Desde la Prehistoria al siglo XXI, sin dudas que el Romanticismo ha significado uno de los hitos de la historia de la cultura. Y dentro de este intervalo podemos destacar el Impresionismo como un momento culminante en las postrimerías de una gran época.
Tanto impresionistas como post impresionistas hicieron magia con las nuevas técnicas para la representación de la luz y los colores, alejándose de lo figurativo y transmutando la imagen para plasmar el efecto, la percepción de la acción, la simulación de lo cinético. Sin duda una cima en la historia audiovisual que ha permeado a las grandes corrientes estéticas del siglo XX y a la búsqueda más individual del siglo XXI.
Al instante de aproximarnos a las creaciones del maestro Santos Méndez percibimos el influjo de aquellos incomprendidos: Monet, Degas, Manet, Cézane, Renoir, Van Gog… A partir de su formación académica y la memoria visual, el autor nos plantea su propia propuesta, en donde sobresale el manejo de la técnica, el uso de la luz y el color, en composición que tan solo por el magistral manejo del puntillismo y los temas, vale la pena el visionado, la crítica y el coleccionismo. Sobre todo si consideramos que a pesar del grado de perfección de ciertas obras en la muestra, cuando hablamos de Santos Méndez nos referimos a un artista todavía en desarrollo, es decir, que tiene lo mejor de su arsenal todavía por ofrecer.
El autor recurre a la técnica del puntillismo como principal estrategia para la construcción del relato, que no está exenta del sujeto a pesar de que en la mayoría de los casos se trata de representación topográfica. El puntillismo es un reflejo de la meticulosidad y obsesión con la perfección del artistas, al cual le importa más la composición –general– que la mímesis.
Resulta impresionante hasta el paroxismo la expectación de su dominio de la luz, cargada de claroscuros y matices que nos llevan a revisitar las ensoñaciones tropicales que caracterizan la muestra. Topografía que no se limita al retrato, también tiene un toque de idealización, como quien transita una dura realidad y la retrata en clave poética.
Como en la variación dialectal de la lingüística, bien sabemos que en la colorografía y toda la representación plástica del trópico tenemos nuestra propia percepción y expresión identitarias, por lo que la exuberancia, el policroma y la luminosidad nos caracteriza. En este sentido, Méndez se inscribe en la escuela de los pintores coloristas de nuestra tradición, como Cándido Bidó, Guillo Pérez, Dionisio Blanco… El carácter estilístico de Santos Méndez, más allá de sus influencias vernáculas e internacionales, le retratan como un autor de búsqueda original, propia y refrescante en la plástica dominicana del siglo XXI, rasgos y arsenal pictórico-simbólico que le ha llevado años de formación y práctica madurarlo, y forman parte de su ideolecto pictórico, cosmovisión y poética.
Las creaciones de Santos Méndez a simple vista carecen de personajes, como consecuencia de la elisión espacial del sujeto en casi la totalidad de las obras. Pero no es así. Puesto que cada composición en el fondo se vislumbra como una mirada subjetiva, en donde el yo no se observa en acciones desde lo exterior, en disposición ideal para el óculo del voyerista, sino que se trata de un viaje más difícil: la auscultación del ser desde el interior hacia lo exógeno, un ser que mira pero no aparece. En el sentido de la construcción de una narrativa, en la que toda acción necesita un ejecutante de la misma, podríamos considerarlo un recurso filosófico o acierto del talento artístico, pero el ángulo del espectador funciona, en definitiva, como mirada protagónico-diegética. Auscultar entre los cuadros de Santos Méndez es la recapitulación de lo que plasma, como si nosotros fuéramos la conjunción ideal, el número primo, la solución a la ecuación o enigma de estos paisajes y su “aparente” simplicidad, colorido y dominio de la luz. La perspectiva del observador es el verdadero protagonista.
Santos Méndez es un catedrático consciente de sus técnicas, materiales, recursos pictóricos y tendencia estilística. El arte de Santos Méndez también es interesante desde el punto de vista sociológico. Sus imágenes están llenas de huellas identitarias de lo vernáculo, un resaltado a la dominicanidad rural. La estética de la casita de madera, las cuerdas para tender ropa en los patios, el cafecito en las mañanas, el diseño estético de la casita típica dominicana… En definitiva, homenajes que son evidentes en la manera de titular los cuadros: Casa vernácula, Azul tropical, Monet por Bonao, etc.
La propuesta de Santos Mendez y su muestra El vibrante paisaje: color y puntillismo, merece la atención de académicos, críticos y coleccionistas, pues estamos ante un maestro en ciernes, que, si consideramos su edad, capacidad de producción artística y formación que le permitiría incurrir en innovaciones y variaciones estilísticas (como las etapas de Picasso, por ejemplo), apenas inicia sus aportes a la plástica dominicana.