Una de las cosas que más me interesa de las comparaciones lingüísticas es la manera que el español tiene para verbalizar lo que en inglés es conocido como el verbo To Be. En inglés, la conjugación del verbo no hace distinciones entre los atributos que nos identifican o por los que nos pueden reconocer y establecer una idea de lo que somos y hacemos, y casos y cosas asociadas a la temporalidad, ubicación y estados de ánimo. En español no solo somos, también estamos.
El introito no es fortuito, ya que pienso en estas conjugaciones cuando leo Tropical York, poemario de uno de nuestros poetas diaspóricos por excelencia, el multifacético Francis Mateo. En este texto de delicada factura, Mateo continua la exploración con la que nos deleitó en los poemas de Ubre Urbe y la colección de poemas, historias cortas y viñetas titulada El Alto. En Tropical York se establece una voz que dibuja un Dominicanyork en el Cibao, disfrutando de los excesos que brinda el regreso a la patria chica ya sea de vacaciones o negocios, y digo yo que esto es ya una exageración porque se sabe que para quien regresa no todo es retorno y no hay diferencias entre el viaje de asueto o el de las diligencias. Lo importante es moverse.
Nada de nostalgias vagas aquí. Las historias de Francis se prestan para ir acompañadas de ron dulce a solas, y arrancan sino sonrisas carcajadas para contar con los amigos. Es así como en “Gallera”, el viajante borracho se adentra a este mundo de máscaras y paternidades que es la gallera dominicana y todo su contexto, social e histórico. Da gusto que el primer cuento se centre ahí, en el espacio de la hombría y el descalabro, del espectáculo de sangre, grito y espuela. Me gusta también de la narración el impasse del inglés al español y las referencias a una cultura Caribepop que cada vez más hace menos visible las fronteras entre el cuento y la ficción, la fricción y el lenguaje, la distancia y el desarraigo.
La versatilidad de la escritura es uno de los fuertes de Mateo, quien al ser declamador y actor entrenado, coquetea en sus textos con un desafío dramático, establece coartadas para personajes posibles y trata de imbricar la voz narrativa en una propuesta que nos mantiene en vilo. Esto pasa particularmente en el cuento “Zoológico”, en donde el Viajante establece su posición de marginal y extranjero y de cómo esta condición justifica otra, la de voyeur 2.0 de todo lo que pasa en la mediaisla. Eso vemos entonces. Un brechero de corazón que se declara anhelante de noticias de lo que surge en la otra patria, la tropical, la deseada. Desde el Alto, el poeta propone un tema discusión “¿Para qué otro zoológico y para colmo en el Parque del Conservatorio? ¿Para qué la creación de este Madagascar? ¿Acaso no bastó con la creación mágico realista del Zooberto Fuikiti Theme Park?” El poeta dice no saber cómo entrarle filosóficamente a esta situación y por lo tanto, se propone a imaginar una pieza de performance en donde hay un Santo Domingo de la ficción y desde un despacho de cartonite, parodias de personajes se preguntan por el destino de un lugar, la mediaisla vamos, que le duele a poca gente, que le duele más a los que están afuera.
Pero, ¿en verdad se está afuera solo por el hecho de que se está en Nueva York? Yo que te escribo desde estas calles hoy, Mañana, te digo que es mejor dudarlo. Alguna vez alguien habló de un Nueva York chiquito, un sueño que debía ser construido, realizado, y sin darnos cuenta, el tiempo y la necesidad de remesas construyó una República chica enmarcada entre puentes y avenidas, frente a un Río Hudson que fue cantado por mejores poetas que Francis y que yo. Aunque aquí no es importante dilucidar quién es mejor que quién, sino, hacer poesía, y eso es lo que hace mi homólogo Mateo en “Nido”: “Mis musas salieron preñadas mientras bebían tragos prestados cerca de Dyckman con unos chulos […] El ron ha perdido su milagroso toque de olvido. / Me aturdo con canciones de una vellonera lampiña que solo acepta monedas y cuando le doy a play, solo carga hojas en blanco.”
No te lleves de su tamaño más llévate de su portada, diseñada por la gran Carla Robles. Tropical York es un librazo publicado por La Diabla Ediciones, que más que una editorial, es un testamento a este jodío ejercicio de trabajar, de fluir, de permanecer.