De las cualidades que percibo en estos poemas, entre los sentidos, es el tacto el que trascurre en toda la extensión textual: el oír, ver, oler, mirar se pasea a través de múltiples destellos como lunas, estrellas y soles que nos permiten transitar esta selva de palabras en que esta joven escritora nos invita a entrar. A partir de alguno de los títulos como: «Toda forma, todo vértigo sucumbe ante el poema: la mano que tiembla se encoge», «Porque tu nombre, en la medida de mi nombre, entreteje el sentido de tus huellas», «Resurgirá de entre las rocas y su casa que será mi casa, habitará entre nosotras», en realidad estos podrían ser, por sí mismos, poemas, podrían ser también el entramado lírico para entender los textos, pero no, al leerlos nos encontramos que la complejidad existe y nos obliga a releer estos instrumentos estéticos desde el pensar.

«A la manera moderna, todavía se sigue esperando que un poema nos conmueva sentimentalmente hablando, cuando hoy como ayer la poesía es capaz de hacer muchas otras cosas: interpelarnos, asombrarnos, dejarnos perplejos, hacernos reír, hacernos pensar, suscitar disgustos, alegrías o rechazo» (Guerrero: Cuerpo Plural). ¿Cuáles de estas sensaciones son las que nos produce el libro de Bileysi Reyes? Para mí, una mixtura de todo y, en particular, un asombro y un disfrute in crescendo. Lo que leímos en su momento el libro esencial Fundadores de la nueva poesía latinoamericana: Vallejo, Huidobro, Borges, Girondo, Neruda, Paz, Lezama Lima, de Saúl Yurkievich no pensamos que, después de eso, eclosionarían una vez más, como ha sido siempre en la poesía a nivel mundial, nuevos caminos, cuando se creyó que todos estaban agotados, pero ya había pasado antes de lo clásico a lo romántico, del realismo al surrealismo y al imagismo, de lo conversacional a lo neobarroco y así de ahí en adelante. Esos densos caminos entre el pensar y el imaginar llevó a María Zambrano a contarnos la hermosa batalla entre filosofía y poesía.

La autora sabe, desde su formación académica que debe ser rigurosa, pero como poeta, también advierte que debe nadar en aguas a veces turbulentas y dejar que la creatividad actúe, ella se lanza en aires contaminados y desde ahí respira en aguas tenebrosas y asume su travesía en tierras selváticas que sugieren de entre las cosas y su casa sería mi casa habitando entre nosotros, el tiempo y el espacio parecen comulgar:

Porque he pecado

ante los ojos de un rey

me he convertido en muchedumbre…

…yo me mantendré

fluyendo en los palacios de la carne.

Y su voz

como una flecha

caerá sobre mi frente.

Podemos ver en este libro la totalidad o sus fragmentos y sus valores estéticos no decaen, sus fuentes son lo clásico, lo romántico, lo imagista, lo conversacional y hasta lo surreal y lo neobarroco, para entonces emprender su propio camino. Esto convierte a la autora la en una autora que su primer libro independientemente de lo que produzca en un lector no lo dejará indiferente a nadie, que entre de verdad en esta selva de palabras cortadas. Es para mí un viaje que no tiene retroceso y ni la autora ni sus lectores podemos ya ir hacia atrás:

…no delires

ni si sabes cómo retroceder

retrocedas

ni el camión

ni la fuente

ni la paloma muerta

ni la casa sobre el cuerpo

ni el cuerpo sobre el agua

no me obligues a proyectar palabras

que de mi cabeza se ha volado el nido

y las aves se han lanzado

demasiado lejos.

Pensamos que la autora de Selva de palabras cortadas se ha leído a Olga Orozco y a Blanca Varela desde la precisión de sus texturas poéticas, y quizás a Tamara Kamenszain y Marosa di Giorgio en su desparpajo hermoso por las palabras. Lo que sí está claro es que ningún entusiasmo por lo que le dicten sus sentimientos o pensamientos, la acerca al facilismo, sus textos están escritos con esmero y deben ser leídos en la misma forma, porque no son de una livianidad didáctica que se puede quedar en lo simple. Sabemos de la complejidad del proceso creativo hasta culminar en un goce estético, aspecto difícilmente logrado en un primer libro.

Cuando el imprescindible crítico literario Julio Ortega escribió su obra Poesía hispanoamericana de fin de siglo (1992), parecía apostar al futuro, quería ver señales de cómo sería nuestra poesía en un nuevo milenio. De eso ya hace ya treinta y un años y ha seguido corriendo el río de la poesía buscando espacios en voces que, al unirse, se multiplican en esta entrega que Bileysi, callada y sigilosa, con este libro, ha apuntado su estrella en el firmamento y no sé si lo quiso decir en esta poética que aparece en su libro con el título: «Escribo un poema y me perpetúo» que invito a leer.