta, comprobó que los cambios en el cerebro que produce la lectura no se limitan a la corteza cerebral, como se pensaba hasta entonces, sino que alcanzan a estructuras más profundas como el tálamo y el tronco del encéfalo, y que solo seis meses son suficientes para comprobar tales efectos.

La lectura tiene también una función en la denominada reserva cognitiva, que es la cantidad y la calidad de nuestro 'mobiliario intelectual'.

Esta reserva cognitiva es la mejor baza que tiene el cerebro para protegerse del declinar cognitivo que acarrea el paso del tiempo o sobrevenido por una enfermedad degenerativa”. En esos términos “el valor de la lectura como medio para favorecer la reserva cognitiva y la salud cerebral es enorme”.

La lectura nos permite dialogar con las mentes más brillantes de la humanidad

Leer es un premio extraordinario para nuestro cerebro y nuestra inteligencia.

Hace años, curioseando en Books & Books, mi rincón favorito en el aeropuerto de Miami, me encontré con Reading and the brain, de Stanislas Dahaene, que luego la editorial Siglo XXI tradujo como El cerebro lector.

Allí, Dahaene nos refuerza los cambios que experimenta el cerebro al adquirir la competencia de la lectura y la escritura. “Hemos descubierto ─escribe Dahaene─ que el cerebro alfabetizado contiene mecanismos corticales especializados que están exquisitamente dispuestos para el reconocimiento de las palabras escritas. Es aún más sorprendente que los mismos mecanismos, en todos los humanos, estén sistemáticamente alojados en regiones cerebrales idénticas, como si hubiera un órgano cerebral para la lectura”.

Vamos a centrarnos en la lectura eficiente, en los próximos artículos, porque es el mayor de todos los recursos para el aprendizaje autónomo con el cual contamos, porque nos permite dialogar con las mentes más brillantes de la humanidad.

Y me permito terminar con una reflexión de aquella novela distópica de Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Esto así, porque la quema de libros siempre ha sido uno de los fenómenos más horripilantes de todos los sistemas totalitarios y de todos los extremismos y fundamentalismos que ponen al mando a la bestia que todos llevamos dentro. Desde los nazis a los soviéticos. Desde las piras del catolicismo a las piras del extremismo musulmán, capaz de condenar a muerte a un escritor por escribir. Y que hoy también vemos veladamente mostrar sus pezuñas en las censuras de libros que se verifican en Estados Unidos.

En palabras de Bradbury, admonitorias: “No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Si el baloncesto y el fútbol inundan el mundo, no necesitan prender fuego al queroseno ni perseguir al lector”.

Aquiles Julián. Presidente del Centro PEN RD Internacional